FT-CI

Análisis y opinión - Diarios de México

21/11/2006

Nación fracturada

Editorial, La Jornada

El acto efectuado ayer en el Zócalo capitalino, en el que Andrés Manuel López Obrador rindió protesta como "presidente legítimo", es la culminación formal de una ruptura nacional largamente gestada. La fractura no es únicamente resultado del turbio proceso electoral de este año, sino de una política económica que ahonda las desigualdades y desarticula a la sociedad, de injusticias sociales toleradas y fomentadas por el grupo gobernante, de una cerrazón y una ceguera política que desvirtuaron los procesos democráticos y de una voracidad empresarial que atropelló sin tapujos el orden institucional del país.

En su momento, diversas voces advirtieron sobre los riesgos de división nacional que conllevaban la incontinente injerencia presidencial en las campañas previas a las elecciones del 2 de julio, la ilegal intromisión en ellas de los intereses empresariales, mediáticos y clericales, así como la abierta parcialidad de las autoridades electorales (el Instituto Federal Electoral y el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación) y su incapacidad o su falta de voluntad para esclarecer, mediante un recuento confiable de los sufragios, el resultado definitivo de los comicios. Tales advertencias fueron desatendidas por quienes hoy, con dolo, acusan al lopezobradorismo de "dividir al país".

Por lo demás, México estaba dividido desde mucho antes. Estaba dividido entre los millones que subsisten con un salario mínimo, o menos que eso, por un lado, y los potentados que obtienen utilidades de millones de pesos al día o los funcionarios que se embolsan sueldos, prestaciones y jubilaciones suculentas a costillas del erario público; entre los agraviados por un sistema de procuración e impartición de justicia que atropella, viola los derechos humanos y fabrica culpables, por una parte, y los delincuentes de cuello blanco que pasean su impunidad protegidos por guaruras prepotentes; entre las comunidades indígenas y campesinas que, a casi 13 años del levantamiento zapatista de Chiapas, siguen marginadas y abandonadas, y los empresarios agrícolas del estilo de Vicente Fox, que se benefician con aperturas comerciales que potencian sus exportaciones; entre las organizaciones sociales agredidas y hostilizadas y los caciques tradicionales que, seis años después de consumado un supuesto "cambio" democrático, ostentan su poder de siempre por todo el territorio nacional; entre los que se hacen tratar por médicos de Houston y los que deben soportar, en los hospitales del sector público, el desabasto más desesperante de equipo y medicinas.

La fractura que ayer se puso en evidencia trasciende, en suma, el ámbito político, partidario y electoral. Es una división profunda entre los intereses de los grandes capitales nacionales y trasnacionales, empeñados en conservar sus privilegios y las circunstancias propicias a la depredación del país, y millones de mexicanos excluidos y marginados.

Independientemente del juicio que merezca la ceremonia protagonizada ayer por el ex candidato presidencial de la coalición Por el Bien de Todos, debe admitirse que López Obrador formuló en su discurso un diagnóstico preciso y certero de esta dislocación nacional y de la circunstancia insostenible en que ha sido colocada la nación por el grupo en el poder, esa alianza político-empresarial y mediática que, ante la asunción del presidente legítimo, expresó su posición de manera inequívoca por medio de un delirante editorial del diario madrileño El País: "Si algo ha logrado López Obrador con su permanente y escasa consideración con las instituciones democráticas del Estado y con sus decisiones es el oprobio de poner en peligro la convivencia pacífica y la paz civil", sostiene el texto, como si hubiese mayor amenaza a la paz que la condición de 10 millones de mexicanos que subsisten con un dólar diario o menos (más de 30 millones viven con cuatro dólares al día o menos), o como si las "instituciones democráticas" hubieran actuado como tales y se hubieran empeñado en esclarecer las múltiples dudas de manipulación que empañan los resultados oficiales de la elección del pasado 2 de julio.

Al contrario de lo que se afirma en ese editorial -lo que no expresaron ni los medios mexicanos más abiertamente oligárquicos-, la "presidencia legítima" se presenta como un intento, tal vez el último posible, por mantener dentro de cauces pacíficos y legales el vasto descontento político, económico y social que recorre al país. Se trata de un recurso para crear estructuras de participación allí donde las instituciones, operadas en forma irresponsable y desastrosa, han resultado incapaces de dar curso a las inconformidades y a la diversidad de importantes sectores sociales. Es un esfuerzo por empezar a abordar y resolver los problemas reales de México mediante una articulación social que supla las miserias y las distorsiones de los organismos públicos oficiales.

Si algo no hubo la tarde de ayer en el Zócalo fue un llamado a la violencia, y cabe felicitarse por ello. Por lo demás, las instituciones formales y oficiales deben reconciliarse con los sectores sociales que han sido sistemáticamente agraviados desde ellas. Por lo demás, los 20 puntos mencionados ayer por López Obrador para su llamado gobierno legítimo no son más que acciones de sentido común para empezar a pagar la enorme deuda social, económica y política para con millones de mexicanos. Las circunstancias de marginación y miseria de éstos, y la ambición insaciable de los grandes capitales nacionales y foráneos, constituyen el desafío real a la estabilidad y a la paz en este país.


Contrapunto

Julio Hernández López, La Jornada

López Obrador desgranaba en la Plaza de la Constitución sus 20 puntos de trabajo mientras la Policía Federal Preventiva lanzaba gases lacrimógenos contra manifestantes en Oaxaca. Provocación o desesperación, pero el eje Los Pinos-Bucareli-SSP tiraba cerillos sobre la pradera seca mientras el tabasqueño presuntamente incendiario hacía planteamientos políticos.

Ese es el punto de quiebre: un sistema profundamente desgastado trata de sostener un poder impopular mediante represión y amenazas, mientras el segmento excluido y agraviado explora y propone caminos políticos. Felipe Calderón, siempre en fuga, apenas ha podido esbozar algunas ideas sobre mano dura, respeto a las leyes y otras linduras de barandilla, mientras su contrincante presuntamente exterminado libra la cámara política de gases y se reinstala en el centro del escenario, retomando la iniciativa política y preparando una resistencia popular prolongada.

Felipe Calderón pudo haber tenido su verdadera toma de posesión ayer, en ausencia. Los insistentes presagios de fracaso programados como inserción pagada en diarios y estaciones de radio y televisión pretendían "demostrar" que el apoyo popular al tabasqueño habría caído a niveles dignos de lamento. López Obrador habría "derrochado" su capital político, pontificaban los críticos del peje en el ojo ajeno que no ven el calderón en el propio. Preocupados contra natura por el presunto decaimiento de su odiado adversario, los profesionales del antipejismo pegaban gritos de conmiseración porque el Rayito de Esperanza estuviera perdiendo luminosidad e impacto. De haberse confirmado ese declive, mediante una asistencia menguada o desanimada al Zócalo, el efecelismo habría desatado una campaña propagandística para anunciar al país entero que el amloísmo estaba en picada.

La respuesta de los seguidores de AMLO fue notable. Las gélidas noche y madrugada anteriores al acto formal no eran evidentes la enjundia y la movilización populares que habían caracterizado anteriores convocatorias. Pocas horas antes de que comenzara la ceremonia de toma de posesión, la plancha de la principal plaza del país seguía siendo una incógnita. Pero el Zócalo acabó repleto, con una masa entusiasta y decidida que se comprometió a continuar la lucha contra la usurpación institucional. La ceremonia no tuvo momentos espectaculares, pues se prefirió un formato solemne en el que la figura central fue naturalmente el ex candidato presidencial. El discurso fue la relaboración hacia futuro de los planteamientos de campaña, combinando las expectativas derivadas de la acción en las cámaras con las posibilidades de la movilización popular.

Pero ese irónico persistir en la política como vía para la solución de los conflictos contrastó terriblemente con el descontrolado fin de sexenio. En Oaxaca pareció montarse una provocación militarizada con la esperanza de generar noticias trágicas que quitaran a López Obrador los de por sí restringidos reflectores. A diferencia de otras marchas de la APPO en que los soldados de gris habían recibido órdenes estrictas de evitar la confrontación, ahora los gases lacrimógenos parecieron estar intencionalmente prestos para ser lanzados sin causa grave, como si se quisiese generar un enfrentamiento en una fecha clave. Un despacho de Notimex, la agencia del gobierno mexicana controlada por El Yunque, anunció a partir de las presuntas declaraciones de "uno de los responsables" de la emblemática barricada de Cinco Señores, "que dijo llamarse Alberto", que los defensores de ese punto de entrada a la zona donde está Radio Universidad se deslindaban de la APPO y acusaban de grave traición a uno de sus dirigentes más visibles, Flavio Sosa.

Allí está la ubicación exacta del papel que jugarán López Obrador y el movimiento cívico de resistencia: ser contrapunto de los planes calderonistas -o, más bien, de sus jefes políticos y económicos- que creen abatida la capacidad popular de respuesta ante atracos no sólo electorales, sino ahora en materia de reformas "estratégicas". La respuesta de ayer a la figura de la presidencia legítima es una forma de demostrar que a pesar de la avasallante campaña en contra de AMLO, y a pesar de los errores y desvíos que él y su equipo han cometido, subsiste en una parte importante de los ciudadanos la convicción de que el fraude electoral sólo fue el preámbulo de muchos otros fraudes maquinados por venir, y que para combatirlos sólo hay el camino de la organización social distinta, alternativa, legítima en contraposición de lo espurio.

Astillas:

A propósito de Oaxaca: no hay estado de sitio declarado ni suspensión de derechos constitucionales, de tal manera que en estricta observación de las leyes vigentes no hay razón para que se impida de manera sistemática el tránsito de ciudadanos por calles públicas (¿se habrán enterado de esos agravios al pueblo oaxaqueño los intelectuales que se escandalizaron por el plantón poselectoral del Zócalo a Reforma? ¿Ya estarán redactando algún indignado manifiesto sobre ese tema?). Sin embargo, las tropas vestidas de gris han instalado una base militar en el centro de Oaxaca y, de una manera que pareciera obedecer a un plan específico, han comenzado a ofender sexualmente a las mujeres de la ciudad, como si los altos mandos estuviesen deseosos de que por una u otra causa hubiese posibilidades de choque... Y, mientras las calles capitalinas mantienen el eco de las consignas revolucionarias que el Laboratorio de Teatro Campesino arrancó a muchos de quienes presenciaron una escenificación que por momentos parecía noticia del día, hasta mañana, en esta columna que vio al equipo de la Otratele trabajar con toda dedicación para cumplir el esquema de transmisión de cápsulas informativas hora por hora durante 24 horas, pero que no pudo cumplir las expectativas porque ayer la página de Internet de La Jornada tuvo problemas prolongados que impidieron poner oportunamente a disposición del público el material del día clave. ¡Uf, cuánto sufrir tecnológico de otrateleros cacheteados por la vida que de cualquier manera siguen entusiastas!


La APPO

Luis Hernández Navarro, La Jornada

La Asamblea Popular de los Pueblos de Oaxaca (APPO) es una de las más importantes experiencias organizativas del movimiento social en México. Se trata de una asamblea de asambleas nacida el 17 de junio de 2006 en el marco de la sublevación popular contra Ulises Ruiz. Participaron en su formación 365 organizaciones sociales, ayuntamientos populares y sindicatos con una demanda única: la salida del gobernador.

Las asambleas populares son el espacio donde tradicionalmente deliberan y toman acuerdos las comunidades oaxaqueñas. En muchos municipios son la institución donde se nombran las autoridades locales. En gran cantidad de organizaciones sociales son el lugar desde el cual se decide el rumbo de la lucha y se escoge a los dirigentes.

Oaxaca es un estado pluriétnico y multicultural. Viven allí 16 pueblos indios. Las ocho regiones y los 570 municipios que la integran son el espacio territorial que da identidad y horizonte de lucha a gran diversidad de organizaciones etnopolíticas, comunitarias, campesinas, populares y civiles.

La APPO sintetiza la cultura política local nacida de las asambleas populares, el sindicalismo magisterial, el comunalismo indígena, el municipalismo, el extensionismo religioso, la izquierda radical, el regionalismo y la diversidad étnica de la entidad. Expresa, además, las nuevas formas asociativas que se crearon en Oaxaca a raíz del levantamiento popular pacífico: las organizaciones de los barrios pobres de la ciudad de Oaxaca y su zona conurbada, las redes juveniles libertarias y las barricadas.

En el entorno de la APPO, pero más amplio que ella, se ha creado un movimiento sociopolítico conocido como la Comuna de Oaxaca. Ella es la expresión organizativa autónoma de la resistencia popular, el embrión de un poder distinto. Ese "otro poder" en construcción se expresa en la creación y consolidación de la Policía del Magisterio Oaxaqueño y el Honorable Cuerpo de Topiles. Allí está contenida la voluntad de transformación política profunda de una parte muy importante de la sociedad oaxaqueña.

La Asamblea plantea ir democratizando la instituciones mientras trabaja en una nueva constituyente que elabore una nueva Constitución. Busca transformar la revuelta popular en una "revolución pacífica, democrática y humanista". En su último congreso rechazó la posición que afirmaba la importancia de que "la APPO negocie y vaya ocupando espacios de decisión y de poder en las instituciones vigentes".

La APPO no es un partido político ni el movimiento de masas de alguno de ellos. No aspira a convertirse en uno. Tampoco es creación de una guerrilla, o de alguna iglesia u ONG. Aunque en su interior participan muchas corrientes políticas no está dirigida por ninguna en particular. Unas y otras se hacen contrapeso.

La APPO no es un pacto de líderes políticos, sociales o religiosos. No es una organización de cabecillas. No hay en su conducción una figura que destaque sobre las demás. Es un movimiento de bases. Su dirección está integrada por 260 personas. Pretender explicar su nacimiento como producto del retiro gubernamental de subvenciones a varios dirigentes locales es un buen argumento propagandístico contra el movimiento, pero una torpeza analítica.

La APPO es imposible de comprender al margen de la sección 22 del Sindicato Nacional de trabajadores de la Educación (SNTE). Y no sólo porque surgió como resultado de su convocatoria y el gremio tiene presencia en todos los rincones de Oaxaca. Desde que el sindicato comenzó su proceso de democratización, en 1980, los maestros han buscado vincularse con los padres de familia y sus luchas. El resultado de este proceso ha sido desigual. Muchos se han convertido en forjadores y dirigentes de organizaciones campesinas e indígenas regionales, pero otros han chocado con el mundo indígena.

La forma en la que los activistas magisteriales se han asociado para actuar dentro del sindicato se reproducen en el movimiento social en el que actúan. Dos corrientes magisteriales, la Unión de Trabajadores de la Educación (UTE) y la Corriente Democrática del Magisterio (Codema), con gran influencia en la sección 22, son, al mismo tiempo, muy influyentes en la APPO.

A la rica e inédita experiencia del movimiento no le corresponde un lenguaje novedoso. Su práctica apenas ha comenzado a sistematizarse. En su interior coexisten distintos discursos. Es común en las protestas encontrar simultáneamente contingentes con mantas con la hoz y el martillo, jóvenes antiautoritarios con la simbología ácrata y comunidades eclesiales de base con imágenes de la Virgen de Guadalupe. Esta diversidad lingüística refleja tanto proyectos diferentes sobre las vías para la transformación política como enorme dificultad para pensar y nombrar lo nuevo. A pesar de ello, hay una práctica unitaria que, hasta el momento, ha logrado dejar de lado las diferencias ideológicas.

Algunas corrientes políticas han tratado de extender la experiencia de la APPO a otros estados. A diferencia de Oaxaca, donde la Asamblea es resultado de un proceso de radicalización desde abajo que nace de la lucha gremial, las nuevas APPO en otras entidades surgen de una decisión de grupos políticos. El nombre es el mismo, pero los procesos sociales que albergan son muy diferentes. Será muy difícil que esas experiencias se consoliden como convergencias sociales amplias, aunque pueden perdurar como frentes políticos de activistas.

La APPO es ya una fuerza consolidada en Oaxaca. Su futuro no depende de la suerte que corra Ulises Ruiz. Se vaya o se quede el sátrapa, la Asamblea sobrevivirá. Su acción ha hecho explotar por los aires el sistema regional de dominio en la entidad. Las relaciones entre el gobierno y la sociedad en el estado nunca serán como antes.


Qué sigue para el PRD

Editorial, El Universal

Andrés Manuel López Obrador protestó ayer como "presidente legítimo" en un zócalo lleno de simpatizantes como un recordatorio de su capacidad de movilización popular. Este acto, sin embargo, sería deseable que fuera la culminación de las impugnaciones postelectorales.

Los partidos que integraron la coalición Por el Bien de Todos no pueden seguir reclamando la elección para Presidente mientras reconocen que en el resto de los comicios obtuvieron sus mejores resultados históricos.

Hoy tan sólo el PRD gobierna seis entidades federativas que concentran casi a 16% de la población total y ejerce 15% del presupuesto federal.

Hace 30 años se pusieron las bases de una reforma política que abrió cauces a la democracia, para que los inconformes dejaran la guerrilla y debatieran sus propuestas en el Congreso, el gobierno y los medios de comunicación. El resultado tiene más virtudes que vicios. Sería irresponsable revertir los avances logrados.

Con el acto de ayer, López Obrador y una porción de sus partidarios muestran sensibilidad hacia los votantes que lo apoyaron y que se sienten agraviados con el supuesto despojo de la victoria, pero son igualmente insensibles en cuanto a lo que de ellos piensan quienes quieren dar por terminado de una vez y por todas un larguísimo conflicto postelectoral.

A partir de hoy, los que acompañen a Andrés Manuel López Obrador tendrán que ser claros en cuanto a qué pretenden construir, cómo y desde qué espacios de los que legalmente controlan.

Sus 20 acciones de gobierno anunciadas ayer pueden tener cauce a través de sus 153 legisladores federales y una quinta parte de los Congresos locales de toda la República en su poder. El PRD puede influir desde el Legislativo para avanzar algunas de las causas que abandera, también pueden decidir buscar alianzas más allá de las que ya constituyeron para la elección.

Pueden inclusive forzar al presidente electo Felipe Calderón Hinojosa, interesado en buscar coincidencias con sus antiguos adversarios, en transformar los ofrecimientos epistolares de acercamiento en hechos concretos, en iniciativas que incorporen posturas comunes.

Ahondar en las confrontaciones como método rechaza el principio de que la política es construcción y puede derivar en climas de rijosidad como el que parece envolver la toma de protesta que mandata la Constitución el primero de diciembre. No es lo que la mayoría queremos.

La situación en México es seguida de cerca en el mundo porque nuestro país es un miembro distinguido y apreciado de la comunidad internacional y lo que aquí suceda repercutirá inevitablemente en el hemisferio americano.

No compartimos el tono de alarma que subyace en las percepciones más allá de nuestras fronteras porque nos parece importante conocer y entender las razones de quienes protestan y porque tenemos la certeza de que del lado del próximo gobierno hay la disposición de encontrar soluciones políticas dignas y razonables para todos. Lo único que no se puede negociar es el resultado electoral, mismo que también dio a la izquierda frutos sin precedentes. No deben transformarlos en derrota.

A nuestra política en estos días le sobran adjetivos y le faltan sustantivos. Veamos si cerrada esta etapa por fin se elevan las miras.


Naufragio del foxismo y avance de la oposición

Magdalena Gómez, La Jornada

A diez días de que concluya el gobierno foxista los signos de crisis se observan por todos lados, igual se trate del incremento a los precios de la leche Liconsa y la gasolina Premium, que del llamado programa de focos rojos que hace agua en Chiapas con el conflicto en la selva por la agresión de pobladores de Nueva Palestina a la comunidad Viejo Velasco Suárez, la situación en el Penal de Morelia, las malas cuentas en torno a su ilegal participación en el proceso electoral, y ni qué decir del conflicto en Oaxaca que, lejos de acercarse a una solución, se agrava cada día con la impopular presencia de la Policía Federal Preventiva (PFP) mientras Ulises Ruiz maniobra con sus ridículas propuestas ante la impotente Secretaría de Gobernación.

Y no se trata de asuntos coyunturales, pues en un muy oportuno informe el Centro Pro de Derechos Humanos nos ofrece un recuento sexenal de temas graves donde se mostraron abiertas violaciones e insuficiencias en temas como crímenes del pasado e impunidad, sistema de justicia penal, represión contra movimientos sociales, la PFP y los derechos humanos, persecución contra periodistas y defensores, derecho de los pueblos indígenas, y pobreza y políticas públicas de derechos humanos de Fox. Todo ello sin olvidar la criminalización de luchas sociales y la fabricación de delitos, como en el caso de San Salvador Atenco. O sea que el glorioso discurso de derechos humanos quedó en eso. No se trató, como se ve, sólo de decir " tonterías", sino de impulsarlas.

Sin embargo, el sexenio no concluye solamente con este simulacro democrático que amenaza prolongarse otros seis años. Por fortuna hay procesos organizativos que desde sus respectivas posiciones apuntan a la conformación de un nuevo pacto social. Ahí destaca la otra campaña, la Promotora contra el Neoliberalismo, el Diálogo Nacional, la convención nacional democrática (CND) y la Asamblea Popular de Pueblos de Oaxaca ( APPO). Especialmente estas dos últimas darán cuenta de su rechazo activo al arribo de Felipe Calderón el próximo 1° de diciembre.

La CND llega con su presidente legítimo, Andrés Manuel López Obrador, quien tomó posesión ayer y fijó su posición respecto al carácter y naturaleza de la crisis nacional y del proyecto que encabeza. Una primera prueba de fuerza de este movimiento se dará ante la usurpación que se prepara en San Lázaro, pero sus retos son más hondos y de largo aliento, pues no es poca cosa proponerse defender y postular un proyecto alternativo de nación y detener la implantación del neofascismo; para ello deberá lograr una fuerza organizativa en todo el país que rebase la adhesión a un candidato y líder, como es el presidente legítimo, y se construya desde abajo, más allá de los partidos.

Por otra parte, hay caminos que se cruzarán y podrán aliarse, como declaró la APPO en su reciente congreso: "Si bien el objetivo inmediato de la APPO es luchar por la caída de Ulises Ruiz, es necesario que se empiece a discutir desde ahora con todos los sectores, para generar un nuevo pacto social y las reformas necesarias que permitan transformar las instituciones e ir estableciendo como punto central de la lucha la creación de una asamblea constituyente para la elaboración de una nueva Constitución".

Como se puede observar, este movimiento llegó para quedarse y ya se prepara para consolidar una estructura organizativa y un proyecto nacional. Por otra parte, entre sus acciones acordadas destaca el "llamamiento a una insurrección popular y pacífica, a nivel estatal y nacional, el día 1° de diciembre para apoyar las demandas del pueblo de Oaxaca y en contra del fraude electoral y el mal gobierno".

Ante la perspectiva de la protesta social Felipe Calderón ya acuñó su frase preferida y distintiva: "mano dura", que se traduce en el uso de las fuerzas policiaco-militares, y el cerco y seguimiento a los legisladores perredistas para impedirles que repitan una acción similar a la del pasado 1° de septiembre, cuando Vicente Fox quedó fuera del recinto parlamentario. El escenario es, por tanto, más complejo y a la vez más ominoso, pues el mundo entero observará la ilegitimidad manifiesta de quien pretende gobernar al país.

Así tenemos que la llamada transición democrática que anunciaba el foxismo se convirtió en un mal chiste; el discurso hueco de los 15 minutos para resolver el conflicto en Chiapas, la creación de empleos, el plan nacional de derechos humanos, la legislación para proteger a los migrantes se tradujo en un ofensivo muro.

En este gobierno se le mochó al país algo más que el águila. Nos deja un sucesor espurio al que le quedan chicos los discursos grandilocuentes del sexenio que termina; por fortuna hay reacción social organizada que impedirá que se culmine la venta del país al mejor postor y la instauración de un régimen policiaco.


Escenografía contra política

Marco Rascón, La Jornada

Una foto con la banda presidencial a manera de resultado. Su dignidad, ornamentada de errores y derrotas explicables, simbología para que el lopezobradorismo entre a la historia, equiparándose alegóricamente con el juarismo y la Revolución Mexicana. La política, el programa, la organización no importan: basta el rito. Mejor lo simbólico que lo posible; mejor ocultar la larga cadena de errores ante que corregirlos.

Renunciando a la política, asumiendo la escenografía, desea estar en el pasado y el futuro sin estar a la altura del presente. Hay una declaratoria de incapacidad para arriesgar, lanzar iniciativas, unir fuerzas, aclarar posiciones, fortalecer demandas, organizar y reconocer avances, construir liderazgos. La escenografía es continuidad de la soberbia y la determinación de destruirlo todo, acusando en falso.

Como colofón del ciclo 2006, los lopezobradoristas se refugian en "lo moral" para tapar la desbandada que ellos provocaron con su doble discurso de revolucionarios escenográficos que cobran prerrogativas del erario de las instituciones que dicen combatir.

Nunca las fuerzas democráticas de México estuvieron atrapadas en tanta incongruencia e incoherencia como ahora, logrando que los fantasmas del viejo régimen, los sectores más conservadores de la sociedad, se levanten rozagantes, disfrazados de conciliadores, investidos de prudencia, gozando y administrando el vacío que genera la soberbia.

¿Eso era todo? ¿Ese era el plan del resentimiento contra 1988 y todas las luchas pasadas por la transformación? ¿Para eso llamar traidores a los que no aceptaron el suicidio?

En 1988 no se creía posible ganar la presidencia: fue una sorpresa. Para esa generación y Cuauhtémoc Cárdenas, el candidato presidencial, se logró la unificación en un movimiento y luego en un partido de muchas tendencias. No fue fácil: la pluralidad, que en el movimiento era virtud, resultaba difícil integrar en un partido. La tarea frente al fraude no sólo consistía en demostrar la intención fraudulenta del régimen priísta, naturaleza intrínseca del partido de Estado, sino mantener la unidad y fortalecer cada lucha en el país a largo plazo dentro de la diversidad de tendencias.

Antes y después de la elección de 1988, la fuerza construida era una y de todos, hecha por todos y desde abajo, rompiendo sectarismos empujados por la determinación del pueblo a luchar por el cambio nacional.

Fueron tiempos de sumas y restas en el nuevo proyecto, de errores y aciertos, de grandes iniciativas, debates, de creación de nuevas estructuras, de aspirar a un partido democrático de nuevo tipo.

La fuerza de ese impulso se convierte en huracán en el sureste, incorpora a Tabasco y respalda el rompimiento de Andrés Manuel López Obrador, quien el 6 de julio aún era parte de la estructura priísta. Ahí está el testimonio de sus biógrafos más cercanos.

Del 6 de julio de 1988 en adelante se define un programa y se llama a la formación del PRD con el objetivo de impulsar una revolución democrática. La lucha contra el fraude era un frente, pero había más objetivos. Se lucha contra los fraudes locales y municipales que se desatan en Tabasco, Veracruz, Guerrero, Michoacán, dejando en estos tres últimos decenas de ciudadanos campesinos asesinados.

Luchas sociales y electorales se fusionan. Surgen cientos de cuadros y dirigentes políticos nuevos; unos son amenazados y a otros se les busca para corromperlos. El asedio del salinismo contra el perredismo y todo lo que oliera a cardenismo es permanente y obsesivo.

Cárdenas y la dirección del movimiento no mandaron a nadie a su casa. Eso es falaz. El discurso era explicativo, dirigido a ciudadanos que asumían sus propias responsabilidades de acuerdo con la realidad que teníamos enfrente. Desde los zócalos llenos, salieron miles a organizar y respaldar luchas, a construir.

Después de años de atomización de la izquierda, un amplio bloque de comunistas, socialistas, trotskistas, veteranos de la lucha armada, maoístas, nacionalistas, pro revolución cubana, latinoamericanistas, cristianos por el socialismo estaban juntos en un mismo partido y con amplio prestigio político: el pueblo de México ya tenía un instrumento para luchar en mejores condiciones contra el régimen entreguista y autoritario.

En 1988 la candidatura a la presidencia era un medio, no un fin. Era parte de un proceso y los avances no se medían en función de si Cárdenas era presidente o no, pues la cultura de la izquierda era promover el avance colectivo y programático. ¿Que no se tomó el 14 de septiembre el Palacio Nacional? No, y no se hizo por las mismas razones que no se ha hecho ni el 16 de septiembre ni este 20 de noviembre de 2006.

En 1988 no hubo resignación, sino lo que era posible. El 6 de julio no significó el punto de llegada, sino de partida para enfrentar en tiempo y circunstancia al partido de Estado, la injusticia económica y unificar a los mexicanos por algo distino: un cambio. Se luchaba en el presente para abrir caminos futuros.

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