FT-CI

Declaración Liga de Trabajadores por el Socialismo - Contracorriente, desde México

A 10 años del movimiento estudiantil de 1999

22/04/2009

En este 20 abril del 2009 se cumplen 10 años del inicio de lo que hoy ya se conoce como “la huelga de la UNAM". En este sentido como LTS-ContraCorriente al haber sido participantes activos de esta heroica lucha, levantando una estrategia revolucionaria para que el movimiento estudiantil triunfara en sus demandas, se uniera a la clase trabajadora y luchara en una perspectiva revolucionaria, dedicamos este trabajo a esbozar en trazos generales un análisis de la lucha política y los fundamentos de las estrategias que se pusieron en juego objetiva y subjetivamente. Considerando que en momentos comprimidos de la acción colectiva, y de procesos de la lucha de clases álgidos, las posiciones estratégicas y políticas y los programas levantados pueden jugar un rol determinante en el curso de los acontecimientos y en los alcances que tenían.

Ultras y moderados

Ultras" y "moderados" fue la denominación que la burguesía y los medios de prensa le dieron a las dos tendencias políticas principales que surgieron a lo largo de la huelga de la UNAM. En una asamblea posterior a la represión del 6 de febrero del 2000 surgía el siguiente dialogo entre dos estudiantes, uno “moderado” el otro “ultra”: el estudiante de los moderados reclamó: “ya vimos, el tiempo nos dio la razón, su intransigencia y la no flexibilización nos llevó a la derrota” y el estudiante de la ultra reviraba “No, no fue así...ustedes entregaron la huelga”. El presidente Zedillo en el mensaje que dio a la nación luego de la represión, coincidió con los "moderados": los estudiantes del CGH "no quisieron reconocer que su movimiento original había triunfado; endurecieron aún más su intransigencia...". Zedillo se refería a la negativa del CGH a levantar la huelga cuando el rector Barnés suspendió el aumento de las cuotas. Les criticaba que no se hayan contentado con las migajas que en ese momento ofreció el régimen mexicano. ¿Cómo se explica esta coincidencia entre el gobierno del PRI y los "moderados"? ¿Fue la "intransigencia" del CGH y la "ultra" lo que llevó a la intervención de la PFP que impuso la derrota parcial de la huelga, como afirman no sólo Zedillo y los perredistas sino hasta grupos de izquierda? Para responder a estas preguntas, haremos un primer balance de cómo se expresaron las estrategias de las distintas corrientes en cada momento de la heroica huelga de la UNAM. Surge una primera diferencia en relación a la perspectiva desde la cual cada corriente intervino en la huelga. Para los "moderados" y todas las agrupaciones de izquierda que siguieron su política, la huelga estudiantil se limitaba a una mera lucha reivindicativa por las demandas estudiantiles mínimas, dejando toda lucha por cambiar la estructura totalmente antidemocrática y vertical de la universidad -o mayor aún, una lucha por fuera de los marcos de la universidad- para un futuro Congreso Universitario [1]. Por el contrario, la tendencia objetiva de la huelga fue hacia cuestionar no sólo la estructura universitaria sino al régimen dirigido por el PRI, es decir, hacia la lucha contra el régimen político que venía descomponiéndose desde el alzamiento zapatista., piedra de toque del inicio que hemos llamado la “transición pactada”. Como plantea Enrique Semo, "La historia mexicana en los últimos 60 años está marcada por una sucesión apretada de esas rebeliones que se suceden en forma regular. Casi siempre se inician con demandas limitadas y terminan planteando cambios profundos en un sistema que en esencia es para las mayorías profundamente injusto y opresivo" [2]. De tal suerte que la lucha estudiantil de la UNAM contra los planes del FMI y el BM, la represión y por democratizar la Universidad actuaron como caja de resonancia del conjunto de las contradicciones sociales. El columnista Francisco Rojas lo expresó de esta forma "Es claro que en la UNAM se reflejan las condiciones que vive el país...El enfrentamiento en la Universidad tiene su origen en la propia polarización social que se ha desarrollado en estos años" [3]. Es por esto que la huelga se expresó con tanta radicalidad y logro sostener más de nueve meses de huelga, la más larga de toda la historia del movimiento estudiantil mexicano en la universidad más grande toda América Latina. La verdadera dimensión de la huelga se expresó en la importancia dada por el panorama de actores que se ocupó del conflicto. Los medios masivos de comunicación, la iglesia, las cámaras empresarias, el gobierno nacional, los partidos patronales, intelectuales y burócratas sindicales atacaron virulentamente la huelga ya sea planteando salidas represivas o apoyando a los "moderados". En cambio sectores de las clases medias, de los trabajadores y de los campesinos, expresaron de distintas maneras sus simpatías por el CGH dirigido por los "ultras".

La “propuesta de los emeritos” y la ruptura con el PRD

El primer momento de la lucha se caracterizó por la negativa del rector Barnés a aceptar al CGH como interlocutor válido para negociar, por la represión y persecución a los activistas por parte de sus grupos de choque, la policía federal y la del gobierno capitalino del PRD. Este momento finalizó con el rechazo en el CGH de la política conciliadora de los "moderados", encabezados por el CEU, de aceptar la propuesta de los profesores "eméritos" de abandonar la huelga y acordar un Congreso Universitario garantizado por las autoridades [4]. Haber aceptado esta propuesta habría significado levantar la huelga con el "compromiso" de un Congreso dirigido por el rector Barnés, el mismo que había lanzado el aumento de las cuotas y las provocaciones de los porros. El rechazo del CGH a esta tradicional política negociadora se basó fundamentalmente en dos experiencias. La primera, la traición por parte de muchos de los dirigentes de la huelga de 1987 integrantes del CEU y el PRD en esos momentos. La segunda y más reciente ese momento, fue el desconocimiento por parte del PRI de su propio compromiso en los acuerdos de San Andrés entre el EZLN y el gobierno, acuerdos impulsados también por el PRD como vía de solución a los indígenas zapatistas. En esos momentos frente a la campaña que lanzaron los "moderados" del CEU acusando a la "ultra" de querer alargar el conflicto indefinidamente y de "intransigentes" por negarse a flexibilizar el pliego petitorio, dentro del CGH se intensifico la lucha política hasta llegar a la ruptura con los “moderados” y las tendencias afines al PRD. Este fue el primer gran hecho de radicalización política de la huelga, tomando en cuenta que el movimiento estudiantil venía de años de hegemonía perredista. El Consejo General de Huelga, -es decir no lo que hoy se sigue denominando “CGH”-, respetando y sometiéndose a las discusiones y resolutivos de las cuarenta asambleas por medio de los delegados de cada plantel, había derrotado al CEU y su política de entregar al movimiento como en el ’87. Esta fortaleza organizativa del CGH lo llevó a su primer triunfo, la renuncia del odiado rector Barnés. Con el nombramiento del nuevo rector Juan Ramón De la Fuente, con un tono netamente conciliador, vendría el reconocimiento del CGH como único interlocutor válido. Al poner un rector "dialoguista", el gobierno estaba reconociendo de hecho, el fracaso de la política llevada adelante por Barnés y los eméritos. Pero también demostraba que era falsa y claudicante la política no sólo de los "moderados" sino también de las corrientes de izquierda que los apoyaron [5]. La fortaleza del CGH era producto no sólo de lo justo de sus demandas sino de la poderosa organización en la que se asentaba: los Comités de Huelga (CH) que votaban sus delegados y "resolutivos" al CGH, permitiendo expresar democráticamente a los centenares de activistas que sostenían las tomas de planteles, y los miles que los apoyaban. Es decir que la voluntad de de todos los estudiantes en huelga estaba signada por la condición de que cada delegado era revocable, rotativo y respondía al mandato de su asamblea de comité de huelga. En conclusión más allá de las maniobras y problemas reales que muchos análisis sobre la huelga del CGH han contra argumentado para descentralizar la importancia de esta organismo de auto-organización y de democracia directa, fue éste, el único que garantizo la subordinación de las tendencias ideológicas y políticas que actuaron al interior del movimiento estudiantil y plantear ahí sus posiciones respetando la voluntad y acuerdos de la mayoría de estudiantes huelguistas.

Las dos maniobras "democráticas" de De La Fuente

En lo que podríamos caracterizar como el segundo momento de la huelga, la política del gobierno y el nuevo rector intentó por medio de la "reacción democrática" ahogar la huelga. Primero organizó el "diálogo" de sordos durante diciembre en el Palacio de Minería, cuyo único mérito fue que el rector reconoció al CGH como interlocutor válido en los acuerdos del 10 de diciembre. Si bien hay que decir que esta acción -aunque por la negativa, por lo infructífero del dialogo en Minería y por responsabilidad de las autoridades- hacia valida y viable por la vía de los hechos la demanda democrática del CGH de un diálogo público abierto y resolutivo, exigencia que evitaba la posibilidad de que la huelga fuese entregada en negociaciones a espaldas del movimiento; y al mismo tiempo atajaba toda posibilidad de que los sectores que apoyaban la lucha del CGH cuestionasen una política ultra izquierdista por parte del CGH. En esos momentos el CGH podía decir que las mismas autoridades que acusaron a los dirigentes del CGH de delincuentes, aceptaron dialogar con esos mismos dirigentes. Luego de haber fracasado en su intento de terminar con el movimiento y enfrascarlo en un acuerdo desfavorable y no resolutivo de sus demandas en el dialogo en Minería, el gobierno federal y la rectoría orquestarían una maniobra en gran escala: el plebiscito del 20 de enero, donde el Consejo Universitario convocó a toda la "comunidad universitaria" a votar "democráticamente" si el CGH debía o no devolver las instalaciones. Todo el aparato mediático del régimen político, que venía difamando a los dirigentes del CGH, se puso al servicio del plebiscito, que fue apoyado, hay que decirlo, por los principales intelectuales "progresistas" como Monsivais y Elena Poniatowska, todo el aparato del PRD y los dirigentes sindicales del STUNAM. El plebiscito era una trampa, porque entre otras cosas, igualaba el voto de los heroicos estudiantes que durante meses sostuvieron la huelga con el de los estudiantes que no habían hecho un solo día de paro y el de académicos que, en el mejor de los casos, nada habían tenido que ver con la huelga o directamente venían apoyando todos los planes de la rectoría. Es decir que no se podía aceptar que una huelga fuese sometida a votación no sólo por los estudiantes que no pararon sino que además por los estudiantes que estaban abiertamente en contra. La política de De La Fuente tenía el objetivo de crear las condiciones políticas para justificar la represión, y no estaba dispuesto a hacer ninguna concesión de fondo. Así que en ese momento la decisión del CGH de rechazar el plebiscito y convocar a su propia consulta fue totalmente justa. Esta respuesta enfrentó la trampa "democrática" montada por el régimen del PRI-PAN-PRD para liquidar la huelga y expreso la fortaleza del Consejo General de Huelga basado en la democracia directa de los que luchan. Basado en la "legitimidad" del plebiscito, donde como dijimos habían votado, estudiantes y académicos que no pararon y rompehuelgas, el "democrático" rector De la Fuente arengó a anti paristas, porros y provocadores a que concurrieran a la Universidad para exigir la devolución de las instalaciones. Sin embargo, el rector no consiguió el apoyo de los estudiantes no paristas a su política. Al fracasar nuevamente, el gobierno y el rector, definirían cerrada la etapa “democrática” y de “diálogo” con el CGH. Comenzaría un nuevo momento de la huelga...el de la represión [6].

El nuevo intento del PRI y la rectoría de derrotar la huelga: los porros y la represión

Frente al nuevo fracaso de la política del rector De la Fuente y el PRI y en un intento desesperado por liquidar la huelga, los grupos de choque atacaron la Preparatoria 3 el 1° de febrero. Con porros contratados especialmente por la rectoría, la policía intervendría sólo para encarcelar a los estudiantes. Días después, un "desplegado" solventado por la rectoría y firmado por decenas de intelectuales, exigiría a los paristas la devolución de las instalaciones. Otro desplegado de los empresarios instaba al gobierno a terminar con la huelga en lo inmediato. Frente a la perspectiva de una represión generalizada, sectores de clase media y del pueblo pobre de la ciudad de México rodearon de apoyo a los estudiantes en la multitudinaria marcha del 4 de febrero. Resurgía así un movimiento democrático en defensa de los estudiantes y su lucha, y por la libertad de todos los presos: el CGH se había convertido en una nueva bandera democrática de sectores de las masas, de alguna manera como lo había sido el levantamiento indígena zapatista en el ’94 y la lucha contra la guerra y el ejercito mexicano en Chiapas. Frente a la emergencia del movimiento democrático por la libertad de los estudiantes presos, y para intentar anticiparse a su desarrollo, el rector convocó a una nueva reunión con el CGH con una delegación reducida y a puertas cerradas, para el viernes 4 de febrero. Su objetivo era "demostrar" una vez más su voluntad "dialoguista" y la "intransigencia" del CGH. En ese momento era inadmisible aceptar las condiciones de la rectoría, contrarias a toda la práctica que venía promoviendo el CGH, es decir, la de negociar en forma pública y con los 120 delegados, y una vez que se hubiesen liberado a los estudiantes detenidos. Sin embargo el CGH votó asistir bajo el acuerdo de dar a conocer su posición de diálogo público sobre todos los puntos del pliego petitorio y la demanda de tener todos los estudiantes presos en libertad. Sin embargo, la delegación del CGH, se quedó "discutiendo" más de 12 horas a puertas cerradas, rompiendo el mandato del CGH; es en este panorama que el PRI planteó cínicamente que había hecho "todo lo posible" y desató la posterior represión .

La represión generalizada

Los acontecimientos de la madrugada del 6 de febrero son ampliamente conocidos. Los casi 1000 detenidos a manos de la PFP con la intención de desarticular al CGH, multiplicó el movimiento democrático. Junto a la marcha de los 100.000 estudiantes, trabajadores y pobladores en general que marcharon el 9 de febrero, una larga lista de "arrepentidos" desfilarían pidiendo perdón a los paristas por haber apoyado las maniobras del rector. El "arrepentido" Monsivais se vio obligado a reconocer: «Hace una hora terminó la marcha por la libertad de los presos políticos y a favor del Consejo General de Huelga, manifestación muy numerosa, agresiva y combativa. No advertí la resurrección del movimiento estudiantil, sino, según creo algo más vasto: la emergencia de un sector amplísimo de la sociedad civil en defensa de una causa esencial: la resistencia a la injusticia.» [7]. Si Monsivais acertó en su caracterización de la emergencia de un amplio movimiento democrático de "resistencia a la injusticia", sin embargo su enemistad manifiesta con el CGH lo lleva a separar a ese movimiento democrático de la "la resurrección del movimiento estudiantil". Una mirada menos prejuiciosa advertiría hoy que el CGH pudo afirmarse (no de "resurgir" ya que nunca desapareció). Esto lo demostró el hecho de que, el mismo día de la represión se movilizaron 15.000 personas exigiendo la libertad y aplaudieron carteles que decían "Viva el heroico CGH". En la marcha de los 100.000 a la que se refiere Monsivais, el CGH derrotó todas las maniobras para impedir que fuera el protagonista y único orador. Incluso, los estudiantes terminaron el acto media hora antes que la columna con los diputados y dirigentes del PRD ingresaran al Zócalo. De esto no se puede mas que apuntar la estrechez de la mirada de muchos balances de la huelga que la valoran a partir de una suma y resta de demandas estudiantiles, que si se considera incluso esta perspectiva, la única concesión que hicieron las autoridades fue la suspensión del Reglamento General de Pagos, y hoy esta “conquista” se mantiene. Estos balances, muchos identificados con visiones expresadas por sectores “moderados”, deberían mostrar cuales son las otras “conquistas” que se perdieron por culpa de la “ultra”, lo cual no pueden demostrar. La lucha de los estudiantes de la UNAM en 1999-2000 y el surgimiento de un movimiento democrático puso en ese momento e incipientemente, en el centro del debate, la legitimidad del régimen de la transición pactada por el PRI-PAN-PRD. Como llego a plantear Denise Dresser: "Estas posiciones polarizadas revelan un pleito profundo en torno de la transición. Algunos intelectuales piensan que el país ya llegó a la Tierra Prometida, la transición a la democracia ha ocurrido y sólo faltan ciertos ajustes. El conflicto universitario sólo será un ’incidente en la historia’. Otros creen que seguimos deambulando en el desierto; la democracia está a años luz y faltan muchos caminos por recorrer. La crisis de la UNAM es síntoma de status quo" [8]. La huelga de la UNAM expresó en cada momento, como en un laboratorio, las contradicciones del conjunto del régimen político. A su vez, puso a prueba la política de las distintas corrientes burguesas, reformistas y centristas. Mostró la miseria y falta de perspectiva histórica de los defensores de la "transición pactada". Evidenció la potencialidad de una perspectiva revolucionaria, su racionalidad, su correspondencia con el desarrollo de las tendencias objetivas de la lucha de clases, su amplitud histórica.

Creatividad y perspectiva histórica

La revista Proceso, al igual que el diario La Jornada, expreso en sus páginas a los intelectuales que defendían en ese momento "por izquierda" el plan de reformar al régimen mediante la "transición a la democracia". Desde sus páginas, atacaron sistemáticamente al CGH y a las corrientes políticas consideradas "ultras": "En medio de ese caos político, grupos como la corriente En Lucha, Contracorriente, la UJRM, Conciencia y Libertad y otras corrientes trasnochadas, leninistas y maoístas, se aseguraron de que el movimiento careciera de la creatividad suficiente para derrotar a la autoridad... Fueron ellas las que resucitaron un discurso proletario anticuado, que garantizó la antipatía de la esfera pública y de una gran parte de los posibles aliados, entre universitarios, intelectuales y grupos sociales" [9].

La "creatividad" para Cuauhtémoc Medina, autor de las líneas previas, significaba encontrar "fórmulas" para evitar la "antipatía de la esfera pública y de una gran parte de los posibles aliados, entre universitarios, intelectuales y grupos sociales", es decir, mantener la unidad a toda costa con los moderados perredistas en "carrera" hacia el Congreso de la Unión o el gobierno del Distrito Federal; con académicos que viven de las cátedras e institutos de la UNAM en manos de la rectoría priista; con intelectuales que dependen de las prebendas del CONACULTA creado por Salinas de Gortari.

Los intelectuales de Proceso olvidan que en política no rige la ley de que toda fuerza que se suma, agrega, sino que fuerzas que se "unen" con sentido y dirección contraria, se anulan, su resultado es cero. La "fuerza" de la huelga estudiantil se habría anulado si se hubiese "sumado" a la "fuerza" de los moderados que querían negociar a toda costa con Barnés y levantar la huelga. Esta intelectualidad de “centroizquierda” confundió deliberadamente, la imprescindible necesidad de unidad de toda gran lucha política (como la de la huelga de la UNAM) con los sectores obreros, campesinos y populares a nivel nacional e internacional, con la alianza "para no quedar aislados" con las direcciones reformistas que parasitan las organizaciones de los trabajadores y el pueblo. La juventud de la LTS y la Agrupación ContraCorriente luchó durante toda la huelga por la alianza más amplia con los trabajadores y campesinos entendiendo que, para que esta se desplegara, había que derrotar a los que, hablando desde la intelectualidad "progresista" o desde organizaciones populares, intentaban estrangular la huelga.

Con la misma lógica, los intelectuales afines al PRD calificaron a Zedillo como el "presidente de la paz" cuando se firmaron los acuerdos de San Andrés en el ’96, que "sumaron" la "fuerza" de los campesinos chiapanecos con la "fuerza" de un PRI disfrazado de democrático. Para los señores intelectuales centroizquierdistas, la "creatividad" histórica significo erigir en prócer de la democracia a Zedillo, fiel representante de las multinacionales, las doce familias y los caciques opresores del pueblo mexicano, el fiel amigo de Clinton, del terrateniente Cárdenas, y del oligárquico PAN, "unidos" en la reforma del odiado PRI. Contra esta "creatividad", el CGH puso en pié una institución nueva en la política mexicana. Una institución que tendió a enfrentar a todas las trampas de la "transición a la democracia". Pero para desplegar hasta el final esta lucha, los límites del CGH radicaron en la falta de una dirección que planteara una perspectiva internacionalista y de unidad tras la única clase que podía dirigir una lucha exitosa contra el régimen burgués: la clase obrera, su programa y su organización. De haberlo hecho, posiblemente por el retroceso en que se encontraba el proletariado (que tuvo experiencias heroicas como la de los ferrocarrileros en el ’59), esclavizado y oprimido por las direcciones charras de los sindicatos, hubiera sido muy difícil confluir en lo inmediato y quizás no hubiera cambiado el curso de conjunto de la huelga. Sin embargo, el sólo plantearlo firmemente como estrategia hubiera transformado al CGH en una organización muy superior a la que fue, y hoy la experiencia, las lecciones de lucha y las perspectivas para el conjunto de la situación mexicana, por los lazos que se hubieran establecido con los trabajadores, serían infinitamente mejores. La Agrupación ContraCorriente con todas sus limitaciones, planteó permanentemente esta perspectiva, junto con la necesidad de entablar lazos de lucha con movimientos estudiantiles de otros países [10]. Es desde esta pelea que impulsamos la realización de la Asamblea Popular en el Zócalo y la realización del primer encuentro internacional de estudiantes en al normal del Mexe Hidalgo, mismo al que asistieron numerosas delegaciones estudiantiles y políticas de Europa, Norteamérica y América Latina.

Lo que muchos intelectuales sirvientes llamaron "discurso proletario anticuado", es precisamente la "creatividad" histórica que le hace falta a los trabajadores, a los campesinos y a los estudiantes combativos mexicanos. No se trataba de maquillar al corrupto PRI que, con sus caciques, charros y porros, mantuvo un régimen bonapartista apenas disimulado por "formas" parlamentarias donde, por ejemplo, el PRD que desde 1997 dirige el Distrito Federal donde viven 16 millones de personas, en su gobierno ataca a trabajadores, estudiantes y sectores populares casi o igual a como hizo el PRI sobre el conjunto del país a lo largo de 70 años y en nuestros días todavía con grandes resabios. El PRD no había "democratizado" ni un sólo sindicato y, durante toda la huelga ni siquiera planteó una reforma seria de la UNAM. De lo que se trataba era de plantear un programa y una organización que luche por liberar la energía de los trabajadores de la opresión de las organizaciones charras, para que en una gran alianza de las clases explotadas con los campesinos y los pobres urbanos sacudan a México desde sus cimientos.

En los años ’30, el revolucionario ruso León Trotsky, exiliado en México, planteó extraordinarias caracterizaciones como la de "bonapartismo sui generis", que luego pasaría a ser una categoría clásica del marxismo revolucionario para definir a regímenes como el de Cárdenas en esos años. Trotsky, sin embargo, no sólo aportó caracterizaciones al joven proletariado de México y de Latinoamérica. Señaló toda una perspectiva estratégica enraizada en las más profundas experiencias revolucionarias nacionales. Esa perspectiva se podría sintetizar en la frase que Trotsky utiliza en uno de sus artículos: "Es necesario completar la obra de Emiliano Zapata". Es decir que, el proletariado en alianza con los pobres de la ciudad y el campo deberían continuar la obra del caudillo revolucionario campesino que impuso, en una lucha implacable contra los terratenientes, la reforma agraria e inició uno de los procesos revolucionarios más agudos del siglo en Latinoamérica.

Hoy, en pleno siglo XXI y en el marco de una crisis capitalista de grandes magnitudes en curso, esta perspectiva no sólo no es "discurso proletario anticuado", sino que tiene más vigencia que cuando Trotsky lo formulara. En esa época, todavía se vivían los últimos coletazos de la gran revolución iniciada en 1910 y México tenía, como el mismo Trotsky dijo, "uno de los pocos gobiernos honestos" que quedaban en esos momentos cercanos a la Segunda Guerra Mundial. En el momento de la huelga de la UNAM (y ahora), México es una nación vasalla con sus trabajadores laborando en condiciones terribles de explotación, con una gran parte de su economía en el sector "informal", con el campesinado siendo expulsado de sus tierras día a día, y sin rastros de las conquistas del proceso revolucionario de principios de siglo. El imperialismo norteamericano le ha destinado a México, con el Tratado de Libre Comercio y su injerencia actual, el rol de patio trasero, “fallido”, reservorio de mano de obra barata para bajar los salarios de los trabajadores norteamericanos. México al mismo tiempo que es explotado brutalmente por el imperialismo, tiene millones de trabajadores viviendo en los Estados Unidos por lo que, toda convulsión revolucionaria en el país afectaría inmediatamente en el coloso mundial que oprime a todos los pueblos no imperialistas del mundo. Si la clase obrera mexicana retoma el camino de Zapata, tendrá enormes aliados no sólo entre los pueblos pobres de Latinoamérica, sino entre los negros y el propio proletariado norteamericano. No retomar la obra de Zapata, intentar reformar al PRI, lograr poco a poco la "democratización" como plantean los intelectuales volátiles, es trabajar para la derrota estratégica sin evitar por ello masacres continuas, como las que sufrieron y sufren todos los que de alguna manera enfrentaron al régimen. Ya es hora de luchar por una perspectiva de conjunto.

A 10 años de la huelga de la UNAM, analizar cuidadosamente la lucha del CGH debe remitirnos a pensar en ella como fue un síntoma del México "bronco y profundo" que en los últimos años ha generado procesos de la lucha de lacases como lo fue la comuna de Oaxaca y la lucha de la APPO. Sobre estas luchas y las que seguramente vendrán de los obreros y campesinos de México deberemos construir un partido obrero revolucionario e internacionalista que impida el ciclo sin fin de represiones, persecuciones y masacres que hemos visto desde hace años y ayude en la victoria hasta el final contra el sistema capitalista. Hoy, los militantes universitarios de la LTS, colectivos y estudiantes en lo individual, conformamos una nueva generación de la Agrupación Estudiantil ContraCorriente, entendiendo ésta como un espacio de experiencia común para la movilización y la lucha contra la crisis capitalista desde nuestras trincheras y hacia fuera de la universidad. Abriendo el debate también sobre la necesidad de una organización revolucionaria e internacionalista de los trabajadores, que consideramos fue una de las mas importantes conclusiones estratégicas para muchos compañeros, entre los cuales se encontraban los compañeros que viniendo de la huelga, en el año 2000 nos fusionamos con la LTS y dimos origen a un nueva organización trotskista en México: la LTS-Contracorriente.

Para seguir luchando por esta perspectiva hoy venimos luchando por la movilización y el fortalecimiento de la Coordinadora de CCHs, por impulsar un bloque estudiantil de izquierda y hemos participado de todo esfuerzo en el camino de la lucha por la democratización de la universidad y la organización horizontal, amplia y proclive a la masivización de las luchas estudiantiles. Al mismo tiempo que venimos impulsando la solidaridad activa con la lucha del SUTIEMS y la difusión del movimiento de los ex mineros del Real del Monte. Junto a lo anterior se esta realizando ya, el onceavo ciclo de la Cátedra Libre Karl Marx, que hoy ante la crisis capitalista en curso hemos titulado, “el retorno de Marx” [11].

Liga de Trabajadores por el Socialismo-ContraCorriente
27 de marzo del 2009

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  • [1Para el movimiento estudiantil esto generaba una enorme desconfianza ya que la huelga del ‘87 fue levantada por los dirigentes del Consejo Estudiantil Universitario (CEU), a cambio de un “compromiso” con las autoridades de realizar un Congreso Universitario. Este se realizó hasta 1990, orquestado por el Consejo Universitario y no había logrado ninguna reforma sustancial.

    [2Revista Proceso, 20 de febrero del 2000

    [3Rojas, nota editorial en El Universal, 9 de Febrero del 2000

    [4Esta propuesta impulsada por el CEU, fue apoyada también por los dirigentes del STUNAM, e intelectuales progresistas de Proceso y La Jornada aumentando aún más la polarización.

    [5El Partido Obrero Socialista (POS) que acompaño muchas de las posiciones de los “moderados” llegó incluso a plantear que sin “una negociación pactada la huelga será derrotada” y que como “como Barnés ya no era interlocutor válido había que exigirle a Zedillo” que la convoque.

    [6En ese momento la hegemonía en la conducción de las delegaciones en el diálogo estaba en manos de la corriente En Lucha y el CEM.

    [7“Carta abierta al rector de la UNAM” La Jornada, 10/02/00.

    [8Revista Proceso, 12 de Febrero

    [9Cuauhtémoc Medina, Revista Proceso, 12 de febrero, 2000

    [10Contra esta perspectiva pro obrera y revolucionaria, corrientes como En Lucha, La UJRM y el CEM se opusieron en todo momento a impulsar que la huelga desarrollase estas tendencias firmemente.

    [11Este artículo esta escrito sobre la base de numerosas elaboraciones de ContraCorriente en 1999 y el año 2000 y en el artículo aparecido en la Estrategia Internacional número 16, titulado “ultras” y “moderados” en la huelga de la UNAM.

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