Nuevos conflictos
Crece la inestabilidad en Medio Oriente
24/05/2007 La Verdad Obrera N° 235
Mientras EE.UU. e Irán se preparan para entablar en los próximos días las primeras conversaciones públicas bilaterales en Bagdad -lo que indicaría que podrían haber alcanzado un cierto consenso sobre el marco general de las negociaciones para estabilizar Irak- nuevos focos de conflictos que se habían apaciguado vuelven a estallar con fuerza en Medio Oriente.
Los palestinos colaboracionistas y el Estado de Israel contra Hamas
A pesar de la formación de un gobierno de coalición entre Hamas y Fatah el pasado 17 de marzo, acuerdo alcanzado con el aval de Arabia Saudita, han estallado los más duros enfrentamientos en las dos últimas décadas entre estas dos fracciones palestinas. El Estado de Israel nunca reconoció a este gobierno y continuó sus esfuerzos para aislar y matar de hambre a Gaza y empujarla hacia una guerra civil. Pero esta política se le ha vuelto en contra: cuanto más es visto el presidente de la Autoridad Nacional Palestina (ANP) Mahmoud Abbas como colaboracionista de EE.UU. y del Estado de Israel, más el pueblo palestino se aleja de él y de su partido Fatah, que ya son fuertemente cuestionados por su corrupción e ineficiencia.
La lucha comenzó el fin de semana pasado, después del muy conversado plan para formar una fuerza de seguridad conjunta de Fatah y Hamas, para ser desplegada en las calles, que no prosperó supuestamente por la resistencia de los jefes de seguridad de Fatah.
Este plan viene siendo boicoteado por Mohamed Dahlan, consejero de Seguridad Nacional, Rashid Abu Shabak, jefe de la Seguridad Preventiva, y su gente, que están formando escuadrones de la muerte. Estos dos personajes siniestros que forman parte del gobierno, fueron impuestos por EE.UU. y el Estado de Israel. Este fracaso dio pasto a los enfrentamientos. Como consecuencia el ministro de Interior Hani Kawasmeh, que está más cerca de Hamas que de Fatah, renunció quejándose de la falta de cooperación por parte de los servicios de seguridad. En este marco, el 17 de mayo el Estado de Israel le dio el visto bueno al cruce de la franja de Gaza desde Egipto a 500 combatientes de Fatah, para apoyar a las fuerzas leales a Abbas, que pelean contra las de Hamas (leales al primer ministro Ismail Haniyeh).
Estos 500 combatientes han sido entrenados por un programa impulsado por EE.UU. Además, el Estado de Israel ha vuelto a bombardear Gaza con la excusa de la reanudación de los ataques contra la ciudad israelí de Sderot con cohetes Kassam, pero cuyo objetivo central es intervenir en la creciente pelea entre Fatah y Hamas, con el explícito objetivo de eliminar a Hamas como fuerza política y militar.
El primer ministro israelí, profundamente debilitado como consecuencia del “informe Winograd”, que puso en evidencia las “severas fallas” en la “planificación y ejecución” de la guerra del Líbano en agosto pasado, ha rechazado una invasión. Teme una segunda debacle del ejército israelí después de la “derrota estratégica” en Líbano además de que carece del respaldo necesario para decidir un ingreso masivo y prolongado de tropas a territorio palestino. Sin embargo, frente al hecho de que ninguna autoridad en Palestina pueda imponer una tregua al caos reinante, y a pesar de las dudas y divisiones del establishment político y militar israelí, crecen las presiones a una mayor intervención. El líder del Likud, Benyamin Netanyahu, ha insistido en que Abbas es incapaz de ejercer el mando de la ANP. Hablando en el treinta aniversario del ascenso del Likud al poder en 1977, Netanyahu dijo que el gobierno “debería evacuar a todos los que sean necesarios, emitir un cierre de la franja de Gaza, dejar de proveer servicios como agua y electricidad o decidir una invasión limitada de 4 o 5 kilómetros para distanciar el alcance de los Kassam”. Por su parte el diputado Avigdor Lieberman, del partido de ultra derecha Yisrael Beiteinu, ha exigido una más intensa actividad en la franja de Gaza. Amenazó, en caso contrario, con retirar a sus 11 miembros en el Knesset (parlamento) y hacer caer al gobierno, diciendo: “La actual coalición ha alcanzado el momento de la verdad. O desmantelamos a Hamas, o nosotros desmantelamos al gobierno”. A su vez, el comandante de la división de Gaza de las Fuerzas de Defensa Israelíes ha urgido al primer ministro y al ministro de Defensa a que le autoricen una invasión. Este y otros personajes en el Alto Mando quieren destruir a Hamas “antes que Gaza se transforme en otro sur del Líbano”. Escalando en el conflicto, el viceministro de Defensa, Efraim Sneh, ha dado a entender que no sólo se atacaría a guerrilleros. “No se puede distinguir” entre los responsables políticos y las milicias afiliadas al movimiento, dijo al ser preguntado sobre si los políticos podían convertirse en blanco.
Todos estos elementos muestran que estamos frente a una nueva escalada del Estado sionista contra el sufrido y martirizado pueblo palestino.
El cobarde Ejército libanés ataca los campos de refugiados palestinos
El pasado fin de semana se produjo un duro enfrentamiento entre el grupo palestino, Fatah al-Islam y el Ejército libanés. Según los últimos datos oficiales, 48 personas -23 soldados, 19 milicianos y 6 civiles- murieron en los enfrentamientos del domingo. Luego, la disputa se extendió con dos atentados en Beirut y un hostigamiento brutal de las fuerzas libanesas sobre el empobrecido y hacinado campo de refugiados Nahr al-Bared en el norte del Líbano, donde se basa este grupo palestino. Estos provienen de Fatah al-Intifada, formado en 1983 por miembros desilusionados de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP). De su seno, en 2005, luego del retiro de las fuerzas sirias del Líbano surgió Fatah al-Islam. Para algunos es un instrumento de Siria para sembrar el caos y demostrar quién es el único país que puede pacificar Líbano. Para otros este grupo radical sunnita, ligado a Al Qaeda, ha sido azuzado por el gobierno del primer ministro libanés Fuad Siniora y sus aliados para contrarrestar la influencia de Hezbollah. Lo que está claro es que los enfrentamientos entre el Ejército y milicianos son los más violentos desde que en 1990 acabó la guerra civil que sufrió el país durante 15 años. Más de 100 personas ya han muerto en el campo de refugiados de Nahar al Bared a comienzo del tercer día de enfrentamientos, según el muftí (líder religioso que decreta las fatuas o edictos islámicos) de la comunidad palestina en Líbano, Salim al Lababidi. En una entrevista con el canal de televisión qatarí Al Yazira, apeló a los dirigentes libaneses, en especial a las Fuerzas Armadas, para que cesen el bombardeo sobre el campo. “La población del campo no tiene nada que ver con Fatah al Islam. Este bombardeo debería terminar, porque la mayoría de las víctimas son civiles”, aseguró. El temor de muchos es que si el horror no termina pronto, se extienda a todos los campos de refugiados palestinos.
Esta pelea señala una nueva manifestación de inestabilidad en un país que hasta hace poco estuvo sumergido en una larga crisis que enfrentó en las calles al movimiento musulmán Hezbollah contra el gobierno proimperialista de Siniora. Mostrando su carácter conciliador y pro burgués, luego de la huelga con acampe se retiró “pacíficamente” de las calles de Beirut y ante los ataques del Ejército libanés a los campamentos palestinos salió a repudiar la violencia contra el Ejército. Según el diario El País del Estado Español: “El partido Hezbolá también ha condenado los ataques de la milicia islamista en un comunicado en el que rechaza ‘cualquier ataque de cualquier facción contra el Ejército libanés y las fuerzas de seguridad que pretenda minar la seguridad, la estabilidad y la paz civil de Líbano’”.
Con las elecciones presidenciales y la suerte de un tribunal internacional para tratar a los sospechosos sirios del asesinato del ex primer ministro Rafik al-Hariri en el horizonte, la estabilidad política en Líbano estará condicionada a las negociaciones que Washington sostiene con Damasco y Teherán sobre Irak. En este marco las tendencias a la desintegración del país crecen día a día. Como sostiene el periodista Robert Fisk, gran conocedor de la región y presente durante los actuales enfrentamientos: “Pero cada vez más nos preguntamos si nos estamos haciendo un relato de la triste desintegración de este país. El Ejército libanés está en las calles de Beirut para defender a Siniora, en las calles de Sidon para prevenir disturbios sectarios, en los caminos del sur del Líbano mirando hacia la frontera con Israel y ahora, aquí en el norte, asediando a los pobres y golpeados palestinos de Nahr al Bared y a los peligrosos pequeños grupos que pueden o no estar recibiendo órdenes de Damasco”.
Como muestran estos dos conflictos, el fracaso de EE.UU. de imponer un orden reaccionario después de su debacle en Irak, está llevando a una enorme inestabilidad en la zona, en gran medida azuzada por los mismos EE.UU. y el Estado de Israel, que buscan desatar los conflictos interreligiosos o interétnicos (jugando con fuego en esta peligrosa y explosiva región), para evitar la consolidación de una relación de fuerzas hostil a sus intereses.