FT-CI

VI Foro Social Mundial de Caracas 2006

Declaración política de la FT-CI

22/01/2006

Una vez más se realiza el Foro Social Mundial (FSM) que reúne a gran parte de la izquierda internacional y de los movimientos sociales y políticos. Si los primeros eventos se realizaron bajo el empuje del movimiento altermundista que tuvo una gran repercusión principalmente en los países centrales, con grandes manifestaciones como la de Seattle, Praga y Génova, el VI FSM policéntrico de América (o II FSA) en Caracas, Venezuela, se realiza bajo el aliento de los nuevos fenómenos políticos que recorren América Latina.
El proceso de resistencia de las masas latinoamericanas a la ofensiva neoliberal de la década de los’90, se ha transformado en los últimos años en un amplio ascenso, con grandes acciones de masas como los levantamientos en Ecuador y Bolivia, las jornadas revolucionarias en diciembre de 2001 en Argentina, o la gran movilización popular que derrotó al golpe del 2002 y el paro patronal de sabotaje en 2002/2003 en Venezuela; derribando a varios gobiernos electos y abriendo situaciones prerrevolucionarias y crisis revolucionarias. Esta situación ha dado lugar a recambios en el personal político de las clases dominantes, llevando a la asunción de gobiernos “posneoliberales” en varios países de la región.

El FSM venía en un proceso de decadencia después de los sus últimas ediciones en Porto Alegre, producto del giro derechista del gobierno de Lula, otrora la “estrella” del “otro mundo posible”. Sin embargo, este año parece tomar nuevos aires al realizarse en Venezuela y bajo el auspicio del gobierno de Hugo Chávez, como también por el impacto de la elección del nuevo presidente boliviano, Evo Morales. Así, cinco años después del primer evento celebrado en Porto Alegre, Brasil, el FSM 2006 se perfila como la “construcción de alternativas a las políticas neoliberales” según reza su carta de principios.

Para sus organizadores, el FSM es una “zona de debate, de reflexión y de formulación de propuestas debe facilitar la articulación de movimientos sociales, de forma descentralizada y en red, a fin de contribuir en la construcción de un nuevo mundo”. Asegueran que en el FSM de Caracas, “se debatirá acerca del poder, política y luchas por la emancipación social; estrategias imperiales y resistencias de los pueblos; recursos y derechos para la vida: alternativas al modelo civilizatorio depredador; diversidades, identidades y cosmovisiones en movimiento; trabajo, explotación y reproducción de la vida; comunicación, cultura y educación”. Pero en verdad, como ya lo han demostrado todas las ediciones anteriores, los organizadores del FSM -burocracias sindicales “opositoras”, partidos reformistas, ONGs, etc.- ante el debilitamiento de las direcciones políticas y sindicales tradicionales por su complicidad en la aplicación de los planes neoliberales de los ‘80 y los ’90, tienen como objetivo contener las luchas que empezaron a resurgir en el mundo en los últimos años, en particular las luchas de los trabajadores, los campesinos, los pobres urbanos y de la juventud en América Latina, para encauzarlos, mediante reformas “posibles”, tras la búsqueda de un “capitalismo más humano”, recubierto esta vez del nuevo discurso del “socialismo del siglo XXI”

 1. Los primeros eventos del FSM se realizaron bajo la égida del Partido de Trabajadores (PT) de Lula en Brasil y en contraposición al Foro Económico de Davos, apoyado en el amplio movimiento antiglobalización o altermundialista internacional que irrumpió en Seattle en 1999 y que sacudió a diversas ciudades de los países centrales. Los principales impulsores del FSM en el 2001 pretendían hablar en nombre de este importante movimiento que boicoteaba las cumbres de la OMC, del FMI y atacaba los símbolos del poderío capitalista. Pero el objetivo primordial de los organizadores del FSM era justamente institucionalizar este movimiento conteniendo su ala anticapitalista y canalizando el sentimiento de repudio a la “globalización” hacia la “humanización del capitalismo”.

Grupos como ATTAC, que defendían la "democracia participativa" del PT en Porto Alegre, y al PT como ejemplo no sólo para Brasil sino para todo el mundo, después del abierto giro neoliberal de Lula, no tienen más referentes. Su tibia retórica antinorteamericana se complementaba con el sostén a la política del imperialismo francés, particularmente durante la guerra de Irak. Refundación Comunista, otro de los grandes animadores del FSM y el "ejemplo" de partido amplio de izquierda en Europa, se prepara a gobernar el estado italiano junto al neoliberal Romano Prodi, ex presidente de la reaccionaria Comisión Europea.

Un sector importante de estos impulsores del FSM, mientras critican fuertemente la política imperialista de Estados Unidos, guardan un vergonzoso silencio sobre la política imperialista de los países europeos. Todo esto, cuando sabemos que junto a los Estados Unidos, que consideran a América Latina como su patio trasero, los países imperialistas europeos juegan un enorme rol en el saqueo del continente latinoamericano. Varias empresas europeas se han quedado con los suculentos negocios de las privatizaciones, principalmente en el Cono Sur. Repsol, France Telecom, Telefónica, Total, Telecom Italia, Gaz de France, etc., son sinónimo de expoliación y miseria en América del Sur. La llamada "fortaleza Europa" se sostiene con la explotación a los países del llamado Tercer Mundo (en competencia con los EEUU y Japón). Mientras tanto, estos imperialistas “democráticos”, cierran sus fronteras brutalmente a los que huyen del hambre que ellos mismos provocan, como por ejemplo el gobierno "progresista" de Zapatero, que desató una verdadera matanza de inmigrantes en Ceuta y Melilla, enclaves coloniales españoles en África.

“Otro mundo es posible” era la consigna que hacía eco en los primeros Foros, y en nuestro continente millones de trabajadores, campesinos pobres y sectores populares ponían todas sus esperanzas en la “nueva estrella” del PT, que con su “democracia participativa” experimentada en Porto Alegre, se disponía tomar las riendas de la más importante nación sudamericana con discursos de cambios y reformas.
Pero contrariando la gran expectativa de amplios sectores de masas, el gobierno del PT se transformó en aplicador directo de las políticas neoliberales en Brasil. Lula, el presidente “obrero”, se transformó en un “niño mimado” del imperialismo y demostró ser un verdadero político capaz de asumir directamente la gestión del Estado capitalista. Hoy, marcado por una fuerte corrupción y escándalos políticos, comienza a ser repudiado por importantes franjas de trabajadores, mostrando claramente el carácter utópico y reaccionario de la política de humanizar el capital y las falsas promesas de los “reformistas sin reformas”.

Si durante los primeros Foros nos decían que sólo era posible ponerle límites a la rapacidad de las grandes multinacionales pero jamás expropiarlas, y nos presentaban como grandes conquistas los “presupuestos participativos” de los gobiernos del PT en Porto Alegre como estandarte, al llegar al gobierno no fueron capaces siquiera de realizar las tibias reformas que decían defender. Incluso en los días previos a la realización del V FSM, Lula llegó a afirmar que “sería necesario una unificación con el Foro de Davos”, nada menos que el Foro Económico Mundial que reúne representantes de los gobiernos imperialistas y de la burguesía internacional.

Gobiernos como los de Kirchner en Argentina, y Tabaré Vázquez en Uruguay, “progresistas” que siguieron el derrotero de Lula, se presentan como alternativas a los gobiernos “neoliberales”. Pero no son más que continuadores de las políticas pro FMI, pagando puntualmente la deuda externa y cediendo a las exigencias de los organismos de crédito, con la consecuencia de miseria y desempleo para la gran mayoría de la población y el enriquecimiento de las grandes corporaciones, quedando en evidencia la bancarrota de esta política reformista. Así, el gobierno de Kirchner, emulando a Lula, le dio un gran regalo de navidad en el 2005 al FMI cancelando su deuda de más de 9.000 millones de dólares, mientras a los trabajadores y al pueblo no les ha otorgado siquiera un simple aumento salarial. Para los acreedores imperialistas todo, para el pueblo nada.

Los representantes del supuesto “progresismo”, una vez en el gobierno, cumplieron sus compromisos con el gran capital y sus pactos con el imperialismo, manteniendo la continuidad en lo esencial con los planes neoliberales. Los hemos visto también a todos ellos subordinarse al imperialismo, participando en la ocupación militar de Haití bajo las órdenes de Washington y de la ONU, a la que cínicamente presentan como una misión “humanitaria.

Contra las coberturas “democráticas” de las intervenciones militares, los marxistas revolucionarios nos pronunciamos y luchamos por la expulsión y la derrota de las tropas imperialistas en todo el mundo, sea bajo mandato de Estados Unidos, de los países imperialistas europeos, de la OTAN o de la ONU. Defendemos y apoyamos la lucha del pueblo iraquí, afgano o marfileño, para liberarse de las ocupaciones de las tropas norteamericanas, francesas, alemanas o japonesas, como también la salida inmediata de todas las tropas de Haití donde un altísimo componente militar es brasileño, argentino y uruguayo.

Los acontecimientos de los últimos años -como por ejemplo la guerra de Irak- han dejado en evidencia la gran falacia de que “otro mundo es posible” sin derrotar al imperialismo, sin expropiar a los capitalistas, sin destruir la maquinaria del estado burgués e iniciar la construcción socialista, es decir, sin una revolución obrera. Por eso siempre hemos discutido abiertamente que el FSM era contrario a toda política de independencia de los trabajadores y a todo internacionalismo consecuente.

 2. Ante el desgaste inicial de las expectativas en el gobierno de Lula, el VI FSM de Caracas ha encontrado una nueva “estrella”, en el gobierno “bolivariano” de Hugo Chávez, quien ya en el 2005, en Porto Alegre, fue visto por importantes sectores como una alternativa, porque aparece confrontando con Bush, apelando al pueblo y haciéndole algunas concesiones y hablando del “socialismo del siglo XXI”. Del mismo modo, el FSM aprovechará la influencia que ejerce el reciente presidente electo, Evo Morales, en Bolivia.

Los que suscribimos esta declaración hemos estado en Venezuela en la primera línea de la lucha para derrotar el golpe de abril y el paro patronal de sabotaje organizados por el Departamento de Estado, la Embajada de Estados Unidos y sus sirvientes lacayos nacionales. Ahora bien, Hugo Chávez nos habla de socialismo, la necesidad de enterrar el capitalismo, la idea de reforma agraria, que efectivamente son las únicas posibilidades de desterrar el hambre, la miseria, el trabajo precario, las condiciones de explotación y sumisión al imperialismo de la clase trabajadora. Pero hay que decir claramente, contrariamente a lo que se piensa, más allá de algunas concesiones parciales que ha hecho el gobierno de Chávez, como en el terreno de la educación, la salud, en el plano alimenticio, vía las Misiones, o con la nueva Ley de Tierras que intenta una limitada distribución de tierras; sus medidas concretas no pasan de rasguñar la superficie de los males históricos del capitalismo semicolonial venezolano. Así, de la mano de estas concesiones parciales a las masas, lo hemos visto en el último período abrir canales de negociación con el sector empresarial que mantiene intacto su poder económico en el país. Chávez mantiene la propiedad privada de los medios de producción consagrada en la propia Constitución bolivariana, respeta los acuerdos con el capital extranjero y el pago de la deuda externa, y llama a las trasnacionales a asociarse al desarrollo venezolano, como lo hace con las grandes compañías petroleras asociándose en empresas mixtas. Siguiendo el ejemplo del “progresista” Kichner ya ha anunciado que está dispuesto a pagar el 25% del total de la deuda externa en un solo desembolso. Difícilmente el FMI reciba mejores noticias en este 2006.

Así hemos visto cómo durante estos siete años de “revolución bolivariana”, la política de Chávez no ha llevado a la expropiación de los principales grupos capitalistas, como los multimillonarios Cisneros y Mendoza y los grandes medios de comunicación que organizaron el golpe de abril de 2002, ni a la ruptura con las transnacionales. Mientras se subvencionan los planes de asistencia social, educación y salud con la renta petrolera, los capitalistas siguen acumulando ganancias y la desocupación y los niveles de explotación se mantienen.

En Venezuela, las masas están por fuera de toda decisión política de fondo, a pesar de toda la fraseología que se repite cotidianamente, las gestiones municipales con “participación popular y control social” y el discurso “participativo y protagónico”. Esto es lo que está en la base del creciente repudio a la burocracia del MVR, Podemos y aliados, que se empieza a expresar en franjas importantes de los trabajadores y los sectores populares.

La retórica antinorteamericana del presidente venezolano, es en realidad limitadamente antiBush, pues como insistió en la Cumbre de Mar del Plata, quisiera un retorno de Estados Unidos a las políticas “amistosas”, manifestando que: “Hemos convivido con Estados Unidos. Hay que darle inicio a una nueva etapa de convivencia verdadera, los gobiernos de América Latina y el gobierno -este y los que vengan- de los Estados Unidos” [1]. En este sentido, en la misma cumbre de Argentina, Chávez llegó al extremo de reivindicar la “Alianza para el Progreso” de John F. Kennedy, como una mejor forma de cooperación y de trato. Pero sabemos que esta “Alianza” no era más que una propuesta imperialista que en aquellos días era el equivalente del actual ALCA, y una política, que como dijera el Che Guevara, era “un vehículo destinado a separar al pueblo de Cuba de los otros pueblos de América Latina, a esterilizar el ejemplo de la Revolución cubana y, después, a domesticar a los otros pueblos de acuerdo con las indicaciones del imperialismo”. Y este discurso antiyanqui de Chávez y de sus seguidores en América Latina y Europa, está acompañado de un silencio con relación a los imperialistas europeos. Se rechaza la invasión de Irak y la política guerrerista norteamericana, pero poco se dice de la invasión por parte de los ejércitos de los países europeos en Afganistán, Costa del Marfil, Kosovo, etc. El presidente venezolano llegó al extremo de hacer pública su solidaridad con el reaccionario gobierno francés de Chirac y De Villepin durante la revuelta de las periferias de París en noviembre pasado. Lo que en verdad busca Chávez son mayores márgenes de independencia pero no una ruptura con el imperialismo.

Chávez pretende hacer creer que grandes objetivos como la integración latinoamericana, una reforma agraria radical o, aún más, la “construcción del socialismo del siglo XXI” son posibles por medio de un proceso de reformas graduales, sin necesidad de revoluciones sociales que terminen con la explotación del capital imperialista y las burguesías nativas. La tarea histórica de la unidad latinoamericana es inseparable de la tarea de romper con el imperialismo, y esta tarea está por entero en manos de los trabajadores en alianza con los campesinos pobres y los oprimidos. El único programa que puede garantizar este objetivo es el que se sintetiza en la conquista revolucionaria de repúblicas obreras y campesinas que confluyan en una Confederación de Repúblicas Socialistas de América Latina y el Caribe.
Bolivia viene siendo escenario de importantes levantamientos de masas como los de octubre de 2003 y junio de 2005, con insurrecciones de por medio como en la ciudad de El Alto, que han llevado a la caída de dos presidentes y abrieron profundas crisis políticas. En las recientes elecciones presidenciales las fuerzas políticas abiertamente empresariales sufrieron una contundente derrota. Si bien estas elecciones fueron una política para desviar el proceso revolucionario boliviano, las mismas se dieron en un marco de gran politización, giro a izquierda y sentimientos nacionalistas y democráticos entre las masas.

El movimiento de masas tiene grandes expectativas en el nuevo gobierno de Evo Morales. Aunque su rumbo se irá definiendo en los próximos meses, ya hay que decir claramente que el flamante presidente electo no pretende profundizar el camino abierto por la movilización de masas bolivianas sino conducir un proceso de tibias reformas en el país andino, tal como lo ha manifestado en su reciente gira internacional y frente a gobierno imperialistas europeos. En sus viajes por Francia, España y Brasil, le ha dado garantía a las grandes compañías petroleras y gasíferas que sus intereses no serán tocados. Así, lo que vemos es una política que se reduce a renegociar los contratos petroleros y fortalecer YPFB, cuando la nacionalización del gas fue una de las grandes demandas durante los levantamientos, contrariando, incluso antes de asumir, esta gran aspiración del pueblo boliviano.

Sobre el problema del reparto de la tierra, el plan de Evo Morales se limita apenas a “sanear” sin liquidar el latifundio, cuando sólo en las llamadas tierras bajas del país, 7.000 terratenientes acumulan 40 millones de hectáreas, mientras decenas de miles de familias campesinas no tienen tierras. Tampoco se propone organizar un plan estatal para la agricultura campesina en ruinas porque en ambos casos chocaría directamente con los intereses fundamentales y la propiedad de la burguesía.

Evo dice que “con nuestro gobierno se acabará el odio, el desprecio. Se acabará con el Estado neoliberal y el Estado colonial”, pero pretende la quimera de hacer esto sin afectar la gran propiedad de los empresarios, terratenientes y transnacionales, sino por medio de reformas políticas. Su proyecto es de colaboración de clases en torno a un programa reformista, al que espera sumar empresarios, terratenientes y hasta capitales extranjeros en los marcos del “capitalismo andino”. Esto lo dice abiertamente, y no se ha cansado de repetirlo en su reciente gira internacional.

En suma, la política de Evo es continuar desde el poder del Estado con la tarea de contención de la lucha de masas, papel que ha venido cumpliendo en los últimos años, como lo demostró en octubre de 2003 y en junio de 2005, y no satisfacer las demandas por las que trabajadores y campesinos lucharon y murieron en esos combates. Por eso, aunque se presente el triunfo de Evo como el “acceso al poder de un indígena por primera vez en al historia de Bolivia y América Latina”, lo cierto es que un gobierno del MAS no será un gobierno de los trabajadores, ni representará los intereses de los campesinos pobres y los pueblos originarios.

Por eso, para los que luchamos por la independencia política de los trabajadores, afirmamos categóricamente que en el país andino es necesario fortalecer una política obrera independiente frente al gobierno del MAS y de Evo Morales, pues consideramos que sólo en el marco estratégico de la revolución obrera y socialista es posible combatir consecuentemente por el programa agrario, democrático y antiimperialista, y sólo el poder de obreros y campesinos puede resolverlas efectivamente. Por eso es importante y necesario desde ya preparar una efectiva labor de organización y preparación de la lucha por las demandas impostergables de los trabajadores, así como frente a cualquier intento de la reacción y del imperialismo.
En síntesis, decimos claramente que el dilema nuevamente planteado en este principio de siglo continúa siendo reforma o revolución.

Las direcciones políticas “progresistas” y los orgnizadores del FSM son partidarios de un reformismo “tibio” limitado a la miseria de lo “posible”, es decir, “humanizar el capitalismo” sin tocar la propiedad privada, y a lo sumo regatear en mejores condiciones con el imperialismo. Contra esta estrategia que históricamente ha demostrado ser desastrosa para las masas obreras, campesinas y populares, afirmamos categóricamente la necesidad de luchar por una revolución social para terminar verdaderamente con los enormes padecimientos y carencias de las masas, provocados por la sed de ganancias de los monopolios capitalistas y sus representantes políticos. Contra las mentiras de los políticos patronales “progresistas” y sus aliados, las burocracias sindicales obreras y campesinas, luchamos por que los trabajadores confíen únicamente en sus propias fuerzas, y que, tomando las demandas del conjunto de los oprimidos por el capital, encabecen la lucha contra el imperialismo y las clases dominantes nativas, en el camino de la construcción de la sociedad socialista.

 3. Sin embargo, la mayoría de las principales corrientes que se autodenominan “revolucionarias”, en lugar de pelear por la independencia política de la clase obrera, se adaptan a espacios reformistas de izquierda, y muchas veces, abandonan la estrategia de construir partidos sólidamente enraizados en la clase trabajadora para buscar atajos a través de distintos “movimientos sociales”. En algunos casos llegan a repetir la política del ministerialismo, tan combatido por los revolucionarios de principios del siglo pasado, como lo hace el llamado "Secretariado Unificado de la IV Internacional (SU)", al cual pertenecen la LCR en Francia y Democracia Socialista (DS) de Brasil, quien mantiene en sus filas a Miguel Rosetto, ministro de Agricultura del gobierno de Lula. Desde el SU a El Militante (CIM) diversas corrientes “marxistas” se adaptan completamente al discurso del gobierno de Chávez. En la misma dinámica está el Socialist Worker Party (SWP) de Inglaterra, que impulsa la alianza electoral Respect, una alianza de colaboración de clases con sectores de la comunidad musulmana y figuras políticas como el ex- diputado laborista George Galloway, quien se ha pronunciado abiertamente contrario al derecho al del aborto. Como vemos, todos tienden a confluir en partidos comunes o frentes electorales sin delimitación de clase con objetivos esencialmente electoralistas, para aprovechar los espacios que pueden abrirse a la izquierda de los reformistas en el gobierno.

La adaptación es tal que la gran mayoría de las corrientes internacionales que se reivindican trotskistas, como el CRCI de la cual participa el Partido Obrero de Argentina o Progetto Comunista de Italia llamó a votar recientemente por el proyecto de conciliación de clases del MAS en Bolivia, sumándose a la posición similar a la de grupos de izquierda como el MST (UIT) argentino que apoya al MAS por expresar un “frente social revolucionario”.

Contrariamente a estas posiciones políticas, creemos que en el actual escenario, las tareas de los revolucionarios se concretan en la pelea por construir fuertes corrientes con inserción en las grandes concentraciones obreras, que intervengan en la lucha de clases levantando programas para la acción que, partiendo de las demandas inmediatas y motoras de cada lucha, tiendan a cuestionar al gobierno, al régimen y al Estado capitalista; que impulsen las expresiones avanzadas de la vanguardia obrera y popular en la lucha antipatronal, antiburocrática y antigubernamental; que combatan política e ideológicamente a los proyectos de conciliación de clases del “reformismo democrático” así como del chavismo, defendiendo siempre la necesidad de una política obrera independiente; que partan de una sólida concepción internacionalista y antiimperialista.

 4. Los trabajadores en Latinoamérica comienzan a foguearse en importantes peleas y a dar pasos en la perspectiva del desarrollo de nuevos organismos para la lucha, que pueden sentar las bases para la construcción de potentes organizaciones revolucionarias. En Brasil, donde amplias franjas de trabajadores se vienen oponiendo al curso neoliberal del gobierno de Lula, con huelgas importantes tanto en el sector industrial como en los empleados públicos, hemos visto cómo distintos sindicatos que vienen encabezando estas peleas y se oponen a la dirección burocrática de la CUT, han puesto en pie coordinadoras sindicales de lucha como Conlutas. En Argentina, luego de los procesos de ocupación de fábricas durante la crisis de 2001, los trabajadores vienen dando importantes luchas salariales, destacándose sectores antiburocráticos y combativos con fuerte presencia de delegados de izquierda, que ha estado al frente de algunas de las huelgas más importantes. En Venezuela hemos visto el resurgir de importantes luchas de trabajadores, y después de la bancarrota de la CTV por su participación activa en el golpe oligárquico, dentro de la UNT, se desarrolla una importante oposición a la dirección oficial liderada por sectores burocráticos. En Bolivia, en los últimos levantamientos vimos una actividad creciente de los trabajadores de sectores claves del aparato productivo, y se ha iniciado un proceso de construcción de nuevos sindicatos entre los trabajadores de El Alto, la ciudad epicentro de los levantamientos populares.

Los procesos políticos y el incipiente despertar de esa nueva clase trabajadora están generando mayores posibilidades para la construcción de corrientes revolucionarias, ligadas a estos procesos fundamentales de los sectores avanzados del movimiento obrero. Por eso es necesario luchar por la fusión entre los sectores avanzados de los trabajadores y las ideas del marxismo revolucionario, en el camino de construir partidos de trabajadores revolucionarios dotados de un programa marxista que combatan por la autoorganización política del proletariado con la más plena independencia respecto al orden burgués, y por la hegemonía obrera en el seno de las clases explotadas estableciendo una alianza con los campesinos pobres y demás sectores oprimidos, desarrollando y generalizando los organismos democráticos de lucha que creen las propias masas movilizadas hacia el poder obrero y de masas.

Reafirmamos la necesidad de la construcción de partidos revolucionarios, para la organización permanente de los sectores políticamente más avanzados del movimiento obrero y la intelectualidad marxista revolucionaria, contra quienes diluyen las fronteras entre reformismo y revolución, apostando a que “el movimiento es todo” o los que rechazan de manera “autonomista” la necesidad de la organización política idealizando la espontaneidad pura. Precisamente porque la clase trabajadora no es absolutamente homogénea, sino que muestra una amplia diversidad social y política, y porque en los acontecimientos revolucionarios decisivos necesitará una voluntad política concentrada es imprescindible la construcción de un partido centralizado que pueda ayudar a la clase a unir sus filas, a tomar en sus propias manos el conjunto de los problemas de la sociedad y prepararse como clase dirigente, para acaudillar la rebelión de las masas oprimidas y explotadas del campo y la ciudad hacia su propio poder.

Acompañar y participar activamente las luchas obreras y de los explotados en los países en los cuales militamos por una estrategia que plantee la necesidad de la autoorganización independiente y democrática de los trabajadores pasa también por el internacionalismo revolucionario, luchando por la construcción del Estado mayor de los explotados y oprimidos del mundo, el Partido Mundial de la Revolución Socialista. Esta es la perspectiva que defiende la FT-CI y el debate que pretendemos abrir con todas aquellas corrientes y militantes que quieren pelear por el verdadero socialismo del siglo XXI, el que parirá la revolución obrera y socialista mundial.

Fracción Trotskista por la Cuarta Internacional (FT-CI), integrada por:

Partido de Trabajadores por el Socialismo (PTS), Argentina - Liga Estratégia Revolucionaria - Quarta Internacional (LER-QI), Brasil - Clase Contra Clase (CCC), Chile - Liga de Trabajadores por el Socialismo -ContraCorriente (LTS-CC), México - Liga Obrera Revolucionaria por la Cuarta Internacional (LOR-CI), Bolivia -, la Juventud de Izquierda Revolucionaria (JIR), Venezuela-, y FT Europa.

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