Estrategia Internacional N° 9
Julio/Agosto  - 1998

SECCIÓN ABIERTA

ARTE Y REVOLUCIÓN

Malraux y Trotsky
EL ENCUENTRO ENTRE LA LEYENDA Y LA HISTORIA

Traducido por Silvia Novak

Reproducimos aquí un trabajo de Gérard Roche, publicado en Cahiers León Trotsky Nº 31, de septiembre de 1987, sobre el encuentro de León Trotsky con el escritor francés André Malraux.
Dicho encuentro se realiza el 7 de Agosto de 1933, en Francia. Malraux había nacido en noviembre de 1901 en París, y en 1920 había publicado su primer artículo. En 1923 se instala en Indochina, donde comienza su actividad política, y su relación con las ideas marxistas y comunistas. Vuelve a Francia en 1926, y entre 1928 y 1933, escribe Los Conquistadores y La Condición Humana, dos novelas consagradas a las experiencias revolucionarias en China entre 1925 y 1927. Sobre todo en la última, es notoria la influencia de las ideas de la Oposición de Izquierda en su visión de los acontecimientos chinos. A partir de 1934 su relación con el Partido Comunista Francés se vuelve cada vez más estrecha, y en 1936 marcha a pelear al lado de los Republicanos en la guerra civil española, al comando de la escuadra aérea "España". A este período de su vida le consagrará el libro La Esperanza y la película Sierra de Teurel.
Es hecho prisionero en 1940, durante la segunda guerra mundial. Logra escapar y a partir de 1943 ingresa a las filas de la Resistencia, y vuelve a ser detenido en 1944 en Toulouse, aunque se salva de ser ejecutado.
En 1945, participa en el gobierno posterior a la Liberación como ministro de Información, puesto que abandona en 1946 cuando De Gaulle, al que admiraba, se retira del mismo. Volverá a la función ministerial en 1958, con el retorno de De Gaulle, donde se desempeñará como ministro de Cultura hasta 1969. Muere el 23 de noviembre de 1976.
Entre sus obras más conocidas se cuentan, además de las citadas, las Antimemorias, El Tiempo del desprecio, La tentación de Occidente, etc.

Es notable que tanto Malraux como Breton, evoquen, cada uno a su manera, frente la figura histórica de Trotsky, al Rey Lear, el personaje shakespeariano. Malraux describe al célebre crítico americano Edmund Wilson "el aspecto Lear de Trotsky"1, y habla de la trágica grandeza de su soledad. En 1938, en el barco que lo lleva de regreso a Francia, André Breton trata de explicar su "complejo de Cordelia" frente al exiliado de México a quien admira y a quien pone en el mismo plano que a Lautréamont y a Rimbaud. En Literatura y Revolución, Trotsky escribió a propósito de los dramas de Shakespeare que "la pasión individual es llevada a tal grado de tensión que supera al hombre, se suspende sobre su persona y deviene una suerte de destino".2 Malraux, que no ha leído aún estas líneas, pero que ciertamente no las habría desaprobado, escribe, un año antes de su encuentro con Trotsky, que la presencia de éste "planteaba al pensamiento una de las preguntas más fuertes: la relación entre el carácter y el destino"3.

Pero, en tanto que Breton viene de redactar con Trotsky el Manifiesto por un arte revolucionario independiente, Malraux, por su parte, ha roto todos los puentes con el exiliado después de una violenta polémica a propósito de los juicios de Moscú. Sin embargo, Trotsky ejerció una profunda fascinación sobre el autor de La Condición Humana. La inspiración que anima la Historia de la Revolución Rusa, le parece al escritor comparable a la que anima la Historia de la Revolución Francesa de Michelet. Trotsky, es "Michelet menos la generosidad (...) En Trotsky, hay brazos abiertos. Hay una fraternidad profunda y bastante bella, pero es fraternidad profunda y bastante bella, no es generosidad" le confía a Roger Stéphane.4 Esta fascinación es al menos igual a la que ejercieron De Gaulle o Mao. Pero Malraux no se unió al combate político de Trotsky. ¿De qué naturaleza es el diálogo que se entabla entre los dos hombres? ¿Comprendió Trotsky la personalidad del escritor, la originalidad de su sistema de valores? ¿Por qué Malraux, en definitiva, luego de haberse acercado mucho, no sólo a la persona de Trotsky, sino también al programa político de la Oposición de Izquierda a principios de los años treinta, se alejó para transformarse en España en el compañero disciplinado del Frente Popular, es decir, de una política que Trotsky combatía?

Este diálogo, y las relaciones apasionadas y complejas entre los dos hombres, hacen aparecer convergencias incuestionables pero que, a fin de cuentas, no deben ocultar dos desarrollos intelectuales que se sitúan en planos distintos, y que revelan una filosofía y una concepción de la vida radicalmente diferentes.

Malraux, Trotsky y la Revolución China

Es imposible hablar de Malraux y de Trotsky sin evocar el debate literario y político suscitado por Los Conquistadores a propósito de la Revolución China. No es nuestra intención tratar aquí, de forma profunda, este tema que, por otra parte, ha sido objeto de numerosos estudios.

Malraux declaró varias veces que los orígenes profundos de su compromiso revolucionario se encontraban en su experiencia indochina: "Todo mi patrimonio revolucionario tiene como origen el colonialismo y no el proletariado. Todo se jugó en Indochina. (...) Mi educación marxista autodidacta, está, también, ligada a Indochina"5. Se comprende, en estas condiciones, por qué Malraux resultó tan fascinado por los acontecimientos grandiosos que sacudieron al continente chino hacia mediados de los años veinte, y por qué eligió situar a los personajes de Los Conquistadores sobre el telón de fondo de la gran huelga-boicot de Cantón-Hong Kong que estalló en junio de 1925. Trotsky, entonces exiliado en Prinkipo, que algunos años antes había llevado en la cumbre de la Internacional Comunista una áspera lucha de tendencia sobre la cuestión china, es sorprendido por la calidad de la novela. Saluda con admiración el estilo "denso y bello" del libro, la observación "original e intrépida" del autor. La importancia de la novela reside no sólo en su incuestionable valor artístico, sino también y sobre todo, en el hecho de que ofrece una fuente de enseñanzas políticas de primer orden sobre el fracaso de la huelga; enseñanzas que se desprenden de la narración misma "a espaldas del autor" y dan testimonio, de cierta forma, en su contra.6 Este encuentro, inesperado, entre el genio creador del novelista y el desarrollo real de fuerzas en la Revolución China, impresiona vivamente a Trotsky. Pero el antiguo jefe del Ejército Rojo cuestiona que Borodin represente la psicología y los rasgos específicos de los cuadros de los bolcheviques. Borodin no es el representante típico de la generación de Octubre, es, por el contrario, el tipo mismo del termidoriano, un representante cínico y corrupto de la Internacional de Stalin. Encarna al aventurero que cree poder maniobrar a las masas, en tanto que " la revolución no puede dominarse", uno puede, solamente, escribe Trotsky "dar una expresión política a sus fuerzas internas". El funcionario aventurero "se ubica por encima de todas las clases de la nación china. Se cree llamado a dominar, a decidir, a dirigir, independientemente de las relaciones internas entre las fuerzas que existen en China" (...) Edifica una política basada sobre equívocos (...), se hace tragasables y pisotea los principios".7

Trotsky ve, en los personajes principales de Los Conquistadores, símbolos sociales: el viejo Chen Dai, el representante del ala derecha del Kuomintang, encarna la "vieja cultura china, traducida a la lengua de la cultura europea" y teme más a la revolución que al yugo de los imperialistas ingleses. En oposición, Hong refleja a la masa de los oprimidos "que se despierta" pero que no encuentra su camino por culpa de los Borodin y de los Garin. Trotsky vio la originalidad de Garin, más cercano al tipo revolucionario que al burócrata, pero, desprovisto de formación, es un "diletante y una vedette de paso".

De hecho, el diálogo que se instaura a partir de Los Conquistadores descansa sobre un malentendido: Trotsky piensa que el libro es una "crónica novelada de la Revolución China" cuyas cualidades están "corroídas por las exageraciones del individualismo y del capricho estético". Malraux, que había dejado correr la leyenda de su participación en los acontecimientos de la Revolución China de 1926, precisa, en su respuesta a Trotsky, que la novela es, ante todo "una acusación de la condición humana" y que el acento principal está puesto en "la relación entre los individuos y una acción colectiva, no únicamente sobre la acción colectiva". Según Malraux, su contradictor no ve "que la óptica de la novela domina a la novela"8. De hecho, Garin interesa a Malraux más que Borodin quien se ubica en un plano estrictamente político. Por el contrario, Garin se sitúa "en el plano humano" y encarna, frente al carácter "casi mecanizado" de Borodin, el "sentido trágico de la soledad que no existe para el comunista ortodoxo".9 Garin no es marxista, no considera al marxismo como "un socialismo científico". En Los Conquistadores, Garin descubre que "el comunismo, como todas las doctrinas poderosas, es una francmasonería"10. Autor en su juventud de una obra crítica sobre la francmasonería, de la que es salvaje enemigo, Trotsky, quien en 1922 había también expurgado con intransigencia al Partido Comunista Francés de sus miembros francmasones, ¡seguramente no pudo haber leído estas líneas sin sobresaltarse! Malraux precisa, por otra parte, que la cuestión fundamental para Garin es "más que saber cómo se puede participar de una revolución, saber cómo se puede escapar de lo que él llama el absurdo (...) huyendo hacia lo humano"11. Por cierto que Trotsky tiene dificultades para comprender esta dimensión metafísica de Garin que se emparenta más con el mundo interior atormentado de Dostoievsky que con el universo novelesco de un Gorky. Garin es, en el fondo, un rebelde metafísico. Esto es lo que vio correctamente, según nuestro parecer, el crítico americano Edmund Wilson quien analizó notablemente la huida existencial de Garin en la revolución, comparando el personaje de Malraux con René de Chateaubriand. Garin, "sombrío, torturado, rebelde solitario", busca en la revolución "lo que René buscaba en las selvas del Nuevo Mundo, aferrándose desesperadamente a su buró de propaganda como Byron se aferraba a su expedición a Grecia".12 Agradeciendo a Wilson por su crítica, Malraux no la cuestiona:

"Hay algo cierto en lo que Trotsky dice de Garin y en lo que usted mismo dice. Quizás habría que tomar en cuenta una cierta objetividad. Que este personaje sea marxista, por cierto que no. Quizás él esté equivocado, pero era así (...) Porque es muy cierto que el rol jugado en mis libros por la objetividad no es de primer orden, y que Los Conquistadores es una novela "expresionista" como, guardando las distancias, Cumbres Borrascosas o los (hermanos) Karamazov".13

Pero Malraux eligió responderle a Trotsky en un terreno político. En su artículo de abril de 1931 en la N. R. F. (Nouvelle Revue Française), afirma que en 1925 le era imposible al joven y débil partido comunista chino mantener una existencia autónoma. Por lo tanto, la fusión con el partido nacionalista burgués Kuomintang era necesaria. Según él, el rechazo a la fusión con el Kuomintang habría precipitado inútilmente la masacre de los comunistas chinos.

Trotsky fue visiblemente decepcionado por la respuesta de Malraux, que le parece "mucho más alejada del proletariado y de la revolución de lo que él lo está en su calidad de artista"14. Ya no piensa que la "inoculación de marxismo", que él había preconizado para Garin en su primer artículo, sea necesaria. La polémica con Trotsky, ciertamente marcó a Malraux y lo influenció.

Podemos preguntarnos en efecto, si de cierta forma Malraux, al escribir La Condición Humana, no quiso responderle a Trotsky así como a otras críticas, teniéndolas en cuenta sin por ello renunciar a la originalidad de su propia visión de las cosas.

Con La Condición Humana, Malraux alcanza no sólo un nivel artístico superior, sino que arriba también a una comprensión mayor de los problemas políticos de la revolución, como lo atestiguan la riqueza y la complejidad de la novela. Para escribir su libro, Malraux se sumergió en la abundante literatura política que trataba sobre la revolución china y extrajo materiales considerables que integró, según su famoso método de "transfiguración de lo real" que se inspira en Balzac. A la largo de los años que van de 1930 a 1933, se encuentra varias veces con militantes de la Liga Comunista, la organización francesa de la Oposición de Izquierda, lee su prensa, particularmente La Verité, que apoya financieramente cada tanto, y La lutte des classes, en la que pudo leer la carta abierta del viejo dirigente comunista chino Chen Duxiu, que será para él una importante fuente de información y que utilizará en La Condición humana. Entre las diferentes fuentes políticas de la novela que hemos descubierto, figura la obra de A. Neuberg L’Insurrection armée, aparecida en 193115. Neuberg es el seudónimo colectivo de un equipo de colaboradores oficiales de la Internacional Comunista. Varios capítulos están consagrados a las insurrecciones de Shangai y Cantón y fueron redactados por el Estado Mayor del Ejército Rojo, en el cual figuraba el famoso General Gallen, instructor en China de las tropas del Kuomintang. La mayoría de los redactores de la obra, igual que Tujachevski, se oponían, en realidad, a la línea oficial de la Internacional en China. El prefacio de los editores, por otra parte, cuestionaba esos capítulos, cuyo análisis no coincidía con la línea de la Internacional Comunista. Malraux encuentra en L’Insurrection armée una masa de informaciones técnicas e históricas sobre la insurrección de Shangai de marzo de 1927, pero también un análisis político de las razones de la derrota de la revolución china que confirma lo que él había podido leer en la prensa de la Oposición de Izquierda y en los escritos de Trotsky.

El mérito de haber sido el primero en demostrar, a través de un análisis estructural de los valores en La Condición Humana, la importancia de la "perspectiva trotskista" de la novela, corresponde a Lucien Goldmann.16 En el conflicto entre la comunidad revolucionaria de Shangai y los enviados de la Internacional, en la oposición entre "el valor trotskizante de la comunidad revolucionaria inmediata y el valor stalinista de la disciplina" se perfila la oposición, mucho más profunda entre la estrategia de la "revolución permanente" y la del "socialismo en un solo país". Pero, según nuestro parecer, Lucien Goldmann se equivocó cuando afirma que es imposible establecer con certeza que el autor de La Condición humana fue influenciado por su discusión con Trotsky y que, a fin de cuentas, pese a "la perspectiva trotskista" de la novela, la posición "conceptual" de Malraux, en el momento en que la escribió, no es trotskista, sino por el contrario "bastante cercana a las posiciones stalinistas".

Nos parece, sin embargo, que La Condición Humana, al igual que Los Conquistadores, no pueden ser reducidas a novelas de tesis políticas. Trotsky, por otra parte, comprendió correctamente que Malraux había desarrollado en La Condición Humana los grandes temas que jamás dejaron de preocuparle: "la vida y la muerte, el amor y el heroísmo, la individualidad y la sociedad". En una carta al editor norteamericano Clifton Fadiman, que le pregunta qué autor francés merece ser publicado en los Estados Unidos, Trotsky escribe a propósito de La Condición Humana:

"Es una novela de destinos humanos y de pasiones personales a la que la revolución le comunica la fuerza límite de tensión. El individualista y pesimista se eleva, a fin de cuentas, por sobre el individualismo y el pesimismo. Sólo un gran objetivo supra-individual, por el cual el hombre esté dispuesto a dar su vida, otorga un sentido a la existencia humana –tal es el significado último de la novela, que es extraña a la didáctica filosófica y que es, del comienzo al fin, una verdadera obra de arte".17

"El viejo de la montaña"

Según los testimonios que hemos recogido, parece que fue Trotsky quien, desde su llegada a Francia, hacia fines de julio de 1933, pidió que Malraux lo visitara. Trotsky estaba verdaderamente entusiasmado por La Condición Humana y transmitía a su entorno su admiración por el genio balzaciano del autor. Tenía la impresión de haber ganado a un artista para la causa de la Oposición de Izquierda. El 7 de agosto de 1933, Malraux llega por la tarde a la villa Les Embruns que "hervía de discípulos". Se impresiona al escuchar a estos últimos llamar familiarmente a Trotsky "el Viejo", que él traduce rápidamente en su espíritu por "el Viejo de la montaña" de la leyenda.18

Cuando, treinta y ocho años más tarde, Jean Vilar lo interroga sobre la impresión que en él causó el prestigioso dirigente de la Revolución de Octubre, Malraux responde:

"Considerable. Evidentemente, coincidía con su leyenda. Daba la impresión resplandeciente del genio. Hablaba muy bien el francés y tenía una elocuencia natural completamente independiente de la elocuencia política. Frente a él, uno estaba seguro de encontrarse frente a un gran espíritu." 19.

Malraux también se impresiona por el "rostro de águila" de Trotsky que, cuando reía, hacía aparecer un "rostro de niño". Malraux contó, a su manera, las largas conversaciones que se desarrollaron en la noche del 7 de agosto y durante el día del 8 de agosto. Precisó, por otra parte, que él no dio de estas largas conversaciones más que un informe parcial en su gran artículo aparecido en Marianne en abril de 1934. Se encuentran, en efecto, desparramadas en su obra y en las entrevistas, numerosas alusiones al legendario encuentro con "el deslumbrante fantasma de Saint-Palais". Alusiones y confidencias a veces fantasiosas, contradictorias o incluso cuestionables. No nos es posible dedicarnos aquí a una investigación minuciosa sobre un terreno tan minado. No es sorprendente que las entrevistas de Saint-Palais se refieran a los principales problemas que preocupan al escritor y que encuentran en Trotsky un eco excepcional: la creación artística, la cultura, la estrategia militar. Entre estas diferentes cuestiones, está la problemática fundamental de La Condición Humana de las relaciones entre individualismo y comunismo. Todo el desarrollo intelectual de Malraux en ese momento tiende hacia una superación dialéctica de esa antinomia. Malraux le hace decir a uno de sus personajes de Los Conquistadores que "el individualismo es una enfermedad burguesa".20

Trotsky, por su parte, había escrito en 1923 –pero Malraux muy seguramente lo ignora- que "la tragedia de nuestra época se manifiesta en el conflicto entre el individuo y la colectividad, o en el conflicto entre dos colectividades hostiles en el seno de una misma personalidad".21 Malraux le pregunta a Trotsky:

"Por lo tanto, ¿no le es imposible admitir la persistencia del individualismo en el comunismo; de un individualismo comunista tan diferente del individualismo burgués como, por ejemplo, este último lo era del individualismo cristiano?" 22

Trotsky no descarta la posibilidad de un "individualismo comunista", de una resolución dialéctica del conflicto, pero reconoce, al mismo tiempo, que los períodos difíciles que atraviesa la U.R.S.S., "los de los planes" son necesariamente desfavorables "a todo individualismo, incluso comunista". Interrogado por Malraux, Trotsky le confía que espera del comunismo la formación de un hombre nuevo. Para él, escribe Malraux, las "perspectivas del comunismo eran infinitas". Un año más tarde, en Moscú, Malraux declararía que creía en "el nacimiento próximo, no de un individualismo, sino de un humanismo soviético, análogo, pero evidentemente no similar, al de Grecia, Roma y el Renacimiento".23 Había, incuestionablemente, una gran imprudencia en estas afirmaciones, seis meses antes del affaire Kirov y de la siniestra cadena de ejecuciones que seguiría. Pero también había allí, ciertamente, algo de la convicción de Malraux extraída de la confianza de Trotsky.

El último gran tema abordado antes de separarse fue la muerte. En tanto que para el escritor, la muerte representa una fuerza trágica, metafísica, la del hombre enfrentado a su propio destino, Trotsky responde como materialista convencido. Jean Van Heijenoort, el secretario de Trotsky, brindó un escenario emocionante de estos últimos instantes:

"Por la tarde, antes de despedirse, Trotsky y Malraux partieron a pie hacia el campo. Los acompañé. Llegamos a un promontorio que dominaba el océano. El sol acababa de ponerse. Los gestos bruscos de Malraux se perfilaban sobre el cielo que se oscurecía. Trotsky tenía los gestos precisos, controlados, didácticos, de alguien que explica. Al pie del promontorio, el mar rompía en las rocas. El último tema de conversación fue la muerte. "Hay algo que el comunismo jamás podrá vencer, y es la muerte", dijo, en esencia, Malraux. Trotsky replicó: "Cuando un hombre ha cumplido la tarea que se dio, cuando ha hecho lo que quería hacer, la muerte es simple".24

Cuenta Van Heijenoort que luego de la partida de Malraux, Trotsky no le hizo a su entorno ningún comentario sobre sus conversaciones con el escritor. El secretario de Trotsky da como razón principal de esta actitud, la urgencia de las tareas políticas del giro operado por la Oposición hacia la construcción de una IV Internacional luego de la derrota del movimiento obrero alemán, en la que la política de Stalin tuvo una enorme responsabilidad. No es imposible pensar que Trotsky pudo haberse decepcionado por la actitud del escritor; como mínimo, se inquietó por su evolución política que lo acercaba más a la III Internacional que a la Oposición de Izquierda. Algunos meses después de la visita de Malraux, Trotsky ordena a uno de sus secretarios no revelarle su nueva dirección al escritor, a quien juzgaba como "asiduamente cortejado por el Partido Comunista Francés" y quien se preparaba para viajar a la URSS.

Sin embargo, en abril de 1934, cuando Trotsky es amenazado de expulsión por el gobierno francés, Malraux aporta, sin restricción alguna, su autoridad intelectual y su apoyo financiero al comité que se constituyó y que preside el escritor proletario Marc Bernard. El 4 de mayo, participa, en la sala Albouy en París, de un mitin contra la expulsión de Trotsky. Al lado de Pierre Frank, Gérard Rosenthal y Maurice Parijanine, pronuncia un discurso entusiasta que retoma las grandes líneas de su artículo aparecido algunos días antes en Marianne.

El arte es una conquista

Hasta 1934 Malraux quiere conciliar su admiración por Trotsky con su compromiso con el Partido Comunista Francés, al que considera más eficaz en su combate antifacista. No es sino en el curso del año 1935, luego de la aparición de Tiempo del desprecio y de la realización, en junio del mismo año en París, del Congreso internacional de Escritores por la defensa de la cultura, que toma claramente distancia, si no de Trotsky mismo, al menos de la Oposición de Izquierda. Durante su viaje a Moscú, de junio a septiembre de 1934, sus diferentes declaraciones revelan un independencia de pensamiento incuestionable en relación a las tesis oficiales de la Internacional Comunista, en particular de su concepción del arte. Sobre este punto, no hay ninguna duda de que Malraux se siente más cercano al análisis de Trotsky que a la nueva teoría del "realismo socialista" que sucedió a la orientación sectaria de la "literatura proletaria" de la Asociación de Escritores proletarios de Rusia, de la que Trotsky ya había denunciado sus métodos de progromos hacia los artistas y escritores verdaderamente creadores.

Malraux defiende, en el seno de la A.E.A.R., posiciones originales y muy personales que, sin ser idénticas a las de Trotsky, ofrecen sin embargo, similitudes notables y que merecen ser subrayadas. Creemos necesario recordar que en 1934, las teorías de Trotsky sobre el arte y la literatura son ampliamente poco conocidas, por no decir desconocidas y que su célebre obra, Literatura y Revolución, no sería traducida en Francia sino ¡treinta años más tarde, en 1964! Sólo algunos fragmentos aparecieron de forma dispersa en Clarté y en La Vérité. Breton, en el seno de la A.E.A.R. es, por entonces, el único que se inspiró en ella, no sin cierta prudencia, por otra parte. Pero Malraux tiene la ventaja de haber conversado largamente con el autor de Literatura y Revolución sobre la creación artística. Cuando Malraux declara que "el arte obedece a su lógica particular, tanto más imprevisible cuanto que descubrirla es precisamente la función del genio."25, está muy cerca de Trotsky, para quien la creación artística "obedece a sus propias leyes, aún cuando se ponga concientemente al servicio de un movimiento social".26 Para Malraux, concebir "una literatura como la aplicación de una doctrina, jamás corresponde a una realidad".27 Rechaza igualmente "la vieja quimera de un arte dirigido y sometido a las masas". ¿Cómo no pensar aquí en Trotsky, que combatió las tesis de los partidarios del arte proletario y denunció sus "métodos de laboratorio" separados del movimiento vivo de la creación artística? La creación artística no admite ninguna coacción y tiene necesidad de libertad. Pero, nos dice Malraux, la libertad que cuenta para el artista no es la libertad "de hacer cualquier cosa: es la libertad de hacer lo que quiere hacer"28. Aquí también es total el acuerdo entre Malraux y Trotsky, como lo sería igualmente más tarde con Breton, en Coyoacán.

Trotsky y Malraux tienen una visión común de la cultura y del proceso esencialmente dinámico de su apropiación por la humanidad a través de la historia. Cuando Malraux afirma en 1936, en Londres, que "la herencia cultural no se transmite, se conquista"29 se hace eco de las palabras de Trotsky que le había dicho en Saint-Palais que "la humanidad no abandona jamás lo que conquistó una vez". Para el escritor, el arte, como la cultura, es una conquista permanente para "transformar el destino en conciencia", es decir, nos repite Malraux, para "extender hasta los límites de los conocimientos humanos la naturaleza, en la que el hombre indaga para devenir más un hombre, la posibilidad infinita de las respuestas a sus cuestiones vitales".30 Para Malraux, "la asimilación de una herencia cultural es, en sí misma, un acto de creación":

"De la misma manera en que la sociedad burguesa retomó, modificándola por el sólo hecho de ser ella quien la retomaba, la herencia del pensamiento feudal, también el proletariado retoma, modificándola, la herencia cultural del pasado. Una obra de arte no es una piedra, es un grano que cambia según el terreno en donde se lo haga germinar.

Pero se puede ayudar a la germinación." 31

Aquí, el pensamiento del artista, expresado de forma poética, coincide sorprendentemente con el del gran teórico marxista:

"Para explicar más concretamente la idea de ‘período de edificación cultural’ en el desarrollo de la clase obrera, consideremos la sucesión histórica no de las clases, sino de las generaciones. Decir que toman la sucesión unas de otras (...) significa que cada una agrega su acumulación a lo que la cultura acumuló hasta entonces. Pero antes de poder hacerlo, cada nueva generación debe atravesar un período de aprendizaje. Se apropia de la cultura existente y la transforma a su manera, volviéndola más o menos diferente de la de la generación precedente. Esta apropiación no es aún creadora, es decir, creación de nuevos valores culturales, sino solamente una premisa para ésta. (...) Recordemos una vez más que la capa superior, burguesa, del Tercer Estado, hizo su aprendizaje bajo el techo de la sociedad feudal; que incluso en su seno, había superado, desde el punto de vista cultural, a las viejas castas dirigentes y que se había transformado en el motor de la cultura antes de acceder al poder. Es completamente distinto en lo que concierne al proletariado ruso en particular: fue forzado a tomar el poder antes de haberse apropiado los elementos fundamentales de la cultura burguesa por la violencia revolucionaria, precisamente porque esa sociedad le bloqueaba el acceso a la cultura".32

Al término de esta demostración, uno puede preguntarse por qué una convergencia tal de visiones entre los dos hombres no terminó concretamente en la redacción de un manifiesto como sería el caso, más tarde, al término del encuentro entre Trotsky y Breton en México. Para esta pregunta hay varias respuestas posibles. La situación política del año 1933, en el que se perfilan las premisas de la explosión revolucionaria de 1936 en Francia y en España, no se parece en nada al año 1938, muy negro, que desemboca en Munich. En 1933 no se imponía la necesidad de un manifiesto y de un reagrupamiento de los intelectuales para defender la independencia del arte. El fascismo sólo estaba en los comienzos de la liquidación del movimiento obrero en Alemania y de la caza del "arte degenerado". Pero sobre todo, un año antes del affaire Kirov, Malraux y Trotsky sólo tenían una débil idea del aplastamiento burocrático del arte en la URSS, y un conocimiento incompleto de las persecuciones a los escritores y artistas que se negaban a plegarse al arte oficial. Pero hay posiblemente otra razón: puede que Trotsky no haya sentido en el escritor una acuerdo suficientemente profundo sobre las cuestiones políticas esenciales, como para ir más allá de un intercambio circunstancial de puntos de vista. Las concepciones filosóficas de Malraux estaban, sin duda, demasiado alejadas, a los ojos de Trotsky, del materialismo dialéctico del que Breton, por su parte, se reclamaba abiertamente, lo que favorecería mucho el acuerdo excepcional, en julio de 1938 en Coyoacán. No hay ninguna duda de que Trotsky sintió un cierto malestar frente a la búsqueda metafísica de Malraux, como lo revela justamente esta carta que él le escribió a Breton:

" Seguí no sin interés sus primeros pasos literarios. Ya había en él, en ese momento, un fuerte elemento de pose y de afectación. Bastante frecuentemente uno se sentía incómodo frente a su búsqueda, pretensiosamente fría, de heroísmo en el prójimo. Pero era imposible negar que tenía talento".33

Leyenda e Historia

Se puede comprender fácilmente la incomodidad de Trotsky frente a las búsquedas de Malraux, que se sitúan en un terreno más próximo a Dostoievsky y Nietzsche que a Marx. Malraux es, ante todo, un escritor que considera que "el héroe de la historia es el hermano del héroe de la novela".34 Quiere situarse a la vez en la leyenda y en la historia, no sin cierta ambivalencia, como él mismo lo subrayó. De hecho, la concepción de la historia en Malraux toma sus fuentes a la vez de Marx y de Nietzsche, con una inclinación incuestionable hacia este último, que es "el más grande irracionalista de su tiempo", como precisa a Jean Vilar. Lo irracional y la subjetividad alimentan la leyenda e intervienen bastante poco en la Historia, regida por el determinismo.

Tanto el historiador como el artista se encuentran ubicados frente a la necesidad de una reconstrucción de lo real; pero, para Trotsky, el historiador marxista debe considerar a la historia como una ciencia de las leyes objetivas de las relaciones humanas, debe esforzarse por descubrir el "determinismo social" de los acontecimientos históricos. La historia no es un campo cerrado en el que se miden los documentos o las reglas de la moral; la historia es una ciencia "no menos objetiva que la fisiología".35 Malraux, por el contrario, desconfía de los determinismo sociales, jamás aceptó verdaderamente, en el fondo, la teoría marxista de la lucha de clases y del materialismo histórico, que sigue siendo, en parte, desconocida para él. Para Malraux, la historia está desprovista de sentido a priori : "No somos hombres sino por el pensamiento; no pensamos más que aquello que la historia nos deja pensar, y, sin duda, ella no tiene sentido"36, escribe Malraux. Malraux no es marxista, aún si es admirador de Trotsky como historiador de la Revolución Rusa, la historia no explica el absurdo y la muerte que fascinan a los personajes de Malraux, los Garin, Hong, Chen y Kyo.

En tanto que para Trotsky la historia de la revolución es en principio la historia "de la irrupción violenta de las masas en el gobierno de sus propios destinos", para el novelista, la revolución es vivida como un acontecimiento trágico del destino del hombre, que le da la posibilidad de superar lo absurdo de su condición y de alcanzar la dignidad. Es, sin duda, la razón por la que subestima la realidad de las contradicciones en la revolución, que se refractan en el pensamiento de los individuos y en la acción de los partidos. A este respecto, es significativo ver a Malraux esforzándose en creer que la revolución es una e indivisible, pese a lo que sabe de la Revolución China. En Marianne, escribe a propósito de las masas soviéticas: "Pese a todo lo que se diga, se imprima, se grite, la Revolución Rusa es, para ellas, un bloque"37 Malraux elige la Leyenda y no la realidad de la historia. Trotsky, sobre este punto, piensa exactamente lo contrario. Malraux pudo leer en el prólogo de la Historia de la Revolución Rusa, la frase de Trotsky:

"El tan citado dicho de Clemenceau de que las revoluciones hay que tomarlas o desecharlas ‘en bloque’ es, en el mejor de los casos, un ingenioso subterfugio: ¿cómo es posible abrazar o repudiar como un todo orgánico aquello que tiene su escencia en la escisión?".38

Tenemos, probablemente, en esta concepción, una explicación de la elección que Malraux hará en España y de su encarnizamiento en hacer callar las divergencias en el campo republicano para hacer triunfar, no la revolución, sino la victoria militar sobre Franco.

La ruptura

El drama español y las ejecuciones sangrientas de los juicios de Moscú, que encuentran su prolongación en la misma España, son los que estarán en el origen de la ruptura definitiva entre Trotsky y Malraux. Desgraciadamente, no nos es posible analizar aquí cuál fue la actitud política de Malraux en España. Dejaremos igualmente de lado el análisis de La Esperanza que, sin duda, brinda las claves esenciales de esta actitud. Nos contentaremos con resumir brevemente el escenario de la ruptura y qué era lo que estaba en juego. Más que su apoyo a la política del Frente Popular español es su actitud frente a los juicios de Moscú la que será la causa de la violenta polémica que opone a Malraux y Trotsky en 1937.

El 2 de septiembre de 1936, algunos días después del primer juicio Kamenev-Zinoviev, León Sedov, el hijo de Trotsky, se dirige al escritor:

"Querido camarada Malraux:
El juicio de Moscú y las ejecuciones que lo siguieron son uno de los más grandes crímenes cometidos en la historia.
¿Es posible que un hombre como Malraux se calle?" 39

Malraux no responderá al llamamiento urgente de Sedov, como así tampoco al del Comité por la investigación de los juicios de Moscú que había sido constituido a principios de octubre por Marguerite Rosmer y Marcel Martinet y al que se unieron Jean Giono, Victor Marguerite y André Breton. Pero luego del segundo juicio Radek- Piatakov, en enero de 1937, Trotsky necesita con urgencia el testimonio de Malraux para desmontar las falsas acusaciones y las artimañas de la GPU, particularmente su pretendido encuentro con Vladimir Romm en julio de 1933 en Bois de Boulogne, cuando en realidad él se encontraba en Royan. Pero en el momento en que se organiza, con increíbles dificultades, una comisión internacional de investigación encargada de escuchar a Trotsky, y que presidiría el viejo filósofo norteamericano John Dewey, Malraux viaja a los Estados Unidos para una gira de propaganda en favor del gobierno republicano español. La entrevista que Malraux le otorga al diario mexicano El Nacional desencadena las hostilidades con Trotsky. Presionado por el periodista para que de su opinión sobre Trotsky, el trotskismo en la URSS y los juicios de Moscú, Malraux declara que hay que hacer una diferencia entre Trotsky, el trotskismo y los trotskistas, en función de los distintos países. En cuanto a la pregunta sobre los juicios, responde que en España "se juega el destino de la humanidad" y que se deben dejar de lado "las cuestiones teóricas" para consagrarse únicamente a la defensa del pueblo español. Es "casi criminal", continúa Malraux, "perder horas y meses enteros especulando sobre cosas que pueden esperar (...) porque es urgente dar la vida por España, mientras la sangre de sus hijos es derramada, por una lucha titánica contra las fuerzas más bárbaras y más inhumanas".40

En febrero de 1937, Nueva York se transformó en el centro donde se enfrentaban partidarios y adversarios de la Comisión internacional de investigación. Trotsky creía que Malraux tenía un rol que jugar. Probablemente lo haya sobrestimado. Trotsky está indignado por la entrevista aparecida en El Nacional. Acusa a Malraux de "llevar adelante una campaña de defensa del trabajo judicial de Stalin-Vichinsky".41 El conflicto se envenena luego de la respuesta del escritor, que asimilaba los juicios al "drama personal" de Trotsky. La indignación de este último llega a su colmo: para él, estaba claro que la misión de Malraux en los Estados Unidos consistía en "desviar a la opinión pública de las imposturas y los asesinatos gigantescos, hacia otras tareas".42

En la oscura tragedia que se desarrollaba en España y en la URSS, en medio de las fuerzas contrarias de la revolución y la contrarrevolución que trituraban despiadadamente a los hombres, la leyenda y la historia ya no podían llevarse bien. Había que elegir una trinchera. De allí en más, sus caminos se separan para siempre, aún si el autor de Antimemorias guarda para el viejo revolucionario, para el "Viejo de la montaña", un lugar en su Panteón imaginario.

NOTAS
* El texto de Gérard Roche que publicamos es una intervención pronunciada en los Rencontres internationnales André Malraux, que se llevaron a cabo en Angers del 6 al 10 de noviembre de 1986.
1- Edmund Wilson, The Fifties, Farrar, Strauss y Girou, 1986. Extracto aparecido en Le Magazine littéraire, Nº 234, octubre de 1986, p. 26.
2- Trotsky, Littérature et Révolution, U.G.E., pág. 276.
3- A. Malraux, "Trotsky", Marianne, 25 de abril de 1934.
4- Roger Stéphane, André Malraux, entretiens et précisions, Gallimard, 1984, pp. 157-158.
5- Malraux a Pierre Galante, en Pierre Galante, Malraux, Le Cercle du Nouveau Livre, 1971, p. 46.
6- Trotsky, "La Révolution étranglée", 9 de febrero de 1931.
7- Ibidem.
8- A. Malraux, "Réponse a Trotsky", N.R.F., abril de 1933.
9- A. Habaru, "A. Malraux nous parle de son oeuvre", Le Monde, 28 de octubre de 1931.
10- Les Conquérants, Gallimard, colección de la Pléiade, p. 148.
11- "La question des Conquérants", intervención de Malraux en el debate organizado por l’Union pour la Vérité, el 8 de junio de 1929, en "André Malraux", Cahiers de l’Herne, 1982, p. 34.
12- Edmund Wilson, "A. Malraux", The New Republic, 9 de agosto de 1933, citado en The Shores of lights, Nueva York, 1979, pp. 566-572.
13- André Malraux a Edmund Wilson, el 2 de octubre de 1933, Ibidem, pp. 573-574.
14- Trotsky, "De la révolution étranglée et de ses étrangleurs. Réponse à M. Malraux", 12 de junio de 1931.
15- Gérard Roche, "Malraux, Trotsky et la révolution chinoise. Les thèses de l’Opposition de gauche dans La Condition humaine", Cahiers Léon Trotsky Nº 15, septiembre de 1983, pp. 40-70.
16- Lucien Goldmann, Pour une sociologie du roman, Gallimard, 1964.
17- Trotsky a Clifton Fadiman, el 9 de noviembre de 1933, en Trotsky, OEuvres, 3, Publicación del Instituto León Trotsky, pp. 43-44.
18- A. Malraux, Antimémoires, Folio, Gallimard, p. 439.
19- Jean Vilar, "Un entretien avec A. Malraux", Magazine littéraire Nº 54, julio-agosto de 1971.
20- Les Conquérants, p. 150.
21- Trotsky, Littérature et révolution, p. 278.
22- Malraux, "Trotsky", op. cit.
23- Malraux, "Déclaration à des journalistes russes", agosto de 1934, en "Malraux", Cahiers de l’Herne, p. 286.
24- Jean Van Heijenoort, Sept ans auprès de Léon Trotsky, Les Lettres Nouvelles, 1978, p. 81.
25- A. Malraux, "Sur l’héritage culturel", discurso pronunciado en Londres, el 21 de junio de 1936, Commune Nº 37, septiembre de 1936.
26-Trotsky, "L’art et la révolution", carta a Partisan Review, 17 de junio de 1938, OEuvres, 18, I.L.T., pp. 93.
27- Malraux, "Discours de compte-rendu du Congrès des Ecrivains soviétiques", 23 de octubre de 1934, Cahiers de l’Herne, pp. 289-293.
28- Ibidem.
29- "Sur l’héritage cultural", op. cit.
30- Ibidem.
31- A. Malraux, "L’art n’est pas une pierre", entrevista con los periodistas soviéticos, agosto de 1934, Cahiers de l’Herme, p. 287.
32- Trotsky, Littérature et révolution, pp. 225-226.
33- Trotsky a Breton, 22 de diciembre de 1938, Clé Nº 2, enero de 1939. Carta citada en una nueva versión en : Trotsky, OEuvres, 19, pp. 279-281.
34- Malraux, La corde et les souris, Gallimard, Folio, p. 176.
35- Trotsky, "Qu’est-ce que l’objectivité historique", 15 de julio de 1933, OEuvres, 3, I.L.T., p. 101.
36- Malraux, Les Noyers de l’Altenburg, p. 141.
37- Malraux, "Trotsky", op. cit.
38- Trotsky, "Historia de la Revolución Rusa", Prólogo, Tomo I, p. 28, Sarpe 1985.
39- Archivos del Instituto León Trotsky.40- El Nacional, 1º de Marzo de 1937.41- Trotsky, "A. Malraux, les procès de Moscou et la Révolution Espagnole", 8 de Marzo de 1937, OEuvres, 13, pp. 49-51.
42- Trotsky, "Quelques questions conrètes à M. Malraux", 13 de marzo de 1937, Ibidem, pp. 74-77.