Argentina: El movimiento piquetero
Entre la lucha de clases y la institucionalización
02/08/2005
El movimiento piquetero es el fenómeno de mayor repercusión pública y está en el centro del debate de la Argentina actual, donde una monumental campaña “antipiquetera” se ha motorizado desde los medios de comunicación, el gobierno, el establishment y los políticos de la burguesía, demonizando la organización de los trabajadores desocupados y llamando a “restaurar” el orden en las calles [1].
Este movimiento se inscribe dentro de un cambio en la subjetividad de un sector de la clase trabajadora junto al movimiento de ocupación de empresas, que tuvo su punto más alto a lo largo del 2002 y cuyos símbolos fueron la textil Brukman y la cerámica neuquina Zanon. Este último fenómeno -al poner en el centro el cuestionamiento a la propiedad privada y a la legalidad burguesa, prefigurando una respuesta obrera autónoma a la destrucción de fuerzas productivas y la bancarrota capitalista- constituye el proceso social más profundo de la lucha de clases.
El movimiento piquetero, por su parte, es una representación política y social de los sectores desempleados que se pusieron en marcha ante la gravedad de la crisis capitalista. Su origen se remonta a la segunda mitad de los ’90 y fue la respuesta, que en el terreno de la lucha de clases y de la organización social, dio un sector de la clase trabajadora -expulsada de la fuerza de trabajo- ante el enorme crecimiento de la pobreza y del desempleo masivo que tiñó el mapa social de la Argentina al ritmo de las políticas neoliberales y la entrega de los recursos nacionales del gobierno peronista de Carlos Menem. Este movimiento es una creación -en cierto sentido inédita- que reconoce pocos antecedentes en la historia de lucha de los explotados a escala internacional. Tanto el fenómeno de las fábricas ocupadas, como el de los trabajadores desocupados y el de las asambleas populares, han sido seguidos y estudiados por analistas, intelectuales y militantes de diversos lugares del mundo.
Para comprender la situación actual de la Argentina y la persistencia del movimiento piquetero, hay que tener presente el hecho de que las demandas del movimiento de diciembre 2001 -pan, trabajo, que se vayan todos- no han sido satisfechas, ni podrán serlo bajo los marcos del actual régimen político y mientras subsista el capitalismo semicolonial argentino. La rebelión de 2001 dejó sus tareas pendientes. En aquel entonces, la inmovilidad de la clase obrera ocupada -atenazada entre el terror a la desocupación y la política de la burocracia sindical- conspiró para que la naciente alianza del “piquete y cacerola” diera lugar a una poderosa fuerza social, que hegemonizada por la clase obrera, fuera capaz de avanzar en un camino que llevara a la derrota de la burguesía y la victoria de las clases explotadas.
El movimiento piquetero logró mantener relativamente su incidencia como expresión política y reivindicativa de una fracción minoritaria de los trabajadores desocupados, en un cuadro donde las viejas lealtades peronistas entre los pobres y la clase trabajadora entraron en cuestión. Los sectores llamados “duros” -orientados por agrupaciones de izquierda- constituyen una fuerza de oposición al gobierno, con proyección pública, como consecuencia de la persistencia de la crisis de representación política y de hegemonía, porque la mayoría de los viejos partidos del régimen democrático burgués están hechos trizas, a excepción del peronismo, que subsistió al costo de enormes tensiones en su seno. De esta debilidad del régimen señalada viene la sobredimensión del movimiento piquetero como oposición política, y no -como creen partidos como el PO- porque los piqueteros sean una fuerza hegemónica llamada a superar al peronismo. Si no es como parte de un proceso del conjunto del proletariado que ponga en movimiento a la base social histórica del peronismo, sobre todo en el estratégico centro de los cordones del Gran Buenos Aires que rodean a la Capital Federal, el fracaso de esta perspectiva es altamente probable, por no decir seguro.
La situación política abierta durante el gobierno de Kirchner, significó para los movimientos de lucha, una crisis y un retroceso que se expresó en la cooptación e integración por el gobierno de un sector de los dirigentes de los movimientos sociales, entre ellos del piquetero, la fragmentación de las organizaciones combativas que quedaron en la oposición y la ruptura de la alianza social del “piquete y cacerola” forjada luego de la rebelión popular y bajo el gobierno de Duhalde. El kirchnerismo actuó como una fuerza legitimante del orden burgués dirigiendo sus esfuerzos a lograr la pasivización del proceso social y la restauración de la autoridad estatal con el objetivo de recomponer a las instituciones del viejo régimen. El llamado estilo K y el proyecto de la transversalidad con el que Kirchner -como fracción pequeñoburguesa conservadora de un partido burgués- intentó presentarse como representante de la renovación de la vieja política, tomó impulso y generó simpatías en la población. No es el objetivo de este artículo hacer un análisis de este fenómeno, pero no está de más decir que la retórica que le ha dado popularidad al presidente no tiene asidero en la realidad: su política viene siendo sostenida por la gran patronal y el imperialismo ya que a unos les garantiza “buenos negocios” y a otros el “honrar la deuda externa”, saliendo del default o -junto a Lula- el envío de tropas a Haití y el sostenimiento de la estabilidad “democrática” del Cono Sur latinoamericano, como en el caso de Bolivia apoyando, al gobierno de Mesa. Por último, recientemente asistimos al abandono de la “transversalidad” a favor de fortalecer la alianza con el viejo PJ.
En este marco, la organización de los trabajadores desocupados se encuentra en una encerrona. El movimiento piquetero está aislado y acosado por la política de desgaste -y el creciente tono represivo- del gobierno, y con una creciente pérdida de su “legitimidad” pública debido al giro a la derecha general de la “opinión pública” de las clases medias al calor del llamado “efecto Blumberg” [2].
La política de las direcciones del movimiento piquetero colabora para el debilitamiento del mismo. El ala derecha del movimiento se ha pasado directamente al oficialismo (Federación de Tierra y Vivienda-CTA y Movimiento Barrios de Pie). El ala izquierda sufre diversos fraccionamientos en la mayoría de sus agrupamientos y se encuentra sometida a la presión de las redes asistenciales del clientelismo estatal. Sin embargo, existe una tendencia incipiente a la reaparición de la clase obrera ocupada en la lucha de clases, así como signos de vitalidad de los trabajadores desocupados, en los “márgenes” del país: la valiente toma de la planta petrolera Termap en Caleta Olivia donde los desocupados conquistaron puestos de trabajo por $800 es un ejemplo de la potencia que mantiene este movimiento cuando rompe los límites que se le han impuesto y toma medidas radicales de enfrentamiento a la propiedad y de reivindicación de la lucha por el trabajo.
Desde el punto de vista del movimiento obrero ocupado, alentado por una relativa reactivación en la producción y una leve caída del desempleo, tiende a salir a la lucha por recuperar parte de los niveles salariales perdidos. En este sentido se vienen sucediendo una serie de conflictos como el de los estatales y los docentes en las provincias, así como es de destacar el peso que ha cobrado en el escenario político la reunificación de la CGT, la discusión sobre el Consejo del Salario convocado por el gobierno que expresan los movimientos preparatorios del poder político y la burocracia sindical ante la posibilidad de un incremento aún mayor de la lucha obrera. A modo de ejemplo, queremos destacar la lucha de los obreros de Aceros Zapla en Jujuy, que acaba de conquistar la mayoría de sus reivindicaciones. A su vez, sectores del movimiento obrero comienzan a fisonomizar una nueva vanguardia y direcciones más combativas. Para señalar cuatro casos emblemáticos tomemos, en primer lugar, el ejemplo de los trabajadores del subterráneo que con su cuerpo de delegados a la cabeza impusieron a la patronal y a la burocracia sindical moyanista, la jornada de 6 horas e impulsan una campaña para nacionalizar esta conquista; los mineros de Río Turbio que después de ser víctimas de una tragedia que se cobró la vida de 14 compañeros, expulsaron en una asamblea a la directiva de ATE y conformaron una Comisión Provisoria encabezada por dirigentes y activistas más combativos; los obreros del Astillero Río Santiago, una de las fábricas más grandes del país, que acaban de ganar la junta interna en una lista formada por los delegados de sección votados en asamblea [3]. Por último en el Sindicato de la Alimentación se ha conformado una lista antiburocrática que agrupa a más de un centenar de delegados y activistas de las principales fábricas alimenticias -Terrabusi, Pepsico, Stani, Bagley y Felfort-. La recuperación de la clase obrera ocupada abre la posibilidad para el movimiento piquetero de revitalizarse orientándose hacia las luchas de los trabajadores.
Desde el PTS venimos planteando que el movimiento piquetero opositor debe superar la fragmentación actual que sólo favorece al gobierno. Esto no significa suprimir las diferencias en una unidad formal sino más bien alentar la democracia obrera en el seno de una organización común, con libertad de tendencias y debates públicos. Articulado en un movimiento único independiente del gobierno, con un programa que constituya un pliego de reivindicaciones de los desocupados, exija un subsidio de desempleo sin contraprestación laboral, impulse la lucha efectiva por trabajo para todos y busque el camino de la confluencia con los trabajadores ocupados, el movimiento piquetero podrá presentarse como una fuerza que lejos de buscar el amparo clientelar -tal como lo acusa la burguesía- pretende abrirse paso en la lucha por sus reivindicaciones y por la unidad de la clase obrera en la lucha contra la patronal y el gobierno.
Los trabajadores desocupados destacaron políticamente a diversas organizaciones reformistas, autonomistas y de la izquierda que se reclama trotskista y populista [4], que se han transformado en sus referentes gestionando los planes de empleo, la ayuda alimentaria y los créditos para microemprendimientos del estado, movilizando a los desempleados en su demanda y por diversas reivindicaciones sociales y políticas, que los han colocado en diversas oportunidades en el centro de la escena. En general, la política de los agrupamientos que actúan en el movimiento ha privilegiado su propio control sobre los distintos sectores de base que representan y su papel de mediadores necesarios al momento de conseguir los planes y la ayuda asistencial, para conformar colaterales de sus corrientes, por sobre una política unitaria forjada en base a la democracia obrera, la lucha por un programa común y la conquista de la unidad de clase.
En este artículo, nos interesa señalar las tareas que los revolucionarios y los luchadores tienen planteadas para avanzar en la lucha de clases contra el capital, el gobierno y el imperialismo. Somos una corriente militante de la clase obrera que es parte de los procesos más profundos que han destacado los trabajadores, como en Zanon y en Brukman. Luchamos codo a codo enfrentando la represión con nuestros hermanos de clase, los piqueteros. Así lo hicimos en el Puente Pueyrredon, el 26 de junio de 2002, cuando cayeron asesinados los compañeros Darío Santillán y Maximiliano Kostequi. Desde la Coordinadora del Alto Valle en Neuquén -con los compañeros ceramistas- luchando junto al Movimiento de Trabajadores Desocupados de esa provincia contra los carneros que intentaban quebrar la lucha de los obreros de Zanon; o cuando en noviembre de 2003 enfrentamos la salvaje represión al MTD. Lo mismo hicimos en Brukman, donde intentamos recuperar la fábrica de las manos de la policía. Pero no sólo hemos puesto el cuerpo. Fuimos la organización que más consecuentemente impulsó la coordinación entre trabajadores ocupados y desocupados. No solamente la Coordinadora del Alto Valle, que al día de hoy es la única organización unitaria permanente que se reúne en forma cotidiana [5], sino también actualmente junto a la FTC Mesa Nacional, impulsando acciones comunes sobre los ferrocarriles en apoyo al activismo perseguido y reclamando puestos de trabajo para los desocupados, así como lo hicimos en el Astillero Río Santiago exigiendo la implementación de una escuela de oficios para los compañeros desocupados, así como puestos de trabajo genuinos; o durante el conflicto de Brukman tratando de conformar una coordinación de las asambleas populares, el activismo obrero y los movimientos piqueteros. Con la FTC-Mesa Nacional coincidimos además en la necesidad de impulsar un movimiento único de desocupados con libertad de tendencias.
Como parte de nuestros principios de clase, hemos defendido frente al estado burgués al compañero Horacio Panario dirigente de los desocupados neuquinos en 1996 realizando una enorme campaña nacional e internacional y nuestros compañeros abogados en el Centro de Profesionales por los Derechos Humanos (CeProDH) fueron los defensores legales de Raúl Castells cuando estuvo preso. La lucha por la unidad de la clase obrera y la constitución de organizaciones comunes autodeterminadas es nuestro norte estratégico. Hemos planteado, a lo largo de toda la historia del movimiento piquetero, diversas políticas para que su lucha trascendiera, y actualmente para reorganizar sus fuerzas.
En este artículo, intentaremos expresar las definiciones más generales de la lucha de los trabajadores desocupados y el movimiento piquetero [6], señalar sus distintas etapas, sus potencialidades y sus límites, así como polemizar con una forma de interpretar al movimiento piquetero desde la concepción de los “movimientos sociales” característicos del pensamiento “progresista”, y con corrientes que -como el Partido Obrero- han hecho del “piqueterismo” una especie de ideología que justifica su forma de acción política y su relación con el estado burgués, demostrando escepticismo en la posibilidad de conquistar para una política revolucionaria a los batallones centrales de la clase obrera ocupada.
El trabajo y la pobreza en el centro
El movimiento piquetero puso en el centro de la atención política el problema del trabajo y la pobreza. Los levantamientos provinciales de Cutral Có, Jujuy y General Mosconi enarbolaron la consigna de trabajo para todos apuntando de esa manera contra una de las consecuencias derivadas del proceso de acumulación capitalista que acompañaron la liquidación de las conquistas obreras y la relativa estabilidad laboral que caracterizaba la fuerza de trabajo en la Argentina. Desde el punto de vista estructural, el desempleo y la pobreza masivos son un fenómeno relativamente nuevo, producto del entreguismo de las clases dominantes nativas y sus partidos frente a la penetración imperialista, del desguace y privatización de las empresas públicas, de la flexibilización del empleo y la apertura indiscriminada de los mercados que llevó a la destrucción de gran parte de las fuerzas productivas nacionales y al encumbramiento de las camarillas capitalistas más ligadas al capital financiero internacional y a las transnacionales.
El capitalismo semicolonial argentino de los ’90 configuró una nueva realidad de pobreza y desempleo para la clase trabajadora y los sectores populares mientras que la burguesía, sus representantes políticos y los sectores acomodados de las clases medias disfrutaron de lo que se dio en llamar la “fiesta menemista”, al calor de la convertibilidad de la moneda. Como indicaba el economista Claudio Lozano de la CTA en un estudio fechado en 2001 “la magnitud de la crisis provocada por los efectos del ciclo largo de vigencia neoliberal en la Argentina, baste con señalar que este país tenía en 1975 unos 22 millones de habitantes y 2 millones de pobres, mientras que hoy con 37 millones de habitantes se cuentan 14 millones de pobres. Es decir, que de los 15 millones que explican el incremento poblacional del último cuarto de siglo, 12 millones cayeron bajo la línea de la pobreza, dato que permite mensurar el carácter de la involución y regresividad social vigente” [7]. El origen del movimiento piquetero y posteriormente su extensión nacional, es paralelo a esta situación descripta.
Los cambios ocurridos tras la devaluación del 2002 transfiguraron el reparto de la renta en beneficio del capital agroexportador e industrial, que desplazó en cierta medida de su posición predominante al establishment financiero, particularmente a las empresas de los servicios públicos privatizados (aunque no estructuró una nueva hegemonía burguesa). Pero esta novedad no hizo más que agravar el panorama de pobreza extendido, que abarca a más de la mitad de la población.
Para tener una idea de esta situación, el estatal Instituto Nacional de Estadística y Censos reconoce el enorme crecimiento de la pobreza y la desigualdad del ingreso. A mediados de julio dio a conocer los datos sobre los ingresos de los asalariados y la situación del empleo. Cerca del 50% de los que tienen trabajo están en negro. En la década del ’80 era del 25% y a fines de los ’90 trepó a un cercano 40%. Otro dato aclara que el ingreso promedio de los trabajadores -$ 603 (U$S 200)- es un 18% inferior al costo de la canasta básica valuada en $ 723 (U$S 241). Esto es lo que explica la pobreza de más de la mitad de la población, con o sin empleo. Peor aún es el panorama si se hila más fino. Los que están en negro ganan $ 408 (U$S 136) promedio, un 54% menos que el que está en blanco. El 40% de los ocupados gana menos de $ 350 (U$S 116); otro 30%, entre $ 351 y $ 640 (U$S 213); otro 20%, entre $ 641 y $ 1.200 (U$S 400) y el 10% restante, entre $ 1.200 y $ 27.500 (U$S 9166), está por encima de esa cifra. En consecuencia, en un polo, el 10% más rico de la población se lleva casi el 40% de la renta nacional. Mientras que por su parte 5,7 millones de personas subsisten con $ 1,50 (0,50 ctvs. de dólar) al día.
En los marcos de los cambios sucedidos desde la década anterior en el país burgués, los levantamientos provinciales que protagonizaron los primeros destacamentos piqueteros por trabajo para todos señalaron una dinámica objetivamente revolucionaria por su enfrentamiento violento a las fuerzas de represión del estado constituyendo actos de guerra civil [8] en los “márgenes” del país, y porque dicha demanda apuntaba a impugnar la política implementada desde el estado burgués en beneficio de la penetración imperialista y la rapacidad capitalista, la destrucción de fuerzas productivas por parte del capital, las privatizaciones que habían dejado un tendal de desocupados y a plantear una causa común de la clase obrera argentina.
Clientelismo
El clientelismo político que predomina hoy en la Argentina no tiene que ver sólo con las formas clásicas de asistencia social y de intercambio de favores por lealtades políticas sino que se identifica esencialmente con la distribución masiva de ayuda alimentaria y los llamados planes de empleo. Estos últimos fueron la respuesta que desde el peronismo en el poder se articuló en la segunda mitad de los ’90 ante el desarrollo creciente de la pobreza y el temor de que se repita un estallido social como el que en 1989 obligó a la renuncia del gobierno de Raúl Alfonsín. Según Maristella Svampa, estos planes se desarrollaron “En ausencia de estrategias de creación masiva de ocupación formal y bajo el eufemismo de ‘políticas activas de empleo’, los gobiernos argentinos de la segunda mitad de los ‘90 lanzaron una serie de programas de emergencia ocupacional -que contemplaban la entrega de subsidios monetarios a cambio de trabajo en proyectos de interés público o social- destinados a contener, al menos parcialmente, a aquellos que quedaban excluidos del mercado de trabajo. Los sucesivos Planes Trabajar (I, II y III, del estado nacional) y Barrios Bonaerenses (de la provincia de Buenos Aires), como los actuales Planes Jefas y Jefes de Hogar han sido instrumentos característicos de estas estrategias” [9]. Previamente a que los planes de empleo se transformaran en uno de los puntales de la política social del estado burgués, el reparto de alimentos ya era la forma más corriente de asistencialismo junto al empleo estatal masivo en algunas provincias del interior. El duhaldismo cimentó -en parte- su aparato con la extensión de un sistema de reparto de ayuda por manzanas que era llevado a cabo por las llamadas “manzaneras” [10]. De esta manera el peronismo garantizaba una especie de “paz social” en una zona que de ser ganada por la lucha de clases puede aunar en un movimiento único -la pobreza como fermento revolucionario y la fuerza social de la clase obrera- a todos los explotados.
Los distintos planes asistenciales fueron -y son- mecanismos de contención de los desocupados y los pobres y origen de una nueva configuración de la estructura interna del PJ, que daba un peso cada vez mayor a los caciques territoriales, por sobre sus “formas históricas” de integración de la clase trabajadora al estado burgués. Esta se realizaba a través del control de los sindicatos y de una burocracia sindical, que actuaba como correa de transmisión de la ideología peronista de conciliación de clases y de identificación del interés popular y la causa de la nación con el estado capitalista.
El peronismo se transformó cada vez más en un partido que complementaba las formas clásicas de relación con las masas obreras con la clientelización política para mantener cautivos no sólo a los trabajadores ocupados sino también a los desocupados y a los pobres urbanos. Como señala Javier Auyero “el clientelismo es construido desde el peronismo, se sobreimpone a él, y éste es imbuido por una nueva táctica de poder. Las unidades básicas son los sitios donde esta convergencia entre peronismo y ‘política clientelar’ toma forma; son el soporte organizacional de este proceso” [11].
La política estatal tuvo distintos vaivenes frente a los planes de empleo y la asistencia alimentaria, hasta que las jornadas revolucionarias de diciembre de 2001 y la masacre del Puente Pueyrredon obligaron al gobierno de Duhalde a montar un plan social inédito en América Latina, fogoneado por el FMI y financiado por el Banco Mundial. El plan Jefas y Jefes de Hogar fue distribuido a casi 2.000.000 de beneficiarios [12]. A partir de este momento, las prácticas clientelares pegaron un salto cualitativo como política de estado. Al “centralizarse”, de cierta manera, el reparto de la ayuda social, los punteros [13] políticos encontraron una nueva fuente de recursos en el erario público y por otra parte acrecentaron una sorda puja por el manejo de los planes para reforzar su poder territorial. Por su parte, los movimientos piqueteros centraron cada vez más su intervención concreta en la presión por obtener la asistencia gubernamental en cuatro puntos concretos: asignación de planes de empleo, bolsones de comida, abastecimiento de comedores populares y, últimamente, ayuda económica para los microemprendimientos productivos.
A modo de conclusión, el fenómeno del clientelismo político, característico de la búsqueda del intercambio de favores por “lealtades”, se ha transformado en la Argentina en una institución más para ejercer el control social y legitimar al estado en crisis y evitar de esa forma que el quiebre entre un país burgués -que cada vez concentra más el círculo de sus clases privilegiadas- y un país sumergido en la pobreza y la superexplotación, dé lugar a nuevas subversiones de las clases oprimidas que cuestionen la existencia del actual orden burgués. Como describe con certeza un autor, podemos decir que “El clientelismo pone en evidencia que el estado no sólo debe velar por la acumulación sino también por un mínimo de cohesión social. Es tanto reflejo de la debilidad de los trabajadores como de la hegemonía burguesa” [14].
El discurso oficial acusa a los piqueteros de clientelares. Una gran hipocresía de quienes han creado las redes, han buscado que los movimientos piqueteros reproduzcan su lógica y ahora los defenestran sobre la base de su “exitoso” resultado. Sin embargo, a pesar de que los movimientos de desocupados no lograron sortear la trampa del asistencialismo, no se puede confundir a la organización de los trabajadores más pobres con la búsqueda de su completa atomización que implica la tarea del puntero.
Clase obrera con o sin trabajo
Antes de avanzar en las definiciones sobre el movimiento piquetero nos interesa señalar una consideración de clase con respecto a los desocupados. Durante los ’90 y mucho más luego de los primeros levantamientos provinciales que alumbraron las primeras experiencias piqueteras, desde distintos medios académicos y progresistas se reemplazó la definición de clase de los sin trabajo por la noción de “excluidos”, funcional a una política cuyo eje era la “inclusión” (CTA) a través de iniciativas asistenciales por parte del estado burgués. Así se define al desocupado como un “desaparecido social”. Una de las intelectuales que hacen este tipo de planteos lo describe de la siguiente manera: “La novedosa arma del terrorismo de estado fue la desaparición física, utilizada para liberar al capital del peso y costo de las utopías revolucionarias latinoamericanas de los años ’70. Esta forma directa de “desmaterializar” al oponente, facilitó la transformación del capital también en las formas más abstractas de todos los tiempos (...) Dicho proceso de intensificación de los aspectos abstractos del capital fue sustentado por procesos concretos de explotación, regresión en la distribución del ingreso, traspaso de recursos económico-sociales a nuevos grupos económicos transnacionalizados, la consecuente generación de niveles de pobreza, precariedad y desempleo inusitados en Argentina. (...) Como se sabe, los planes de ajuste y estabilización generaron irónicamente formas de inestabilidad, inseguridad e incertidumbre individual y social antes inimaginables en Argentina. El Menemismo legalizó dichas formas, endiosó al capital y celebró las ideas del fin de la política para dedicarse a administrar la miseria social inherente a su consolidación. La desaparición física de las personas fue reemplazada por procesos conducentes a su desaparición virtual”. [15]
Absolutizando los cambios ocurridos en el capital, por el llamado “modelo neoliberal”, la producción social del desocupado por parte de las clases dominantes ha creado la figura del “desaparecido virtual”, cuya característica es la marginación y su definición de clase no reconoce identidad, es decir se transforma en un “excluido”. De esta manera se borra la pertenencia de los desocupados a la clase trabajadora, se cortan los vínculos históricos, se liquida la noción clásica de lucha de clases -y por ende las acciones más radicales de los piqueteros como parte de la misma- a favor de un antagonismo cuyos protagonistas serían movimientos sociales de una dimensión meramente reivindicativa y de composición policlasista. Se alimenta así la tendencia inherente a la atomización que implica la privatización (corporativismo) de los grupos sociales, es decir, que se transforma a la fragmentación característica del período de retroceso del movimiento obrero, en una condición absoluta de los nuevos movimientos sociales. Así, se liquida la posibilidad de un sujeto y un proyecto político que pueda hacerse hegemónico entre las clases explotadas. Esta concepción va en detrimento de una visión que tienda a ver en la organización de los desocupados alguna forma de recomposición de las fuerzas obreras, de reconstitución de los lazos, de la historia y de pertenencia al proletariado.
Desde una posición marxista revolucionaria sostenemos otra concepción de la clase obrera y la lucha de clases actual. El proletariado es una clase social que se caracteriza por verse obligado a vender su fuerza de trabajo para poder subsistir. Ni la concreción efectiva de esa venta, ni el marco bajo el que se realice, quitan el carácter de clase a los trabajadores que deben subsistir en estas condiciones. En general, el desempleo es inherente a la necesidad de la acumulación capitalista -el aumento del capital constante (máquinas y materias primas) en detrimento del capital variable (fuerza de trabajo)- haciendo que “Cuanto mayor es la riqueza social, y mayor es la masa de sobrepoblación consolidada [...] tanto mayor es el ejército industrial de reserva, tanto mayor es la pauperización oficial. Esta es la ley general absoluta de la acumulación capitalista”, fomentando de esta manera a “un sector de la clase obrera condenado a ociosidad forzosa por el exceso de trabajo impuesto a la otra parte, (lo que) se convierte en fuente de riqueza del capitalista individual” [16]. Fuente de riqueza del capitalista individual por un lado, mayor miseria y pauperización, y sobretrabajo del sector proletario que conserva su empleo, por el otro. De esta manera la masa de desempleados actúa presionando hacia el abaratamiento del precio de la fuerza de trabajo y el aumento de la jornada laboral. Esta es la característica esencial de la clase obrera moderna aunque se expresa en forma tendencial y no constante. La precarización, la flexibilidad y la dualidad creciente entre un sector altamente calificado y bien remunerado y una gran masa de trabajo de baja calificación y en condiciones precarias, que oscila permanentemente entre el empleo y el desempleo, son las formas que ha tomado la explotación de la fuerza de trabajo en la actual fase de la acumulación capitalista.
En particular, en Argentina, el desempleo masivo es un fenómeno estructural que se corresponde con “la crisis social del sistema capitalista en su conjunto, (que) infringe a las masas privaciones y sufrimientos cada vez mayores” [17]. Es la confesión, en los hechos, de la incapacidad de la burguesía argentina para encarnar un interés nacional y un futuro para las masas explotadas.
Los movimientos de desocupados constituyen en cierto sentido una contratendencia relativa a la descomposición social y un límite acotado a su utilización como una fuerza hostil que presione a favor de imponer peores condiciones favorables al capital. El carneraje clásico de la lumpenización es una carta que la burguesía argentina no puede aún hacer jugar plenamente. Contrariamente a lo que sostienen Dinerstein y la CTA, que ven en la lucha de los desocupados la simple emergencia de una nueva figura social que demanda “inclusión”, valoramos la lucha por trabajo como un fermento revolucionario que puede involucrar al conjunto de la clase obrera, transformándose en uno de los motores del proceso de la lucha de clases en nuestro país.
Otra visión, desde una posición militante, la del movimiento de Raúl Castells (MIJD), le da un valor absoluto a la tendencia de la clase obrera a la pauperización. Este ángulo lo complementan negando el poder social de la clase obrera ocupada y su rol central en la tarea de recomponer la unidad de la fuerza de clase en la lucha contra el capital. Para ellos, es la pobreza de una amplia franja de los trabajadores la quintaesencia de su condición revolucionaria. Así, afirman que para Marx “lo que hacía apta a la clase obrera para la lucha por el cambio revolucionario, era su pobreza” y no su ubicación estratégica en las relaciones sociales de producción. Su conclusión es que la “capacidad de paralizar la producción” es “relativa” [18] y que las huelgas van cediendo su lugar en la lucha de clases.
Como ya dijimos en el punto anterior, la desocupación en masa y su consecuente carga de pobreza es un producto estructural del proceso de acumulación capitalista y del sometimiento del país al imperialismo que llevó a un proceso de concentración industrial más trasnacionalizado y tecnificado, y al desarrollo de las ramas de los servicios. Esta situación ha modificado sustancialmente la estructura de la clase obrera argentina, que debe plantearse el desafío de recomponer la unidad de clase y recuperar el poder y la fuerza social que le permitan postularse como clase hegemónica. Si bien en nuestro país, ha crecido notablemente el sector del proletariado desempleado, también dentro de la clase obrera ocupada han proliferado los sectores de los nuevos asalariados con respecto al proletariado industrial, que aunque más débil numéricamente se encuentra estratégicamente más concentrado. Sin embargo, en la fase actual pos devaluación ya estamos presenciando un fortalecimiento relativo del proletariado fabril, aunque en condiciones generales de precarización y flexibilidad laboral.
La realidad del proletariado actual es la siguiente. Se calcula que existen -en los centros urbanos- un total de 8.753.138 asalariados, de los cuales 3.947.665 están en negro. Registrados en ART hay: en la industria 770.708 trabajadores; 688.678 en el comercio; 351.644 en el transporte; 254.000 trabajadores agrícolas, etc. Más de 3 millones están desocupados, el 60%, ya dijimos, bajo la línea de pobreza. La clase obrera -asalariada y desempleada- es evidentemente la principal fuerza social del país. Su unidad en acciones e instituciones comunes puede crear un potencial movimiento de clase que prepare una perspectiva revolucionaria y anticapitalista.
Retomando, para los reformistas tipo CTA y los representantes académicos que le aportan sus argumentos, esta composición actual del proletariado -signada por la flexibilización, la fragmentación y la pauperización- es presentada como prueba fehaciente de la pérdida de centralidad de los trabajadores en el universo social, configurando una realidad que no tiene vuelta atrás y que por lo tanto hay que adecuarse a ella, siendo entonces el soporte empírico de donde extraen la noción de “excluido”. Los compañeros del MIJD llegan a una conclusión similar, sólo que en vez de “excluidos” hablan de “pobres” [19].
Para los marxistas se trata de una comprobación de cuál es la situación de nuestra clase y cuáles son los desafíos de cara a recomponer sus fuerzas. Es la burguesía la que está interesada en perpetuar la idea de la fragmentación de los trabajadores y la ineficacia (o nocividad) de cualquier forma de lucha obrera. En general, los movimientos piqueteros cuando separan la lucha propia de la necesidad de unirse a los asalariados son subsidiarios de este tipo de lógica. De esta forma, legitiman la prédica de la CTA quien ya hace tiempo postula la ineficacia de la huelga, mientras la FTV-CTA fue la primera organización en condenar los cortes de ruta. Una ideología de este tipo es justificatoria de la convivencia y ausencia de enfrentamiento a la burocracia de los grandes sindicatos industriales y de servicios, que aún conservan su influencia sobre una gran porción de la clase trabajadora. Sin acción obrera independiente, sin huelga, sin ocupación de fábricas y establecimientos, sin corte de ruta, sin acciones comunes del conjunto de la clase trabajadora, sin recuperar los sindicatos y crear instituciones nuevas que expresen su democracia y su confluencia, no hay posibilidad de autonomía frente al capital y su estado, ni de un movimiento ofensivo de carácter revolucionario del conjunto de las clases oprimidas que pueda resultar victorioso.
Movimiento social urbano de un sector de la clase obrera desocupada
El movimiento piquetero -tomado en todas sus variantes- constituye una especie de movimiento social urbano de un sector de la clase obrera desocupada [20], que se nutre esencialmente de trabajadoras del servicio doméstico y amas de casa de las barriadas populares, viejos trabajadores fabriles, ex obreros de la construcción, además de una generación de jóvenes que nunca accedió al mercado de trabajo y una pequeña franja de las poblaciones marginales de pobres urbanos [21]. Su organización es esencialmente barrial y sus demandas van del empleo y los subsidios hasta reivindicaciones de índole comunal. En este sentido, los movimientos piqueteros se asemejan a los movimientos sociales reivindicativos de Latinoamérica.
Es ilustrativa la siguiente descripción “cada movimiento tiene una clara implantación territorial agrupando trabajadores desocupados de un mismo barrio y a sus familias; de este modo, despliegan un conjunto de acciones sociales que combinan desde variadas formas de ayuda mutua y autogestión hasta la negociación con instancias estatales para obtener e incluso administrar subsidios oficiales de desempleo” [22]. Sin embargo, esta visión no explica la diferencia entre organizaciones con fuerte implantación y peso territorial, como la UTD Mosconi, de otras cuyo peso barrial no constituye un poder territorial como por ejemplo la FTV, la CCC, o algunos sectores de la Aníbal Verón y por último de las que su inserción en los barrios es menor y responde más que nada a su capacidad para gestionar los planes de empleo, como el Polo Obrero [23] o el Movimiento Sin Trabajo-Teresa Vive.
Por otra parte, como señala Maristella Svampa, el movimiento piquetero “reconoce dos afluentes fundamentales (...) los piquetes y puebladas del interior (...) la acción territorial y organizativa gestada en el conurbano bonaerense” [24]. En la primera vertiente, el movimiento piquetero reúne entre sus componentes a ex trabajadores de YPF y jóvenes sin experiencia laboral (caso Cutral Có y General Mosconi) que participaron activamente de los levantamientos comunales como su ala más radicalizada. La segunda vertiente es la que prevalece en lo que se denomina actualmente como el movimiento piquetero y tiene su raíz esencialmente en la iniciativa de distintos grupos sociales y de la izquierda que agruparon a trabajadores desocupados, y a un sector de las “manzaneras” para presionar por la obtención de planes. En general los movimientos piqueteros actuales están integrados por los beneficiarios de los distintos planes de empleo que desde los estados nacional y provinciales están en vigencia. Pero no está de más señalar que Svampa establece una continuidad (más allá de que señala ciertos límites) entre las dos vertientes, sin acertar en distinguir que los levantamientos provinciales llegaron a constituir formas de doble poder comunal mientras que el trabajo piquetero en el Gran Buenos Aires, más allá de la fortaleza en los barrios de alguna de las corrientes, jamás encarnaron formas de poder territorial que desafiaran seriamente al poder del aparato del peronismo entre los más pobres en el conurbano bonaerense.
A diferencia del movimiento piquetero de los orígenes que surgió planteando el problema del trabajo para todos, poniendo en el centro los cortes de ruta como forma de impedir el tráfico de las mercancías o de bloquear las plantas petroleras y protagonizando violentos enfrentamientos con las fuerzas de represión, la mayoría de las organizaciones de desocupados que prevalecieron, fueron tomando su impulso luego de que la generalización de la crisis social llevara a la masificación del asistencialismo estatal a mediados del 2002. De esta forma esta vertiente creció y se desarrolló con “una relación más pragmática con los poderes públicos” [25] y una relación subsidiaria del clientelismo estatal.
Actualmente, esta segunda vertiente se divide en dos grandes bloques. Su ala derecha, FTV y Barrios de Pie, que responde al gobierno de Kirchner, es una burocracia que condena los cortes de ruta y a la izquierda por “insurreccionalista”. Los llamados piqueteros “duros”, más allá de sus divisiones, constituyen una especie de frente único de tendencias, cuya práctica habitual son las marchas callejeras a los Ministerios y oficinas públicas en demanda de planes de empleo y ayuda alimentaria y que en la esfera de la representación política se postulan como oposición al gobierno. Oscilando se encuentran la CCC y el MTD Aníbal Verón de Juan Cruz Daffunchio. Casi todas comparten, en mayor o menor medida, un método burocrático de control sobre el reparto de los planes y la ayuda asistencial.
En síntesis, el movimiento piquetero actual es un movimiento social político-reivindicativo de raigambre urbana de un sector de la clase obrera desocupada, dirigidos por corrientes burocráticas, autonomistas o de la izquierda. Al movimiento se lo reivindica desde diferentes ópticas: la apologética de la lógica reivindicativa -como única dimensión de la acción política- de los “movimientos sociales” (como hace la CTA), e incluso desde una visión autogestionaria (como la citada Maristella Svampa). Por el lado de la izquierda que se reclama clasista, que actúa en el movimiento piquetero como el PO, se eliminan las contradicciones de su ubicación social más general, para presentarlo desmedidamente como la clase obrera ya reorganizada, a partir de los postulados programáticos que asume, subestimando su práctica política concreta y la debilidad que ha demostrado para conquistar la unidad de la clase obrera y constituir una fuerza social hegemónica contra el peronismo, el capital y el estado.
Los momentos del movimiento piquetero
El movimiento piquetero lleva ya ocho años de existencia y ha pasado por distintos estadios en su desarrollo. Distinguimos los siguientes períodos con sus características particulares:
1) Las “puebladas” provinciales y el surgimiento del movimiento piquetero como una diferenciación radical en el seno de esos levantamientos.
2) El desembarco en el Gran Buenos Aires y su extensión a escala nacional durante el 2001 cuyos hitos fueron el corte de ruta en La Matanza y las dos primeras Asambleas nacionales.
3) El auge de 2002 como parte de la alianza “piquete y cacerola” y la institucionalización del mecanismo de contención social vía la generalización de los planes de empleo.
4) La fase defensiva actual y la encerrona del movimiento piquetero (tema que desarrollamos al principio de este artículo)
Diferenciación en el seno de las puebladas
La figura del piquetero tuvo su origen en el levantamiento provincial neuquino, en las pequeñas localidades petroleras de Cutral Có y Plaza Huincul, en 1996. Sus protagonistas fueron jóvenes desempleados y viejos trabajadores calificados despedidos tras la privatización de la empresa YPF (Yacimientos Petrolíferos Fiscales). El segundo Cutralcazo en 1997 destacó a los fogoneros, ya que los piqueteros de la primera rebelión fueron cooptados por el régimen provincial. Sin embargo, este último nombre no logró la perdurabilidad y la representación que la definición de piquetero cobra hasta el día de hoy.
La aparición de los piqueteros vino a plantear una veta novedosa en cuanto a los actores sociales de la lucha de clases. En Argentina a lo largo de todo el siglo XX, fue la clase obrera industrial la protagonista del conflicto social. Esto explica en gran medida que nuestro país se caracterizara por contar con poderosas organizaciones sindicales y una gran experiencia en las diversas formas de lucha obrera.
El piquete es puesto en el centro de atención por su novedad, dando la apariencia, de ser el nuevo método de lucha que ha desplazado a las formas clásicas de protesta proletaria, cuestión “teorizada” por muchos sociólogos y dirigentes interesados, para mantener a la clase obrera fuera de escena. Todo un desatino o mejor dicho un operativo ideológico para negarle a los trabajadores su vitalidad y su poder social y para borrar el hecho de que el piquete y la asamblea son formas clásicas de la intervención obrera adoptadas desde entonces por los desocupados -como una fracción de la clase trabajadora- que comienzan a pesar como un actor propio en la lucha de clases donde el movimiento obrero de conjunto se estaba pasando a la oposición al menemismo. Para ser precisos, hay que decir que “En el marco de los niveles inéditos alcanzados por la desocupación abierta y la subocupación, el rasgo novedoso del período que se inicia es la incorporación de aquí en más de otro protagonista, los desocupados, utilizando centralmente el corte de ruta como forma de lucha. Ciertamente el corte de ruta no ha sido de uso exclusivo de los desocupados, pero la particularidad en este caso es que se trata de la única medida de fuerza a su disposición, y del instrumento de lucha que les permite instalarse en la escena nacional.” [26] Además de que a lo largo de 2001, en la experiencia de los ceramistas neuquinos y en el mismo levantamiento de General Mosconi, huelga general, ocupación fabril y piquetes, han venido a mostrar la vigencia de los métodos tradicionales de la clase obrera así como fecundas formas de unidad de clase.
Posteriormente, el movimiento iniciado en Cutral Có -que dicho sea de paso en 1997 tuvo como uno de sus detonantes una fenomenal huelga docente- se extenderá en las puebladas de Libertador General San Martín, provincia de Jujuy (1997); y más tarde en los levantamientos de Tartagal y General Mosconi en la provincia de Salta (1997,1999, 2000 y 2001). Es durante el gobierno de la Alianza que el movimiento piquetero alcanzará su punto más alto, llegando al nivel de elaborar un programa reivindicativo y de acción directa contra las fuerzas represivas del estado, buscando la unidad de clase con los trabajadores ocupa dos.
Lo común de la emergencia piquetera en estos levantamientos es que se trata de zonas muy ricas en petróleo y gas, con una enorme pobreza y desocupación entre sus habitantes. En estos movimientos los piqueteros surgieron como el sector que cortaba las rutas y los accesos a las plantas petroleras exigiendo la creación de fuentes de trabajo. Eran el componente combatiente de la pueblada que unía a los distintos sectores de las comunidades afectados por el desempleo generalizado y la creciente crisis social. Políticamente, en estos levantamientos sobresalieron las Asambleas Populares que eran la forma política del doble poder comunal, asambleas en los cortes y un tipo de liderazgo caracterizado por el caudillismo. Las puebladas destacaron elementos de guerra civil en los “márgenes” del país, entendido esto como “una etapa determinada de la lucha de clases cuando ésta, al romper los márgenes de la legalidad, llega a situarse en el plano del enfrentamiento público y, en cierta medida físico de las fuerzas en oposición” [27]. En estos levantamientos provinciales, los desocupados retoman el corte de ruta y el piquete dándole un nuevo contenido y utilidad. Se trataba de defender el corte -que impedía el traslado de las mercancías- con los piquetes. En Cutral Có caerá producto de la represión la primera mártir mujer de la clase obrera tras la dictadura militar, Teresa Rodríguez.
Frente a cada uno de estos acontecimientos, la burguesía y el gobierno intentaron montar distintas formas que combinaban represión con intentos de contención, desvío y cooptación. Desde las multisectoriales, que integraban a los piqueteros junto a la oposición burguesa y las llamadas fuerzas vivas, la intervención directa de la Iglesia para aplacar a los desocupados (caso Jujuy) y la formación de los Consejos de Emergencia, para integrar a los movimientos de desocupados al estado, impulsados activamente por la CTA y la CCC junto a la Iglesia católica.
Luego de los levantamientos de Cutral Có y Jujuy y las primeras puebladas salteñas, la clase dominante argentina puso en marcha ante la decadencia del menemismo, el recambio de la Alianza que actuó neutralizando y desviando la lucha de clases, postulando con el aval de la centroizquierda (Frepaso) a la decadente UCR, como una salida “progresista” para la mayoría popular.
De todas estas puebladas, la más radicalizada y la que tuvo una clara hegemonía de los piqueteros fueron las sucedidas en General Mosconi en 2000/2001 ya directamente bajo el gobierno de la Alianza (que desde sus primeros días mostró su rostro antiobrero debutando con el asesinato -a manos de la gendarmería- de dos manifestantes que cortaban un puente en la provincia de Corrientes). En la primer pueblada cae Aníbal Verón, un trabajador de la UTA (transportes) asesinado por la policía provincial. La respuesta al crimen de Verón fue el asalto a las comisarías, el armamento de los piquetes. Ambas puebladas fueron semiinsurrecciones locales donde el movimiento piquetero logra imponer la huelga general en las petroleras y la alianza con los trabajadores de la construcción de las refinerías. El movimiento piquetero es el vocero de estos últimos y levanta un pliego único de demandas exigiendo trabajo para todos, mejoras salariales para los obreros de las petroleras y el planteamiento de que sean estas empresas las que se hagan cargo del costo de la crisis social. De hecho, en Mosconi los piqueteros constituyeron una especie de doble poder comunal, de lo que hoy perdura como una organización (la UTD) de fuerte implantación, aunque cooptada al gobierno municipal.
Estos levantamientos mostraron también un cierto límite del movimiento piquetero para generar hegemonía y formas de autoorganización, que apuntaran a un doble poder social. Lo máximo que constituyeron fue una especie de “comuna” autodeterminada que agrupaba al conjunto de los sectores sociales en la asamblea popular, rigiéndose por la lógica de la democracia directa ciudadana, es decir “un hombre, un voto”. Desde el punto de vista histórico estas son formas clásicas de las revoluciones burguesas y pueden constituir una fase inmadura o en el mejor de los casos complementaria de la emergencia revolucionaria del proletariado. Las revoluciones proletarias del siglo XX destacaron otra constitución de la autodeterminación de las masas, los consejos o soviets, organizados alrededor de las unidades de producción, que agrupaban territorialmente a representantes del pueblo oprimido. Las puebladas del interior no podían dar este tipo de organización aunque, por el fuerte peso que tenían los ex obreros de las petroleras, se orientaron instintivamente -sobre todo en Mosconi- a copar el centro económico local y ganar a sus trabajadores.
El tipo de liderazgo que dio la pueblada fue el caudillismo, que es contradictoriamente una negación de la democracia directa que caracterizó a la Asamblea Popular. El ejemplo de Mosconi es indicativo de esto. La UTD está organizada alrededor de la figura de José “Pepino” Fernández.
Las puebladas sólo tuvieron un carácter local sin lograr trascender más allá de las comunidades implicadas. Carecieron de coordinación y proyección nacional, no lograron extenderse a las grandes ciudades, centralmente por responsabilidad de la burocracia sindical que dividió al movimiento obrero ocupado de los trabajadores desocupados, pero también por la debilidad de los estallidos espontáneos en los márgenes del país. En el caso de Gral. Mosconi o Cutral Có, los levantamientos ni siquiera pudieron ganar las capitales provinciales.
A pesar de su radicalidad, estos movimientos lograron ser subsumidos, luego de intentar ser quebrados mediante la represión, con la entrega de planes Trabajar y créditos para los microemprendimientos, así como ya dijimos, políticamente por el desvío de la Alianza.
El corte de ruta en La Matanza y las dos primeras Asambleas nacionales
La segunda vertiente del movimiento piquetero tiene su epicentro en el conurbano bonaerense y representa dos tendencias contradictorias y hasta antagónicas. Para analizar el peso y la orientación que las corrientes surgidas de esta vertiente impusieron al movimiento hay que tener en cuenta que los años 2000 y 2001 son puntos de gran conflictividad obrera, de importantes huelgas generales, y de una ubicación opositora por parte de la CGT (Moyano) y la CTA, al gobierno radical. Como punto máximo de convergencia entre la clase obrera ocupada y los trabajadores desocupados, en este período hay que señalar el paro general de 36 horas de noviembre de 2000 que movilizó a nivel nacional a más de 100.000 trabajadores ocupados y desocupados, que conjuntamente cortaron rutas, vías férreas y autopistas y cuyo emblema fue el corte común de la ruta Panamericana en las afueras de la ciudad de Buenos Aires, protagonizado por trabajadores de las grandes plantas automotrices y de la alimentación (Ford, VolksWagen y Terrabusi) junto a distintos grupos piqueteros. La burocracia sindical se encargará de negociar con el gobierno de la Alianza, descomprimiendo el camino.
Esta vertiente del movimiento piquetero toma estado público y carácter político como intento de direcciones de carácter reformista (FTV-CTA y CCC) de capitalizar a su favor, en este punto estratégico del país y del aparato del peronismo, la enorme crisis del aparato de las “manzaneras” que se desgajó en la fase final del gobierno de Menem y bajo la política de la Alianza que intentaba restarle peso a los punteros justicialistas. Sus máximos hitos son los cortes de la ruta 3 (2000/2001) en el partido de La Matanza -el más populoso del Gran Buenos Aires y uno de los bastiones históricos del peronismo- poniendo en el centro de las demandas de los movimientos piqueteros el reclamo de planes de empleo y de bolsones de comida en detrimento de la lucha por trabajo para todos y la demanda de un subsidio de desempleo.
El desarrollo de otras organizaciones, como las que hoy integran el arco iris de los piqueteros tanto dialoguistas como de los “duros”, (salvo en el caso del movimiento de Raúl Castells que tiene un fuerte trabajo barrial y que peticionaba alimentos frente a los supermercados ya bajo el menemismo) tienen su auge con relación al camino marcado por la FTV y la CCC, más allá de las diferencias en torno a la oposición del gobierno de turno e incluso de las declaraciones contra los pedidos asistencialistas. La realidad es que la casi totalidad de las organizaciones asume como propia la nueva agenda de peticionar planes, aunque se mantenga en el papel la lucha por trabajo para todos.
Para diferenciar, podemos decir que la FTV es una corriente más ligada a la experiencia de las organizaciones sociales que se desarrollan a partir de los ’80 con ocupaciones de tierra, asentamientos, es decir, como movimientos de reivindicaciones barriales y comunitarias. Su consolidación como FTV se hizo al influjo de la Alianza, de la cual su dirigente D’Elía era concejal. En el caso de la CCC, es una consecuencia de la orientación del PCR, que en la segunda mitad de los ’90 planteó como uno de sus ejes la lucha de los desempleados contra el hambre, lo que fue en contra de la influencia que la CCC había adquirido como corriente sindical de izquierda años antes. Entre ambas corrientes se establecerá una alianza, sobre la base del acuerdo estratégico de circunscribir el movimiento de desocupados a la tarea de presionar por planes sociales y de no cuestionar la relación ni la subordinación a los partidos patronales.
Las dos primeras asambleas nacionales piqueteras que reunieron a la FTV, la CCC, el Polo Obrero, el MTL y MTR, le dan dimensión nacional al movimiento piquetero, lo masifican pero también le imprimen un curso más reformista en cuanto a su práctica concreta y sus métodos de lucha. Las ANP -a instancias de la FTV y la CCC- inauguraron los cortes de ruta con caminos alternativos.
El último acto público de la ANP fue la entrevista que tuvieron todos sus dirigentes -D’Elía (FTV), Alderete (CCC), Martino (MTR) y Pitrola (Polo Obrero)- con el flamante presidente Rodríguez Saá, quien fuera entronado por el PJ para garantizar la continuidad institucional tras la caída del gobierno de la Alianza, y apoyado públicamente por D’Elía y Alderete.
Del “piquete y cacerola” a la institucionalización de la contención social
Las jornadas revolucionarias de diciembre de 2001 tuvieron dos detonantes: la confiscación de los ahorros de la clase media en el llamado “corralito” y la desesperación de millones de desocupados y de los sectores marginales del pueblo pobre que protagonizaron una auténtica rebelión del hambre. En general, las lecturas sobre el levantamiento de diciembre apuntan a resaltar el papel excepcional que jugó el cacerolazo porteño contra el estado de sitio dictado por De la Rúa y cuyo actor central fue la pequeño burguesía y un sector de los asalariados urbanos. Esta veta fue muy importante, dando lugar más tarde a la proliferación de las asambleas populares. Pero esto no niega que también es necesario destacar al componente plebeyo de la rebelión. Para tener una idea: “Los “saqueos” de diciembre se produjeron en los municipios del conurbano de Buenos Aires y aún en algunos barrios populares de la ciudad pero también sacudieron a casi todas las capitales de provincia; se desplegaron en muchas de las ciudades más importantes del país como Rosario, Mar del Plata, Bahía Blanca, Comodoro Rivadavia, Trelew, Bariloche, Cippoletti o General Roca pero también a localidades menores y tradicionalmente “calmas”. Sólo en unas muy pocas provincias (Catamarca, Misiones, La Rioja, San Luis, La Pampa, Santa Cruz y Tierra del Fuego) la crónica periodística no registró “saqueos” en aquellos días. Fueron entonces un fenómeno urbano de alcance nacional y simultáneo en los que intervinieron decenas de miles de personas” [28]. Según informaban los medios en dos días hubo más de 4500 detenidos y decenas de muertos. [29] Al margen: mucho se discute hoy de que la clave de estas acciones fue producto de una conspiración peronista contra De la Rúa. En toda crisis revolucionaria hay elementos de conspiración burguesa, pero esa caracterización es funcional a negar el componente plebeyo en el levantamiento popular y con él a la legitimidad de sus demandas. El movimiento piquetero no jugó ningún papel en esta situación, sin poder darle una dirección política y organización que superara el estadío de los saqueos y le diera el objetivo de ser parte de un movimiento más general de lucha contra el gobierno. Tampoco tuvo protagonismo en la batalla de Plaza de Mayo ya que la FTV, la CTA y la CCC decidieron abstenerse de participar de los acontecimientos.
Sin embargo, el movimiento piquetero va a cobrar -al influjo del ascenso posterior- una gran importancia, dentro del movimiento popular contra el viejo régimen. En el verano de 2002, una gran marcha de la FTV y la CCC, acompañada por el resto de las organizaciones piqueteras, fue recibida a su paso por el aplauso de la clase media, las columnas de las asambleas populares y el grito “piquete y cacerola la lucha es una sola”.
Van a ser tres los movimientos sociales que ganaron las calles en ese entonces: las asambleas populares, que al calor del “cacerolazo” agruparon a sectores de la pequeñoburguesía y los asalariados urbanos destacando formas de democracia directa de tipo territorial; los movimientos piqueteros y las fábricas ocupadas por sus trabajadores, cuyos máximos símbolos, como ya dijimos, fueron la ceramista neuquina Zanon y su combativo sindicato, y la textil porteña Brukman. El movimiento piquetero, desde ese entonces se encontraba fraccionado en dos grandes bloques: el de la burocracia piquetera, la FTV y la CCC, más conciliadores e integrados a los nacientes Consejos Consultivos [30] y los diversos movimientos autónomos y de la izquierda, encabezados por el Bloque Piquetero Nacional y el MIJD, opuesto a los Consejos y con una línea de mayor oposición al viejo régimen. De este segundo sector surgirán las diferentes Asambleas Nacionales de Trabajadores (ANT). Este segundo sector reemplazó la democracia directa que emanaba de los movimientos de lucha por el consenso y acuerdo entre las distintas tendencias.
En los primeros meses, antes de la generalización de los planes de empleo estaba planteada la posibilidad de una ofensiva general contra el peronismo en el gobierno para lo cual era necesario sumar a la progresiva alianza social del “piquete y cacerola” la fuerza de la clase obrera ocupada. Pero lamentablemente, las asambleas populares eran organizaciones inmaduras que no pudieron ni se propusieron darse ese norte; las fábricas ocupadas eran una expresión minoritaria dentro de los trabajadores ocupados; los movimientos piqueteros mayoritarios buscaban evitar la confrontación con el gobierno, mientras que los combativos se negaron a constituir una coordinación de los movimientos de lucha para avanzar en disputar el corazón central de la clase trabajadora (ni siquiera a la mayoría de los desocupados), pues en ese entonces se había impuesto una orientación de tipo populista -a instancias del PC y el MIJD- que se negaba a plantear la perspectiva de la huelga general y la lucha por ganar los sindicatos. Ya estas direcciones percibían la posibilidad de engordar sus filas organizando la petición de planes de trabajo y bolsones de alimentos [31]. En la primera reunión de la ANT fueron los ceramistas neuquinos, Brukman y el PTS, el sector que planteó más fuertemente el problema de la democracia obrera, el funcionamiento en base a mandatos, la necesidad de crear organismos de coordinación efectiva por regiones para incorporar a la clase obrera ocupada y la perspectiva de la huelga general.
El movimiento piquetero intentó en este período ser quebrado mediante la represión directa. El 26 de junio de 2002 en la masacre de Puente Pueyrredon fueron salvajemente asesinados los compañeros del MTD Aníbal Verón, Maximiliano Kostequi y Darío Santillán. Una enorme respuesta popular obligó a Duhalde a retroceder, a anunciar su salida anticipada del gobierno adelantando las elecciones y a poner en marcha lo que sería más tarde su principal logro político en beneficio de la burguesía: la implantación del Plan Jefas y Jefes de Hogar con el cual comenzó a desmontar e integrar a las organizaciones de desocupados.
Casi 2.000.000 de planes comenzaron a repartirse indiscriminadamente. No sólo entre los punteros peronistas sino también a los distintos movimientos piqueteros a los que se intentó de esta manera integrar a un mecanismo institucional de control estatal. Se calcula que en junio de 2003 los beneficiarios del Plan Jefas y Jefes de Hogar (principal plan asistencial) eran 1.978.149 [32]. De estos planes, el 80% son repartidos de manera clientelar por el peronismo y sus punteros mientras que alrededor de 128.000, se encuentran en manos de los distintos movimientos piqueteros. La FTV y la CCC concentran 45.000 planes cada una. Le sigue el Bloque Piquetero con unos 20.000 planes, el MIJD con 9000 planes, y los distintos grupos de la ex Coordinadora Aníbal Verón, otros 9000 planes [33]. Muchos de estos movimientos agrupan además alrededor de comedores comunitarios y diversos microemprendimientos productivos. Así los movimientos piqueteros fueron llevados, cada vez más, a la lógica de la petición sobre los ministerios públicos y los municipios, como única política concreta, mientras proclamaban un avanzado programa -que más allá de los actos y marchas de agitación política- nunca guió su accionar práctico. Al margen, es interesante señalar que en este punto, los movimientos combativos lograron un acuerdo programático pero ni siquiera en ese entonces lograron constituir una organización única basada en la democracia obrera de la base, lo cual habla o de la formalidad del programa, o del gran interés de las distintas corrientes de mantener sus propias “colaterales” [34].
En el balance de este período hay que destacar las tendencias embrionarias a la democracia directa que vivieron las asambleas populares y las fábricas ocupadas. Así como los ejemplos de unidad de clase que hubo entre estas últimas y los movimientos de desocupados, como el MTD-Neuquén que aún hoy constituye un frente común junto a los ceramistas de Zanon y la Coordinadora del Alto Valle, defendiendo la fábrica ante cada provocación de los carneros, el estado y la patronal. Sobre el final del período, el intento conjunto de las obreras, organizaciones de izquierda y piqueteros por recuperar de manos de la policía a la textil Brukman. Es necesario además, como parte del balance, dejar claro que desde el estado logró imponerse una orientación que llevó a la institucionalización de una relación clientelar, cuya legitimidad fue otorgada por el uso que de la misma hicieron los movimientos piqueteros. Resulta inteligente la siguiente aseveración: “La integración en el caso del movimiento piquetero puede ser un terreno del cual no se sale. Un movimiento de esta naturaleza, a diferencia del sindical, puede convertirse en “nodo” de una red asistencial subordinada a la lógica reproductiva del estado. Las posibilidades de cooptación son mayores.” [35]
A modo de conclusión
Para sintetizar: el movimiento piquetero es un movimiento social urbano de un sector de la clase obrera desocupada que ha protagonizado en sus orígenes fuertes levantamientos exigiendo trabajo para todos y ha organizado en su segunda vertiente a los desempleados del conurbano bonaerense y algunas ciudades del interior del país. De la primer vertiente surge no sólo la figura del piquetero sino también la identidad original que legitima al conjunto del movimiento, la recurrencia del imaginario piquetero a la idea de las puebladas, los rostros cubiertos, la seguridad con palos, el nombre “piquetero” como definición que evocan el momento más radical de este movimiento social.
De la segunda vertiente, -organizada más desde arriba- el movimiento piquetero toma su dinámica actual y su práctica orientada alrededor del pedido de planes de empleo, ayuda asistencial y microemprendimientos productivos. Como una primera conclusión, el movimiento ganó en extensión y masividad, pero perdió en combatividad e independencia con respecto al estado, e incluso subordinó su consigna fundante de trabajo para todos.
En este sentido, disentimos con las afirmaciones de Maristella Svampa que intentan establecer una continuidad lineal entre el corte de ruta y la organización territorial actual: “Los elementos de recomposición social y política que han aportado las organizaciones piqueteras señalan una importante continuidad entre lo realizado en las rutas y la tarea efectivamente llevada a cabo en los barrios.” Nuestra percepción es que las tendencias más progresivas que prefiguraban los cortes de ruta y más aún la experiencia de Mosconi, no han tenido su correlato en el actual estadío del movimiento piquetero donde las organizaciones más reformistas (también llamadas “blandas”), tipo FTV-CTA, CCC y Barrios de Pie, concientemente buscaron desdibujar la identidad del movimiento piquetero y subordinarlo al clientelismo estatal y a un liderazgo burgués, mientras que las organizaciones de izquierda y autonomistas, si bien se referencian en este pasado del movimiento, lo han mitificado y poca relación tiene con un contenido que tienda a la organización masiva de los desocupados por sus reivindicaciones, a la lucha por el trabajo para todos y la constitución de una fuerza común de la clase obrera, que busque enfrentar de forma revolucionaria las trampas del estado.
No consideramos que una política centrada en la petición de los planes, como práctica habitual de los movimientos, como enarbola la mayoría de la izquierda del sector, o la reivindicación de la ayuda asistencial para financiar iniciativas autogestionarias, constituyan una continuidad con respecto a las puebladas del interior o una actitud tendiente a construir una fuerza independiente del estado y los gobiernos de turno. Aunque en el último tiempo, se han volcado en el discurso a la reivindicación de conseguir puestos de trabajo genuinos, la política señalada anteriormente es la que ha primado y marcado las características de las organizaciones piqueteras. Se equivoca Maristella Svampa, cuando tributaria de las políticas autonomistas como la que sostienen algunos MTD Aníbal Verón, dice que “El alcance transformador que puede adquirir la autogestión es, sin embargo, limitado. Pero aun así, su fortalecimiento -sobre todo, a través de la cesión o toma y puesta en producción de tierras ociosas e improductivas y de la recuperación de fábricas abandonadas, permitiría sortear exitosamente uno de los peligros mayores en los cuales puede quedar atrapada la acción de las organizaciones piqueteras. Nos referimos a la ambigua y fuerte relación de dependencia que existe con el estado, a partir de la institucionalización de los planes sociales”. Los planes, los bolsones de alimentos y los microemprendimientos no son formas de construcción de una nueva comunidad ni el remedio para evitar caer en el burocratismo inherente al manejo de las organizaciones que controlan férreamente la distribución de los planes, a lo sumo son sólo un paliativo para la subsistencia de los compañeros desocupados. Pero en el caso de los movimientos autonomistas, han resultado una forma de abandono de la lucha y convivencia con el estado, e incluso el gobierno, en nombre de la construcción de una nueva sociabilidad. Es también una pobre respuesta a un capital que subsume a los movimientos de lucha, cuando éstos asumen en su discurso que la asistencia estatal es un mecanismo plausible de ser utilizado para la emancipación de los trabajadores. Lo mismo hacen aquellos como el PO, que sólo valoran en el plan de empleo una conquista de la lucha, menospreciando -en nombre de su papel como supuesta vanguardia revolucionaria- que en realidad son la principal herramienta -utilizada desde el poder burgués- para fragmentar a las organizaciones de desocupados, corromper a sus dirigentes, desprestigiarlos frente a la sociedad, cooptarlos políticamente, es decir un mecanismo de recomposición de la “cohesión social” tras la hegemonía burguesa.
Movimiento único de desocupados, coordinación e independencia de clase
El debate no debe estar centrado sobre si planes sí o planes no. Los planes son hoy el único medio de subsistencia de casi de 2.000.000 de compañeros. Defendemos y luchamos por que cada desempleado cobre un subsidio universal de $600 sin contraprestación laboral. Sostenemos que para evitar la caída de los actuales planes de empleo y luchar por las demandas señaladas anteriormente, el movimiento piquetero opositor necesita poner en pie un movimiento único de los trabajadores desocupados que elabore su pliego de reivindicaciones y defina mediante el debate democrático cómo luchar por ellas y por la unidad con los trabajadores ocupados. Una organización de estas características servirá para superar el divisionismo alentado desde el gobierno y alimentado por la burocracia piquetera. Para los movimientos piqueteros combativos se trata de romper con la lógica que han llevado hasta ahora adelante donde han priorizado la construcción de “colaterales” del “movimiento social” de los agrupamientos políticos, para luchar por una organización de masas de los trabajadores desocupados, que promueva la lucha política al interior de un movimiento democrático, con libertad de tendencias, dirigentes elegidos por la base, revocables y mandatados, y donde todo lo concerniente al reparto de la asistencia estatal, esté controlado y sea decidido por la base.
Por otra parte, un movimiento de estas características permitiría tender un lazo ofensivo hacia las luchas obreras que ya se están gestando y ante un probable futuro ascenso de los trabajadores, fortaleciendo el combate de los sectores antiburocráticos, y la posibilidad de crear nuevas instituciones locales, regionales y nacionales, que agrupen a los distintos sectores de la clase trabajadora. Hoy está planteado coordinar a nivel local, regional y nacionalmente a las distintas organizaciones combativas de trabajadores desocupados y ocupados, para hacer efectiva una lucha unificada por el trabajo para todos y por las reivindicaciones salariales y laborales de los trabajadores. Un paso en este sentido fortalecería a los sectores antiburocráticos dentro de los sindicatos y al ala combativa del movimiento piquetero que intenta ser aislada hoy por el gobierno y la derecha.
Por último, una organización así sería una buena base para que junto a los sindicatos combativos, el activismo antiburocrático y la izquierda clasista levante con fuerza una alternativa política de clase, un frente político de los trabajadores, que intente conquistar a las grandes masas obreras y populares aún cautivos de la burocracia sindical y del peronismo.
El debate es sobre cómo poner en marcha un auténtico movimiento de la clase obrera y el pueblo oprimido con independencia frente al estado y poder social real para terminar de una buena vez con un régimen social y político que ha condenado a nuestra clase y a la mayoría popular a la degradación y la barbarie en beneficio del lucro burgués.
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Anexo I: corrientes piqueteras
Actualmente las corrientes más importantes que inciden en el movimiento piquetero son las siguientes:
Federación de Tierra y Vivienda (FTV) vinculada a la CTA cuyo dirigente es Luis D’Elía de orientación socialcristiana. Surge en 1998 sobre la base de un conglomerado de organizaciones sociales y es la organización piquetera más grande. D’Elía dirigió ocupaciones de tierras en la década del ‘80. De ahí surge su bastión, el barrio “El Tambo”. Hoy son abiertamente kirchneristas, enemigos acérrimos de los cortes de ruta.
Barrios de Pie: orientada por la Corriente Patria Libre -organización política que se reivindica del nacionalismo revolucionario- hoy integrantes del gobierno kirchnerista. Se funda en el cruce de los años 2001-2002. En sus comienzos integra la FTV, primero como “CTA de los Barrios” y luego como agrupación Primero de Mayo. Su dirigente es el abogado Jorge Ceballos, actualmente funcionario del Ministerio de Acción Social dirigido por Alicia Kirchner.
Corriente Clasista y Combativa (CCC) vinculada al Partido Comunista Revolucionario de orientación maoista (PCR), sus principales dirigentes son Juan Carlos Alderete y Amancay Ardura. La CCC desocupados surge en 1998. La figura histórica de esta corriente es Carlos “Perro” Santillán, ex dirigente de los municipales jujeños. Actualmente están en oposición al gobierno y oscilan entre los “duros” y el kirchnerismo. Su bastión es el barrio María Elena en el corazón de La Matanza.
Movimiento Independiente de Jubilados y Desocupados (MIJD), sus líderes son Raúl Castells y su mujer Nina Pelozo, de orientación populista. Son sindicados por la campaña “antipiquetera” como su blanco predilecto. Surge como una ruptura con la CCC en 2001. Es opositor al gobierno de Kirchner, cercano a Hugo Moyano, uno de los secretarios generales de la CGT. Es otro de los movimientos masivos y de composición más plebeya. Su bastión está en la zona sur del Gran Buenos Aires.
Polo Obrero vinculado al Partido Obrero (PO) que se reivindica trotskista, su máximo referente es Néstor Pitrola. Se funda en 1999 y se orienta hacia los desocupados en el 2001. Tiene peso en Salta Capital y Tartagal y trabajo barrial en el Gran Buenos Aires.
Movimiento Territorial de Liberación: se funda a mediados de 2001, mediante la reunión de diversas organizaciones pequeñas con asiento de determinados territorios del país, a instancias del Partido Comunista. Su referente principal era Alberto “Beto” Ibarra, importante dirigente barrial del PC. Fraccionados en el 2004, el MTL PC es representado por Carlos Chile mientras que la fracción de Beto Ibarra se encuentra en un proceso de discusión y acción común con CUBa, MTR Berrozpe y Bitto.
Movimiento Teresa Rodríguez: surge en 1998 tras la ruptura del MTD Teresa Rodríguez, de orientación guevarista. Su dirigente histórico es Roberto Martino quien encabeza hoy una de sus fracciones. Su base territorial es Florencio Varela. La otra fracción la encabezan Chacho Berrozpe y Bitto. Su base es Mar del Plata y Capital. Otra fracción fue la Unión de Trabajadores Piqueteros, hoy integrante del Bloque Obrero y Popular.
Coordinadora de Unidad Barrial CUBa: Nace a mediados de 1995. Es la colateral piquetera del Partido Revolucionario de la Liberación. Organización populista semiguevarista, semiestalinista. Su principal referente es Oscar Kuperman. Actúa en común con Ibarra y el MTL.
MTDs Aníbal Verón: MTD Solano, MTD Lanús, MTD Almirante Brown, MTD Florencio Varela, MTD Guernica, MTD Quilmes, MTD Esteban Echeverría, MTD José C. Paz, MTD Lugano (Capital Federal), MTD 22 de Julio (localidad de Allen en Río Negro), MTD Darío Santillán (localidad de Cipolleti en Río Negro), CTD de La Plata, CTD de Lanús y CTD de Quilmes. Hoy se encuentran fraccionados entre el MTD Solano de orientación autonomista, el MTD Florencio Varela encabezado por Juan Cruz Daffunchio y los MTD Lanús y Alte. Brown, más populistas. Lograron gran repercusión por la masacre de Puente Pueyrredon donde cayeron los compañeros Kostequi y Santillán.
Frente de Trabajadores Combativos-Mesa Nacional: agrupación que surge de una ruptura del FTC. Orientada por el Partido de la Revolución Socialista y el Frente Obrero y Socialista (FOS) de tendencia trotskysta. Plantean un movimiento único de trabajadores desocupados.
FTC Nacional: fracción de la FTC encabezada por el Movimiento Al Socialismo (MAS).
UTD Gral. Mosconi: fundada en 1997. Su dirigente es José “Pepino” Fernández, ex obrero de YPF. Una organización de fuerte implantación territorial e influencia entre los obreros de la construcción de las petroleras. Son parte del gobierno comunal y tiene una orientación reformista.
Bloque Piquetero Nacional:
Agrupación de organizaciones piqueteras constituida los días 16 y 17 de febrero de 2002, tomando distancia de otros sectores particularmente la CCC y FTV, después de la rebelión de diciembre de 2001 y en oposición al gobierno de Duhalde. Actualmente está raleado por el abandono del MTL PC y el alejamiento de Raúl Castells de la ANT
Asamblea Nacional de Trabajadores ANT: acuerdo entre el Bloque Piquetero Nacional, el MIJD de Raúl Castells y la CTD Aníbal Verón.
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Anexo II: cuadro de la composición de clase de los beneficiarios de Planes Jefas y Jefes
Ocupaciones Total
Trab. del servicio doméstico 23,70
Trab. de la construcción edilicia, obras de infraestr. y redes de distrib.
energía, agua potable, gas y telefonía 15,89
Trab. de la producción industrial y artesanal 10,83
Vendedores y trab. de comercialización de bienes y servicios 9,30
Trab. de servicios de limpieza no domésticos 5,98
Trab. de la producción agrícola, ganadera y forestal 4,77
Otras ocupaciones 4,36
Vendedores ambulantes 3,73
Trab. de reparación de bienes de consumo 3,05
Trab. de la gestión administrativa, jurídico-legal y de planificación 2,80
Trab. de la educación 2,80
Conductores y operadores de maquinaria del transporte y el almacenaje 2,78
Trab. de otros servicios 2,76
Trab. de salud, sanidad y ecología 2,19
Trab. de servicios de alimentación 2,13
Trab. de servicios de alojamiento y turismo 1,32
Trab. de vigilancia y prevención 1,16
Trab. del transporte y el almacenaje 1,03
Trab. del cuidado y la atención de personas 0,90
Operadores de maquinaria y equipos de la producción industrial 0,64
Comerciantes independientes 0,43
Trab. del deporte, el desarrollo corporal, el arte y la recreación 0,32
Prestadores independientes de servicios de transporte, almacenaje y
telecomunicaciones 0,18
Operadores de maquinaria y equipos de servicios varios 0,17
Trab. de investigación científica, asesoría y consultoría 0,16
Trab. de los medios de comunicación 0,13
Trab. de pesca y caza 0,11
Jefes de la comercialización de bienes y servicios 0,10
Trab. de las telecomunicaciones 0,09
Prestadores independientes de servicios varios 0,08
Jefes de servicios sociales básicos 0,08
Reparadores independientes de bienes de consumo 0,07
Jefes de servicios varios 0,06
Trab. de la instalación y el mantenimiento de maquinaria y equipos de la
producción de bienes 0,05
Trab. de servicios sociales, comunales, políticos, gremiales y religiosos 0,05
Operadores de equipos y sistemas de telecomunicaciones 0,05
Jefes de pesca y caza 0,05
Trab. de gestión presupuestaria, contable y financiera 0,05
Prestadores independientes de servicios de gestión administrativa, jurídico-legal,
de planificación, y de informática 0,02
Trab. de la producción extractiva 0,01
TOTAL 100,00
Fuente: Ministerio de Trabajo. Agosto 2002
Evaluación Plan Jefas y Jefes de Hogar Desocupadas/os
Distribución de la última ocupación de lo/as beneficiario/as
BsAs, Cordoba, Santa Fe y Mendoza
NOTASADICIONALES
[1] Al cierre de la edición de esta revista, era detenido el principal dirigente del MIJD Raúl Castells a quien se intenta acusar del delito de “extorsión”. No está clara aún cómo va a proseguir esta causa. Llamamos a exigir su inmediata libertad así como la de todos los compañeros detenidos por luchar y el desprocesamiento de todos los luchadores obreros y populares
[2] Juan Carlos Blumberg es un ingeniero e industrial textil cuyo hijo Axel fue secuestrado y asesinado por una banda que exigía un rescate. Producto de esto, puso en movimiento la “Cruzada Axel” que realizó tres masivas marchas en Capital Federal por el endurecimiento de las penas y un mayor poder represivo para las fuerzas policiales. Blumberg expresa una derecha ideológica y social que no tiene aún su correlato en el campo de los partidos políticos.
[3] Entre los delegados electos a la nueva Junta Interna figura José Montes, dirigente nacional del PTS junto a otros reconocidos luchadores y militantes de nuestro partido
[4] Ver recuadro de referencia al final del artículo.
[5] Lamentablemente, más allá de acciones puntuales, no conocemos ni ha sido público, que allí donde influencie otra organización de izquierda haya ocurrido algo similar. No es el caso del SOIP (Sindicato Obrero de la Industria del Pescado de Mar del Plata), donde influencia el PO, ni de la Unión Ferroviaria de Haedo dirigida por el MST o la Unión de Trabajadores de la Educación de Río Negro donde su Secretario General actual, Aurelio Vázquez, es militante del MAS.
[6] Para consultar nuestras elaboraciones con respecto al movimiento piquetero se puede ver Revista Lucha de Clases N°1 (1997), folleto “Piqueteros y fogoneros marcan el camino para el poder obrero” (1998), así como múltiples artículos en la Revista Estrategia Internacional y en La Verdad Obrera.
[7] Contexto económico y político en la protesta social. Claudio Lozano/Septiembre 2001. Director del Instituto de Estudios y Formación de la Central deTrabajadores Argentinos (CTA). Secretario de Estudios y Formación de la CTA.
[8] Para una definición desarrollada de este concepto ver Revista Lucha de Clases N°1 “Del Cordobazo al jujeñazo”.
[9] Maristella Svampa-Sebastián Pereya. Entre la ruta y el barrio. La experiencia de las organizaciones piqueteras. Pág. 86. Editorial Biblos.
[10] Las “manzaneras” constituyeron el aparato clientelar por excelencia del duhaldismo en los ’90 que financiado por los 600 millones de dólares anuales del llamado Fondo de Reparación Histórica del Conurbano Bonaerense, estaba compuesto por miles de mujeres que repartían diversos planes de ayuda social, movilizaban a los actos del PJ y ejercían una suerte de control social sobre las barriadas más pobres.
[11] Javier Auyero. La política de los pobres, las prácticas clientelistas del peronismo. Pág. 230. Edición Cuadernos Argentinos Manantial.
[12] Actualmente se estarían repartiendo 1.700.000 planes, de los cuales 200.000 corresponderían a las organizaciones piqueteras. Clarín 8/8/04.
[13] Punteros: se les llama a los representantes de un partido político, intendente, gobernador o grupo determinado, puestos a dedo en virtud de amistad o afinidad política. En general, su tarea consiste en cuadricular el barrio, y tener bases de apoyo en cada cuadra, a cuyos miembros brinda favores, apoyo, recursos, etc. -y luego los cobra-. Es la forma clásica de hacer política barrial por parte de los partidos políticos tradicionales, para mantener el control sobre los distintos barrios a la vez que alimentar su política clientelar.
[14] Miguel Mazzeo, Piqueteros. Notas para una tipología. Pág. 31. Manuel Suárez Editor.
[15] Ana C. Dinerstein. El poder de lo irrealizado. El conflicto social en Argentina y el potencial subversivo de la mundialización.
[16] Carlos Marx. El Capital Tomo I. Proceso de acumulación capitalista. pág. 538. Edición Fondo de Cultura Económica.
[17] León Trotsky. El Programa de transición. Pág. 29. Editorial Crux.
[18] Carta de los compañeros del MIJD al PTS. 3/3/2004. Antonio Gomez, José Muñoz y Ovidio Pepe. La Verdad Obrera 134.
[19] Una interesante respuesta a este tipo de posiciones puede leerse en el trabajo Una aproximación al movimiento de desocupados en el marco de las transformaciones de la clase obrera en Argentina de Verónica Maceira y Ricardo Spaltenberg, donde definen que: “Esta representación plana de la “exclusión” es alimentada no sólo en los medios sino también en parte de la producción académica local, especialmente en aquella que se ha centrado en el estudio focalizado de la pobreza, dejando de lado el carácter social de quienes la padecen y de quienes la producen. Nuestra hipótesis es que esta presentación de “la pobreza” deja en penumbras a las líneas de continuidad entre las experiencias de clase de quienes actualmente son presentados como marginales y el conjunto de los trabajadores del país, contribuyendo en esa dirección, a fortalecer una imagen de fragmentación creciente al interior de las clases subalternas”.
[20] Maristella Svampa y Sebastián Pereyra en su estudio Entre la ruta y el barrio. La experiencia de las organizaciones piqueteras. Editorial Biblos, pág. 46, definen al movimiento piquetero como un movimiento social urbano abstrayéndolo de su contenido de clase y otorgándole la dimensión político reivindicativa de los movimientos sociales típicos de Latinoamérica, de un amplio carácter popular.
[21] Al respecto es interesante el siguiente comentario de Julio Godio sobre el movimiento piquetero: “sus miembros son hijos de la ruptura de la antigua “sociedad salarial” con pleno empleo, que comenzó a desarticularse desde los años ’70 del siglo pasado. Los piqueteros son pobres. Pero no pertenecen al mundo tradicional de la marginalidad estructural (como ocurre en Brasil, Venezuela o Perú), sino al mundo de una sociedad salarial desarticulada. Por eso los movimientos piqueteros son tan persistentes y organizados. Tienen vínculos históricos con los sindicatos y con las organizaciones sociales barriales. La mayoría de los desocupados son personas alfabetizadas. Todo ello compensa el hecho cierto de que entre los movimientos de desocupados crecen también fenómenos de apatía social (...)” Los movimientos piqueteros ante una seria disyuntiva política. Julio Godio: Director del Instituto del Mundo del Trabajo (IMT).
[22] Raúl O. Fradkin. Universidad Nacional de Luján/Universidad de Buenos Aires-Argentina.
[23] Es interesante la visión que tiene el PO del surgimiento de su colateral piquetera ajeno a todo trabajo real del movimiento de masas. Dice Jorge Altamira “el Polo Obrero es una genuina creación del PO. La prueba está en que fue discutido en un Congreso del PO el surgimiento, el impulso, el desarrollo, el apoyo y la formación del Polo Obrero”. Una Nueva Etapa Histórica. Informe Central al XIII Congreso del Partido Obrero. 29/11/02
[24] Maristella Svampa-Sebastián Pereyra. Idem. Pág. 17.
[25] Maristella Svampa-Sebastián Pereyra. Idem. Pág. 22.
[26] Verónica Maceira y Ricardo Spaltenberg Una aproximación al movimiento de desocupados en el marco de las transformaciones de la clase obrera en Argentina.
[27] León Trotsky. Los problemas de la insurrección y de la guerra civil. 1924.
[28] Raúl O. Fradkin. Universidad Nacional de Luján/Universidad de Buenos Aires-Argentina.
[29] Clarín, 19/05/2002, p. 17
[30] Organizaciones multisectoriales que funcionaban en las intendencias del Conurbano bonaerense para discutir la problemática social y la distribución de los planes de empleo.
[31] Además existía una sobrevaloración de la situación, la cual era caracterizada como una revolución triunfante (MST), o en curso (PO), un “Argentinazo” (casi toda la izquierda) dándole un valor extraordinario a la fuerza del movimiento social actuante y en particular al papel y significado de las propias organizaciones piqueteras.
[32] Ultimo dato disponible del Ministerio de Trabajo. www.trabajo.gov.ar. Respecto a la composición social de los beneficiarios de los planes se puede consultar a Verónica Maceira y Ricardo Spaltenberg. op. cit. “(...) podemos concluir que una parte importante de los varones participantes y beneficiarios de planes de empleo, en particular los mayores de treinta años, son trabajadores que han sido asalariados, y si bien no han estado ocupados en los sectores más dinámicos ni en puestos de altas calificaciones, no pueden ser considerados marginales. Por el contrario, muestran trayectorias laborales anteriores estables, con rasgos compartidos ampliamente por la clase obrera de la región. Asimismo, el conjunto presentaba, cuando ocupados, una alta tasa de sindicalización como tendencia firme a lo largo de sus vidas laborales, aunque mayormente sin participación gremial activa. Estos elementos, que también caracterizan la cultura sindical dominante, revelan en principio una experiencia previa que los predispondría a encuadrarse en organizaciones que representen sus intereses económicos inmediatos. Junto a ellos se encuentran jóvenes con escasa inserción estable anterior, mayormente sin experiencias significativas como trabajadores fabriles y sin tradición de encuadre sindical. Entre los desocupados jefes de hogar encontramos predominantemente ex-obreros fabriles, y se hacen presentes, complementariamente, trabajadores de la limpieza no doméstica y algunos empleados del comercio de alimentos. No forman parte de este universo los trabajadores de cuello blanco. Los desocupados fabriles han estado empleados en mayor medida en las ramas consideradas típicamente de la “primera sustitución” (intensivas en mano de obra y productoras de bienes “salario”, con preeminencia de alimentos y textiles) y ocuparon, en menor medida, puestos en la industria metalúrgica, del papel, del cuero y las telecomunicaciones, ramas que tuvieron su momento de expansión en períodos relativamente posteriores a las ya mencionadas.
[33] Según otros medios como el diario Clarín, la totalidad de los planes que reciben los movimientos piqueteros rondarían los 200.000. Los datos correspondientes a cada una de las organizaciones se basan en información de la prensa ya que los distintos movimientos no lo han hecho público.
[34] Incluso los movimientos llamados “duros” se organizan en un mismo barrio en diferentes organizaciones depende quien empadrone.
[35] Miguel Mazzeo, Idem. Pág. 139