El pasado 22 de agosto las tropas de la OTAN lanzaron un brutal ataque aéreo en el pueblo de Aziz Abad, en el que murieron al menos 90 personas, la gran mayoría de ellas mujeres y niños. Tan evidente fue la masacre que el gobierno títere del presidente Hamid Karzai tuvo que reconocer el asesinato perpetrado por las tropas de ocupación comandadas por Estados Unidos y emitió una "declaración dura" para tratar de frenar la indignación que causó el bombardeo.

Con este brutal ataque las tropas imperialistas intentan poner un límite al avance de las distintas milicias de la resistencia armada afgana contra la ocupación de la OTAN y el gobierno de Karzai.

El último de estos episodios ocurrió el 18 de agosto, cuando diez soldados franceses murieron en una emboscada a sólo una hora de la capital, Kabul, lo que indica que los enfrentamientos ya no se limitan a las zonas alejadas o en provincias donde los talibanes han reconstruido sus fuerzas como Kandahar, al sur del país o la zona fronteriza con Pakistán.

Este ataque, que se suma a otros en los que murieron soldados británicos y canadienses, hizo sonar voces de alarma en los aliados europeos de Estados Unidos que ven con preocupación que la situación se está deteriorando, mientras crece la oposición interna contra la participación de tropas en Afganistán.

Los talibanes y otras fuerzas ligadas a "señores de la guerra" de distintas provincias del país vienen recuperándose, basados en la creciente oposición a las tropas imperialistas y en la impopularidad sin precedentes del presidente Karzai, considerado por la amplia mayoría de la población como un sirviente de Estados Unidos. Esta resistencia armada afgana actúa también en Pakistán donde en los últimos meses han recrudecido los atentados reivindicados por grupos islamistas en respuesta a los ataques del ejército ordenados por Estados Unidos como parte de la "guerra contra el terrorismo".

En lo que va del año las tropas de la OTAN sufrieron casi 200 bajas, 100 de ellas norteamericanas, mientras que murieron en atentados perpetrados por distintas fuerzas unos 1.000 efectivos de las fuerzas de seguridad y el ejército afgano. Esta situación ha llevado a algunos analistas militares de los principales centros imperialistas, como el norteamericano Anthony Cordesman, a afirmar que "Estados Unidos está perdiendo la guerra contra el talibán, Haqqani, Heymatyar y otras fuerzas antigubernamentales en Afganistán y enfrenta un resurgimiento de Al Qaeda".

Aunque esto puede ser exagerado, lo cierto es que la ocupación de Afganistán, a la que el gobierno de Bush le había restado importancia para concentrarse en resolver la situación en Irak, ahora está atravesando una profunda crisis, combinada con una importante inestabilidad política en el vecino Pakistán luego de la renuncia del ex presidente Musharraf. Esta situación se da en un momento de crecientes tensiones entre Estados Unidos y Rusia por el conflicto con Georgia por las regiones separatistas de Osetia del Sur y Abjasia, tras el cual está el intento de Estados Unidos de ampliar la OTAN a la zona de influencia rusa.

Obama y Afganistán

La decadencia del dominio de Estados Unidos tras el fracaso de la estrategia neoconservadora de Bush de imponer un "nuevo siglo norteamericano" por medio de la "guerra contra el terrorismo" y las consecuencias internas de la crisis económica, son los principales factores que explican la "ilusión de cambio" que se expresa en la candidatura de Barack Obama y en un posible triunfo demócrata en las próximas elecciones presidenciales.

Sin embargo, Obama ya ha comenzado a decepcionar a su base electoral progresista. A fines de julio, en una gira por Medio Oriente y Europa, el "candidato del cambio" dejó en claro que su política militarista en Afganistán no difiere esencialmente de la de Bush. Según Obama es en Afganistán donde se concentra la "guerra contra el terrorismo" e incluso propuso aumentar las tropas de la OTAN "para derrotar a Al Qaeda". La elección de Joe Biden como su compañero de fórmula, que apoyó la guerra de Irak y fue uno de los artífices de la política norteamericana en los Balcanes, así como la de sus asesores en política internacional, entre quienes está Brzinzki, muestra la necesidad del imperialismo norteamericano de políticos experimentados del establishment para defender sus intereses en una situación mundial cada vez más complicada.

Fuera el imperialismo de Irak y Afganistán

La derrota de las tropas imperialistas en Afganistán e Irak sería un gran triunfo para todos los explotados del mundo. A diferencia de lo que opinan ciertos sectores de la izquierda mundial, como el dirigente de la LCR francesa (ahora Nuevo Partido Anticapitalista) Olivier Besancenot, que pidió "ayuda internacional política, diplomática y económica y no tropas de ocupación para los que quieren resistir contra los talibanes", es decir, una suerte de intervención imperialista "humanitaria", los marxistas revolucionarios apoyamos la resistencia del pueblo afgano contra la ocupación imperialista y el gobierno títere de Karzai, pero no le damos ningún apoyo político a los talibanes y a otras direcciones islamistas que tienen un carácter profundamente reaccionario y opresor de sus propios pueblos. Para derrotar la ocupación militar es necesario que salgan nuevamente a las calles los millones de jóvenes y trabajadores de los países centrales que se opusieron a la guerra de Irak y a la política de sus gobiernos imperialistas.