El Salvador
Mauricio Funes toma posesión entre ilusiones y contradicciones
06/06/2009
El pasado lunes 1 de junio asumió la Presidencia de El Salvador Mauricio Funes, carismático experiodista recién ingresado a las filas del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN) y muy conocido en todo el país Centroamericano. Con esto la exguerrilla por primera vez llega a la silla presidencial, luego de los acuerdos de paz de Chapultepec firmados en 1992, en donde la guerrilla aceptaba convertirse en un partido político adaptado al régimen burgués y al sistema capitalista a cambio de mayor participación en la maquinaria institucional.
La llegada de Mauricio Funes al poder, se da en medio de intensas ilusiones en la sociedad salvadoreña, provenientes esencialmente de los sectores populares, que anhelan cambiar sus condiciones de vida caracterizadas por la pobreza, la violencia, y en general la negación de un porvenir digno. La toma de posesión de Funes se da también en el marco de la peor crisis capitalista mundial en 80 años, que ya comienza a golpear con fuerza en toda la región generando miles de despidos así como la caída de las remesas y las exportaciones.
El gobieno de Mauricio: entre las ilusiones, las perspectivas sombrias y las contradicciones
Aunque el FMLN se ha convertido desde enero pasado en la principal fuerza electoral del país, ganando la mayoría de alcaldías y conquistando la mayoría simple de diputados en el Congreso, lo cierto es que ni la situación social en general, ni la situación política y económica son del todo favorables para el gobierno de Funes.
Es que precisamente al mismo tiempo que la cúpula del FMLN y el nuevo Presidente prometen el cielo y las estrellas, los despidos masivos en maquilas y la industria crecen como los hongos en la humedad. Políticamente Funes se juega el todo por el todo en el sentido de que apuesta esencialmente a neutralizar la movilización y la lucha independiente de la base social de apoyo del FMLN (trabajadores, campesinos, y algunos sectores medios), mediante tímidos planes asistencialistas o reformas en las instituciones del Estado, que si no llegan a tiempo, podrían reactivar las movilizaciones y amenazarían con debilitar el respaldo popular a su gobierno. Refiriéndose a la política de ARENA durante sus gobiernos y al modelo “neoliberal”, William Huezo, dirigente de la Asociación General de Empleados Públicos (AGEPYM) dijo que “"De seguir aplicándose ese modelo económico por un gobierno de izquierda, sería un fracaso para la izquierda y una frustración más para la población, que nos puede llevar a una convulsión social (…)” y que “de ser así, los movimientos sociales "no van a quedarse de manos cruzadas".”[1] Aunque Funes juega el rol de una fuerza de contención de la lucha independiente de los trabajadores, está por verse hasta donde podrá soportar sobre sus espaldas la intensidad y la magnitud de las ilusiones de los trabajadores y el pueblo pobre salvadoreño. Hasta el momento Funes pareciera inclinarse por el apoyo del gobierno de Obama a su gestión, y en América Latina parece querer apoyarse en el ALBA (área Bolivariana para las Américas) y su petróleo barato, procurando seguir un modelo de administración capitalista moderada al estilo de Lula, lo que como hemos dicho en artículos previos, le plantea inmensos problemas a un pequeño país como El Salvador, que no tiene ni los recursos ni el peso económico de un país como Brasil.
En consonancia con lo anterior, a nivel del proyecto de país a que se dirige, Mauricio Funes se debate entre sus preferencias “moderadas”, y las de la cúpula del FMLN, más inclinada hacia un modelo al estilo de la Venezuela de Chávez. No por casualidad el diario El País del Estado Español dijo ante la toma de posesión del nuevo Presidente salvadoreño que “Funes se quedará solo ante un país de vértigo, golpeado por la desigualdad y el crimen. Y lo de "solo" no es ninguna exageración. Este periodista de 49 años, padre de cuatro hijos y casado en tres ocasiones, tendrá que elegir entre la ruta de Venezuela y Cuba que le marcan los viejos comandantes guerrilleros del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN) o tomar la suya propia, que tiene en Lula da Silva su modelo ideal y en Barack Obama su aliado necesario.”[2]
La dirección del FMLN para dar la imagen de una creciente moderación, para librarse del desgaste de sus viejas figuras ante la percepción de la opinión pública salvadoreña, y sobretodo para ganar las elecciones presidenciales, “coptó” a Funes para colocarlo como candidato, sin haber tenido nunca este periodista ninguna militancia en el partido. Esto le ha llegado a plantear graves problemas tanto a Funes como a la dirección del FMLN, y las relaciones desde aquella histórica victoria electoral del 15 de marzo, se han complicado en algunos momentos. Según El País del Estado Español: ““Después de ganar las elecciones", explica un dirigente del FMLN, "hubo 10 días en los que nos temimos lo peor. Mauricio fue prácticamente secuestrado por sus colaboradores de fuera del partido y no se ponía al teléfono cuando lo llamábamos. Así que dimos un golpe en la mesa. Le dijimos: nosotros no habríamos ganado sin ti, pero tú tampoco sin nosotros. El FMLN no puede ser un elemento decorativo en el Gobierno. Si tú fracasas, también será nuestra responsabilidad". El momento más tenso se produjo cuando Funes, de vacaciones en Brasil, ordenó publicar un anuncio pagado a los periódicos en los que reconvenía a un dirigente del FMLN por unas declaraciones sobre política económica: "El único autorizado para hablar es el presidente electo".
Los graves problemas que acechan a El Salvador, y la presión permanente que tendrá que soportar Funes sobre sus espaldas desde distintos ámbitos (empresarios, trabajadores, clase media), podrían llevar a una intensificación de los choques entre la dirección del FMLN y el Presidente, que podría quedarse “solo” con el apoyo de los “amigos” que financiaron su campaña (entre los que hay no pocos empresarios) en el plano nacional. El Editorial del diario La Nación de Costa Rica es claro en ese sentido, cuando señala que “En medio de tantas limitaciones y desafíos, las expectativas que se generaron durante la campaña por Funes y el FMLN son enormes y podrán despertar rápidamente la impaciencia en muchos sectores sociales (…)”.[3]
Un diálogo nacional para contener la lucha obrera independiente y para pactar el nuevo régimen con la burguesía
Mauricio Funes y el FMLN, como ya habían adelantado en su programa de gobierno, no tocarán la propiedad privada ni los negocios de los capitalistas; sino que más bien estimularán la propiedad burguesa, es decir: Funes maniobrará con todos los recursos disponibles del Estado para resguardar al decadente capitalismo salvadoreño, en un intento por evitar grandes sobresaltos o procesos agudos de lucha de clases. En este contexto Funes pretende sentarse en la mesa de negociación, pero no solo, sino que pretende reunir en un mismo espacio a empresarios, trabajadores y organizaciones de la “sociedad civil” en la perspectiva de cristalizar un proyecto de “unidad nacional”, al servicio por supuesto de los explotadores. El nuevo Presidente “frente a un auditorio con empresarios, iglesias, organizaciones sociales y la oposición política” dijo: “Asumo la presidencia ampliando el llamado de unión nacional que hice antes, durante y después de la campaña".[4]Lógicamente esta “unión nacional” apoyada sobre la protección, defensa y estimulación de la propiedad privada será una “unidad” que solo beneficiará a los capitalistas.
El pacto fiscal es tan solo una muestra: el nuevo mandatario, en lugar de atacar directamente las enormes ganancias de las compañías transnacionales y de los grandes empresarios nacionales imponiendo la nacionalización de los grandes medios de producción, o estableciendo cuando menos un impuesto progresivo a las ganancias capitalistas, pretende únicamente limitarse a evitar la evasión. Según Mauricio en su gobierno “se apretarán el cincho mediante un plan de austeridad que evite los gastos superfluos en su administración y a través de un programa contra la evasión y elusión fiscal, aparte del combate al contrabando y la focalización de los subsidios”.[5] Todo consiste -según las propias palabras de Funes- en administrar mejor los recursos del Estado burgués, y evitar que los burgueses evadan el pago de impuestos. Es que aunque los revolucionarios no nos oponemos a los impuestos a la burguesía, consideramos que no son suficientes las medidas del nuevo Presidente salvadoreño para sacar al país Centroamericano del atraso, la miseria, la desigualdad y la dependencia. Es necesario como se insinuaba, atacar directamente las ganancias de los capitalistas mediante los impuestos progresivos, las nacionalizaciones, y sobretodo con la monopolización del comercio exterior, para que de esta forma las riquezas generadas por la clase trabajadora salvadoreña no vayan a parar a las casas matrices de los grandes pulpos capitalistas que operan en el país, y que la riqueza sirva íntegramente para satisfacer las necesidades de la clase obrera y el pueblo pobre. Pero aparentemente ninguna de estas medidas tomará Mauricio durante su gobierno.
Como viene afirmando La Nación costarricense “La gran pregunta, en un país ya sometido a un enorme estrés presupuestario, es cómo financiar sus interesantes y necesarias iniciativas. Difícilmente bastará con la austeridad, la “racionalización y focalización de los subsidios” y una acción más enérgica de cobro por parte de las autoridades fiscales. Y su convocatoria a un diálogo nacional, para definir “una estrategia de desarrollo que incluya un acuerdo sobre el empleo y la política fiscal”, difícilmente podrá rendir rápidos resultados. En este sentido, existe un gran territorio de incertidumbre.” Aunque no son precisamente impulsos socialistas los que llevan a La Nación a este planteo, lo cierto es que Funes puede encontrarse con un panorama muy complicado tanto económica como políticamente, lo que lo obligará permanentemente a pactar con la derecha en aras de mantener lo más establemente posible a la institucionalidad burguesa salvadoreña.
Es necesaria la construcción de un gran partido obrero independiente en El Salvador
Ni la burguesía amparada tras ARENA, ni el binomio Funes-FMLN podrán sacar a El Salvador del atraso, la miseria y la desigualdad. Ambos proyectos, el arenero y el efemelenista se amparan tras uno u otro sector de la clase dominante nacional, una más proimperialista y otra más reformista e inclinada a perfeccionar al capitalismo, eso sí con “rostro humano”.
Las burguesías de los países semicoloniales no son capaces ni de generar igualdad, ni mucho menos la liberación del yugo imperialista. Por eso es necesario que la clase trabajadora (progresiva y revolucionaria) construya su propio partido, independiente tanto de ARENA como del FMLN, dotada de un programa transicional para hacer la revolución socialista en El Salvador, Centroamérica y el conjunto de América Latina.
Notas
[1] El Diario de Hoy. Martes 12 de mayo de 2009.
[2] El País. Estado Español. Lunes 1 de junio de 2009.
[3] La Nación. Costa Rica. Martes 2 de junio de 2009.
[4] El Diario de Hoy. El Salvador. Martes 2 de junio de 2009.
[5] Íbidem.