Festejos por la muerte de Pinochet en Santiago de Chile
Murió Pinochet pero sigue el pinochetismo
14/12/2006
La muerte de Pinochet desató la alegría de los trabajadores y el pueblo pobre de Chile. Apenas conocida la noticia, comenzaron a escucharse los aplausos, los gritos de “¡Está muerto el asesino!”. La gente salió en masa a la calle a festejar. Las barriadas obreras y populares festejaron durante toda la noche. Sin embargo, la alegría se mezclaba con la sensación, clara y cierta, de que Pinochet murió en la más absoluta impunidad.
El maximo responsable de los miles de detenidos desaparecidos, torturados, exiliados, relegados, exonerados, no cumplió ni un solo día de cárcel. A pesar de los múltiples procesos que venía enfrentando desde hace años, los procesamientos, e incluso los arrestos domiciliarios, vivió hasta el último de sus días en impunidad. Porque la justicia patronal, la misma que en la dictadura fue cómplice de la violación a los derechos humanos, la que defiende la democracia para ricos, de la concertación y la derecha, y los intereses de los patrones, nunca lo condenó. Nuevamente la impunidad vuelve a imponerse: Pinochet va a ser sobreseído de todos los casos que enfrentaba. Además de Pinochet, son cientos y miles los militares que están impunes y caminan libremente por las calles. Pinochet murió impune, gracias a un pacto entre la Concertación y la derecha, el ejército, los empresarios, los medios de comunicación y la justicia, que sostuvieron su impunidad.
La Concertación (integrada por el Partido Socialista, el Partido por la Democracia, el Partido Demócrata Cristiano y Partido Radical) y la derecha (con la Unión Demócrata Independiente y Renovación Nacional) vienen desde hace años intentando aplicar una “reconciliación nacional” para intentar recomponer instituciones como la justicia y las FF.AA., desprestigiadas por la dictadura. Esto es continuación de la misma política que se vienen aplicando desde la transición pactada a la democracia, entre la concertación, la derecha, las FFAA y el imperialismo, para salir de la dictadura “ordenadamente” bajo la antidemocrática constitución del 1980, y las garantías para Pinochet de seguir como comandante en jefe del ejército, primero, y senador vitalicio después, además de mantener las políticas económicas de la dictadura. Es por eso que a pesar de no haber realizado los funerales de Estado, la Concertación sí permitió que fuera despedido con honores como jefe del Ejército.
Sin embargo, los miles que festejaron su muerte, muestran que a pesar de todos los intentos de los partidos políticos que defienden la democracia para ricos, está en la memoria de muchos lo que significó la dictadura de Pinochet y sus colaboradores y el anhelo de justicia. Existe rabia por la impunidad, la molestia por las consecuencias de las políticas de la dictadura: salud y educación para ricos, trabajo precario, flexibilización laboral, que la democracia de la Concertación y la derecha mantienen en pie. Más aún, es la propia Concertación la que reprime las manifestaciones contra Pinochet, la que permite los funerales con honores militares, la que reprimió hace apenas unos meses la gran movilización de los estudiantes secundarios chilenos que luchaban contra la mercantilización de la educación.
La obra de la dictadura sigue en pie
Los funerales del dictador sacaron a miles de pinochetistas a la calle nuevamente, que fueron a despedir al genocida, mostrando también que no hay reconciliación nacional. Los personeros de los partidos de derecha, que hasta ayer intentaban alejarse del asesino, estuvieron en primera fila en el funeral. También los empresarios, ex ministros y colaboradores reivindicaron que Pinochet los haya “salvado del marxismo”. ¿Qué significa esto?
El golpe de Estado de Pinochet, de la mano de los patrones, la iglesia, los medios de comunicación, el imperialismo norteamericano, los partidos de la derecha y la democracia cristiana, tuvo un profundo contenido anti-obrero. Fue por el temor a la experiencia que estaban haciendo los trabajadores y el pueblo pobre, a los cordones industriales, a los inicios de la gestión obrera de ciertas fábricas, a la nacionalización de las riquezas, a la desconfianza cada vez mayor que demostraban los trabajadores y el pueblo hacia la Unidad Popular y Allende -que por su política era un freno absoluto a la posibilidad real de un gobierno de los trabajadores, y que por el contrario intentó conciliar todo el tiempo con los partidos políticos patronales y con los empresarios nacionales y extranjeros- que se dio el golpe. Y es por eso que la dictadura se encargó de perseguir y reprimir principalmente a las organizaciones obreras y populares y a liquidar las conquistas que habían costado años de lucha, como el derecho a la salud o la educación gratuita. Es por eso que hoy los empresarios, la derecha, la iglesia, los medios de comunicación y la propia Concertación reivindican la obra económica de la dictadura, que no es otra que la destrucción de la educación, la salud, las pensiones, la flexibilización laboral y los bajos sueldos, la privatización de las empresas y los recursos del país. Pinochet fue el sirviente de la clase patronal para asegurar la otra impunidad: la de la explotación de la clase patronal que con su ideología neoliberal convirtió en mercancía la educación, la salud y la vivienda. Liquidó el sindicalismo, profundizó la explotación en los lugares de trabajo y terminó con el derecho efectivo a huelga.
De la dictadura a la Concertación
El saludo nazi, hecho por jóvenes derechistas, y las banderas de Patria y libertad, organización fascista que nació en los años 70 para enfrentar a los trabajadores y el pueblo recorrieron el mundo, junto al ataque de los pinochetistas a los periodistas que daban cuenta de los hechos. El funeral de Pinochet mostró la cara que muchos intentaban maquillar: los empresarios y la derecha, la UDI y RN, con claro sentido de defensa de sus intereses de clase, que reconocieron que el Chile actual se lo deben a Pinochet. La iglesia, con su máximo cardenal ofició una de las misas en su recuerdo. Las FF.AA. que le rindieron honores. Incluso, uno de sus nietos, capitán de ejército, reivindicó en un discurso el golpe de Estado.
La justicia patronal, ya anunció su sobreseimiento y el presidente de la Corte Suprema de Justicia salió a aclarar que la justicia no tiene deudas pendientes con el tema Pinochet, a pesar de los 3.500 desaparecidos, de decenas de fusilados, de 200.000 torturados, medio millón de exiliados, la comprobada la corrupción y el enriquecimiento ilícito.
Pero la muerte del dictador no acaba con el pinochetismo. Con mayor o menor pudor, sus seguidores deberán cargar con toda su herencia. El castigo a los crímenes de la dictadura, que los organismos de DDHH sostuvieron durante años, de colaboradores civiles y militares, no acaba con la muerte de su jefe.
La herencia de la dictadura se mantiene en pie hasta hoy de la mano de la Concertación y la derecha, y de los mecanismos de la democracia para ricos, como las leyes de seguridad interior del Estado, para reprimir a los trabajadores y el pueblo, o el antidemocrático sistema binominal chileno. La muerte de Pinochet mostró las profundas diferencias de clase, el pinochetismo activo, la Concertación que con su política de presentarse como falsos “amigos del pueblo”, administra los negocios de los empresarios y sostiene las instituciones de esta democracia para ricos.
Por eso, la justa lucha de las organizaciones de DDHH tiene que seguir siendo una bandera de lucha de todos los trabajadores y el pueblo pobre. Sin embargo, la política de confianza en la justicia patronal, como la del PC y abogados de DDHH, se muestra impotente porque permite fortalecer a la justicia, impidiendo la lucha independiente de los trabajadores y el pueblo por la cárcel y castigo a los genocidas. Toda exigencia legal debe ir acompañada de la denuncia de la justicia como institución de la democracia para ricos.
El Chile profundo, de los trabajadores y el pueblo pobre se pudo expresar en parte en las manifestaciones espontáneas que reflejaron el alivio con la muerte de su verdugo. La lápida autoritaria que aún pesa se resquebraja con un oxigenante reclamo por derechos democráticos básicos (¡a manifestarse en las calles!), que todavía permanecen enormemente limitados, y que pueden comenzar a articularse con las luchas que vienen desarrollándose, con dificultad pero persistentemente, contra la explotación laboral, los bajos sueldos, la miseria, la mercantilización de la salud, la educación y la vivienda, en perspectiva con los intereses históricos de la clase trabajadora. Muestra de estas luchas son las importantes movilizaciones estudiantiles de mayo y huelgas como la de los mineros de La Escondida.
Desde Clase contra Clase creemos que hace falta terminar con la democracia para ricos de la Concertación y la derecha, que mantiene en pie las políticas de la dictadura. Hace falta que los trabajadores se organicen bajo las banderas de la independencia de clase. Construyendo sus organizaciones de clase a su servicio, recuperando por ejemplo la Central Unitaria de Trabajadores como una herramienta al servicio de las luchas de los trabajadores y sus intereses y derechos. Hace falta retomar las enseñanzas de la experiencia de los cordones industriales, como organismos de autoorganización obrera. Y construir un partido de trabajadores revolucionario, trotskista, que se proponga la lucha por terminar con la explotación, construyendo una república de los trabajadores.