Estrategia Internacional N° 7
Marzo/Abril - 1998

El encuentro del Aguila y el León
TROTSKY, BRETON Y EL MANIFIESTO DE MEXICO (1ra. parte)
por Gérard Roche

Traducido por Silvia Novak

Reproducimos aquí la primer parte de un trabajo de Gérard Roche, publicado en Cahiers León Trotsky Nº 25, de marzo de 1986, sobre el encuentro de León Trotsky y André Breton, poeta y fundador del movimiento surrealista, en 1938. El encuentro se realizó en México, última residencia de exilio de Trotsky , donde, dos años más tarde, fuera asesinado por un agente stalinista.
Aunque es conocida en general la relación de Trotsky con Breton, así como el Manifiesto por un Arte Revolucionario Independiente que surgió del encuentro en México, la gran cantidad de trabajos de investigación sobre esta relación (como, por ejemplo, los que ha publicado el Instituto Léon Trotsky en sus Cahiers bajo la dirección de Pierre Broué, quien nos ha autorizado para la traducción y difusión en españól de los artículos allí publicados) y, por lo tanto, las riquísimas discusiones que ella suscitó, están muy poco difundidos, sobre todo en español.
La relación entre el trotskismo y el surrealismo es una muestra más de que, aún en los umbrales de la segunda guerra mundial, perseguido y acorralado por el stalisnismo y el fascismo, el trotskismo era una corriente viva y actuante, no sólo en el seno del movimiento obrero, sino capaz también de relacionarse con los movimientos intelectuales y artísticos más progresivos de la época, amenazados por las mismas fuerzas reaccionarias que hostigaban al trotskismo y a la vanguardia obrera mundial.
La conclusión del artículo será publicada en el próximo número de Estrategia Internacional.

Pocos encuentros han arrojado una luz tan viva, al punto de entrar en la leyenda, como el encuentro entre Trotsky y Breton en México en vísperas de la segunda guerra mundial. Aquel hombre del que un periodista mexicano describe el rostro “de trazos enérgicos”, la “abundante melena de león”, de quien emana una “dinámica interior”, está entonces en la cima de su madurez de poeta y de jefe incuestionado del movimiento surrealista, cuyas bases teóricas había sentado a principios de los años ´20. Trotsky, la “joven águila” de la revolución rusa, según la expresión del crítico americano Edmund Wilson, el par de Lenin, el prestigioso jefe del Ejército Rojo, vive para entonces su último exilio, acorralado y amenazado cada día por los asesinos de Stalin. Es un hecho notable que en el momento más trágico de la entreguerra, cuando triunfa el fascismo y se perpetra uno de los más grandes crímenes de la historia con los procesos sangrientos de Moscú, pero también igualmente en el momento más negro de su vida personal, Trotsky se incline nuevamente hacia los problemas artísticos. En agosto de 1939, Trotsky escribe que “es bueno que sobre la tierra exista no sólo la política, sino también el arte. Es bueno que el arte sea inagotable en su virtualidad, como la vida misma”.

Durante una de las entrevistas que Breton otorga, desde su llegada, a la prensa mexicana, reafirma los objetivos del surrealismo: las palabras de Marx “transformar el mundo” y las de Rimbaud “cambiar la vida” forman para los surrealistas una única consigna. Breton no dejó de creer, a pesar de las decepciones y de los fracasos sucesivos, que los caminos de la poesía y de la revolución, sin confundirse jamás, pueden llevar un día al hombre a dar “el salto del reino de la necesidad” hacia el de la libertad. Espera encontrar en Trotsky no solamente un interlocutor privilegiado, un teórico sin par, sino también la prueba viviente de que es posible conciliar la actividad de interpretación del mundo con la de su transformación revolucionaria. Entre el poeta de El Amor loco y el teórico de la revolución permanente se establecerán relaciones armoniosas y una verdadera complicidad. Nada es más extraño a estas dos personalidades fuera de lo común que el sectarismo y el monolitismo: comparten la misma sed de conocimiento, como lo atestiguan sus debates apasionantes. Esta complicidad y este acuerdo excepcionales, que los desacuerdos pasajeros – muy comprensibles entre dos hombres de origen y de formación tan diferentes – no alcanzarán a oscurecer, se cristalizan en el manifiesto “por un arte revolucionario independiente”, que resonó como un último llamado a la libertad antes que se abatieran sobre el mundo la noche y el estruendo de la barbarie armada.

México maravilloso

Breton y su compañera, Jacqueline Lamba, llegan a México alrededor del 17 de abril de 1938. De entrada, se produce el flechazo por la tierra mexicana, “tierra de belleza convulsiva”. Breton confía en que México “en sus montañas, su flora, el dinamismo que le confiere la mezcla de razas, así como en sus más altas aspiraciones” tienda a transformarse en “el lugar surrealista por excelencia”1.

Pero el viaje de Breton a México y la visita a León Trotsky son la culminación de un largo proceso político marcado por numerosos conflictos con el Partido Comunista y con la Internacional Comunista. Desde comienzos de los años ’30, Breton y sus amigos surrealistas se opusieron en varias ocasiones a la política del Partido Comunista Francés y a la de la Internacional Comunista. En 1931 y 1932, polemizan con el comité de Amsterdam-Pleyel que animan Romain Roland y Henri Barbusse y que la Internacional Comunista digita entre bastidores. Criticando el pacifismo del comité de Amsterdam-Pleyel, pregonan el retorno a las posiciones de Lenin y confluyen así con análisis de Trotsky y de la Oposición de Izquierda que llaman a luchar por la realización de un frente único contra el fascismo y la guerra. En la Asociación de Escritores y Artistas Revolucionarios (A.E.A.R.), Breton rechaza las tesis sobre la literatura proletaria impuesta por los “teóricos” soviéticos de la Asociación Rusa de los escritores proletarios (R.A.A.P.). En respuesta a un investigación de la revista Monde, retoma por su cuenta la argumentación de Trotsky, haciendo suyas sus “palabras admirables”. Se levanta contra los plumíferos que se hacen pasar por escritores y artistas proletarios, cuya producción no es más que “fealdad y miseria” y que no conciben otra cosa por fuera del “inmundo reportaje, del monumento funerario y del croquis de presidios”2.

En abril de 1934, toman abiertamente posición contra la expulsión de Trotsky (de Francia, N. de T.), a quien saludan en el volante “Planeta sin visa”. Breton y sus amigos rompen definitivamente con el PCF en junio de 1935 en el “Congreso internacional de los escritores por la defensa de la cultura”, en el transcurso del cual estalla, saliendo completamente a la luz, el affaire Víctor Serge. La voz de los surrealistas, así como la de los defensores de Víctor Serge, fue sistemáticamente silenciada. El discurso de Breton, leído por Eluard, y el de Nezval, fueron saboteados por los organizadores, entre los que se distinguió por su celo su ex - amigo Aragon, fiel ejecutor de Moscú, que ya no era para él “la chocha”*. En su folleto “Del tiempo en que los surrealistas tenían razón”,Breton y sus amigos hacen el balance de este período estigmatizando el “viento de cretinización sistemática que sopla sobre la URSS”, y concluyen afirmando que el régimen de la URSS se inclina “a la negación de lo que había sido”; “A este régimen, a este jefe, no podemos más que comunicarles formalmente nuestra desconfianza”3.

Pero el golpe de los procesos de Moscú provoca una fractura aún más profunda, y sumerge a Breton en un horror y un derrumbe físico y moral del que le costará mucho salir. Superando su disgusto frente a las confesiones envilecedoras, se compromete resueltamente junto a los militantes socialistas, trotskistas, sindicalistas y un puñado de intelectuales y escritores como Jean Giono, Victor Margueritte, Marcel Martinet, en el Comité por la investigación sobre los procesos de Moscú, constituido a principios de octubre de 1936. El río de sangre que corre en Moscú lo conduce a medir la amplitud y la profundidad de la degeneración del régimen burocrático que ve como “un retroceso acelerado sin cesar”: “Negación de la dictadura del proletariado en provecho de la de un hombre, restauración de la familia, de la patria, que anuncian para el futuro la de la religión; restablecimiento bajo todas sus formas de la desigualdad entre los hombre, ahogamiento en sangre de toda veleidad crítica...”4.

Cuando Trotsky recibe a Breton en la “casa azul”, está informado de su evolución. Naville envió a Coyoacán informaciones y los textos de sus discursos, y, superando las querellas del pasado, escribe a Van Heijenoort: “Usted puede utilizarlo plenamente a favor de L.D. (Lev Davidovicht, Trotsky, N. de. T.), ya que él se ha conducido en esta cuestión con una claridad perfecta, y no es un miedoso”5. Trotsky es muy conciente del interés que representa la venida de un aliado tal. Desde la llegada de Breton, invita a los redactores de la nueva Partisan Review a entrar en contacto con el poeta francés:

“André Breton, la cabeza reconocida del surrealismo, está ahora en México. Como ustedes sabrán seguramente, tanto en el plano artístico como en el político, él no sólo es independiente del stalinismo, sino que le es claramente hostil. Tiene sinceras simpatías por la IV Internacional.”6

No es imposible, como lo sugiere Jean Van Heijenoort, que Trotsky haya tenido un plan en mente desde la llegada de Breton a Coyoacán. En tanto que la visita de Malraux, en agosto de 1933, no había desembocado más que en una cierta desconfianza hacia el escritor, que no había cumplido las promesas de sus novelas sobre la revolución china, la venida de Breton y su sincera simpatía por la IV Internacional, en una situación política muy diferente, ofrecen a Trotsky perspectivas nuevas. En un contexto amenazante, en el que el puño de hierro del facismo y del stalinismo se cierra cada vez más, entrevé la posibilidad, apoyándose en Breton, de abrir una brecha en las filas de los intelectuales stalinistas y de los compañeros de ruta de los partidos comunistas ya desestabilizados por las oleadas sucesivas de los procesos de Moscú. El P.C.F., de todas maneras, comprendió muy bien esto, ya que organizó desde París una campaña de calumnias contra Breton, antes de su llegada. Las gesticulaciones de los tentáculos de Commune y de la Casa de la Cultura encuentran eco en la filas de la L.E.A.R., prima lejana de la A.E.A.R. francesa, controlada por el Partido Comunista Mexicano. Trotsky, que sufre él también el fuego de las calumnias de los Lombardo Toledano y de los Laborde, aporta su ayuda a Breton, pidiendo a Van Heijenoort que organice la protección del poeta durante sus conferencias, que podían ser saboteadas por los stalinistas. Es así que el pequeño grupo trotskista mexicano asegura un servicio de orden discreto desde la primer conferencia de Breton en el Palacio Bellas Artes. Breton encuentra igualmente en la persona de Rivera a un defensor ardiente y valeroso que, en la prensa mexicana, rompe lanzas contra aquellos que llama los intelectuales “clericales, stalinistas y gepeusistas**”. Escribe que la persecución respecto de Breton coincide con aquella de la que es víctima Freud, y revela así la tendencia del período histórico. Agrega que, sobre este punto “la historia ha probado que entre Adolf Hitler y Joseph Stalin no había la menor diferencia”. Rivera saluda a Breton “amante de México”, que ha comprendido “el contenido de belleza, de dolor, de fuerza contenida y de humor negro de este país.”8

Escaramuzas

¿Qué conocimiento tenía Trotsky, por entonces, del surrealismo? Las tímidas preguntas hechas a Naville en la isla de Prinkipo y las respuestas evasivas y más que insuficientes de este último, en aquel entonces poco dispuesto a clarificar el difícil “pase de manos” entre su pasado de surrealista y su compromiso en las filas de la Oposición de Izquierda, no lo ayudaron para nada a hacerse una idea precisa de los objetivos y de los principios del movimiento fundado por Breton11. Se puede suponer que, hasta 1938, a excepción de algunos números de La Revolución Surrealista, Trotsky no había leído casi ninguno de los grandes textos surrealistas e ignoraba casi todo de la obra de Breton. Es el crítico de arte americano Meyer Schapiro quien hace llegar a Trotsky las principales obras de Breton, poco antes del arribo de este último a Coyoacán. ¿Trotsky los leyó y estudió atentamente o bien se contentó con hojearlos, como parece pensar Van Heijenoort? Las discusiones ricas y apasionadas entre los dos hombres nos inclinarían más bien a pensar que Trotsky buscó seriamente comprender el surrealismo y la obra de Breton, quien por otra parte, pensaba que Trotsky tenía de ellos un conocimiento bastante bueno9. Estas numerosas discusiones no estuvieron exentas de escaramuzas ni de incidentes. Breton ha subrayado hasta qué punto la “complexión artística” era absolutamente extraña a Trotsky, a pesar de su interés por el arte y los artistas.

Formado en la escuela del gran crítico literario ruso Bielinsky, Trotsky es un aficionado a la novela realista: “La novela es nuestro pan cotidiano”, subraya en un ensayo consagrado a Gogol. El gusto manifiesto y muy pronunciado de Trotsky por la novela, a la que considera como “un gran arte”, y en particular por la novela francesa, no podía en absoluto acarrear el entusiasmo de Breton, de quien es conocida su aversión por el género novelesco. En el Manifiesto del Surrealismo, Breton desliza, en efecto, la condena a la ficción novelesca que se ubica con una miseria descriptiva en las antípodas de lo imaginario y lo maravilloso.

¿Se habló de Céline? No parece que Trotsky y Breton hayan hablado del autor de Viaje al fin de la noche. Se sabe cómo saludó Trotsky la entrada ruidosa de Céline en la literatura francesa, que provocó una verdadera revolución en el lenguaje. Breton, por su parte, nunca apreció la obra de Céline, de la que dirá más tarde que ni una sola línea “revela otra cosa que un capacidad totalmente física de sostener una pluma y de empaparla en el fango”10. Parece, no obstante, que Trotsky y Breton tienen la misma apreciación sobre la evolución literaria y política de Céline después de su última novela. Apenas llegado a México, Breton denuncia en la revista Hoy el contenido reaccionario de Bagatelas por una masacre11. Trotsky ya había podido observar la confirmación de su pronóstico en Muerte a crédito, cuya grosería y monotonía había subrayado en una carta a (León) Sedov, agregando a propósito de su autor: “Sin embargo, no se trata de un joven banal.”12

Pero el primer cruce de armas entre Trotsky y Breton tuvo lugar durante su segunda reunión el 20 de mayo, y fue alrededor de Zola. No creemos, contrariamente a lo que afirma Lionel Abel, que Trotsky haya podido defender contra Breton que Jules Romains, como novelista, fuera superior a Zola 13. A pesar de la gran admiración de Trotsky por el fresco de Hombres de buena voluntad, es casi seguro que Zola le parece de una estatura mayor. En su Diario de Exilio, Trotsky escribe que Zola, contrariamente a Jules Romains, era un “participante”, y es por eso que, a pesar de las debilidades y falencias de su obra, el primero es “más alto, más profundo, más caluroso, más humano”14. Por un momento, Trotsky había esperado que Jules Romains fuera el Zola del contraproceso de Moscú, al que finalmente le faltó un J’accuse. La actitud prudente de Jules Romains decepcionó a Trotsky, pero no hizo más que confirmar, a fin de cuentas, el juicio que él había formulado tres años antes: Jules Romains no tenía el carácter de un “participante”; era, por el contrario, “moralmente distante”. Es por lo tanto a Zola a quien Trotsky elige para poner a prueba a Breton, con el objetivo de oponer el naturalismo al surrealismo. Seguro de sí mismo, habiéndose preparado visiblemente para la discusión, Trotsky se lanza a la defensa de Zola:

“Cuando leo a Zola, descubro cosas nuevas que no conocía, penetro en una realidad más amplia. Lo fantástico es lo desconocido.”15

Un poco sorprendido y a la defensiva, Breton no pudo negar que “había poesía en Zola”16. Pero el juicio que Trotsky –que creía oponer el mundo realista del naturalismo al surrealismo-, intentó hacerle a Breton, resultó un golpe en el vacío. En 1932, Breton ya había respondido a las críticas que buscaban “acreditar, a expensas del surrealismo, los procedimientos neo-naturalistas”, críticas que “regateaban con todo aquello que, desde el naturalismo, ha constituido la más importante conquista del espíritu”17. Precisaba sin ambigüedad su posición frente a la corriente naturalista que no rechazaba en absoluto y que prefería, de lejos, al simbolismo:

“Me gustan mucho, por otra parte, los escritores naturalistas: pesimismo aparte –son verdaderamente demasiado pesimistas- (...) Los encuentro, en promedio, mucho más poetas que los simbolistas que, en la misma época, se esforzaban en embrutecer al público con sus elucubraciones más o menos rítmicas; Zola no era malo, por cierto (...); los Goncourt, cuyos tics intolerables se tiende más y más a representarnos, no eran incapaces de ver, de palpar, Huysmans, entre nosotros, antes de hundirse en la fangosa inutilidad de En Ruta, no había dejado de ser un grande, y sería fundado poner como modelo de honestidad a los escritores de hoy, los libros cada vez menos leídos de Robert Caze.”18

Pero para Breton, el maestro incuestionable del naturalismo, no es Zola, sino Joris-Karl Huysmans, el único que logró mezclar “el humor negro” y “la áspera comicidad inglesa”. Esta facultad le permite superar la miseria y “las situaciones desoladoras” y llegar “al resultado paradójico de liberar en el lector el ‘principio’ de placer “ 19. El humor negro, cualidad suprema a los ojos de Breton, está ausente de la obra de Zola.

Después de este intercambio sobre Zola, la discusión entre Trotsky y Breton trata sobre Freud y el psicoanálisis. No es necesario señalar lo que el surrealismo debe a los descubrimientos de Freud. Desde el Manifiesto del Surrealismo, Breton afirma que él cree en la “resolución futura de estos dos estados en apariencia tan contradictorios, como lo son el sueño y la realidad, en una suerte de realidad absoluta, de surrealidad”. Trotsky pudo leer en Los Vasos comunicantes los esfuerzos teóricos de Breton para conciliar una interpretación materialista del sueño con los descubrimientos y los análisis de Freud. Siempre tan incisivo y ofensivo, Trotsky interpela a Breton acusándolo de querer tergiversar los descubrimientos de Freud sobre el inconsciente:

“Usted invoca a Freud, pero ¿no lo hace en función de una tarea contraria? ¿No quiere usted ahogar lo conciente por medio del inconsciente?”20

El ataque de Trotsky revela una cierta incomprensión de los objetivos del surrealismo que, como muchas veces lo subrayó Breton, tiende a la resolución dialéctica de los contrarios. Breton afirma que, para él, se trata de establecer “un hilo conductor entre los mundos demasiado disociados de la vigilia y el sueño, de la realidad exterior y la interior, de la razón y la locura, de la calma del conocimiento y del amor, de la vida por la vida misma y la revolución”21. De hecho, el surrealismo hizo suya la consigna de Marx: “hacia mayor conciencia”. La definición que Breton da a su actitud frente al psicoanálisis, algunos días más tarde, en una revista mexicana, responde precisamente a las objeciones de Trotsky:

“He intentado demostrar en diversas ocasiones, permitiéndome utilizar para ello ejemplos tomados de mi vida personal, que si, como lo ha establecido el psicoanálisis, la actividad del sueño depende estrechamente de la actividad de la vigilia que lo ha precedido [...], de la misma manera la actividad durante la vigilia procede, al menos parcialmente, de la actividad onírica anterior. Que el hombre adquiera la conciencia de la interpretación constante de estas dos actividades, y le será posible, en el plano sensible, superar el sufrimiento que engendra en él la lucha entre el principio de placer y el principio de realidad; en el plano intelectual, reconciliar el conocimiento intuitivo y el conocimiento racional”.22

Sin duda, es necesario igualmente ver en el temor de Trotsky a que el surrealismo ahogue lo conciente bajo el inconsciente, un cuestionamiento velado de la escritura automática. Sobre esta cuestión tan controvertida, Breton había hecho una precisión muy clara en su conferencia de Praga, en abril de 1935. El automatismo psíquico jamás había constituido para el surrealismo un fin en sí mismo:

“Creo, por mi parte, haber insistido suficientemente sobre el hecho que el texto automático y el poema surrealista son no menos interpretables que el relato de sueño, y que nada debe descuidarse para llevar a buen puerto, cada vez que uno sea llevado a ello, tales interpretaciones. No se si hay aquí problemas post-revolucionarios, pero lo que sí sé, es que el arte, obligado desde hace siglos a no separarse más que apenas de los caminos derrotados del yo y del súper-yo, no puede sino mostrarse ávido de explorar en todo sentido las tierras inmensas y casi vírgenes del ello. De ahora en más, está demasiado comprometido en ese sentido como para renunciar a esta expedición lejana, y no veo nada de temerario en prejuzgar, desde este punto de vista, su evolución futura”. 23

Cuando Breton pregunta: “¿Es Freud incompatible con Marx?”, Trotsky responde: “Estas son cosas que Marx no estudió. Para Freud la sociedad es un absoluto, salvo quizá un poco en El porvenir de una ilusión ; ésta toma la forma abstracta de la coacción. Hay que penetrar en el análisis de esa sociedad.”24 De hecho, si Trotsky saludó el aporte de la escuela psicoanalítica de Viena (Freud, Adler, Jung), fue sobre todo por su contribución en “la cuestión del rol jugado por el elemento sexual en la formación del carácter individual y de la conciencia social.”25 Trotsky continúa desconfiado y francamente incrédulo en la aplicación del psicoanálisis al dominio del arte. Como lo nota Jacqueline Lamba, Trotsky no podía concebir el psicoanálisis más que en el plano de la terapéutica, como el propio Freud 26. El artículo que Trotsky consagró en su juventud a Gogol es, a este respecto, muy esclarecedor. Trotsky se niega a llevar las críticas de la obra de Gogol al terreno del psicoanálisis y a asimilar “la extrañeza de su escritura, su disposición melancólica y sus ideas místicas a un esquema clínico de psicosis depresiva”. ¿Por qué y cómo este “artista realista devino en un místico didáctico?”, no es la psicopatología sino “la historia social que nos permite responder a esta pregunta” 34, concluye27. No es en absoluto sorprendente constatar que Trotsky y Breton están en desacuerdo a propósito de la relación entre el arte y la locura. De formación médica y psiquiátrica, alumno del Doctor Babinsky en (en Hospital de) la Pitié, Breton adopta frente a la locura una actitud entremezclada de respeto y de miedo, y un interés que no abandonará jamás28. Trotsky ha leído, por cierto, las muy bellas páginas de Nadia, en las que Breton se lamenta contra el encierro de la locura. No es imposible que él haya podido “molestarse” con la lectura de varias páginas del Manifiesto concernientes a los delirios de los locos, y, probablemente, con aquella en la que Breton declara que se pasaría la vida “provocando” las “confidencias de los locos”: “son personas de una honestidad escrupulosa y cuya inocencia no tiene igual, salvo la mía”, escribe 39. En Los Vasos comunicantes, Breton subraya las “relaciones estrechas que existen entre el sueño y las diversas actividades delirantes tal como se manifiestan en los asilos”. Nota también una analogía entre las “reacciones afectivas paradójicas en el sueño y en la demencia precoz”30. Trotsky se rebela y sostiene “que no podía venir de la locura en sí nada de positivamente constructivo en relación al devenir humano”, minetras hacía notar que Shakespeare había sacado de las palabras de los locos una sabiduría31. ¿Hay que sorprenderse de que, sobre esta cuestión, la concepción de Trotsky se encuentre tan alejada de la de Breton, quien más tarde sostendrá la paradoja según la cual la categoría de enfermos mentales constituye un “reservorio de salud mental”?32. Es la libertad lo que él invoca mostrando a través de las obras de los locos, ya no considerados como objetos clínicos, los “mecanismos de la creación artística liberados de toda traba”33.

Pero la divergencia más seria y la más profunda concierne al azar objetivo, concepto clave de la búsqueda surrealista. Definido por Breton como “la forma de manifestación de la necesidad exterior que se abre un camino en el inconsciente humano”34, el azar objetivo hunde sus raíces teóricas en el materialismo dialéctico y el freudismo. Trotsky se resiste frente a la definición de azar objetivo, que no alcanza a conciliar con su propia concepción del materialismo dialéctico, temiendo sobre todo, que en Breton, ella desemboque en el misticismo:

“Camarada Breton, el interés que usted le otorga al fenómeno del azar objetivo no me parece claro. Sí, sé perfectamente que Engels había hecho uso de esa noción, pero me pregunto si, en vuestro caso, no hay otra cosa. No estoy seguro de que usted no tenga la preocupación de mantener – (dijo) mientras sus manos delimitaban un pequeño espacio en el aire- una pequeña ventana abierta hacia el más allá”. No había terminado aún de justificarme, cuando él continuó: “No estoy convencido. Y, por otra parte, usted ha escrito en algún lado... ah, sí, que estos fenómenos presentaban para usted un carácter inquietante.

-Perdón, le dije, yo escribí: inquietantes en el estado actual del conocimiento, ¿quiere usted que lo verifiquemos?” Se levantó bastante nerviosamente, hizo algunos pasos y volvió hacia mí: “Si usted dijo... en el estado actual del conocimiento... no tengo más nada que responder.”35

En El Amor loco, donde se encuentra el pasaje cuestionado por Trotsky, Breton cree útil invocar el testimonio de Hegel para quien el espíritu “es mantenido despierto y vivamente solicitado por la necesidad de desarrollarse en presencia de objetos, en la medida que quede en ellos algo de misterioso que todavía no ha sido revelado”. Pero es detrás de la garantía teórica de Engels que Breton se atrinchera para responder a los detractores que lo acusan de misticismo respecto del azar objetivo; en Los Vasos comunicantes, es decir, seis años antes del diálogo con Trotsky reproducido más arriba, Breton escribe:

“He aquí lo que es tildado en mí de misticismo. La relación causal, vienen a decirme, no podría establecerse en ese sentido. No hay ninguna relación sensible entre tal carta que nos llega de Suiza y tal preocupación que uno podría tener cerca del momento en que esa carta fue escrita. Pero, ¿no es esto –me pregunto- absolutizar de una forma lamentable la noción de causalidad? ¿No es regatear con la palabra de Engels: “La causalidad no puede ser comprendida sino ligándola a la categoría del azar objetivo, forma de manifestación de la necesidad?”36

En El Amor loco, Breton insiste sobre esta sed “de vagar al encuentro de todo aquello de lo que yo me asegure que me mantendrá en comunicación misteriosa con los otros seres disponibles, como si fuéramos llamados a reunirnos de improviso”. El misterio en Breton no tiene valor religioso ni místico, sólo vale para ser dilucidado. El “mundo es un criptograma que pide ser descifrado”, escribe Breton. ¿Hasta dónde esta concepción es compatible con el materialismo dialéctico? ¿Convenció realmente Breton a Trotsky en este debate que, después de todo, sólo tenía una apariencia teórica, ya que Breton comprometía en él su vida entera?

Pero, ¿no es una manifestación del azar objetivo aquel encuentro asombroso en 1916, sobre el puente de un navío español en ruta hacia los Estados Unidos, entre Trotsky y el poeta-boxeador Arthur Cravan, héroe místico del surrealismo? Entre los heterogéneos pasajeros del navío, desertores, aventureros, especuladores, rechazados de Europa, Trotsky nota a “un boxeador anglo-francés, leyendo bella literatura, primo de Oscar Wilde” que “reconocía abiertamente que prefería demoler las mandíbulas yanquis que hacerse quebrar las costillas por algún alemán”37. Cravan había encontrado en Barcelona al campeón mundial negro Joe Johnson y lo había desafiado. El combate se llevó a cabo en Nueva York el 29 de abril de 1917: Cravan cayó por K.O. en el primer round.

¿No es también, en el tumultuoso criptograma de la historia, una manifestación del azar objetivo y del humor objetivo –la esfinge blanca y la esfinge negra, según la bella expresión de Breton- el encuentro inesperado de Trotsky con el grosero Bidet (sic), jefe de la policía judicial francesa? En 1922, en Moscú, Trotsky se entera de que el organizador de su expulsión de Francia hacia España en 1916, se encuentra en una prisión soviética; se produce entonces un increíble diálogo entre el policía que, decepcionado, dice: “¡Es la marcha de los acontecimientos!”; “No se puede exigir un mayor consuelo por parte de Némesis”, escribe simplemente Trotsky38.

(Continúa en el próximo número)

NOTAS:
* Hacia 1925, Aragón mantenía todavía una actitud hostil hacia la revolución rusa, y se refería a ella en forma despreciativa y provocadora. De ahí la expresión irónica y despectiva de "Moscú, la chocha", que Aragón utiliza en su artículo "Avez-vous déja giflé un mort?", publicado en el panfleto colectivo "Un cadavre", luego de la muerte de Anatole France en octubre de 1924 (N. de T.)
** "Gepeusistas": referente a la GPU, la policía política stalinista de la época, antecesora de la NKVD (N. de T.)
1- “Diálogo con André Breton”, por Rafael Heliodoro, Universidad de México, junio de 1938.
2- André Breton, Second Manifeste du surréalisme, Manifeste du surréalisme, Jean-Jacques Pauvert, 1962, pp. 188/189
3- Du temps que les surréalistes avaient raison, en Manifestes du surréalisme, pp. 299-301.
4- Declaration d’André Breton au meeting du POI, 17 de diciembre de 1936, Cahiers León Trotsky Nº 9, enero de 1982, p. 114.
5- Pierre Naville a Jean Van Heijenoort, 12 de mayo de 1938, Houghton Library (6953)
6- Trotsky a Philip Rahv, 12 de mayo de 1938, Oeuvres, 17, p. 230.
7- Testimonio de Jean Van Heijenoort.
8- Diego Rivera “Más letras antes que pan. Los clérigos stalinistas guepeuizantes y el caso del gran poeta André Breton”, Novedades, 24 de junio de 1938, ver también el artículo del 10 de junio en el que Rivera habla del libro de Breton Los Vasos Comunicantes.
9- Entre los libros de Breton que llegaron a Nueva York, Van Heijenoort menciona: el Manifiesto del surrealismo, Nadia y Los Vasos comunicantes. Seguramente haya que agregar El Amor loco. En su discurso del 11 de noviembre de 1938, Breton declara: “Conociendo bastante mis libros, insistió conocer mis conferencias y me ofreció discutirlas conmigo”, Visita a León Trotsky, Cahiers León Trotsky Nº 12, diciembre de 1982, p. 116.
10- Carta colectiva de protesta del grupo surrealista en L’Express con fecha 22 de junio de 1957, Tracts surréalistes et déclarations collectives, introducción y notas de José Pierre, Le Terrain vague, 1982, p. 171.
11-Entrevista de André Breton otorgada a la revista Hoy, 14 de mayo de 1938.
12- Trotsky a Sedov, 18 de dicembre de 1936, OEuvres, 11, p. 350.
13- Lionel Abel se basa en el relato que le hizo Breton en el verano de 1942, en Nueva York, de sus discusiones y divergencias con Trotsky. En un artículo “The surrealists in New York”, Commentary, octubre de 1981, pp. 44-54, Lionel Abel, escribe: “El encontró que Trotsky ponía a Romains por encima de Zola en tanto novelista y Breton se negó a admitir este juicio. No hay ninguna duda de que Breton tenía razón. Lo que sería interesante saber es por qué Trotsky cometió semejante error de apreciación, ya que frecuentemente era un excelente crítico literario.”. Si se acepta el relato de Lionel Abel, hay que concluir que Trotsky cambió de parecer entre 1935 y 1938. Sin embargo, ponemos muchas reservas sobre la seriedad y la exactitud de los recuerdos de L. Abel, que, por otra partes, desbordan de errores: para no citar más que uno, Abel sitúa la visita de Breton a México en 1939.
14-Trotsky, Journal d’exil, Gallimard, 1960, pp. 67-68
15- Jean Van Heijenoort, Sept ans auprès de Léon Trotsky, Les lettres nouvelles, 1978, p. 180.
16- Ibidem.
17- André Breton, Les Vases Communicants, Gallimard, 1955, pp. 96-97.
18- Ibidem.
19-André Breton, Anthropologie de l’humour noir, Jean Jacques Pauvert, 1966, pp. 247-263. Joris-Karl Huysmans (1848-1907), autor de A Rebours (1884), En rade (1887), Là bas (1891).
20- Jean Van Heijenoort, op. cit., p. 180.
21- Breton, Les Vases Communicants, p. 105.
22- “Diálogo con André Breton”, Universidad de México, junio de 1938.
23- André Breton, “Position politique de l’art aujourd’hui”, conferencia pronunciada el 1 de abril de 1935 en Praga, en Manifestes... op. cit., p. 272. Marguerite Bonnet da, en algunas páginas, un análisis muy esclarecedor de la génesis del automatismo en Breton. Muestra que es coveniente establecer una distinción entre el automatismo practicado por los poetas y los pintores surrealistas y aquel de los mediums. Marguerite Bonnet demuestra de manera muy convincente que es en Freud y no en Janet ni mucho menos en Myers, donde Breton encontró el impulso inicial que lo condujo a la escritura automática. Marguerite Bonnet: André Breton. Naissance de l’aventure surréaliste, José Corti, 1975, pp. 106-108.
24- Jean Van Heijenoort, op. cit., p. 180.
25- Trotsky, Littérature et révolution, U.G.E., p. 55.
26- “Entretiens d’Arturo Schwartz avec Jacqueline Lamba”, op. cit.
27- Trotsky, “N. V. Gogol (1852-1902) ”Vostotchnoié Obozriéné (La Revista del Oriente) Nº 43, 21 de febrero de 1902, bajo el seudónimo de Antid Oto. Este artículo no fue traducido al francés. Existe una traducción americana “Gogol an Anniversary Tribute”, en The Basic Writings of Trotsky, pp. 317-324.
28- Sobre la actitud de Breton frente a la locura, ver Marguerite Bonnet, op. cit., pp. 108-111.
29- Manifestes, pp. 17-18.
30- Breton, Les Vases Communicants, p. 29.
31- “Entretiens d’Arturo Schwartz avec Jacqueline Lamba”, op. cit., p. 210.
32- André Breton, “L’art des fous”, La clé des champs, Jean jacques Pauvert, 1967, p. 274. Trotsky escribe en Literatura y Revolución: “Los delirios de un loco por sí mismos no contienen nada que el enfermo no haya recibido previamente del mundo exterior. Sólo un psiquiatra experimentado, de espíritu penetrante, e informado del pasado del enfermo, sabrá encontrar en el contenido del delirio, los restos deformados y alterados de la realidad. La creación artística, evidentemente, no es delirio. Pero es también una alteración, una deformación, una transformación de la realidad según las leyes particulares del arte”. Littérature et Révolution, p. 202. Se puede medir aquí lo que separa a Trotsky de Breton, quien escribe en Nadja: “la ausencia bien conocida de frontera entre la no-locura y la locura no me dispone a acordar un valor diferente a las percepciones que son el producto de una o de otra”. Nadja, p. 171.
33- Ibidem.
34- André Breton, L’Amour fou, Gallimard, 1968, p. 25.
35- “Visite à Léon Trotsky”, op. cit., p. 116. El pasaje al que Trotsky hace alusión se encuentra en L’Amour Fou: “Se trataba para nosotros de saber si un encuentro, elegido entre todos los otros recuerdos, y para el que, por lo tanto, las circunstancias toman, bajo una luz afectiva, un relieve particular, había sido, para quien quisiera relatarlo, ubicado originalmente bajo el signo de lo espontáneo, de lo indeterminado, de lo imprevisible o incluso de lo íncreíble, y, si éste era el caso, de qué manera se había operado seguidamente la reducción de estos datos. Contábamos con todas las observaciones, incluso distraídas, incluso aparentemente irracionales, que hubieran podido ser hechas sobre el concurso de circunstancias que presidió tal encuentro, para hacer surgir que ese concurso no es en absoluto inextricable y poner en evidencia los lazos de dependencia que unen las dos series causales (natural y humana), lazos sutiles, fugitivos, inquietantes en el estado actual del conocimiento, pero que, sobre los pasos más inciertos del hombre, hacen a veces surgir vivos brillos”. L’Amour fou, pp. 25-26.
36- Les Vases Communicants, p. 111-112.
37- Trotsky, La guerra y la revolución, Editions Têtes de feuille, 1974, Tomo 2, p. 16. Arthur Cravan nació como Fabian Avenarius Lloyd, el 22 de mayo de 19887 en Laussana, de padres ingleses. Arthur Cravan no era, como escribe Trotsky, primo de Oscar Wilde, sino su sobrino. Ejerce diferentes oficios: boxeador, chófer, y luego edita una pequeña revista de poesía que él mismo redacta íntegramente. Se encuentra con Gide, quien probablemente se haya inspirado en él par su Lafcadio. Después de su combate contra Joe Johnson, se embarca hacia Terranova. En 1919, se señala su presencia como profesor de educación física en la academia atlética de México, al mismo tiempo que se encuentra preparando una conferencia sobre el arte egipcio. Desaparece misteriosamente en 1920 en el curso de una expedición en barca con un compañero desconocido, cerca de las costas mexicanas. Los textos de Arthur Cravan fueron reunidos y presentados por Bernard Delvaille: Maintenant, E. Losfeld, 1957. André Breton le consagra algunas páginas en su Anthropologie de l’humour noire, pp. 427-437.
38- Trotsky, ibidem, p. 15.