Encuentro entre Lula y Obama
Un liderazgo regional al servicio del imperialismo
19/03/2009
El 14 de marzo Lula fue el primer presidente latinoamericano y el tercero entre todos los jefes de Estado del mundo en ser recibido por Barack Obama en la Casa Blanca, sólo después de los primeros ministros Taro Aso (japonés) y Gordon Brown (británico). Además del encuentro de dos horas entre los presidentes y el economista en jefe de la Casa Blanca, Lawrence Summers, la ida de Lula a EE.UU. fue complementada con una agenda de encuentros entre ministros de ambos países, como entre Hillary Clinton y Celso Amorim. El objetivo de estos encuentros, según las palabras del propio Barack Obama, sería “avanzar en la preparación del G20”, que ocurrirá el mes de abril en Londres y que, por lo que todo indica, será una nueva muestra de la falta de resolución para la crisis económica internacional.
Visto como el interlocutor privilegiado y más eficaz de EE.UU. en la región gracias a su origen en el PT, su gran popularidad y su determinación en garantizar los intereses imperialistas y patronales, en una situación en la que los aliados más abiertos de EE.UU. en el período anterior como Álvaro Uribe de Colombia siguen desgastados y Chávez acaba de ganar el plebiscito que le garantiza la reelección, Lula renovó los “votos” de vasallaje al imperialismo. Si antes lo había hecho con Bush, aún con la enorme impopularidad de éste en el cono sur, ahora con Obama la tarea se hizo más fácil, y el presidente petista no ahorró declaraciones de fidelidad. Así, el encuentro entre Obama y Lula fue celebrado por la prensa burguesa brasileña como una muestra del reconocimiento por parte del imperialismo del papel de “liderazgo” regional de Lula.
Sin embargo, a pesar del peso simbólico del encuentro, a través del cual Obama intenta pasar el mensaje de que actuará para reestablecer las vías de dominación del imperialismo norteamericano sobre su patio trasero latinoamericano, desgastado por la anterior política neoconservadora de Bush, con una política de deshacer la polarización abierta en el período anterior y reconociendo la relación de fuerzas en que su dominación y sus aliados más directos estaban debilitados, lo que saltó a la vista fue la continuidad de los términos fundamentales del acuerdo de vasallaje de Lula al imperialismo.
Desde el punto de vista del imperialismo norteamericano, lo que también se ve es la continuidad de una política para garantizar sus propios intereses, lo que no podía ser de otra manera. Así, el encuentro entre Lula y Obama frustró las expectativas de la burguesía semicolonial brasileña representada por Lula de que sería posible regatear un acuerdo más favorable a sus intereses en lo que se refiere a cuestiones comerciales, o aun en relación a la reivindicación de Lula de aumentar el peso geopolítico de Brasil a partir de su incorporación en el Consejo de Seguridad de la ONU. Eso muestra que las ambiciones de Lula y de la burguesía brasileña de la que es sirviente de entrar en el rol de las potencias más importantes del mundo tiene límites muy claros.
Prueba de esto fue la total falta de acuerdo en relación a las barreras proteccionistas impuestas por EE.UU. sobre el etanol brasileño, uno de los temas no resueltos de la fracasada Ronda de Doha. Obama reafirmó la continuidad de la tasa de US$ 0,54 por galón de etanol brasileño impuesta por el imperialimo, al tiempo que defendió las cláusulas proteccionistas contenidas en la medida “Buy American” del paquete económico de tintes neokeynesianos light aprobado por el Congreso norteamericano a principios de este año. Esta medida inicialmente preveía que solamente el hierro y el acero producidos en EE.UU. podrían ser usados en el plan de obras públicas diseñado por el gobierno Obama. Luego de las tensiones anunciadas en el plano internacional que amenazaban desgastar a Obama ya en el inicio de su mandato, la medida fue reformulada dando a Canadá, UE y Japón garantía de alguna participación en el paquete, mientras ésta es vedada a países como China, India, Brasil y Rusia.
Así, se hace cada vez más evidente que a pesar de la retórica imperialista de antiproteccionismo, comienzan a avanzar con la crisis ciertas tendencias a medidas de este tipo, mostrando que toda visión de un mayor equilibrio pacífico de poder producto del ascenso de los países emergentes y de la política “multilateral” de Barack Obama, no logran aprehender las contradicciones más profundas que operan en el escenario internacional. Eso confirma la visión de un analista burgués de Folha de S. Paulo el 14/03 de que “es ineludible una sensación de parte 2 de película vieja en los anuncios hechos después del encuentro entre los presidentes Luiz Inácio Lula da Silva y Barack Obama. (...) Luego, queda claro que, por más que el mundo haya cambiado con el ascenso de los (países) emergentes, sólo el entendimiento entre los dos gigantes económicos, la Unión Europea y EE.UU., es de hecho capaz de producir algo concreto y coordinado globalmente”. Por lo tanto, cualquier “protagonismo” de una semicolonia como Brasil, a pesar de su peso económico y político fortalecido en el último período con el crecimiento económico, (ahora cuestionado con la crisis), se da en el marco de no cuestionar sino, al contrario, regatear mejores condiciones como socio menor del imperialismo.
Lula: ataque a los trabajadores en el plano interno y ubicación reaccionaria en el externo
El encuentro entre Lula y Obama se da en medio de la inmensa crisis económica internacional, que echó por tierra los mitos de “desacople” de las economías de los países denominados “en desarrollo” en relación a los efectos de la crisis. En octubre de 2008, cuando la crisis pegó un salto a partir de la quiebra de Lehman Brothers en EE.UU., Lula decía a los trabajadores que la crisis no pasaría de una “ola insignificante”. De ahí a esta parte Lula ha garantizado la ganancia de los patrones y ya destinó centenares de millones a salvar a los bancos y a las empresas.
Se estima que en 2009 el desempleo formal puede llegar al 9% rápidamente, siendo los obreros industriales uno de los sectores más afectados, con cerca de 200 mil despidos sólo en San Pablo entre diciembre y enero de este año, mientras que en todo el país habrían sido más de 800 mil los puestos de trabajo cortados entre octubre y enero.
Eso sin contar el avance de la precarización y de la ofensiva patronal que cuenta con el beneplácito de la burocracia sindical, sobre todo de la CUT, directamente ligada al gobierno, en nombre de la quita de los derechos de los trabajadores.
Mientras tanto, Lula está a punto de aprobar el pago al imperialismo y sus agencias internacionales de R$37,2 mil millones sólo en intereses de la deuda externa, mientras la clase obrera y el pueblo son obligados a enfrentar más miseria y desocupación. No contento con el sometimiento económico al imperialismo y a la patronal, a través de la que garantiza su saqueo, Lula sigue al mando de las tropas de ocupación en Haití, la MINUSTAH, asesinando y reprimiendo a los haitianos para mostrar al imperialismo su capacidad de ejercer este papel reaccionario, a cambio de un asiento en el Consejo de Seguridad de la ONU. De la misma manera, Lula ya se declaró apto para colaborar con las políticas del imperialismo en relación a Cuba y Venezuela, ofreciéndose como “mediador”, papel que supo cumplir de la manera más reaccionaria frente a las diversas crisis en países latinoamericanos e importantes enfrentamientos de la lucha de clases, como la cumbre de UNASUR convocada el año pasado para discutir la entonces pacificación del enfrentamiento abierto entre el pueblo boliviano y la burguesía de la Media Luna que, dicho sea de paso, no ahorró elogios para Lula. Por otro lado, el clamor de Lula para que EE.UU. levante el embargo económico a Cuba no responde a una preocupación de Lula por los trabajadores y el pueblo cubano, sino a un intento de alzarse como el interlocutor más capaz de ponerse al frente de la región, dialogando tanto con los gobiernos más de derecha, como los de Perú y Colombia, como con los posneoliberales, de Bolivia e incluso Venezuela.
Así, todas las maniobras como la formación de una “fuerza integrada de seguridad” de UNASUR, así como las falacias de unidad burguesa latinoamericana, de la que Lula busca con todas las fuerzas alzarse como caudillo, son medidas de las que la clase trabajadora y el pueblo no pueden sacar ningun provecho. Los trabajadores y el pueblo latinoamericano debemos superar las inmensas ilusiones despertadas por Obama, o por variantes como Lula, para avanzar de manera independiente en la lucha por la Federación de Repúblicas Socialistas de América Latina, única salida capaz de poner fin a las miserias y sufrimientos impuestos por la rapiña imperialista y por las burguesías locales.