FT-CI

Cumbre de la OTAN

Creciente división de “Occidente” y tensiones con Rusia

08/04/2008

La última Cumbre de la OTAN reunida en Bucarest del 2 al 4 de abril mostró muchas de las tensiones que atraviesan el escenario internacional al comienzo del siglo XXI.

Rusia aprovecha el empantanamiento norteamericano en Irak para reemerger como potencia

Rusia ha aprovechado el empantanamiento de cinco años de EE.UU. en Irak para restablecer su esfera de influencia en el área de la antigua Unión Soviética. Ha contado a su favor con una mejora de su situación financiera, subproducto del alza de los precios de las materias primas de las que es uno de los principales productores a nivel mundial. El objetivo ruso, no es volver a ejercer el dominio que ejercía durante el periodo de la ex URSS sino más modesto. En primer lugar, busca coordinar con algunas de sus ex Repúblicas una política común en relación al mercado de materias primas para aumentar la influencia rusa en este campo. Y segundo, y más importante, busca limitar la influencia norteamericana y europea sobre estos países. Sobre todo, Rusia no quiere que la OTAN se siga expandiendo [1]. Esta política fue la pieza clave con la cual EE.UU. mantuvo la contención de Rusia, con el objetivo estratégico de que ninguna gran potencia emergiera en Eurasia que cuestionara la hegemonía indiscutida norteamericana luego de la Guerra Fría y la desintegración de la URSS.

Los objetivos agresivos norteamericanos

La administración norteamericana ve con preocupación la eventual reemergencia de Rusia como un importante poder regional. Aunque es imposible que vuelva a ser la antigua superpotencia del periodo de la posguerra, Rusia ha vuelto a la escena internacional más allá de su propio patio trasero como es el caso sensible de Medio Oriente y su relaciones con Irán (Rusia fabrica sus centrales nucleares y tiene poder de veto en el Consejo de Seguridad de la ONU), o más cerca, en Europa y en particular Alemania, que depende de ella para su aprovisionamiento de energía, fundamentalmente de gas. De allí que el objetivo de EE.UU. sea evitar que el avance ruso de los últimos años se consolide. Este es el significado del viaje de George Bush a Ucrania, a pesar de las divisiones en el seno de la OTAN, previo a la cumbre de esa organización.

Ucrania: la principal área de disputa entre EE.UU. y Rusia

Aunque no es la única, la orientación geopolítica de Ucrania es la principal área de disputa entre Washington y Moscú. Ucrania es una economía industrial y agrícola potencialmente rica, de 52 millones de habitantes, lo suficientemente cercana a los rusos desde el punto de vista étnico y religioso, para ser clave históricamente en hacer de Rusia un verdadero Estado imperial. A su vez, su control proveyó a Rusia de una posición dominante en el Mar Negro, donde Odessa constituye la principal puerta de acceso para Rusia al comercio con el Mediterráneo, además que la flota del Mar Negro tiene su base en Sebastopol, el puerto de Crimea que es parte de Ucrania. De ahí su rol estratégico para el Estado ruso.

Estructuralmente, Ucrania es el país de la ex Unión Soviética que se encuentra más dividido alrededor de líneas étnicas, religiosas y políticas. Mientras millones de rusos étnicos que viven en las regiones orientales del país se orientan hacia Moscú -ente ellos muchos pensionados que se apoyan en el Estado para sus necesidades básicas, así como jóvenes y mayores de las regiones predominantemente industriales de la parte oriental del país-, en la región occidental la mayoría se alinea con EE.UU. y Europa, en especial la generación joven que busca ampliar libertades y oportunidades para ellos mismos y para el país en general, lo cual los inclina a la demagogia de Occidente.

La llamada revolución naranja entre fines de 2004 y omienzos de 2005, no logró un vuelco decisivo del país a la esfera occidental, por el contrario exacerbó las divisiones. Económicamente, Rusia sigue siendo su principal socio comercial, así como también uno de los principales inversores. También es fuerte y creciente la influencia política y militar, mientras que la capacidad de EE.UU. de manipular los eventos en este país es débil.

Tres semanas atrás, el presidente de Ucrania, Yushchenko, dijo que había abandonado su pretensión de entrar en la alianza militar occidental. Pero en una vuelta de tuerca, y antes de la visita de Bush, declaró que el ingreso en la OTAN era crucial para la soberanía de su país. “En los últimos 80 años Ucrania declaró su independencia cinco veces. Cuatro veces, la perdimos. ¿Por qué perdimos nuestra soberanía? Porque no teníamos una garantía internacional para nuestra seguridad. En otras palabras, la cuestión de si Ucrania estará en la OTAN o no, debe ser comprendida en el contexto de si Ucrania será soberana”.

Rusia ve la incorporación de Ucrania a la OTAN, como una “línea roja” que la alianza no debería cruzar. Si EE.UU. logra extraer a Ucrania del área de influencia rusa, ni hablar de la llegada de la OTAN al patio trasero ruso, significaría relegar a Moscú al status de un poder regional declinante. Para Zbigniew Brzezinsky, ex consejero de Seguridad Nacional del presidente norteamericano James Carter, “Sin Ucrania, Rusia deja de ser un imperio euroasiático. Una Rusia sin Ucrania podría competir por un status imperial pero se convertiría en un Estado imperial predominantemente asiático, más susceptible de ser arrastrado a extenuantes conflictos con los países del Asia Central salidos recientemente de su letargo» [2]. A la inversa, y más importante, para Rusia no es sólo una cuestión de consolidar su reemergencia, sino una cuestión de supervivencia.

Divergencias en la OTAN

Pero el apriete norteamericano en relación a la inmediata incorporación de Ucrania y Georgia en la OTAN, ha agravado las divergencias en el seno de la misma en especial con la potencia europea más fuerte, Alemania. No es que esta última está en contra de que Ucrania se una a Occidente, pero prefiere dejar la pelea para otro día, preferiblemente cuando Europa no sea tan dependiente de Rusia en energía.

Más en general, el eje de la política norteamericana es presionar a Rusia en todos los frentes para asegurarse de que esta no pueda levantarse de nuevo como un competidor estratégico. Rusia se opone a esta política y trata de resistir en lo que ve como una política de intromisión en su esfera de influencia, particularmente en los Bálticos, Polonia y Ucrania. Estas áreas son desde el punto de vista económico y de seguridad, de una importancia crítica para Alemania. No es tanto que Alemania no acuerde con EE.UU. en su deseo de hacer retroceder a Rusia, sino sólo que Alemania prefiere una lenta y continua invasión económica a la rápida y furiosa estrategia norteamericana [3]. Esta divergencia de enfoques puede dar lugar a diferencias no solo de opinión entre los aliados, poniendo a Berlín, Moscú y Washington (sin mencionar a los más aislados París y Londres) en diferentes caminos. Es así que en la reciente cumbre, la posición alemana fue ampliamente compartida por el resto de Europa Occidental. El martes 1/4, el primer ministro francés, François Fillon alertó contra el avance en la incorporación en la OTAN de las antiguas repúblicas soviéticas: “Nosotros nos oponemos a la entrada de Georgia y Ucrania porque creemos que no es la correcta respuesta al equilibrio de poderes dentro de Europa y entre Europa y Rusia, y queremos tener un diálogo en este tema con Rusia”. “Francia no dará luz verde a la entrada de Ucrania y Georgia” planteó a France Inter Radio, agregando, “Francia tiene una opinión que es diferente en esta cuestión de la de Estados Unidos”. El caso de Sarkozy es especialmente grave, porque se opone al ingreso de Georgia y Ucrania justo en su momento de máxima gesticulación atlantista [4], mientras ofrece soldados para Afganistán y manifiesta su disposición a reintegrar plenamente a Francia en toda la estructura militar atlántica que abandonó con De Gaulle hace 42 años.

Saldo de la cumbre: pequeña victoria rusa, pero sigue la presión

Finalmente, los líderes de la OTAN no otorgaron la concesión del llamado Plan de Acción para la Adhesión (MAP) como pedían esas dos ex repúblicas soviéticas, aunque decidieron reforzar la cooperación con Ucrania y Georgia. Esta fórmula parece constituir un compromiso para poder mantener estrechos lazos con estos dos países, cuyos gobiernos deseaban iniciar hoy un paso más hacia la adhesión final en la Alianza Atlántica, apoyados por Estados Unidos. En última instancia, Alemania y Francia pusieron todos sus esfuerzos para lograr la postergación. Esto es una pequeña victoria de Rusia, que viene viendo absorber su periferia desde el colapso de la Unión Soviética y está presionando para reganar su influencia en su patio trasero.

Pero a pesar de este pequeño respiro para Moscú la presión norteamericana, avalada por Europa, continúa como mostraron otras resoluciones de la misma cumbre. Estados Unidos y la República Checa han llegado a un acuerdo para la instalación del escudo antimisiles en suelo checo [5]. Una buena noticia para los norteamericanos que se suma al pleno apoyo de la Alianza a este proyecto. Los 26 miembros de la OTAN han acordado dar su respaldo al escudo antimisiles que EE.UU. quiere desplegar en Europa del este. Los aliados adoptaron un comunicado en el que reconocen la “sustancial protección” que el escudo dará a Europa frente a posibles ataques de Medio Oriente e instan a Rusia, que considera el sistema una amenaza, a que acepte las ofertas de cooperación. Pero incluso más importante en el corto plazo es el avance de la OTAN en los Balcanes. Los fracasos europeos en la estabilidad de esta volátil región en los ‘90, aconseja a sus líderes valerse de la OTAN como herramienta para fortalecer su influencia y los desarrollos políticos en la región. El ingreso de Albania y Croacia [6] y la candidatura de Macedonia, que tendrá que esperar por un contencioso con Grecia por el nombre con el que pretende entrar en el “club”, pone el conjunto de esta área - aparte de Serbia y Kosovo, esta última donde la OTAN tiene una fuerte presencia de la que no piensa retirarse- bajo el paraguas de la OTAN. Esta realidad deja a Serbia rodeada y muestra la impotencia de las quejas del Kremlin frente a la independencia del Kosovo. Esto sumado a los “regalos especiales” que los EE.UU. otorgaran a Croacia (entre 12 y 20 aviones de combate F-16, que podrían ser 40 a fin de año), a cambio de la decisión del ministerio de defensa de poner un aeropuerto a disposición de la OTAN.
Todo esto muestra que el desafío norteamericano sobre la influencia y poderío ruso no se ha disipado.

La cuestión de fondo

Pero más allá de estos resultados parciales y de que se evitó una disputa abierta entre los socios, la cumbre de la OTAN muestra una crisis de fondo sobre el carácter que debiera tener esta alianza frente a las potenciales amenazas a las potencias imperialistas en el siglo XXI. En última instancia la relación con Rusia fue -si se quiere el más agudo- uno más de los puntos en disputa.

Bush, antes de finalizar su presidencia, puede reclamar como un éxito que la alianza más poderosa del mundo se ha extendido a nuevos miembros. Pero todas las demás cuestiones importantes fueron postergadas de nuevo. No hubo una mínima discusión seria sobre estrategia y planes. Es que hacerla, podría significar que las divergencias ya patentes se hagan más abiertas. Es que desaparecida la Unión Soviética, el viejo enemigo que abroquelaba a Europa detrás de los designios norteamericanos, la búsqueda de un nuevo consenso parece imposible. Para EE.UU. la OTAN debería transformarse en una suerte de policía mundial, como demuestra su actual rol en Afganistán, mientras que otros aún la siguen considerando un pacto de autodefensa. Así, aunque la OTAN es militarmente más grande y más poderosa que nunca, es a la vez mucho más débil políticamente que lo que siempre ha sido. La división entre EE.UU. y los nuevos miembros, y los alemanes, los franceses y demás vecinos -la “vieja” Europa en palabras del ex secretario de defensa, Rumsfeld- aún está presente.

Para algunos analistas, las profundas diferencias entre EE.UU. y Europa amenazan la misma existencia de la OTAN. En un artículo en The Independent de Londres titulado: “¿Tiempo de disolver la OTAN ahora que la Guerra Fría terminó?” [7], Adrian Hamilton sumariza los puntos de divergencia de la reciente cumbre: “Los participantes están reñidos sobre la expansión al este. Los miembros centrales están reñidos sobre sus contribuciones individuales a la guerra de Afganistán. Aun sobre lo que debería ser el tema no contencioso de la incorporación de Macedonia en la organización, Grecia está amenazando con vetar el movimiento a menos que el nuevo miembro cambie de nombre”. El mismo analista señala la creciente disfuncionalidad de la alianza y concluye: “La temida cuestión de Bucarest es que, permitiendo que la OTAN sea conducida a nuevas direcciones sin confrontar las duras cuestiones de su futuro, estamos en peligro de romper el conjunto de la alianza en la cual se ha fundado”. También el ex ministro de relaciones exteriores alemán, Joschka Fischer, da cuenta de esta realidad. En un artículo aparecido en Die Zeit el 31/3/2008 plantea: “El futuro de la OTAN como una alianza global por la intervención y la seguridad no está en la agenda oficial de la Cumbre de la OTAN de Bucarest pero esto es precisamente la cuestión en juego”. Y haciendo la lista de los tres temas centrales de disputa en la cumbre -Afganistán, la expansión de la OTAN y las relaciones OTAN/Rusia- Fischer concluye: “Lo que es notable en Bucarest es que en las tres cuestiones decisivas, el gobierno alemán se encuentra en oposición al gobierno de Bush”.

Si tomamos en cuenta que esto sucede con un gobierno como el de Merkel, que buscó reparar las relaciones con EE.UU., luego de la crisis abierta de las relaciones entre EE.UU. y Alemania como consecuencia de la oposición de ésta última a la guerra de Irak, vemos que fracturas más estructurales están comenzando a hacer divergir los intereses de las grandes potencias, cuestión que puede agravarse frente a nuevas crisis geopolíticas o un agravamiento de la actual crisis económica internacional. El próximo presidente norteamericano, en el que están depositadas enormes esperanzas de que repare el deterioro de las relaciones entre los aliados de la actual administración, podría tener una agenda muy cargada y por encima de sus capacidades.

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  • [1En un discurso, que alarmó a los líderes occidentales, pronunciado en Munich en febrero de 2007, Putin rechazó la afirmación occidental de que la expansión de la OTAN no estaba dirigida contra Moscú: “Yo creo que es obvio que la expansión de la OTAN no tiene ninguna relación con la modernización de la alianza o con asegurar la seguridad de Europa. Por el contrario, representa una seria provocación que reduce los niveles de confianza mutua. Y tenemos el derecho de preguntar: ¿contra quién se realiza esta expansión?”. Desde entonces, ha amenazado con que Rusia podría apuntar sus misiles contra Ucrania si esta se unía a la OTAN y alberga sus bases militares.

    [2Zbigniew Brzezinsky, El gran tablero mundial. La supremacía estadounidense y sus imperativos geoestratégicos, Ediciones Paidos, 1998.

    [3Con la Unión Europea, y Alemania en particular, emergiendo como el poder económico prominente en la región, EE.UU. ha buscado avanzar sus propios intereses reforzando su poder militar y dominio sobre la OTAN, en la cual los antiguos países llamados comunistas fueron reclutados.

    [4Las tentativas de Nicolas Sarkozy de reorientar la política exterior francesa, es un resultado de la nueva fortaleza de una Alemania unida -superados los dolores de parto de la reunificación imperialista- que constituye el Estado más poblado y poderoso económicamente de Europa y que está buscando una voz independiente de Francia en el escenario internacional para igualar su creciente poder. Su intención de reingresar al comando militar de la OTAN, su “entente amicale” con Gran Bretaña y la decisión de enviar un contingente adicional de 800 soldados a Afganistán a pesar de la oposición interna, son un intento de realinear sus intereses con la alianza anglo-norteamericana. Su intención de convertirse en un poder del Mediterráneo, más allá de las negativas dadas a Alemania donde su idea de una “Unión Mediterránea” levantó enorme suspicacias, lo acerca a la agenda norteamericana en Medio Oriente. Eso es lo que está haciendo Sarkozy en relación a Irán, Siria y El Líbano.

    [5El escudo defensivo diseñado por EE.UU. incluye también la instalación de 10 lanzaderas de misiles interceptores en Polonia, país con el que Washington todavía mantiene negociaciones.

    [6La primera ampliación de la Alianza desde 2002.

    [7The Independent, 3/4/2008.

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