Terremoto en Chile
Desfiles y fantasmas
05/03/2010
1) De impecable blanco y piernas como metralla avanza la compañía retumbando honor sobre el asfalto. Sonidos de trompetas y los aplausos del público vivando a sus tropas.
2) Containers llenos de basura, y una cámara hurgando en ellos filma accidentalmente al fantasma de una joven trabajadora ahorcada. Ambas imágenes están hermanadas por la noche, el momento preferido de los espectros para aparecerse entre los vivos, y el de los militares para representar su “Ángelus”. La otra coincidencia refiere al lugar donde transcurrieron los hechos: las calles de Las Condes, la zona burguesa del Chile “ejemplar”.
El terremoto con su fuerza devastadora se ha llevado consigo un mito que los capitalistas presentaran como el camino del progreso. En Chile se erigía la mejor economía de Latinoamérica, la niña mimada de los rankings empresariales y el menú que mejor le sienta al FMI. La politiquería Argentina y los medios de comunicación tampoco ahorraron halagos: “¡Qué democracia madura, qué respeto por la institucionalidad!”, decían cuando Bachelet y Piñera recibían el resultado electoral dándose un piquito y repartiéndose caricias.
Pero los escombros volaron demasiado lejos, y cuando el polvo comenzó a disiparse muchos ojos se abrieron más de la cuenta. ¿Y qué están descubriendo? Que ese Chile de ensueños estaba construido con el mismo material de las casas que hoy no son más que una pila de ruinas.
Entonces se acabaron los desfiles heroicos y los fantasmas se volvieron temibles porque ahora son lo suficientemente humanos. “Hay que poner orden porque esto puede desembocar en una revolución social”, grita la alcaldesa de Concepción.
Ya no hay modo de tapar la grieta. Vaya analogía. Los trabajadores han perdido demasiado; las clases, altas su tranquilidad cotidiana.
La pantalla se parte en dos. De un lado, los desposeídos en una movilización desesperada para conseguir algo de alimento y agua, y ahí los carabineros y el ejército para reprimirlos.
En el otro, los vecinos de Las Condes molestos porque algunos trabajadores de los supermercados faltaron al trabajo. Tal vez sean los mismos que estén llorando a sus muertos o deambulando en medio de la devastación.
El respeto al trabajo por sobre todas las cosas, y el estado de sitio para hacerlo valer. El Chile de Las Condes declaró abiertamente el estado de sitio. Y nunca fue más honesto. Porque el país modelo con el que se masturba el economista o analista liberal, pudo hilvanarse a costa de un estado de sitio velado.
¿Quiere saber algo más sobre Las Condes? Ponga la palabra en el Youtube y descubrirá al Chile real. Dos temáticas resaltan: los desfiles militares, y la leyenda de una trabajadora de Jumbo que al ser echada decidió quitarse la vida con una soga al cuello.
La imagen fantasmagórica podrá ser un truco de montaje, pero qué más da. La obrera muerta no parece estar conforme con el lugar que le ha tocado. Como en el pasado no lo estuvo el Chile revolucionario, el de los cordones industriales de Vicuña Makquena. Hoy su fantasma vuelve a aparecer, por lo menos en la cabeza de esa alcaldesa reaccionaria.
Las guerras, como las catástrofes, llevan las contradicciones sociales hasta el extremo, y en determinados casos las vuelven insostenibles.
Eso lo sabe un prestigioso bloguero kirchnerista que al describir la situación chilena y sus perspectivas concluye diciendo “que Dios nos ayude”.
Pero Dios mora en Las Condes y se deleita con las marchas militares. Llegará el momento en que los obreros y el pueblo chileno desfilarán hasta su puerta para cobrarle la factura.