Rescates sin precedentes para evitar el colapso financiero
El capitalismo en estado reservado
16/10/2008
Después del crash en los mercados bursátiles de la semana pasada que amenazaban con un colapso financiero y la entrada en una nueva Gran Depresión, los gobiernos imperialistas, en especial los gobiernos europeos seguidos a la retranca por EE.UU., han anunciado los salvatajes de los bancos y del sistema financiero más importante de la historia del capitalismo.
El diario Financial Times ha calculado que los gobiernos europeos (incluidos los que no pertenecen a la eurozona) han puesto a disposición un total de 1,873 billones de euros - ¡que equivale aproximadamente al PBI anual de Francia!- para salvar al sector bancario. Esa ingente cantidad de dinero, a lo que se agrega las sumas dispuestas por el gobierno de Estados Unidos y los rescates de otros países como Australia, es una muestra aproximada del tamaño del desastre. Sin embargo, esta inyección millonaria de dinero y las medidas “radicales” que han tomado los gobiernos de las principales potencias, como la llamada por los medios“nacionalización” parcial de los bancos, en rigor una medida capitalista de salvataje de los banqueros, no fueron suficientes para detener las caídas bursátiles, luego de una breve euforia. Más allá de las oscilaciones de los mercados de valores, lo que se ha abierto es un período en el que las perspectivas económicas son de una recesión profunda y prolongada a nivel mundial.
Para usar una metáfora médica, se le ha realizado al capitalismo una primera operación de alta complejidad. El paciente ha mostrado pequeños síntomas de vida a pesar de lo intenso de la intervención. Su recuperación puede ser lenta y dolorosa y seguramente necesitará nuevas operaciones. Diagnóstico: su estado sigue siendo reservado.
Inesperada respuesta de los gobiernos centrales de Europa
Luego de una semana que había mostrado una fuerte división y una política de “sálvese quien pueda” , los gobiernos de las principales potencias de Europa dieron una respuesta inesperada coordinando las líneas comunes de un plan de salvataje del sistema financiero a ser aplicado por cada gobierno a nivel nacional. Estas medidas fueron adoptadas por la Cumbre del Eurogrupo (los 15 países que integran la zona euro) siguiendo el “liderazgo” de Gran Bretaña, que pertenece a la UE pero no adoptó el euro., y su primer ministro, Gordon Brown, quien ante el colapso inminente del sistema bancario británico, uno de los más afectado en Europa por su alta exposición y endeudamiento, fue el primero en desarrollar un plan de intervención estatal masiva en el sistema bancario (que se parece bastante a una “acción desesperada”). Los organismos de la UE, como la Comisión Europea, se mostraron totalmente incompetentes frente a la crisis, exponiendo las debilidades estructurales de la construcción de la Unión. El plan de los gobiernos europeos tiene tres componentes principales: 1) el aval estatal a los créditos entre entidades para reactivar el crédito interbancario: 2) la recapitalización de los bancos en dificultades con fondos públicos mediante la compra de acciones y nuevas normas contables temporarias; 3) la compra de activos tóxicos de bancos si es imprescindible o inevitable, aunque no habrá un fondo común de rescate, fundamentalmente porque Alemania duda acerca de quién controlaría esos dineros públicos.
Estas medidas significan una intervención sin precedentes del Estado tanto en el pasivo de los bancos (capital reforzado, con dinero público. Financiación mayorista avalada, por la administración pública. Interbancario respaldado por la ayuda pública. Depósitos de la clientela mayoritariamente garantizados, por una agencia pública) como en el activo (parte de los créditos más ilíquidos de la banca comercial van a pasar a manos estatales a cambio de liquidez efectiva). El objetivo es evitar el colapso económico por falta de liquidez. Por eso tal vez, el elemento más importante, en términos de mantener el funcionamiento de los mercados de dinero, es el plan de garantizar los préstamos interbancarios hasta cinco años, medida que busca desanudar los bloqueos de este circuito crediticio esencial para el funcionamiento del conjunto del sistema financiero. Aunque en teoría podría funcionar, los préstamos no son obligatorios. Hasta ahora, los compromisos en dinero por país son: Alemania, 500.000 millones de euros; Francia, 360.000 millones; España, 150.000 millones; Austria, 100.000 millones, etc. El primer ministro británico, anunció que su Gobierno se convertirá en el mayor accionista del Royal Bank of Scotland (RBS), a la vez que del grupo resultante de la fusión entre Lloyds TSB y el Halifax Bank of Scotland (HBOS). La factura equivale a 37.000 millones de libras (46.472 millones de euros) que tendrán que pagar los contribuyentes a cambio de acciones de los bancos afectados.
EE.UU. a la retranca de los gobiernos europeos
El día 14 de octubre, y después de una enorme reticencia, el secretario del Tesoro norteamericano, Henry Paulson, anunciaba los detalles del plan de adquisición de acciones preferenciales por un valor de 250.000 millones de dólares a partir del plan de rescate propuesto por el Tesoro, ya aprobado por el Congreso.
Paulson se reunió previamente con los tiburones de los nueve principales bancos norteamericanos y les dijo que debían aceptar la “inyección de capital” y que ésta no podría ser voluntaria. El objetivo de reunirlos a los nueve ejecutivos y que todos participen en el plan es evitar estigmatizar a un banco que acepte la participación estatal, lo que podría desatar una corrida en su contra. A la vez, Paulson tranquilizó a los CEO (gerentes) de los bancos diciéndoles que la compra por parte del estado de acciones preferenciales no “diluiría’ el poder de los accionistas ya que sólo implica cobrar un interés por los 250.000 millones de dólares que serían entregados, además de que no se le requiere a los bancos eliminar los dividendos ni se obliga a renunciar a los gerentes responsables del desastre. Sólo se acordó, según la ley ya aprobada, que se les pondrían algunos límites en sus compensaciones, pero dado la postura de Paulson, un ex gerente de Goldman Sachs uno sólo puede esperar que estas sean cosméticas. Tampoco esto implica una reestructuración compulsiva del sistema bancario, como hizo Suecia a comienzos de los ’90, es decir, concentrar la inversión en los bancos que se consideran “salvables” y tener estrategias como la derivación de los activos malos a un organismo de remate (como ocurrió en la crisis de las sociedades de ahorro y préstamo _S&L- a fines de la década de 1980) para los que no pueden seguir funcionando. La propuesta de Washington contempla menos condiciones que sus contrapartes europeos, es un rescate escandaloso de lo que queda de la banca norteamericana que busca evitar la confiscación parcial del capital de los banqueros.
Por su parte, la Corporación Federal Aseguradora de Depósitos (FDIC, por sus siglas en inglés) ofrecerá una garantía ilimitada para los depósitos bancarios de las cuentas que no ofrecen interés, generalmente las de las empresas, una medida similar a la adoptada por los países europeos la semana pasada.
La Casa Blanca anunció la compra de los créditos bancarios después de que el Reino Unido, Alemania, Francia y otros países de la Unión Europea (UE) hicieran pública la inyección de grandes cantidades de dinero para salvar las entidades y hacer frente a la crisis que asola los mercados internacionales. Es que este nuevo plan del Tesoro tiene el objetivo de ayudar a los EE.UU. a igualar a los países europeos en lo que se ha convertido en una carrera entre países - ahora trasladada a nivel de bloques interimperialistas- de reasegurar a los inversores que sus bancos no van a entrar en bancarrota o que otros países no eclipsen sus planes de rescate y, haciéndolo, desvíen los depósitos bancarios o el capital de inversión. Como dijo Kenneth S. Rogoff, profesor de economía en Harvard y asesor de John McCain: “Los europeos no sólo plantearon un plan de acción, sino que forzaron nuestra mano”.
Los líderes europeos rápidamente se subieron al caballo: “La escala, ambición y costos potenciales de los programas anunciados ayer sugieren que los líderes europeos como Gordon Brown, el presidente francés Nicolás Sarkozy y la canciller alemana, Angela Merkel, estaban determinados a responder al desafío de la crisis financiera mediante acciones concertadas, mostrando un grado de liderazgo que dejó a Washington, el líder global económico, opacado. ‘Europa unida ha comprometido más que Estados Unidos’, dijo Sarkozy, a la cabeza de la UE, al anunciar el paquete de 360.000 millones de euros para Francia. ‘Los políticos europeos están superando a EE.UU. en sus esfuerzos para resolver la crisis’, dijo el banco Unicredit de Italia.” (“EU takes a €2 trillion financial gamble”, The Guardian 14/10). Pero más que la “audacia” de los gobiernos europeos, lo que llama la atención es la inédita pérdida de influencia de EE.UU. en el terreno financiero, incluso con la visión que se tenía sólo una semana atrás. Esto es lo que resalta el siguiente análisis: “Desde la creación del sistema monetario de Bretton Woods en 1944, toda iniciativa financiera global de cualquier significancia ha sido diseñada, liderada y coordinada por el gobierno de Estados Unidos. Este liderazgo no significaba que Estados Unidos siempre se saliera con la suya en los asuntos financieros -ni que la coordinación de EE.UU. triunfara siempre, como mostró la quiebra de Bretton Woods en 1971. Pero significaba que no se ensayaban iniciativas financieras internacionales hasta que el liderazgo y las ideas llegaran desde Washington. La única excepción a esta regla durante los últimos 30 años fue la creación del euro; pero esto fue visto por Washington como un asunto interno de Europa con consecuencias globales limitadas. La actual crisis bancaria global ha sido un problema muy diferente, ya que se originó en el propio Estados Unidos. Incluso hace algunas semanas una solución sin el liderazgo de EE.UU. hubiera sido inconcebible. En los últimos días, sin embargo, el fracaso de la administración Bush de llevar a cabo de forma concreta el “paquete Paulson” de 700.000 millones de dólares que ha chocado duramente en el Congreso, ha centrado la atención en el vacío de liderazgo e ideas en Washington. Aterrados por la incompetencia vacilante de EE.UU. en el manejo de la crisis, los políticos europeos se dieron cuenta de que Henry Paulson, el secretario del Tesoro estadounidense supuestamente brillante, era un emperador desnudo. En lugar de esperar el liderazgo de EE.UU., tuvieron que asumir la responsabilidad por los problemas de Europa. En este intento, han encontrado un insólito abanderado y guía intelectual: el Tesoro británico y Gordon Brown”. (“Reliance on the US will never be the same”, Anatole Kaletsky, The Times 13/10). La crisis política y el vacío de liderazgo norteamericano en la actual crisis no es un hecho menor. Es la expresión en el plano financiero de la debilidad mostrada en el plano geopolítico en Georgia, donde los líderes europeos debieron actuar por su parte y llegar a un acuerdo con Moscú, dos situaciones inéditas. Si el nuevo gobierno no logra revertir, aunque sea parcialmente, la situación, este vacío en la capacidad de liderazgo norteamericano, puede disparar una corrida contra el dólar afectando su capacidad de arbitraje al gozar del monopolio de la moneda de reserva mundial. A su vez, la pérdida de influencia norteamericana puede acelerar la necesidad de los distintos actores internacionales de tomar decisiones autónomas mas allá de su voluntad previa para evitar que la crisis los devore, como hicieron los gobiernos europeos. Aunque todavía es prematuro sacar conclusiones antes que el alcance y las perspectivas de la crisis estén más claros, desde un punto de vista geopolítico, sea cual sea su desenlace, los EE.UU. deberán adaptarse a las nuevas relaciones de fuerza que emerjan de la crisis.
En cuanto a la UE, el momento de la verdad vendrá cuando algunos de los países más débiles o pequeños sufran una intensa presión económica cuando el “desapalancamiento” se intensifique. Impedidos de usar la política devaluatoria como en el pasado, deberán recurrir a argucias sobre el uso de la política fiscal y posiblemente incluso la asistencia de los estados miembros más fuertes, cuestión que verdaderamente pondrá a prueba la coordinación de los últimos días.
Siguen planteados problemas profundos en el sistema financiero
Los masivos salvatajes han atenuado la dinámica que venía en las últimas semanas en las que el crash bursátil y el pánico que recorría los mercados, y más importante aún, la parálisis del circuito interbancario que ya afectaba a las fuentes de crédito de las empresas, parecía que se llevaba puesto al sistema financiero internacional. Pero el sistema financiero sigue en problemas. Un signo clave de ello es la situación del mercado monetario, que ha mejorado levemente pero no lo suficiente. Hay crecientes señales de sequia crediticia por que los bancos europeos están reteniendo el crédito al sector privado y a las compañías, en la medida que tratan de reparar su adecuación de capital (el capital mínimo requerido para sostener sus riegos o exposición crediticia). En Alemania, un quinto de los prestamistas corporativos ya experimenta condiciones de sequía crediticia, un incremento bastante dramático con respecto a sólo un mes atrás, en donde el crédito aun fluía libremente. A su vez el proceso de desapalancamiento adicional de los balances bancarios continúa. Aunque la recapitalización de la banca puede resultar de ayuda en sostener este proceso, difícilmente sirva para reactivar inmediatamente el crédito ante el riesgo de nuevas pérdidas potenciales. Por eso algunos economistas planteaban dar un paso mayor a las actuales recapitalizaciones que han emprendido los gobiernos europeos - una nacionalización parcial en el caso del Reino Unido- avanzando de hecho a una nacionalización temporaria de la banca como forma de restablecer el crédito: “La reciente decisión de la FED de pasar por arriba del sistema bancario y prestarle directamente al sector no bancario comprando papeles comerciales es un paso en la dirección correcta. Esto permite a las compañías obtener cash tomando prestado a largo plazo; un servicio que los bancos no quieren proveer más. Pero esto es insuficiente. La FED no puede tomar todas las operaciones de préstamo del banco. Sólo el gobierno puede hacer esto transformando temporariamente los bancos privados en bancos públicos. Así puede luego ordenar al management de estos bancos estatales que se presten el uno al otro. Dicha transformación (llamémosla nacionalización temporaria) hará posible hacer arrancar el mercado interbancario y permitir que el libre flujo del crédito sea activado” (“Temporary full state ownership is only solution”, Paul De Grauwe, Financial Times 9/10).
A su vez, hay informes preocupantes de que otros segmentos del mercado crediticio están sufriendo un dramático empeoramiento como la deuda de las tarjetas de crédito y para la adquisición de automóviles, que para algunos podría ser en unos pocos meses la próxima crisis subprime. Una muestra de esto ya ha sido el impacto que ha tenido la cesación de pagos en los resultados trimestrales de General Electric, que planteó que los crecientes defaults de tarjetas de créditos y otros préstamos la forzaba a apartar hasta 1000 millones de dólares para cubrir las pérdidas de este año. GE Capital, que da cuenta de la mitad de sus ingresos, podría sufrir pérdidas de hasta 6600 millones de dólares este año y hasta 9000 millones de dólares en 2009 (previo a la deducción de impuestos) en gran medida debido al deteriorio de la situación financiera de los consumidores.
En este marco hay voces que invitan a la prudencia ante lo que consideran el peor entorno económico en décadas. Entre ellos el economista George Magnus, del banco suizo UBS, que ve signos un poco más alentadores luego de las decisiones tomadas por los gobiernos europeos y el G7 para frenar el “...momento en el cual la inestabilidad financiera se vuelve tan aguda que sólo una excepcional e inmediata intervención de los gobiernos a escala global sobre las causas de la inestabilidad podría impedir un fracaso bancario sistémico, en el cual, las compañías no financieras podrían también caer rápidamente”. Sin embargo, aún identifica cuatro fuentes de peligro vigentes: “Aún en el caso que se evite un derrumbe financiero, no deberíamos mantener la ilusión que el “desapalancamiento” en el sector financiero y de viviendas se detendrá. Como resultado, permanecen cuatro grandes batallas. Primero, hay una alta posibilidad de más momentos de tensión financiera y caídas. El mercado monetario todavía está quebrado y la recuperación llevará tiempo. Segundo, la iliquidez, una preferencia por instrumentos tipo cash, aún sobre los bonos del gobierno, y una considerablemente expandida oferta de bonos gubernamentales acrecentarán la amenaza de un prematuro incremento en los rendimientos de los bonos. Tercero, la recesión global que ya ha comenzado puede aún tornarse más aguda - y ciertamente más larga que lo esperado. Esto traerá sostenidos y nuevos riesgos crediticios. Cuarto, un mucho más lento crecimiento y el riesgo de algunas crisis financieras domésticas en mercados emergentes justifican un examen riguroso “(“Is there time to avert a Minsky meltdown?”, George Magnus, Financial Times 13/10). Por su parte, el economistaNouriel Roubini sostiene que los gobiernos después de ver de cerca el abismo del descalabro sistémico han tomado una política agresiva, pero advierte que el importe comprometido para la recapitalización bancaria apenas llegaría a cubrir el 50% y reclama medidas de corte esencialmente keynesiano como la expansión del gasto público y otras más populistas como la condonación parcial de la deuda de los deudores hipotecarios como forma de reactivar la demanda interna. Para Roubini, sólo la aplicación decidida de políticas como éstas marcará la diferencia entre una recuperación económica en forma de U, con una duración entre 18 y 24 meses, y una década de penurias a la japonesa.
El próximo talón de Aquiles: la dureza de la recesión internacional
Lo que ya es inevitable es una dura recesión, como ha reconocido el propio Bill Gates, cuyas estimaciones del desempleo en Estados Unidos se han elevado al 9%, muy por encima del consenso de los analistas. Incluso aún está por verse si las medidas tomadas serán suficientes para evitar una depresión caracterizada por la ausencia de demanda interna y deflación. Es esta perspectiva la que el 15 de octubre ha hundido la confianza de los inversores. El optimismo desatado el 13 de octubre, gracias a los planes de rescate puestos en marcha de un lado al otro del Atlántico, se ha quedado en papel mojado, frente a la posibilidad de una recesión planteada por la Reserva Federal y la caída de las ventas minoristas, que en septiembre alcanzó un 1,2%. La confianza no se devuelve tan fácilmente. Con las bolsas europeas cayendo más de un 5% Wall Street no ha podido hacer otra cosa que sumarse al pánico provocado por la delicada situación de la economía global. De esta manera, el Dow Jones se ha hundido un 7,87%, el Standard & Poor 500 un 9,03% y el tecnológico Nasdaq un 8,47%.
Según la Fed, “la actividad económica se debilitó en septiembre a lo largo de los 12 distritos de la Reserva Federal”, como consecuencia, por un lado, de las desinversiones y, por otro, de la reducción del gasto por parte de los consumidores. A esto hay que sumar que su presidente, Ben Bernanke, ha asegurado que “al restringir el flujo del crédito a los hogares, negocios y administraciones locales y estatales, la turbulencia financiera y las presiones sobre las entidades financieras suponen una amenaza significativa para el crecimiento de la economía”. En un discurso preparado para el Club Económico de Nueva York, el máximo responsable de la institución ha vuelto a insistir en que “las turbulencias financieras suponen una amenaza significativa para la economía estadounidense”.
Pero esta perspectiva no es sólo norteamericana sino mundial: el Baltic Dry índex, un índice de precios para el transporte marítimo a granel de materias secas (minerales, carbón, metales, cereales, etc.) ha caído en los dos últimos días un 20%. Esto podría estar indicando un deterioro más rápido de lo esperado de la economía china. A esto se suma la preocupación de que la crisis de las finanzas haya afectado el financiamiento del comercio internacional. Los países exportadores del sudeste asiático como Corea, una de las economías más grandes del mundo, están en serios aprietos. El Financial Times reporta que: “Por si acaso a alguien se le escapó el hecho de que una de las naciones exportadoras más exitosas del mundo está en un aprieto, Mr Kang, ministro de finanzas, recientemente dijo en una sesión parlamentaria que “aparte de las exportaciones, todo, incluyendo las inversiones, el consumo, el empleo y el actual balance de las cuentas, está mostrando una tendencia similar a la que se vio durante la crisis asiática.” y agrega: “Podría decirse, esta vez, que Corea podría ser visto como una víctima de su propio éxito. A nivel macroeconómico, un país que obtiene el 40 % de su PBI de las exportaciones ahora tendrá que apañárselas con una reducción cada vez mayor de las demandas de sus productos de parte del mundo occidental. Compañías como Samsung y LG abastecen a todo el mundo con bienes que van desde chips de computadoras y teléfonos celulares, hasta televisores y heladeras. Corea es la nación líder en construcciones navales... Hyundai, mientras tanto, ha construido la planta automotriz más grande del mundo en su feudo sureño Ulsan, que tiene un puerto de aguas profundas con dedicación exclusiva para mandar por barco 1 millón de vehículos al año” (“Sinking feeling”, Financial Times 13/10). Esta situación se combina con un deterioro del sistema financiero como consecuencia de un endeudamiento masivo de las empresas y de los hogares, similar al de los EE.UU., en el marco del endurecimiento del mercado de créditos internacional, lo que hace al país extremadamente vulnerable: “En otras partes de la lista de control de vulnerabilidad, Corea del Sur tiene para marcar varias casillas. Tiene una enorme deuda externa. El total de los préstamos a corto y largo plazo llegan a los 400 mil millones de dólares, arriba de los niveles del momento de la última crisis tanto en términos nominales como de porcentaje del PBI. El actual balance de cuentas ha tambaleado en el rojo, por primera vez desde la crisis de 1997-98. Las inversiones de capital que entran al país están susceptibles a los cambios bruscos de dirección - los extranjeros han sido vendedores netos del mercado bursátil en cada uno de los últimos cuatro años...”.
Pero la desaceleración de China, más rápido de lo esperado, puede ser el tiro de gracia que faltaba para el conjunto de la economía mundial. Y esto parece ser lo que está pasando. El jefe ejecutivo de Rio Tinto, uno de los dos grandes gigantes mineros del mundo, dijo que “...había una marcada reducción en la demanda china de materias primas con respecto a los niveles sobrecalentados de 2007 y agregó que la ‘vasta mayoría de los productores chinos de aluminio ahora estaban teniendo pérdidas operacionales’” (Financial Times, 15/10). Una visión parecida ofrece el corresponsal del diario argentino Clarín in situ: “...el ministro Wang Chen, de la oficina de Información del Consejo del Estado, quien en la cena pasará en limpio con conmovedora franqueza cómo se ha transformado el escenario. ‘Será grande el impacto. China está observando el fenómeno y hemos hecho modificaciones en la estrategia de desarrollo’, comenta. Para su gobierno es exagerada la comparación usual con la crisis del 29, pero sí sostiene que ‘entendemos que EE.UU. está al borde de la recesión. Además, la crisis ha tenido consecuencias destructivas en Europa. Somos el segundo país en comercio exterior pero ahora muchos productos no los podemos exportar’. ‘Cómo golpea eso en la cadena productiva?’ Empresas pequeñas y medianas del Oriente y el Occidente están en bancarrota. Y ha habido casos extremos de suicidios de empresarios. Pero así también hemos tenido muchas menos quiebras que en Occidente.” (“China: ola de quiebras, suicidios y cambio de planes por la crisis”, Clarín 15/10).
Otra muestra de que la situación se está deteriorando más rápido de lo pensado es la baja tasa de interés registrada en la última semana. El mercado inmobiliario que ha sido una de las fuentes de la demanda interna junto a la venta de autos se ha debilitado. Una eventual caída significativa del mercado inmobiliario durante el año próximo impactará seguramente en el sector bancario. Aunque son pocos los que auguran un crecimiento del PBI menor al 8%, no puede descartarse un escenario peor que genere una desaceleración más aguda si el deterioro del mercado inmobiliario provoca una fuerte retracción en la inversión privada.
Un aterrizaje forzoso de China tendría enormes implicancias para los mercados de materias primas y para los países que dependen de ellas, y pondría en cuestión su rol de amortiguador de la fuerte caída económica de los países imperialistas. La recesión internacional podría a su vez disparar nuevas tensiones y picos de crisis financieras. Ningún país saldrá indemne.
Una falla inherente del sistema imperialista
Un gran punto débil del plan de salvataje de los gobiernos europeos son los préstamos inter-fronterizos. Es que la garantía completa del mercado monetario sólo puede hacerse a nivel europeo. Sin embargo, los gobiernos no llegaron al punto en que, por ejemplo, si un banco español no le devuelve el dinero que recibió prestado de un banco francés, el gobierno francés proveería un seguro. Esta garantía permitiría dar más confianza a los préstamos en el vital circuito intra europeo, ya que los bancos creen más en sus propios gobiernos (pero las autoridades monetarias de cada país no están dispuestas a usar dinero público para garantizar el préstamo no pagado de un banco de otro país). Esto es una muestra más de que lo que se ha aprobado son distintos esquemas nacionales aunque presentados como europeos.
Este último punto, es una demostración en el plano europeo de una gran falla del sistema capitalista internacional, que también podríamos extender a los préstamos interbancarios entre entidades de diversos continentes, en especial entre las europeas y las norteamericanas, fuertemente entrelazadas en la globalización financiera desarrollada en los últimos años. La crisis internacional revela que, en el marco de la existencia de corporaciones financieras que se han internacionalizado, los estados nacionales no quieren rescatar a las entidades extranjeras y los diferentes gobiernos no quieren asumir los pasivos de otras naciones a pesar de las muestras de “coordinación” y de “solidaridad” de los distintos gobiernos imperialistas. En otras palabras existen instituciones financieras transnacionalizadas pero no hay la más mínima institución que maneje los préstamos interbancarios de la economía global, ni siquiera a escala europea, donde la integración del capital nacional es mayor que a nivel transatlántico. Una muestra patente en el plano financiero - por su parte el más “globalizado” de todos los capitales- de la contradicción irresoluble en el capitalismo en su estadio imperialista entre el grado de desarrollo de las fuerzas productivas -que a diferencia del imperialismo clásico de principio de siglo XX ha alcanzado un altísimo grado de centralización y concentración internacional del capital - y la existencia de fronteras nacionales. Esta tendencia se mantiene por más que se haya avanzado con respecto a principios del siglo pasado en establecer diversos grados de coordinación nacional, como por ejemplo la propia UE, pero sin resolver esta contradicción básica del capitalismo imperialista. Esta falla, en esta crisis o en el futuro, puede socavar la integración de la economía global llevando a una fragmentación del mercado mundial, de la convertibilidad de la moneda, entre otras cuestiones. Contra las nuevas teorías “neokautskianas” que plantean que la mayor integración del capital y la inyección de dinero en el sistema financiero, evita escenarios catastróficos como los de 1930, es bueno sacar a luz la extrema vulnerabilidad que ha mostrado el sistema capitalista mundial en estos días, aunque ahora estos ideólogos se sientan aliviados y se crean reivindicados tal vez prematuramente con el rescate excepcional puesto en ejecución. Por el contrario, estas teorías, aunque parten de elementos de la realidad que indudablemente han cambiado desde el crack de 1929 y la Gran Depresión y del periodo de entreguerras, los uniliteralizan llevándolos a conclusiones reformistas como es negar la posibilidad histórica de nuevas guerras interimperialistas o negar que la unidad burguesa de Europa es una utopía reaccionaria.