Brasil | VIENTOS DE LA CRISIS GLOBAL
El fin de las ilusiones en el falso progresismo petista
31/10/2014
La semana posterior al segundo turno electoral estuvo marcada por alzas y bajas en la bolsa de valores y en la cotización del dólar frente al real.
El lunes posterior a la confirmación de la reelección de Dilma Rousseff, se produjo la caída de la Bolsa Bovespa en las acciones de algunas de las principales compañías que comercializan sus papeles ahí (como Petrobrás y Vale do Rio Doce), y la desvalorización del real frente al dólar. El martes, Dilma dio señales al “mercado” de que tomará medidas ortodoxas, más directamente ligadas y subordinadas a sus intereses, lo que produjo una leve recuperación de los índices del Bovespa y de la cotización del dólar.
La reunión del Copom (Comité de política monetaria) del Banco Central, que decidió aumentar los intereses en 0,25%, primer aumento desde abril, parece marcar un comienzo de estabilidad en esta relación entre el segundo mandato de la petista y el capital financiero. Pero la decisión de la Fed (Banco Central de EEUU) de terminar con su política de estímulos financieros conocida como quantitative easing, fue un baldazo de agua fría en las expectativas y nuevamente empujó los índices de la bolsa hacia abajo y la cotización del dólar hacia arriba.
Dilma no era la candidata favorita de los “mercados” (esta entidad aparentemente mística que parece comandar toda la economía, pero que en verdad no es más que la máscara bajo la cual se ocultan los intereses del gran capital financiero). Incluso sus tímidas políticas anticíclicas y de planificación estatal de la economía eran vistas como demasiado intervencionistas para los multimillonarios sedientos de jugosas y rápidas ganancias.
Un candidato con un programa más claramente neoliberal expresaba de forma más directa los intereses del sector dominante de la economía. Aécio Neves se presentaba como el favorito del capital financiero. Durante toda la campaña electoral la Bolsa y la cotización del dólar oscilaban positivamente cada vez que el candidato tucano parecía tener chances de ganar.
Reelecta, la candidata petista comienza a sufrir una serie de presiones para que adopte una política económica más ortodoxa y alineada a los intereses más directos e inmediatos del capital financiero, y para que abandone incluso sus pálidas veleidades keynesianas.
La sustitución del ministro de Hacienda Guido Mantega (visto como uno de los que encabeza las políticas heterodoxas) por un nombre más del agrado de los inversores es solo la expresión simbólica de cómo Dilma se subordinará a estas presiones y no buscará ningún enfrentamiento con el capital financiero en este contexto de profundización de los efectos de la crisis internacional en los países del cono sur y particularmente en Brasil.
Cortes en los gastos públicos (programas sociales e inversiones en infraestructura) y aumento de tarifas de los servicios son solo algunas de las medidas que nos esperan, como anunció Guido Mantega esta semana al prometer que el nuevo gobierno “ajustará las cuentas públicas” en los próximos años. Buscando recuperar su credibilidad frente a los inversores, el gobierno petista no ahorrará esfuerzos para cumplir – o incluso aumentar - la meta de superávit de 2015 (entre el 2 y el 2,5% del PIB) puesto que este año quedó por debajo de esta meta y el aumento de los gastos (lo que el gobierno recauda con las tarifas e impuestos, por ejemplo) y la disminución de los gastos son las medidas impuestas por el capital financiero.
Los efectos de la crisis minarán las bases del discurso progresista
El período de 10 años entre 2003 y 2013 fue uno de los momentos de mayor crecimiento medio de a economía brasilera en su historia (media anual de 3,7% por debajo apenas del llamado “milagro” de los años ‘70). Empujada en un primer momento por una coyuntura excepcionalmente favorable de la economía global, y después por el hecho de que las grandes economías de los países no imperialistas y semicoloniales (los llamados BRICS) se convirtieron en contra tendencias frente a la crisis mundial, la fuerza del crecimiento económico fue la base sobre la cual se edificó el “gradualismo” lulista. Es decir, de ahí viene la idea incrustada en sectores de la clase obrera brasilera de que una mejoría pequeña pero continua de sus condiciones de vida y consumo estaban garantizados.
Incluso sobre bases débiles como el crecimiento del trabajo precario, esta ideología refleja las ganancias reales que tuvieron los sectores populares del país durante los gobiernos del PT, tanto por la vía del crédito como por la vía de los programas sociales. Pero con los efectos de la crisis mundial sintiéndose de forma más directa en el país las bases para el mantenimiento de estos pequeños beneficios de la clase obrera y de los sectores populares tienden crujir y el PT mostrará de forma más clara su verdadera cara, no del partido de los pequeños pero seguros logros para los trabajadores y los pobres, sino como el partido más funcional a la burguesía para imponer sus ataques a estos mismos sectores y lograr que seamos nosotros quienes paguemos por su crisis.
Para activar la militancia en defensa de Dilma en la recta final del segundo turno, fueron alentadas y exacerbadas las ilusiones en una continuidad mejorada del gradualismo lulista. Sin embargo, las primeras señales de la presidenta y aún más con las medidas que será obligada a tomar para alinearse al capital financiero para enfrentar la crisis, se chocarán de forma más dura con estas ilusiones exacerbadas. Ese es el escenario que prepara fuerte inestabilidad política y nuevos acontecimientos de la lucha de clases en el próximo período.