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STRATFOR - 22/02/2011

La revolución y el mundo musulmán

23/02/2011

Por George Friedman

Traducción especial para FT-CI.org de Guillermo Crux

El mundo musulmán, desde el norte de África hasta Irán, ha experimentado una ola de inestabilidad en las últimas semanas. Aún no se han derrocado regímenes, aunque, al momento de escribir esto, Libia se tambalea al borde del abismo.

Ha habido momentos en la historia en que la revolución se fue extendiendo en una región o en todo el mundo como un incendio en un bosque. Estos momentos no ocurren a menudo. Los que vienen a la mente son 1848, donde un levantamiento en Francia se extendió por Europa. También estuvo 1968, donde las manifestaciones de lo que podríamos llamar la nueva izquierda barrieron el mundo: Ciudad de México, París, Nueva York y otros cientos de ciudades fueron el escenario de revoluciones antiguerra organizadas por marxistas y otros izquierdistas. En Praga se vio a los soviéticos aplastar un gobierno de la Nueva Izquierda. Incluso se podría incluir, durante un tramo, a la Gran Revolución Cultural Proletaria china. En 1989, una ola de disturbios, provocados por los alemanes del este que quieren llegar a Occidente, generaron un levantamiento en el este de Europa que derrocó el régimen soviético.

Cada uno de ellos tuvo un motivo básico. Los levantamientos de 1848 trataron de establecer democracias liberales en las naciones que habían quedado sumergidas bajo la reacción contra Napoleón. 1968 fue una reforma radical en la sociedad capitalista. 1989 fue el derrocamiento del comunismo. Todos estos procesos eran más complejos de todas formas, y variaban de país a país. Pero al final, las razones que los movían se pueden condensar razonablemente en una o dos frases.

Algunas de estas revoluciones tuvieron un gran impacto. 1989 cambió el equilibrio global del poder. 1848 terminó en un fracaso en aquél momento - Francia volvió a la monarquía tras cuatro años -, pero sentó las bases para los cambios políticos posteriores. 1968 produjo pocas cosas duraderas. La clave es que en cada país en el que se llevaron a cabo, había diferencias significativas en los detalles -, pero compartían principios fundamentales en momentos en que otros países estaban abiertas a esos principios, al menos hasta cierto punto.

El levantamiento actual en contexto

Al observar el actual levantamiento, el área geográfica es clara: los países musulmanes del norte de África y la Península Arábiga han sido el foco principal de estos levantamientos, y en particular en África del Norte, donde Egipto, Túnez y ahora Libia ya han tenido crisis profundas. Por supuesto que muchos otros países musulmanes también han tenido acontecimientos revolucionarios que, al menos hasta ahora, no se han transformado en acontecimientos que amenazan a regímenes o incluso personalidades dominantes. Ha habido señales de esos eventos en otros lugares. Hubo manifestaciones pequeñas en China, y por supuesto, las de Wisconsin, que está en crisis por los recortes presupuestarios. Sin embargo, estos en realidad no se conectan con lo que está ocurriendo en el Oriente Medio. Las primeras fueron pequeñas y las segundas no se inspiran en El Cairo. Así que lo que tenemos es un aumento en el mundo árabe que no se ha extendido más allá por el momento.

El principio fundamental que parece estar impulsando los levantamientos es la sensación de que los regímenes, o un grupo de individuos dentro de esos regímenes, han privado a los ciudadanos de los derechos políticos y, más importante aún, de los económicos - en resumen, que se enriquecieron más allá de lo permitido por el decoro. Esto se ha expresado de diferentes maneras. En Bahrein, por ejemplo, el levantamiento fue de la población principalmente chií contra una familia real predominantemente sunita. En Egipto, fue contra la persona de Hosni Mubarak. En Libia, es contra el régimen y la persona de Muamar Gadafi y su familia, y lo alimenta una hostilidad tribal.

¿Por qué ahora ocurren todos juntos? Una de las razones es que hubo una enorme cantidad de cambios de regímenes en la región desde la década de 1950 a la del ‘70, cuando los países musulmanes creaban nuevos regímenes para sustituir a los de las potencias imperiales extranjeras y sufrían las consecuencias de la guerra fría. Desde la década de 1970, la región, con la excepción de Irán en 1979, se ha estabilizado bastante en el sentido de que los regímenes - e incluso las personalidades que surgieron en la fase inestable - estabilizaron sus países e impusieron regímenes que no podían ser removidos fácilmente. Gadafi, por ejemplo, derrocó a la monarquía de Libia en 1969 y ha gobernado continuamente durante 42 años desde entonces.

A medida que pasa el tiempo, en cualquier régimen dominado por un pequeño grupo de personas, se ve que ese grupo utiliza su posición para enriquecerse. No son pocos los que pueden resistir durante 40 años. Por ejemplo, es importante reconocer que Gadafi, alguna vez, fue un revolucionario pro-soviético verdadero. Pero, con el tiempo, el ardor revolucionario disminuye y surge la avaricia junto con la arrogancia del poder ampliado. Y en las áreas de la región donde no ha habido cambios de régimen desde el fin de la Primera Guerra Mundial, este principio se mantiene fiel, aunque, curiosamente, con el tiempo los regímenes parecen aprender a repartir un poco la riqueza.

Por lo tanto, lo que surgió en toda la región fueron regímenes y personas que eran cleptócratas clásicos. Más que nada, si queremos definir esta ola de disturbios, sobre todo en el norte de África, es un levantamiento contra los regímenes - y en particular contra las personas - que han estado en el poder durante períodos extraordinariamente largos. Y podemos agregar a esto que son personas que tenían previsto mantener el poder y el dinero familiar mediante la instalación de sus hijos como herederos políticos. El mismo proceso, con variantes, se está realizando en la Península Arábiga. Este es un levantamiento contra los revolucionarios de las generaciones anteriores.

Las revoluciones se han venido forjando durante mucho tiempo. El levantamiento en Túnez, sobre todo cuando triunfó, hizo que se propaguen. Al igual que en 1848, 1968 y 1989, similares condiciones sociales y culturales generan eventos similares y son accionados por el ejemplo de un país y luego se extienden de manera más amplia. Eso ha sucedido en 2011 y continúa.

Una región particularmente sensible

Sin embargo, esto ocurre en una región que es particularmente sensible en este momento. La guerra norteamericano-yihadista hace que, al igual que con las anteriores oleadas revolucionarias, tengan posibles implicancias geopolíticas más amplias. 1989 significó el fin del imperio soviético, por ejemplo. En este caso, la cuestión de mayor importancia no es por qué estas revoluciones están ocurriendo, sino quiénes se aprovecharán de ellas. No vemos a estas revoluciones como una vasta conspiración de islamistas radicales para tomar el control de la región. Una conspiración tan vasta se detecta fácilmente, y las fuerzas de seguridad de cada país han destruido las conspiraciones rápidamente. Nadie organizó las oleadas anteriores, aunque ha habido teorías conspirativas sobre ellas. Surgieron a partir de ciertas condiciones, siguiendo el ejemplo de un incidente. Sin embargo, determinados grupos han intentado, con mayor o menor éxito, aprovecharse de ellas.

En este caso, sea cual sea la causa de los levantamientos, no hay duda de que los islamistas radicales tratarán de tomar ventaja y controlarlas. ¿Por qué no lo harían? Se trata de un curso lógico y racional para ellos. Si van a ser capaces de hacerlo es un problema complejo e importante más, pero es obvio que quieren y que están tratando de hacerlo. Se trata de un amplio grupo, transnacional y dispar, que creció usando métodos conspirativos. Esta es su oportunidad de crear una amplia coalición internacional. Así, como pasó con los comunistas tradicionales y la nueva izquierda en la década de 1960, no crearon los levantamientos, pero serían unos necios si no trataran de aprovecharse de ellos. Agregaría que no hay duda que los Estados Unidos y otros países occidentales están tratando de influir en la dirección de los levantamientos. Por ambos lados, este es un juego difícil de jugar, pero es especialmente difícil para los Estados Unidos, como jugadores desde afuera como desde afuera, en comparación con los islamistas nativos que conocen su país.

Pero aunque no hay duda de que a los islamistas le gustaría tomar el control de la revolución, eso no significa que lo harán, ni tampoco significa que estas revoluciones serán un éxito. Recordemos que 1848 y 1968 fueron un fracaso y los que trataron de aprovecharse de ellas no tenían un vehículo para montar. Recordemos también que tomar el control de una revolución no es cosa fácil. Pero, como vimos en Rusia en 1917, el grupo que gana no es necesariamente el más popular, sino el mejor organizado. Y con frecuencia no se sabe quién es el mejor organizado sino hasta después.

Las revoluciones democráticas tienen dos fases. La primera es el establecimiento de la democracia. La segunda es la elección de los gobiernos. El ejemplo de Hitler es útil como advertencia sobre el tipo de los gobiernos que puede producir una democracia joven, dado que llegó al poder a través de medios democráticos y constitucionales - y posteriormente, abolió la democracia ante las vivas de las multitudes. Así que hay tres corrientes que se cruzan aquí. La primera es la reacción contra los regímenes corruptos. La segunda es la elección misma. ¿Y la tercero? Estados Unidos debería recordar, mientras aplaude el surgimiento de la democracia, que el gobierno electo puede no ser el que espera.

En cualquier caso, la verdadera cuestión es si estas revoluciones tendrán éxito en sustituir a los regímenes existentes. Vamos a considerar el proceso de la revolución, por el momento, empezando por distinguir una manifestación de un levantamiento. Una manifestación es simplemente una aglomeración de gente que pronuncia discursos. Esto puede desestabilizar el régimen y sentar las bases para acontecimientos más graves, pero por sí sola, no es significativa. A menos que las manifestaciones sean lo suficientemente grandes como para paralizar una ciudad, son eventos simbólicos. Ha habido muchas manifestaciones en el mundo musulmán que han llevado a ninguna parte, y si no veamos Irán.

Es interesante observar que los jóvenes con frecuencia dominan las revoluciones, como 1848, 1969 y 1989 en un primer momento. Esto es normal. Los adultos con familias, maduros, rara vez salen a las calles para hacer frente a las armas y los tanques. Se necesita a los jóvenes, que tienen el valor o la falta de juicio como para arriesgar sus vidas en lo que podría ser una causa perdida. Sin embargo, para tener éxito, es vital que en algún momento otras clases de la sociedad se unan a ellos. En Irán, uno de los momentos clave de la revolución de 1979 fue cuando los comerciantes se unieron a los jóvenes en la calle. Una revolución sólo de los jóvenes, como vimos en el 1968 por ejemplo, rara vez tiene éxito. Una revolución requiere una base más amplia que eso, y que ésta debe ir más allá de las manifestaciones. En el momento en que va más allá de la manifestación es cuando se enfrenta a las tropas y la policía. Si los manifestantes se dispersan, no hay revolución. Si se enfrentan a las tropas y la policía, y si continúan incluso después de que se abrió fuego contra ellos, entonces estamos en una fase revolucionaria. Por lo tanto, las imágenes de los manifestantes pacíficos no significan tanto, como los medios de comunicación tratan de hacernos creer; son mucho más significativas las imágenes de los manifestantes que siguen en su lugar incluso después de que los ametrallaron.

El evento clave de una revolución

Esto nos lleva al evento clave en la revolución. Los revolucionarios no pueden derrotar a hombres armados. Pero si los hombres armados, en su totalidad o en parte, se pasan al bando revolucionario, la victoria es posible. Y este es el evento clave. En Bahrein, las tropas dispararon contra los manifestantes y mataron a algunos. Los manifestantes se dispersaron y luego se les permitió manifestarse - con los recuerdos frescos de los disparos. Esta fue una revolución contenida. En Egipto, la policía y los militares se opusieron entre sí y los militares tomaron partido por los manifestantes, por razones complejas, obviamente. Era inevitable, si no el cambio de régimen, por lo menos el cambio de gobierno. En Libia, el ejército se ha dividido de par en par.

Cuando esto sucede, es como llegar a un ramal que se desprende de una ruta. Si la división en el ejército es más o menos igual y profunda, esto podría conducir a una guerra civil. De hecho, un camino para el éxito de una revolución es pasar a la guerra civil, convirtiendo a los manifestantes en un ejército, por así decirlo. Es lo que hizo Mao en China. Mucho más común es que los militares se dividan. Si la división crea una fuerza anti-régimen abrumadoramente mayoritaria, esto conduce al éxito de la revolución. Siempre, el punto que hay que buscar es que la policía se una a los manifestantes. Esto sucedió mucho en 1989, pero casi nada en 1968. Sucedió en ocasiones, en 1848, pero la balanza estuvo siempre del lado del Estado. Por lo tanto, la revolución fracasó.

Es este acto, cuando el ejército y la policía se pasan hacia el lado de los manifestantes, lo que hace o no la revolución. Por lo tanto, para volver al tema anterior, el problema más importante sobre el papel de los islamistas radicales no es su presencia en la multitud, sino su penetración en el ejército y la policía. Si hubiera una conspiración, se centraría en unirse a los militares, esperar las manifestaciones y luego la huelga.

Aquellos que argumentan que estos levantamientos no tienen nada que ver con el islam radical pueden tener razón en el sentido de que los manifestantes en las calles pueden ser estudiantes enamorados con la democracia. Pero no ven el punto de que los estudiantes, por sí solas, no pueden ganar. Sólo pueden ganar si el régimen quiere que así sea, como en Egipto, o si otras clases y por lo menos parte de la policía o los militares - personas armadas con pistolas que saben cómo usarlas - se unen a ellos. Por lo tanto, mirar a los estudiantes en la televisión dice poco. Ver a los soldados dice mucho más.

El problema con las revoluciones es que las personas que las comienzan rara vez las terminan. Los demócratas idealistas en torno a Alexander Kerensky en Rusia no fueron los que terminaron la revolución. Los matones bolcheviques fueron los que lo hicieron. En estos países musulmanes, poner el centro en los jóvenes manifestantes hace perder el sentido, como pasó en la Plaza Tiananmen. Lo que importaba no eran los manifestantes, sino los soldados. Si cumplieran órdenes, no habría ninguna revolución.

No sé el grado de penetración islamista que hay entre los militares en Libia, por poner un ejemplo de los levantamientos. Sospecho que el tribalismo es mucho más importante que la teología. En Egipto, sospecho que el régimen se ha salvado por ganar tiempo. En Bahrein pasaba por la influencia iraní en la población chiíta que por el trabajo de los yihadistas suníes. Pero así como los iraníes están tratando de aferrarse al proceso, también tratarán de hacerlo los yihadistas suníes.

El peligro del caos

Sospecho que algunos regímenes van a caer, en la mayoría de los casos llevando al país en cuestión hacia el caos. El problema, como estamos viendo en Túnez, es que con frecuencia no hay nadie del bando revolucionario preparado para tomar el poder. Los bolcheviques tenían un partido organizado. En estas revoluciones, las partidos están tratando de organizarse durante la revolución, que es otra forma de decir que los revolucionarios no están en condiciones de gobernar. El peligro no es el Islam radical, sino el caos, seguido por la guerra civil, los militares tomando el control simplemente para estabilizar la situación, o el surgimiento de un partido radical islámico para tomar el poder - simplemente porque son los únicos en la multitud que tienen un plan y una organización. Así es como las minorías toman el control de las revoluciones.

Todo esto es especulación. Lo que sí sabemos es que esta no es la primera oleada revolucionaria mundial, y la mayoría de las oleadas fracasan, para que luego se observen sus efectos décadas más tarde en los nuevos regímenes y culturas políticas. Sólo en el caso de Europa del Este vimos un éxito revolucionario amplio, pero fue contra un imperio que estaba por colapsar, así que de allí son pocas las enseñanzas que se pueden extraer para el mundo musulmán.

Mientras tanto, cuando usted mire a la región, recuerde no mirar a los manifestantes. Mire a los hombres con armas. Si se mantienen firmes en el bando estatal, los manifestantes han fracasado. Si algunos se pasan de bando, hay alguna posibilidad de victoria. Y si la victoria llega, y se declara el comienzo de la democracia, no dé por hecho que lo que se viene sea en modo alguno algo a favor de Occidente - la democracia y la cultura política pro-occidental no significan lo mismo.

La situación sigue siendo fluida, y no hay certezas amplias. Ahora se trata de un problema de país a país, con la mayoría de los regímenes logrando mantenerse en el poder hasta el momento. Hay tres posibilidades. Una es que pase como en 1848; un amplio levantamiento que fracasará por falta de organización y coherencia, pero que resonará por décadas. La segunda es como 1968, una revolución que no derroque a ningún régimen ni siquiera temporalmente, y deje algunos resabios culturales de mínima importancia histórica. La tercera es como 1989, una revolución que derroque al orden político en una región entera, y que cree un nuevo orden en su lugar.

Si tuviera que adivinar en este momento, yo diría que estamos frente a 1848. El mundo musulmán no experimentará un cambio de régimen masivo como en 1989, pero tampoco los efectos serán tan efímeros como en 1968. Al igual que 1848, la revolución no logrará transformar el mundo musulmán o incluso el mundo árabe. Pero va a plantar las semillas que germinen en las próximas décadas. Creo que esas semillas serán democráticas, pero no necesariamente liberales. En otras palabras, las democracias que surgirán con el tiempo producirán regímenes que tendrán sus puntos de referencia en su propia cultura, es decir, en el Islam.

Occidente celebra la democracia. Debería tener cuidado con lo que anhela: puede llegar a conseguirla.

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