Ecuador
Lecciones del levantamiento popular en Ecuador
28/08/2005
La caída de Lucio Gutiérrez en Ecuador, jaqueado por un levantamiento popular en Abril último deja importantes lecciones para los trabajadores y el pueblo de Ecuador y de toda la región. No solo porque demuestra que las tendencias a la acción directa de masas en el subcontinente continúan abiertas (y esto se vio reafirmado con las jornadas revolucionarias de Bolivia un mes después), sino porque establece claramente los limites que encuentran los gobiernos que asumen bajo un discurso “reformista” y terminan aplicando los mismos planes neoliberales que sus antecesores.
El fracaso de una experiencia frentepopulista
La historia reciente de Ecuador contabiliza un total de 3 presidentes derribados en los últimos 8 años. Sin embargo la caída de Gutiérrez marca una diferencia en relación a la de Abdalá Bucaram en 1997 y Jamil Mahuad en 2000 [1]. En el caso de Gutiérrez, se trata de la caída de uno de los primeros gobiernos que frente al desgaste y la erosión de la democracia burguesa y sus regimenes asume un carácter “reformista” y “frentepopulista” para terminar aplicando una política abiertamente neoliberal.
El rol jugado por Lucio Gutiérrez durante la caída de Mahuad en el año 2000 como cabeza visible de un sector de las FFAA que empalmó con el levantamiento indígena, campesino y popular le dio un gran prestigio entre las masas ecuatorianas [2]. Postulándose como el “salvador de la patria” Gutiérrez adquirió un discurso populista y puso de pie una coalición de carácter frentepopulista junto a la CONAIE, su brazo político Pachakutik y el MPD (Movimiento Popular Democrático, de tendencia maoísta), con la que llegó al poder a principios del 2003.
La asunción de Gutiérrez, apoyado en esta coalición junto a su discurso reformista fue una novedad en su momento para América Latina lo que suscitó el entusiasmo de importantes sectores del movimiento de masas y el apoyo de varios de los intelectuales “progresistas” de la región.
Sin embargo, su rápido giro a la derecha y la aplicación a rajatabla de los planes neoliberales terminaron erosionando su popularidad y provocando su caída lo que demuestra y da signos de la debilidad de este tipo de gobiernos que asumen bajo el rótulo de “reformistas” para intentar dar una salida de contención y desvío frente a las recurrentes crisis en los regímenes del subcontinente.
Con diferencias y matices un proceso similar es el que expresan el gobierno de Lula en Brasil y el Frente Amplio en Uruguay o el discurso que ensayan Evo Morales en Bolivia o el FSLN en Nicaragua.
El mito del “Militar Patriota”
Con la caída de Lucio Gutiérrez, cae también un mito bastante extendido en la región y que se pudo ver recientemente en el desesperado llamado que Jaime Solares, el líder de la COB en Bolivia, hizo hace unas semanas cuando en medio de la crisis en ese país planteo la necesidad de un “Gobierno Cívico - Militar” encabezado por un “militar patriota”.
El Coronel Lucio Gutiérrez, que asentó gran parte del poder gubernamental en las FFAA ecuatorianas, no solo no fue ningún “patriota”, como alegaban los populistas de la región, sino que su gobierno fue uno de los más abiertamente pro imperialistas de toda América Latina en los últimos años.
Desde que llegó al poder en enero de 2003 garantizó como ninguno antes el pago de la deuda externa afectando el 70% del ingreso petrolero para este fin y recortando por intermedio de altos jefes militares, a los que puso en puestos clave del gobierno, las partidas presupuestarias en todas las áreas sociales.
Intentando mantener un perfil bonapartista, lo que le fue socavando su propia legitimidad, Gutiérrez se apoyo por un lado en las FFAA y por otro en un complejo sistema de alianzas que le permitió mantener su política neoliberal. Sin mayoría propia en el congreso, desechó su acuerdo original con Pachakutik a tan solo 7 meses de haber asumido expulsando a sus ministros del gobierno [3] y cerró un acuerdo con el centro derechista Partido Social Cristiano (PSC) para votar los planes del FMI en el parlamento, permitir el establecimiento de tropas norteamericanas en la base de Manta y mantener la dolarización de la economía imponiendo una estafa monumental al salario de los trabajadores institucionalizando la perdida sufrida por la inflación del periodo anterior [4].
A su decaída imagen, que se empezó a desprestigiar ante el movimiento de masas, se sumo la multiplicación de fuertes tensiones entre los distintos sectores de la burguesía como producto de los efectos causados por la dolarización, el reparto de la renta petrolera y la firma del Tratado de Libre Comercio que Gutiérrez estaba negociando con EEUU. Estos roces entre distintos sectores de la burguesía se convirtieron en un importante elemento de inestabilidad para su gobierno.
Ante esta situación Gutiérrez giró aun más a la derecha terminando por cerrar un acuerdo con el PRE del ex presidente Abdalá Bucaram habilitando el regreso al país [5] de este personaje odiado por el pueblo ecuatoriano lo que no hizo más que acelerar su desgaste y propiciar su caída.
Como vemos el Coronel Lucio Gutiérrez no fue ningún “militar patriota” ni “nacionalista” sino más bien todo lo contrario.
Los llamados y apelaciones hacia algún sector del ejército son una verdadera trampa para las masas del continente que no solo desarman a los trabajadores ante la eventual represión del ejército sino que en última instancia allanan el camino para el establecimiento de salidas como la de este “frente popular a la ecuatoriana” cuyas consecuencias como acabamos de ver tienen un efecto nefasto para los trabajadores y las masas de la región.
El levantamiento popular y las direcciones
A diferencia de los levantamientos anteriores contra Bucaram y Mahuad que tuvieron un fuerte contenido indígena y campesino concentrado tras las direcciones de ese sector como la CONAIE y la FENOCIN, la “revuelta de los forajidos” como se le llamó al levantamiento popular que tiró a Gutiérrez, concentrado esencialmente en Quito, tuvo una importante composición de clase media junto a sectores de pobres urbanos.
Estas movilizaciones no coincidieron con un nuevo levantamiento indígena ni tampoco con una huelga general por responsabilidad de las direcciones de estos sectores que una semana antes de la caída de Gutiérrez habían llamado a distintas acciones como paros cívicos y toma de edificios públicos, las cuales terminaron levantando ante la posibilidad de un desborde de los trabajadores y campesinos. A la traición abierta de estas direcciones se suma el descrédito de la principal central indígena como es la CONAIE que luego de haber participado por medio de Pachakutik en el gobierno de Lucio Gutiérrez quedó deslegitimada ante sus bases que prácticamente no responden a los llamados que hace la Confederación.
Esto impidió la coordinación de los distintos actores sociales y le dio al movimiento un carácter mucho más espontáneo que los levantamientos anteriores.
Esta espontaneidad y la falta de dirección le permitió al movimiento avanzar en el cuestionamiento de los distintos partidos del régimen, incluido la Izquierda Democrática (ID) cuyo dirigente Paco Moncayo [6] gobierna la capital del país y que se perfilaba como una nueva mediación ante el desgaste de los partidos tradicionales y del mismo Gutiérrez.
La demanda de “que se vayan todos” empezó a cuestionar al conjunto de las instituciones del régimen e hizo insostenible la permanencia de Gutiérrez en el poder abriendo el camino para su caída.
Sin embargo, esa misma espontaneidad y la falta de la entrada en escena de los trabajadores con sus métodos como la huelga general que hubiera permitido realmente poner en jaque a las clases dominantes y sus partidos políticos, como así también la falta de coordinación y de formas democráticas de autoorganización durante el momento más agudo de la crisis, impidió barrer con todas las viejas y deslegitimadas instituciones.
Esto permitió a la burguesía intentar una salida con la asunción del vicepresidente Alfredo Palacio que de todas maneras tiene bases precarias y si bien logró descomprimir momentáneamente la situación, debe lidiar con un sistema de partidos y un régimen completamente degradados y su gobierno es extremadamente frágil.
El gobierno de Palacio entre las aspiraciones populares y la presión imperialista
Mas allá del discurso de “cambio” que Palacio mantuvo durante las primeras semanas luego de la caída de Gutiérrez, su gobierno no parece tener mucho margen de maniobra, aprisionado entre las aspiraciones populares y la presión de EEUU que no está dispuesto a perder un aliado clave en la región como se había convertido Ecuador bajo el gobierno de Lucio Gutiérrez.
Tan sólo un tímido cuestionamiento a los organismos de crédito internacional y un tibio acercamiento al gobierno de Chavez que incluía la emisión de U$s 300 millones en bonos para ser comprados por Venezuela, fueron suficientes para que EEUU intervenga sobre la política ecuatoriana forzando la renuncia del ministro de economía Rafael Correa acusado de intentar poner en marcha una política “antinorteamericana”.
Palacio no cuestionó las bases de la dolarización y parece ser más proclive a los dictados norteamericanos que a las legítimas aspiraciones populares. Luego de una reunión con Kristie Kenney, la embajadora de EEUU, el nuevo presidente bajó el tono de algunas de las declaraciones que realizó durante sus primeros días de gobierno y reafirmó su compromiso con las negociaciones del TLC y el convenio que mantiene con el Ejército norteamericano en la Base de Manta.
A su vez se negó a fijar una fecha para el llamado a una Asamblea Constituyente y sólo afirmó la posibilidad de llamar a un plebiscito pero sin un plazo cierto.
En las últimas semanas una huelga general encabezada por los trabajadores petroleros de las provincias amazónicas de Sucumbíos y Orellana, fue duramente reprimida y sus dirigentes perseguidos y encarcelados por el gobierno de Palacio. Los trabajadores que mantuvieron tomados los pozos de toda la región más importante del país, pedían la anulación de los contratos con la petrolera estadounidense Occidental (OXY) y la canadiense Encana, además de un mejor reparto de la renta petrolera, obras de infraestructura y empleo.
La oposición de Palacio a las demandas de los trabajadores y la dura represión que desató sobre estos, mostró que la política de su gobierno es una burla a las aspiraciones populares, comenzando a generar malestar entre las masas ecuatorianas.
El gobierno de Palacio viene demostrado que no piensa realizar ningún cambio serio sobre la política de su antecesor y que va a frustrar cada una de las reivindicaciones populares por las que cayó Gutiérrez.
Para acabar definitivamente con esta política y evitar nuevos engaños, es necesario que los trabajadores ecuatorianos, comenzando por los petroleros que vienen llevando adelante una heroica lucha, tomen en sus manos y hagan suyas las demandas populares para poder hegemonizar una alianza con la gran masa de campesinos e indígenas explotados (que son los actores centrales de los anteriores levantamientos), los estudiantes y los pobres de la ciudad, ya que esta es la única vía para luchar consecuentemente contra el imperialismo y por la expropiación radical de la gran propiedad agraria, garantizar plenos derechos de autodeterminación a los pueblos indígenas y asegurar la liberación nacional.
Es fundamental que sean los trabajadores, campesinos pobres e indígenas ecuatorianos los que den su propia salida, poniendo de pie formas democráticas de autoorganización, desarrollándolas en la perspectiva de preparar el surgimiento de organismos superiores de frente único de las masas para la lucha que sean la base de un verdadero poder obrero, campesino y popular.
Se hace más urgente que nunca la necesidad de poner en pie un partido obrero revolucionario que pelee consecuentemente por un gobierno de las organizaciones de los trabajadores, indígenas y campesinos pobres que comience a sentar los cimientos de una nueva sociedad.
NOTASADICIONALES
[1] Abdalá Bucaram, dirigente del Partido Roldosista Ecuatoriano (PRE) y ex presidente de Ecuador, cayó en febrero de 1997 en medio de multitudinarias movilizaciones callejeras, paros cívicos y toma de edificios públicos. Para evitar una caída revolucionaria del presidente con las masas en las calles, el parlamento en una sesión extraordinaria y maratónica declaró vacante la presidencia de la república alegando la “incapacidad mental de Bucaram” para ejercer este cargo. Jamil Mahuad cayó en Enero de 2000 luego de anunciar un plan de dolarización de la economía en medio de un levantamiento indígena y campesino que confluyó con una sublevación militar.
[2] Como Coronel de las FFAA, Gutiérrez dirigió al sector sublevado del Ejercito que junto a la Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador (CONAIE) estableció una “Junta de Salvación Nacional” para gobernar el país que terminó luego de unas pocas horas entregando el poder al vicepresidente Gustavo Noboa.
[3] Mientras rompía el acuerdo con Pachakutik, Gutiérrez mantuvo una política de cooptación sobre los dirigentes indígenas e incluso creó su propia central campesina (apoyándose en un sector evangélico) manejada con métodos claramente clientelares.
[4] Hoy el 60% de la población vive con menos de dos dólares por día.
[5] Luego de su caída en el año 1997 Bucaram se fugo a Panamá donde permaneció exiliado hasta Abril de este año cuando el acuerdo con Gutiérrez le permitió volver al país.
[6] Paco Moncayo, ex general del Ejército, se convirtió en una figura reconocida por su participación en la guerra entre Ecuador y Perú a mediados de los ’90. Tras la caída de Mahuad comenzó una carrera política, que al frente del partido Izquierda Democrática le permitiría ganar las elecciones para Alcalde de Quito.