Ante la crisis económica
Raúl Castro anuncia medidas “nada gratas” para el pueblo cubano
20/08/2009
El pasado 27 de julio, en el multitudinario acto en conmemoración del 56 aniversario del ataque al cuartel Moncada, Raúl Castro anunció que el gobierno cubano pondrá en marcha un nuevo “ajuste inevitable” de la economía, el segundo ajuste de gasto público en lo que va del año. En su discurso, por primera vez no se refirió al peso del bloqueo económico que mantiene el imperialismo norteamericano, salvo para calificarlo como una excusa para lamentarse y exigió a la población “menos quejas y más trabajo”, llamando a aumentar la producción de alimentos.
Posteriormente, se sucedieron importantes reuniones de las instituciones claves del régimen en las que fueron tomando cuerpo y haciéndose algo más concretas esas afirmaciones. El plan finalmente fue anunciado en la sesión de la Asamblea Nacional del 1 de agosto.
Aunque no se dieron detalles, el Consejo de Estado (Poder Ejecutivo) resolvió descentralizar los sectores productivos y de servicios que más ingresos aportan y reducir el gasto social en distintas áreas. En palabras de Raúl “se adoptarán otras decisiones en educación, la salud pública y el resto del sector presupuestado, dirigidas a generar gastos que sencillamente resultan insostenibles, que han ido creciendo de año en año y que, además, son pocos eficaces, o peor aún hacen que algunos no sientan la necesidad de trabajar”(Cadena Golbal EFE1/8/09).
El plan es reducir todos los gastos que no generan ingresos en dólares o sustituyen importaciones, beneficiando a las grandes empresas mixtas y holdings controlados por las FAR (que dan cuenta de más del 40% del PBI), lo que favorece la descentralización y socava seriamente la planificación de la economía, alentando al sector de la economía sometido a las “reglas del mercado”.
La crisis económica
La economía cubana se encuentra en la peor crisis desde la época del período especial. El PBI, que en 2006 sorprendió con una expansión del 12,5%, redujo su crecimiento a menos de 8% en 2007, a 4,3% en 2008 y este año está al borde de una virtual recesión económica. Efectivamente, en abril se redujeron las perspectivas de crecimiento para 2009 del 6% a 2,5% y ahora nuevamente a 1,7%. A esto se suman los efectos de tres huracanes que golpearon fuertemente la isla en 2008, afectando fundamentalmente la agricultura y la estructura edilicia (se destruyeron unas 500.000 viviendas). Los daños fueron de casi 10.000 millones de dólares, un 20% del PBI y hubo una importante escasez de alimentos.
Los dos sectores más dinámicos –el ingreso de divisas por turismo y la exportación de níquel- están sufriendo un importante retroceso, además de que se han dificultado las fuentes de financiamiento externo. Las remesas en dólares enviadas por familiares desde EE.UU. calculadas en 1.000 millones anuales se redujeron significativamente lo que tiene un doble efecto: para las finanzas estatales (que cobra un impuesto del 10%) pero muy especialmente para casi un cuarto de la población que vive de ellas. Además, la agricultura es un punto débil ya que Cuba apenas produce el 20% de sus necesidades y gasta unos 2.000 millones de dólares anuales en importar el resto.
Ante este panorama, la política de Castro y el Partido Comunista es exigirle al pueblo trabajador y campesino mayores sacrificios, mientras mantiene intactos los privilegios de aquellos sectores que podríamos llamar “nuevos ricos”, ligados a las empresas mixtas, al capital extranjero y a las áreas de la economía que producen divisas, entre quienes se encuentra una parte importante de la burocracia estatal, como los directores de empresas, y de las Fuerzas Armadas cubanas.
Mientras tanto, el imperialismo norteamericano sigue manteniendo el bloqueo económico criminal que viene ahogando a Cuba desde hace casi 50 años. La administración Obama cambió la táctica hacia Cuba pero mantiene la misma estrategia del gobierno de Bush: aunque la retórica guerrerista ha menguado, y Obama se mostró dispuesto a negociar con el régimen cubano, e incluso a hacer ciertos gestos como aceptar la readmisión de Cuba a la OEA, el objetivo sigue siendo avanzar en la restauración capitalista y en la recolonización de Cuba. El paraguas de esta política del gobierno de Obama es una “apertura democrática” del régimen. Esa política se expresa en el ofrecimiento de un diálogo que, como bien explicó la secretaria de Estado de EE.UU., Hillary Clinton, está condicionado a que se produzcan “cambios fundamentales” en Cuba, ir flexibilizando algunas medidas a cambio de que el régimen cubano haga concesiones. Por su parte, la estrategia de la burocracia cubana es ser aceptada como el interlocutor válido frente al imperialismo. En este sentido viene trabajando Raúl Castro desde que asumió en 2006, cuando anunció que estaba dispuesto a dialogar con EE.UU. En este marco de crisis económica y de la apertura de la posibilidad de negociar más abiertamente con Estados Unidos, tras la asunción del gobierno de Obama, el VII Pleno del Comité Central del Partido Comunista resolvió posponer indefinidamente la convocatoria al VI Congreso como estaba previsto desde 2008. Castro justificó el aplazamiento en que “no puede ser un evento más” y que el Congreso sería decisivo ya que probablemente sea el último en el que participe la generación que hizo la revolución.
Las verdaderas razones de la suspensión del Congreso partidario parecen estar en que probablemente la burocracia gobernante esté dividida y que el ala de Raúl esté intentando asegurarse previamente la conducción partidaria (para lo que se hará una Conferencia Nacional). Recordemos que hace pocos meses realizó una de las mayores depuraciones del gobierno al echar a Carlos Lage y Perez Roque, representantes del ala más joven del Partido Comunista y cercanos a Fidel Castro, el primero responsable de las medidas del período especial. Con esas medidas y la posterior defenestración de ambos dirigentes en asambleas de militantes, se dio un paso clave en desplazar a otras fracciones y consolidar la actual conducción.
Castro y el PCC dicen que están llevando adelante un “perfeccionamiento del socialismo”, sin embargo, las medidas que han venido tomando desde los ’90 y que hoy se intentan profundizar, como la descentralización del comercio exterior, la proliferación de empresas mixtas, las zonas francas y la promoción de la explotación privada del campo, profundizan las desigualdades sociales y alientan a los sectores procapitalistas.
El proyecto político de la burocracia gobernante es avanzar gradualmente en la introducción de reformas y en una mayor apertura económica, negociando sus términos con el imperialismo, bajo el control del PCC, siguiendo el modelo chino o vietnamita que Castro ha valorado muy positivamente en otras oportunidades, por lo que la restauración capitalista en la isla es una amenaza cada vez más real.
Abajo el bloqueo. Por la defensa de las conquistas de la revolución
La restauración del capitalismo en Cuba sería una derrota de gran magnitud para el pueblo cubano y para los trabajadores y las masas populares del conjunto de América Latina. La política del imperialismo norteamericano –y de las potencias imperialistas europeas- ya sea mediante la línea dura del bloqueo o por medio de la “negociación” y la apertura democrática, es lograr restablecer las relaciones capitalistas, haciendo retroceder a Cuba a su estatus semicolonial previo a la revolución de 1959. El bloqueo económico que Estados Unidos impuso a la isla no sólo causa enormes padecimientos al pueblo cubano sino que además es un arma de chantaje para exigir reformas procapitalistas. Por esto, para defender las conquistas que aún quedan de la revolución de 1959 es imprescindible luchar contra el imperialismo y el bloqueo. La burocracia de Raúl Castro y el PCC tienen el plan de ir reintroduciendo gradualmente reformas económicas de mercado, con las que se crea una base social favorable a la restauración manteniendo el régimen de partido único, que les garantiza mantener sus privilegios. Quieren conservar el poder y ser ellos quienes negocien los términos de la apertura económica con el imperialismo.
La única forma de derrotar esta perspectiva es mediante una revolución política, encabezada por los obreros y los campesinos pobres, que comenzando por la defensa de las conquistas que aún se mantienen de la revolución, tenga por objetivo terminar con los privilegios de la burocracia gobernante y el reaccionario régimen de partido único impuesto por el Partido Comunista Cubano. Esta revolución sentará las bases de un Estado Obrero revolucionario basado en consejos de obreros, campesinos y soldados y en el armamento general de la población, donde tengan legalidad todos los partidos que defiendan la revolución. De esta manera, Cuba nuevamente será un motor de la lucha revolucionaria en toda América Latina.