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Medio Oriente

Fuera yanquis de Irak - No a un ataque contra Irán

15/02/2007 La Verdad Obrera N° 222

Mientras continuan en forma encarnizada los violentos atentados que se cobran cotidianamente decenas de víctimas en Bagdad, y la guerra civil en curso no da signos de abatirse, más bien se ha incrementado después del anuncio del presidente Bush de aumentar la presencia de tropas norteamericanas en Irak. Una creciente tensión y roces entre Irán y los EE.UU. cubre cada vez más el escenario de la ocupación imperialista.

El anuncio de esta escalada de provocaciones contra Irán fue planteado por el mismo Bush en su discurso del 10 de enero cuando anunció su nueva estrategia para Irak: “Irán está proveyendo apoyo material para ataques a las tropas norteamericanas. Desarticularemos los ataques a nuestras tropas. Interrumpiremos el flujo de apoyo desde Irán y Siria. Buscaremos y destruiremos las redes que proveen armamento avanzado y entrenamiento a nuestros enemigos”.

La primera acción de la nueva estrategia fue la detención a los pocos días de cinco funcionarios iraníes, presuntamente vinculados a la Guardia Revolucionaria iraní en el consulado de la ciudad iraquí de Irbil a manos del Ejército estadounidense. Este raid fue acompañado por declaraciones belicosas del vicepresidente, Dick Cheney, la cabeza de la fracción antiiraní dentro de la administración. Las escaramuzas siguieron. El 20 de enero, un comando secuestró y luego mató a cuatro soldados estadounidenses en Karbala. Un quinto estadounidense murió en la batalla. Al principio se trató de ocultar semejante humillación para las tropas invasoras. Pero posteriormente el discurso cambió: el ataque estuvo tan bien planificado y ejecutado que las autoridades norteamericanas sospechan que Irán ayudó al comando chiíta que llevó a cabo la misión, tal vez en represalia por la detención de cinco iraníes arrestados por soldados estadounidenses en el norte de Irak. En respuesta, el 27 de enero, Bush defendió un programa del Pentágono para matar o capturar iraníes que actúan dentro de Irak. “Si hay una escalada en las acciones militares iraníes en Irak en perjuicio de nuestras fuerzas y/o de iraquíes inocentes, responderemos con firmeza”, dijo.

En los últimos días, un diplomático iraní fue secuestrado en Bagdad, supuestamente por miembros de una unidad militar iraquí, bajo la influencia de EE.UU. Y el lunes pasado por primera vez EE.UU. acusó abiertamente al gobierno de Teherán de estar involucrado en la venta de armas, que luego serían utilizadas para matar estadounidenses en Irak. Concretamente, acusó a los más altos niveles del gobierno iraní de ser proveedores de bombas sofisticadas que ya han matado a 170 soldados estadounidenses y herido a otros 620 en Irak. En forma anónima, un alto funcionario estadounidense filtró a la prensa que: “Estimamos que estas actividades son ordenadas por los niveles más altos del gobierno iraní”, recordando que los explosivos vienen de las Brigadas al Quds y que éstas responden al ayatolá Ali Jamenei, el líder supremo de Irán. Las acusaciones contra Teherán tienen un tono y una credibilidad similares a los que había hecho el gobierno estadounidense hace cuatro años contra Irak y sus supuestas armas de destrucción masiva. Ciertamente, a apenas 48 horas de revelada esta “prueba”, el general Peter Pace, jefe del Estado Mayor Conjunto, admitió que los militares no tenían conocimiento de la participación del gobierno iraní en la entrega de armas a las milicias chiítas.
Sin embargo, no olvidemos que denuncias sin bases como estas fueron la principal justificación de la invasión de 2003.

La actual seguidilla de provocaciones militares y políticas, además del incremento de tropas en Irak (así como la presencia desde fines de febrero de dos portaviones en la zona), buscan cambiar la percepción del régimen iraní que veía a fines de 2006 a EE.UU. derrotado, y se encaminaba a cobrar los frutos de su nuevo fortalecimiento regional. La actual ofensiva y aumento de la retórica contra Irán buscan generar dudas en la cúpula iraní [1] sobre su audaz política regional, buscando que ésta crea que la actual debilidad norteamericana puede revertirse y se avenga a una negociación en una relación de fuerzas distinta de la actual, en la cual EE.UU. no está en condiciones de imponer ninguna concesión importante a Irán. En el peor de los casos, la escalada norteamericana busca crear la justificación de un posible ataque contra ese país.

La bomba política que lanzó Brzezinski

Esto último es lo que planteó nada más ni nada menos que el ex consejero de Seguridad Nacional del gobierno de Carter, Zbigniew Brzezinski, en una audiencia el 1 de febrero en el Comité de Relaciones Exteriores del Senado. No por casualidad sus declaraciones casi no fueron difundidas por los principales medios norteamericanos, lo que demuestra la continuidad de la complicidad de la prensa con las políticas guerreristas de Bush, más allá de un cierto distanciamiento en el último tiempo frente a la debilidad del presidente norteamericano. En su testimonio, Brzezinski sostuvo: “La guerra en Irak es una calamidad histórica, estratégica y moral. Emprendida sobre bases falsas, está socavando la legitimidad global de EE.UU. Sus bajas civiles colaterales así como algunos abusos, están manchando las credenciales morales de EE.UU. Controlado por impulsos maniqueos y arrogancia imperial, está intensificando la inestabilidad regional”. Pero más sustanciosa fue su descripción con respecto a Irán: “Un posible escenario de choque militar con Irán implica un fracaso iraquí de envergadura, seguido de acusaciones de responsabilidad iraní por tal fracaso; luego por alguna provocación en Irak o un acto terrorista en EE.UU. del que será culpado Irán; culminando en una acción militar ‘defensiva’ de EE.UU. contra ese país que lo hunda solitario en un creciente y profundo pantano abarcando finalmente Irak, Irán, Afganistán, y Pakistán”. Lo que Brzezinski está sugiriendo es que si continúa el pantano en Irak, EE.UU. buscará una excusa ya sea en Irak o incluso llega a plantear un posible atentado en suelo norteamericano del que se inculpe a Irán (sí, leyó bien) como casus belli de una confrontación con este país del Golfo Pérsico. Estas declaraciones tienen una gravedad inusitada: no están dichas por alguien menor, sino por una persona de larga experiencia en lo más alto de la cúpula de relaciones exteriores norteamericanas y que tiene contacto asiduo con los militares y servicios de inteligencia de su propio país. Además él mismo, como más tarde reconoció, fue el elaborador de un plan secreto a fines de los ‘70, de movilización de guerrillas fundamentalistas islámicas para derribar al gobierno pro soviético de Afganistán. Es decir, estamos hablando de alguien que sabe de maniobras y operaciones encubiertas del imperialismo norteamericano.

¡Fuera yanquis de Irak! ¡No a un ataque a Irán!

Pero más allá de estas revelaciones un probable ataque contra Irán no puede descartarse dentro de la lógica de los acontecimientos. Es que EE.UU. no puede permitirse una humillación en Irak como en los ‘70 fue su primera derrota militar en Vietnam. Es que a diferencia del conflicto del sudeste asiático, la vitalidad de la economía norteamericana y el contexto internacional son distintos.

La primera se encuentra hoy día mucho más debilitada que hace treinta años, y sobre todo no existe un orden mundial imperialista estable: más bien empiezan a primar signos de desorden en el terreno de las relaciones internacionales. Por otra parte, la falta de la ex URSS, deja al imperialimo norteamericano sin el gran contenedor de las convulsiones revolucionarias que se dieron desde la salida de la Segunda Guerra Mundial hasta la debacle de la burocracia stalinista de Moscú en 1991.Todos estos elementos hoy hacen mucho más ominosa y difícil la perspectiva de una recuperación norteamericana, como fue el caso después de los traumas de los ‘70. Hoy, una debacle militar como la de Irak puede hacer pegar (ya lo está pegando) un salto en la decadencia hegemónica norteamericana. Estos elementos son los que hacen que antes de aceptar esta terrible opción, Bush decida (y apueste) una nueva aventura belicista más riesgosa y peligrosa que la ya calamitosa invasión de Irak en 2003.

El temor a esta perspectiva hiela los nervios de los sectores más lucidos de la burguesía imperialista. La tapa y la editorial del último número del semanario inglés The Economist, para nada un pacifista sino que apoyó la guerra de Afganistán e Irak e incluso el reciente incremento de tropas a este país, es bastante elocuente: “¿Próxima parada Irán? Por qué George Bush debería resistir una salida wagneriana de su presidencia [2].

Lo que está claro es que no debemos bajar la guardia y sí redoblar los esfuerzos para poner en pie verdaderos movimientos antiguerra que se planteen la perspectiva de derrotar la ocupación imperialista en Irak y frenar cualquier eventual ataque a Irán. La revitalización del movimiento antiguerra en EE.UU. (ver LVO N° 221), así como las movilizaciones que se proyectan en Londres, deben inspirarnos para hacer lo mismo en nuestro país. Manos a la obra.

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  • [1Aparentemente el presidente Ahmadineyad ha sido desplazado en el manejo de los asuntos de política exterior en un movimiento aprobado por el líder supremo, Jamenei. Por su parte Rafsanjani, un conservador más pragmático parece haberse posesionado como reemplazo de Jamenei que se encuentra muy enfermo en el cargo de más peso de la República Islámica

    [2Con ‘salida wagneriana’ este semanario imperialista hace alusión a una de las más famosas óperas del compositor alemán llamada “El ocaso de los dioses”.

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