Francia: a pesar de la represión y el aislamiento
Lo que queda de la revuelta
25/11/2005 La Verdad Obrera N° 176
Después de tres semanas de enfrentamientos, la revuelta de las periferias aparentemente se ha calmado. El gobierno impuso el Estado de Emergencia, y con un imponente despliegue represivo logró aquietar las aguas. Una vez concluido el período decretado por el gobierno, la Cámara de Diputados votó prolongar la medida tres meses. Se pueden contar 3.101 detenidos y procesados, de los que ya fueron condenados en juicios acelerados 562 mayores (de 18 a 25 años) y 118 menores. Las penas van de 1 mes a 4 años de prisión firme [1]. El portavoz del gobierno, Jean-François Copé, declaró el lunes que había vuelto la normalidad, “solamente” se habían quemado “noventa y dos autos, la media diaria en Francia”. Acto fallido o no, Copé reveló que en las barriadas se vive una tensión permanente, y que, pese al monstruoso aparato represivo, el estado de ánimo de revuelta continúa.
Es que allí diferencias sociales son particularmente evidentes. Desde el fin de la Segunda Guerra Mundial, los sucesivos gobiernos franceses fueron instalando en sórdidos monoblocks de los alrededores de las ciudades, a los inmigrantes (en general provenientes de las colonias francesas) que la burguesía necesitaba para hacer funcionar una economía que crecía. Ellos hacían (y hacen) los peores trabajos, o aquellos que los nativos ya no aceptaban hacer. Pese a su rol en la economía, los inmigrantes, sus hijos y nietos son ciudadanos de segunda. Estas urbanizaciones, con población multiétnica, constituyen una especie de semicolonia interna donde las libertades democráticas están permanentemente restringidas. Los arrestos por portación de cara son la norma, lo que provoca un lógico malestar entre la juventud y los trabajadores de las barriadas. Asimismo, en los guettos la desocupación duplica la media nacional (20%) y entre la juventud llega al 40%. Los “servicios públicos” son defectuosos y más caros que en la ciudad, en general el subte no llega, los autobuses son caros y lentos. Las escuelas están desprovistas y el régimen educativo trata de desmoralizarlos para que entren a “escuelas de oficios”. Es lógico que los jóvenes identifiquen a estas instituciones como algo ajeno o directamente hostil.
Los jóvenes no son “ignorantes” o “inconscientes” como los llaman los partidos de “izquierda” o los sindicatos que no quieren involucrarse y los dejan aislados: cada vez que tienen oportunidad de expresarse dicen claramente que están en contra del racismo que les impide conseguir trabajo, los hacen blanco de la represión y piden claramente la renuncia de Sarkozy. A su manera, intentan que sus reivindicaciones triunfen. Es justamente por esta posición de la “izquierda” y los sindicatos que se vio fortalecida la política represiva del gobierno, cuyo representante más derechista Sarkozy mantiene hoy una imágen positiva superior al 50%.
Lo que sucedió en estas tres semanas fue un enorme levantamiento espontáneo. No sólo los partidos del régimen llamaban por un lado a la “calma” y por el otro a la represión; los dirigentes de la Unión de Organizaciones Islámicas de Francia emitieron condenaron el levantamiento, hecho que fue absolutamente ignorado por los “revoltosos”, en su mayoría de origen musulmán. Estos jóvenes que actualmente no participan en política ni en los sindicatos, hicieron su primera aparición en el escenario político, aunque de forma elemental. Podríamos afirmar que una nueva generación, los hijos de la inmigración, dio a la luz en el corazón de Europa. Los estragos que hace la política de los países imperialistas en el llamado Tercer Mundo comienza a mostrar su contracara en el Viejo Continente. La simpatía y solidaridad con la revuelta en decenas de ciudades de Europa revelan lo profundo del proceso en curso.
Crisis del régimen, crisis del PS
La crisis del “ NO” [2]al Tratado Constitucional, si se la mira atentamente mostró la gran crisis del Partido Socialista. De hecho, este partido fue el único que dio una consigna de voto que no fue respetada por sus votantes. El Congreso de Le Mans de este fin de semana no logró resolver la crisis interna. Reeligieron una dirección repudiada en las urnas el 29 de abril, dejaron en la “oposición” a quienes habían votado NO y estos lo aceptaron, porque en realidad Fabius, Emmanuelli y Melenchon [3], no tienen un proyecto alternativo a la dirección de Hollande. La lucha interna es por los cargos, ya que el “partido histórico de la clase obrera” ya no es tal. Ya no representa, ni de forma distorsionada, las aspiraciones de los trabajadores. El PS es hoy una maquinaria electoral, alejada de la clase trabajadora, y cada vez más distante de su misma base electoral. ¡Mucho menos tiene algo que decir de las revueltas de las periferias! El diario Libération publicó datos muy interesantes en este sentido [4], lo más impresionante es que un tercio de los “militantes” tiene un cargo elegido (diputado, senador, concejal, presidente de región o provincia). A esto hay que agregar un número similar o mayor, de “asesores” y empleados de estos funcionarios. El diario la llama “militancia electoral”, es decir, casi nadie milita en forma “desinteresada” en el PS. Este viejo partido, pese a haber ganado las elecciones regionales del 2004 (mérito de la impopularidad de Chirac), no tiene ningún rol dirigente entre las masas obreras y populares, y se hunde en una lenta agonía que contagia al conjunto del régimen francés. En las periferias la relación con la juventud es aún peor. Sus “militantes” son empleados de “ONG” que intentan “calmar” a los jóvenes de las banlieues (suburbios). Pero no convencen a casi nadie. “Los muchachos con los cuales yo crecí intentan hacerme entender (...) Que no hay nada más que la violencia, hasta me dicen que vaya a tirar piedras con ellos... No distinguen a la izquierda de la derecha, y me toman por un tipo que negocia con el poder...” [5]. La crisis del PS es la crisis de un régimen que no tiene un partido “dirigente” entre los trabajadores y los sectores empobrecidos y no puede inventarlo de la noche a la mañana.
La unidad obrera y popular: asignatura pendiente
Contrariamente a la posición de la izquierda “oficial” y los sindicatos que condenan la revuelta y llaman al orden, los revolucionarios entendemos la violencia de la revuelta de las banlieues, producto de la política racista de los sucesivos gobiernos. Sin embargo, no compartimos sus métodos ya que son impotentes para derrotar la política del Estado francés y el imperialismo.
Es claro que no es culpa de los jóvenes sino de los burócratas sindicales y los políticos social-liberales (del PS o sus aliados Verdes o el PCF) el hecho que hoy se encuentren aislados de la clase trabajadora. En las últimas “jornadas de lucha” aisladas llamadas por la burocracia sindical, se desgastó una parte de la energía de la clase trabajadora. Los trabajadores saben positivamente que los burócratas no darán la “lucha hasta el final”, y que como se vio en el caso de las luchas del empleo público, los “sindicalistas” dejaron pasar la privatización de la electricidad y el gas, los recortes en la seguridad social, los correos, la enseñanza, etc. Así como comienza a despuntar una nueva generación juvenil que entra en la escena política, hace falta que entre en escena una nueva generación de la clase obrera que se desembarace de los burócratas y cambie de dirección este ciclo de derrotas.
La organización de los jóvenes de la periferia en organizaciones comunes de la clase obrera, que luchen contra el racismo y la represión policial, por el reparto de las horas de trabajo entre ocupados y desocupados, y por las demandas legítimas de los inmigrantes será un primer paso en el camino de unir a la clase trabajadora.
En este camino, tiene que darse la lucha por la construcción de un partido revolucionario en el que tengan cabida y sean sujetos los obreros combativos y los “revoltosos” de las banlieues.
NOTASADICIONALES
[1] Le Parisien, 23/11/05.
[2] El referéndum sobre el Tratado expresó una importante oposición al proyecto de la Unión Europea.
[3] Dirigentes del PS que llamaron a votar por el NO en el reférendum.
[4] De los 127000 militantes del PS, sólo 1 de 20 es de origen obrero, los empleados son el 11%, la gran mayoría son cuadros dirigentes y el 67% tiene más de 50 años, Libération, 18/11/05.
[5] Declaraciones de un militante socialista de 24 años al diario Libération.