En el medio de la crisis histórica del capitalismo a nivel mundial, las distintas burguesías europeas han llevado a Europa a un nuevo callejón sin salida. Los estados burgueses son totalmente impotentes, buscando salvarse por sí mismos y unos en detrimento de otros. Sus opciones de salida sólo pueden agravar la crisis, aumentando los roces entre las distintas naciones que componen la UE.

Frente a este camino reaccionario, como marxistas revolucionarios, debemos decirles en voz alta a los trabajadores la única salida progresista y en beneficio de todos los pueblos que componen Europa: que solo la clase obrera podrá hacer una verdadera integración y unificación de Europa, que los Estados Unidos Socialistas de Europa son la única salida progresista frente al marasmo actual y la catástrofe que nos amenaza.

En especial, en los países imperialistas más fuertes como Alemania y Francia, fuertes acreedores de los países de la periferia mediterránea de la UE, debemos claramente luchar contra todo designio semicolonizador de nuestras propias burguesías. ¡Abajo los planes de austeridad para Grecia, Portugal, etc.!, debe ser el grito de guerra en países como Francia y Alemania, donde sus grandes bancos y gobiernos imponen condiciones leoninas a estos países. Retomemos el ejemplo de la Internacional Comunista (IC) frente al ominoso Tratado de Versalles, cuyas reparaciones y las deudas que generó la Primera Guerra, al no resolverse progresivamente, llevaron a la Segunda Guerra Mundial. Decía la IC: “Las Internacionales II y II ½ se dedican a apoyar al ala radical de la burguesía, que representa ante todo los intereses del capital comercial y bancario en su lucha impotente por la supresión de las reparaciones. Como en todos los problemas, en este también marchan con la burguesía. La tarea de los partidos comunistas y en primer lugar de los países victoriosos es, por lo tanto, explicar a las masas que la obra de paz de Versalles arroja todas las cargas sobre los hombros del proletariado tanto en los países victoriosos como en los países vencidos, y que los proletarios de todos los países son sus verdaderas víctimas.
Sobre esta base, los partidos comunistas, y sobre todo los de Alemania y Francia, deben llevar a cabo una lucha común contra el tratado de Versalles.
El Partido comunista francés debe luchar con todas sus fuerzas contra las tendencias imperialistas de su propia burguesía, contra su tentativa de enriquecerse mediante la explotación agudizada del proletariado alemán, contra la ocupación de la cuenca del Ruhr, contra la división de Alemania, contra el imperialismo francés. Actualmente ya no basta con combatir en Francia la llamada defensa de la patria, es preciso luchar paso a paso contra el tratado de Versalles.
El deber de los Partidos comunistas de Checoslovaquia, de Polonia y de los demás países vasallos de Francia es vincular la lucha contra su propia burguesía y la lucha contra el imperialismo francés. Es preciso, mediante acciones comunes de masas, explicar al proletariado francés y alemán que la tentativa de llevar a la práctica el tratado de Versalles reduce a la más profunda miseria al proletariado de los dos países y con él al proletariado de toda Europa”[1] (subrayado nuestro). A su vez, una actitud como la segunda, de oposición a los dictados de la troika y de su propio gobierno y burguesía podría ser adoptada en países como Grecia, Portugal o Irlanda los más avanzados en un proceso de cesión de atributos claves de su soberanía, una nueva semicolonización.

Lamentablemente esta perspectiva y agitación propagandística está ausente en las propuestas de la mayoría de las corrientes y partidarios de la extrema izquierda. En nuestro partido, el NPA, éste es el caso de los planteos del Groupe de travail économique (GTE), como muestra los artículos de Henri Wilno e Isaac Joshua, dos de sus miembros en la Imprecor de julio-agosto-septiembre. Según Johsua, los tres puntos claves del programa de emergencia son el repudio de una parte sustancial de la deuda, la reforma del BCE para permitir el financiamiento monetario del déficit público y una reforma fiscal que grave más a los ricos y a las ganancias[2]. Como se ve, se acepta el cuadro de las instituciones imperialistas como el BCE pero reformado a favor de los intereses de los trabajadores para una salida keynesiana, por otra parte totalmente utópica en el cuadro de la actual debacle capitalista. Por su parte Wilno, quien dice reivindicar en su nota el programa de transición de Trotsky, termina planteando un programa similar. De esta manera, el programa y el método transicional que se enuncia se vuelve en lo contrario: de puente entre la conciencia actual de las masas y sus necesidades y la necesidad de derrotar el capitalismo y tomar el poder, se vuelve un programa utópico, meramente antineoliberal, ni anticapitalista ni socialista, para reformar las instituciones imperialistas en el marco del capitalismo en putrefacción.