Los puntos críticos de la economía mundial
Mentiras y verdades de la Cumbre del G-20 en Pittsburgh
02/10/2009
G-7, G-8, G-14, G-20… acompañaron durante los últimos años la declinación de la hegemonía norteamericana y el orden económico mundial por ella regenteado. Sin embargo, no son expresión de la instauración de un orden mundial progresivamente multipolar y más democrático. Por el contrario, representan el intento de subordinación y control por parte de Estados Unidos y las potencias del G-7 de los distintos países dependientes o semicoloniales, algunos de los cuales (como los BRIC’s) en los últimos años adquirieron una cuota mayor de poder económico.
Durante los pasados días 24 y 25 de septiembre se desarrolló en Pittsburgh, Estado de Pensilvania, Estados Unidos, la cumbre del denominado G-20, proclamado “foro principal para la cooperación económica internacional”. El G-20, compuesto por el G8 (Estados Unidos, Canadá, Japón, Alemania, Reino Unido, Italia y Francia, junto a Rusia), un representante de la Unión Europea como bloque y una serie de países semicoloniales o dependientes como Corea del Sur, Argentina, Australia, Brasil, China, India, Indonesia, México, Arabia Saudita, Sudáfrica y Turquía, fue presentado pomposamente como el nucleamiento de países donde, de ahora en más, se tomarían las grandes decisiones referentes al orden económico mundial, reemplazando el papel del G-8.
Qué resolvió el G-20 y dónde se cocina el estofado…
La verdad, sin embargo, en el escenario de una economía mundial convulsionada desde el estallido de la crisis financiera en Estados Unidos a fines de 2008, se encuentra en otra parte. Por tomar algunos ejemplos, Alemania intenta forjar un eje con Rusia y luego del triunfo legislativo de Angela Merkel, establece una coalición de gobierno más conservadora aún, redoblando su proteccionismo económico. Estados Unidos, por su parte, realiza gestos al antiguo país soviético como la eliminación del proyecto de instalación de misiles en Europa Oriental, a la vez que, mientras aprieta con aún leves medidas proteccionistas, intenta algún tipo de eje (subordinación) con el gigante chino mediante el denominado G-2, presionándolo para que revalúe el yuan, disminuya la competitividad externa de sus mercancías e incluso importe productos norteamericanos. La cumbre del G-20 fue una gran farsa. Más allá de múltiples declaraciones de intención, como el compromiso de “incentivar normas más estrictas sobre fondos propios de los bancos” e “imponer fuertes normas internacionales a las primas de los banqueros” (Ambito Financiero, 27/09) apuntando a “evitar la repetición de fenómenos que condujeron a la formación de burbujas financieras y precipitaron la crisis” (ídem). Más allá del compromiso de los miembros “con excedentes significativos de sus cuentas externas” (léase China) de “reforzar las fuentes internas del crecimiento” (ídem.) Más allá de declaraciones rimbombantes del comunicado final en el que los participantes se comprometieron a “asegurar un crecimiento más equilibrado” destacando que “todos los miembros del G-20 están de acuerdo en corregir las debilidades de sus respectivas economías”, el único resultado concreto de la cumbre consistió en un aumento del poder de voto del 5 y el 3% en el FMI y el Banco Mundial respectivamente, para algunos de los países dependientes y semicoloniales, a cambio de un “sistema de revisión y evaluación de las políticas” de los veinte países, donde el FMI les aportaría “asistencia técnica”(ídem).
Los verdaderos puntos críticos de la economía mundial
En el momento actual una “ola de expectativas optimistas” recorre la frágil e inestable situación de la economía mundial. Las intervenciones masivas de los Estados capitalistas centrales impidieron (por ahora) que continúe la caída libre de la economía mundial puesta frente a la peor crisis desde la Gran Depresión. Sin embargo, la abrupta recuperación de los índices bursátiles y los precios de las materias primas contrasta con los escuálidos índices de recuperación de algunos países que, en muchos casos, no expresan más que una disminución de la caída. Un manto de dudas se cierne sobre los supuestos “brotes verdes” asociados a las siderales cifras de endeudamiento de los Estados. Éste podría estar gestando una nueva y más peligrosa burbuja o incluso un proceso de estancamiento con inflación pero, a su vez, el retiro de los planes de salvataje podría provocar una recaída violenta en la crisis. Algunos de estos problemas están detrás de la exigencia de Alemania y Francia de mayor control sobre los planes de salvataje financiero y mayor regulación de los flujos frente a la oposición de Estados Unidos, cuestiones que venían discutiéndose previamente a la cumbre del G-20.
Pero, más allá de la coyuntura, incluso si una débil recuperación se estuviera gestando, si algo está en estado crítico, son precisamente las bases del orden económico mundial. La relación chino-norteamericana que fue un factor de estabilidad durante los últimos años expresando un modo particular de integración de la división mundial del trabajo, no puede volver a reproducirse. Esta es una de las discusiones más importantes en curso. The Wall Street Journal del 30/09 señala que:“Después de crecer por años a una tasa superior al 20%, las exportaciones chinas registraron una caída interanual en noviembre pasado. Han seguido cayendo y en agosto anotaron un descenso de 23% frente a igual mes del año anterior.” El mismo diario señala que los empresarios chinos entienden que ésta “será una consecuencia duradera de la recesión estadounidense” dado que los ahorros de las familias norteamericanas en el segundo trimestre del año crecieron más de cuatro veces respecto de su nivel de comienzos de 2008. La crisis global está llevando a China, el segundo exportador mundial, a recostarse sobre el mercado interno. Sin embargo éste no puede ser la salvación de los exportadores. Como también señala el citado diario, hay que tener en cuenta que “los consumidores de EE.UU. y Europa inyectan, en conjunto, más de US$ 19 billones (millones de millones) al año a la economía global, a pesar de que ahora son presa de la recesión. Las familias chinas, que son mucho más pobres, gastaron en conjunto el año pasado poco más de US$ 1,5 billones. El ingreso disponible per cápita en EE.UU. llegó en 2008 a US$ 35.486, frente a US$ 2.270 en China. De modo que el gigante asiático no está en posición de reemplazar a EE.UU. ni a Europa como el motor de la economía mundial.” Las contradicciones referidas a la situación del mercado mundial se manifiestan también en la creciente ola de proteccionismo del Estado alemán. El diario Financial Times del 28 de septiembre titula con aires de catástrofe: “Un fantasma recorre Europa: la guerra de subsidios automotrices”. Se refiere a la intervención millonaria del gobierno alemán para garantizar la reestructuración de Opel, que generó temor a una escalada proteccionista, reiteradas quejas de las autoridades de la Unión Europea y de Gran Bretaña y que provocará la pérdida de aproximadamente 10.000 empleos en Europa. Esta situación ya ha comenzado a generar las primeras movilizaciones obreras de respuesta [1]. The Wall Street Journal del 25 del pasado mes advierte que un factor clave “es la naturaleza global de la crisis. El aumento de las exportaciones suele impulsar la recuperación de las economías golpeadas por la crisis. Pero la recesión ha causado estragos en tantas economías al mismo tiempo que todas no pueden recurrir a las exportaciones para recuperarse. Eso podría menguar el crecimiento e intensificar las fricciones comerciales.” A su vez, el presidente del Banco Mundial, Robert Zoellick, alertó sobre el rol del dólar como moneda de reserva mundial en momentos en que la divisa norteamericana se viene depreciando. Advirtió que “El enorme déficit que dejaron los multimillonarios rescates financieros y el riesgo inflacionario en Estados Unidos erosionarán el billete verde.” (Página 12, 29/09). La situación de la integración de la división mundial del trabajo, las presiones proteccionistas la situación del dólar son algunos de los elementos claves que en el contexto de la aguda crisis desatada han afectado en profundidad el orden económico. Estos son los verdaderos grandes problemas de la crisis, ausentes en las cumbres del G-20 y que no se van a resolver mediante una débil recuperación que incluso podría contribuir a agudizar las fallas estructurales en el mediano plazo. No estamos ante “una crisis más”.
NOTASADICIONALES