El imperialismo y el enfrentamiento entre las dos Coreas
¿Qué hay detrás de la escaramuza militar?
26/11/2010
El enfrentamiento de la isla Yeonpyeong el 23 de este mes, fue el más grave en una larga historia de choques fronterizos entre ambos estados. La isla está en la zona limítrofe entre las dos Coreas y en la zona ya hubo 3 incidentes desde 1999. Corea del Sur tiene allí una base militar y realizaba maniobras cuando estalló el intercambio de disparos de artillería. La mayor parte de la prensa presenta los hechos como una provocación norcoreana, pero según el analista Rafael Poch: “Los surcoreanos dispararon sobre lo que Corea del Norte presenta como ‘sus aguas territoriales’, sobre las 13:00. El bombardeo norcoreano, justificado por Pyongyang como ‘respuesta a la provocación surcoreana’, comenzó a las 14:34 y concluyó a las 14:55. (…) los surcoreanos respondieron bombardeando la costa norcoreana. Una segunda salva norcoreana se disparó a las 15:10, seguida de una respuesta surcoreana a los quince minutos…” Por el lado Sur, hubo 4 muertos y unos 25 heridos militares y civiles, además de fuertes daños materiales. No se conocen las bajas y daños en el Norte.
El presidente sureño Lee Myung-bak amenazó con “una fuerte represalia” calificando lo sucedido como una “clara violación del armisticio” de 1953 por Corea del Norte.
Estados Unidos, que tiene 28.500 hombres estacionados en bases en el Sur, lo respaldó y envió un portaaviones nuclear, ratificando el ejercicio aeronaval conjunto a iniciarse el 28/11. Obama y Lee afirmaron que “Aunque estas maniobras estaban programadas, demuestran la fortaleza de nuestra alianza. Tendrán carácter disuasivo y defensivo”, para indicar que no optan por ahora por un ataque militar.
Por su parte China, que apoya a Corea del Norte, exhortó “fuertemente a ambas partes a que conserven la calma y la moderación y a que sostengan conversaciones tan rápido como sea posible para impedir que incidentes similares ocurran nuevamente”.
Escalada de incidentes
Con este episodio se hace extrema la tensión entre Sur y Norte, ya agravada desde el hundimiento de una corbeta surcoreana en marzo pasado (cuya responsabilidad rechaza Corea del Norte). A raíz de estos hechos, Surcorea tomó represalias comerciales, reforzó su despliegue militar y apeló al Consejo de Seguridad de la ONU, mientras que Norcorea respondió con la interrupción de comunicaciones, denunciando el Tratado de No Agresión de 1991.
Detrás de estos incidentes están el intento del imperialismo y su aliado, el régimen de Seúl, para imponer el desmantelamiento del programa nuclear de Corea del Norte y, eventualmente, lograr una plena capitulación de sus gobernantes; así como las presiones del régimen del Norte para la reapertura de conversaciones.
La política de Norcorea
El régimen de Pyongyang está jaqueado por las dificultades económicas y el bloqueo yanqui, y al tiempo que utiliza el modesto poder nuclear recientemente obtenido como reaseguro contra una eventual agresión imperialista y como carta de negociación.
Hace unos días hizo permitió que un científico norteamericano visite sus modernas instalaciones de enriquecimiento de uranio en una demostración de fuerzas.
Las dificultades de Wa-shington, ocupado en múltiples frentes internacionales y que pareció mostrarse cauto en el apoyo a Seúl en ocasión del incidente naval de marzo, alentaron a Norcorea a endurecerse en los recientes incidentes.
Además, un objetivo interno de este posicionamiento parecería ser facilitar la transición del poder, pues el presidente Kim Jong-il desea consolidar como “heredero” a su hijo menor Kim Jong-un y un clima de patriotismo caldeado por la tensión con el sur le ayudaría a alinear al Ejército y al Partido tras su proyecto.
Corea y la geopolítica yanqui en tiempos de crisis capitalista
Las repercusiones de la crisis coreana se hicieron sentir a nivel internacional: junto con la crisis de Irlanda empujaron una nueva baja en las bolsas del mundo, y sobresaltaron a las potencias implicadas en esa conflictiva y estratégicamente importante región.
Luego del fracaso de la reunión del G-20 en Seúl, donde pese a las críticas de Europa y China, Obama mantuvo una política de devaluación del dólar que alienta guerras comerciales y monetarias internacionales; las fricciones entre China y EE.UU. están también escalando.
Contener a China es para Washington un aspecto importante dentro de su “gran juego” geopolítico: defender su decadente hegemonía mundial contra potenciales desafíos de “potencias emergentes”. La Península coreana tiene un importante lugar en esa estrategia. Para Washington resulta “funcional” la elevada tensión regional, digna de los tiempos de la “guerra fría”. Contando con Corea del Sur como un aliado clave frente a China, que apoya a Corea del Norte, el alto nivel de confrontación le permite justificar su presencia militar en esta parte de Asia, mantener a Japón alineado detrás de su estrategia. Por todo ello, no tiene demasiado interés en desactivar una tensión que al tiempo que desgasta a Pyongyang, le impide a Seúl dirigir una reunificación para erigirse en una potencia capitalista con mayores ambiciones propias y preocupa a China. De hecho, Washington está utilizando la crisis actual para presionar a China.
¿Puede derivar en una guerra?
No parece ser la perspectiva inmediata, aunque no se puede descartar que nuevos choques militares inicien una escalada de resultados imprevisibles. Los intereses en juego son demasiado importantes e involucran las relaciones de fuerza entre China y Estados Unidos. Estados Unidos está demasiado comprometido en Afganistán e Irak como para abrirse otro conflicto de semejante importancia. Por todo ello, es posible que la tensión se mantenga con altibajos indefinidamente o se termine tanteando nuevamente la reapertura de conversiones.
Contra el imperialismo, contra sus sanciones y amenazas
El imperialismo no dejará de aprovechar la situación para intensificar su agresiva política hacia Corea del Norte. Llamamos a enfrentar la política de sanciones y represalias que impulsan Estados Unidos y sus aliados, así como cualquier ataque contra la República Popular de Corea.
El primer requisito para la paz en la península es el inmediato retiro de las fuerzas norteamericanas. ¡Fuera el imperialismo yanqui de la región!
El imperialismo utiliza los rasgos más repulsivos de la dictadura de los Kim para encubrir sus fines con demagogia democrática y de “no proliferación nuclear” (cínico criterio que no aplica a sus aliados como Israel ni a su propia condición de superpotencia atómica). Pero los trabajadores y pueblos del mundo debemos estar por la defensa de Corea del Norte contra cualquier agresión imperialista.
Los socialistas sostenemos el anhelo democrático del pueblo coreano a la reunificación nacional y afirmamos que la misma puede resolverse de manera progresiva sólo con la conquista de una Corea Unida, Obrera y Socialista.
Raíces del actual conflicto
La Guerra de Corea (1950-53) consagró la partición de la nación coreana en dos estados.
En el Norte, más atrasado y menos poblado, se erigió la República Popular de Corea, un Estado obrero muy deformado, bajo la dictadura stalinista de Kim Il Sung y alineado con la Unión Soviética. Corea del Sur se conformó como un agente del imperialismo norteamericano generosamente financiado y armado, hasta convertirse en una importante potencia industrial. La Guerra finalizó con la firma de un armisticio e imponiéndose la zona desmilitarizada a lo largo del paralelo 38° pero nunca se firmó un tratado de paz y la península de Corea siguió siendo uno de los escenarios de mayor confrontación en la “guerra fría”.
Después del estallido de la URSS y el salto a la restauración de los países del Este y China, el imperialismo apostó a que Corea del Norte terminaría colapsando o abriéndose a la recolonización por el capital extranjero, por lo que mantuvo el bloqueo impuesto desde los 50 y una fuerte presión.
Sin embargo, y pesar de sus enormes dificultades como la gigantesca hambruna que asoló el país a mediados de los ’90 cobrándose la vida de un millón de personas, se mantuvo en pie el régimen stalinista, agravando sus rasgos más opresivos hasta el extremo de convertirse en una “dictadura hereditaria”, pues a Kim Il Sung lo sucedió su hijo (que ahora prepara la sucesión por su propio retoño).
Esta burocracia está al frente de un estado obrero monstruosamente deformado y en descomposición, ha adoptado medidas precapitalistas y recibido inversiones extranjeras, sobre todo chinas, pero no logra ir hasta el final en la restauración como Vietnam o China por la dureza del bloqueo y la política imperialista.
Por un período Clinton alentó una línea más negociadora, abandonada después por los gobiernos republicanos.
Desde 1994 los gobiernos del Corea del Sur iniciaron una política negociadora llamada “brillo de sol”, buscando que el régimen se “ablandara” y se abriera a sus inversiones. Sin embargo, el actual presidente sureño, Lee (del derechista Partido Nacional), abandonó en 2008 esa política. Entre tanto el régimen del Norte redobló los esfuerzos para dotarse de capacidad nuclear, como contrapeso a la permanente amenaza imperialista en un contexto histórico hostil, que se arrastra desde la guerra de 1950-53, y como herramienta de negociación.
Con ello el escenario de las relaciones entre las dos Coreas y con el imperialismo se complicó aún más y las negociaciones terminaron interrumpiéndose, hasta llegar a la presente situación.