Letonia
La onda expansiva de la crisis en Europa del Este
27/02/2009
El 22 de febrero, después de casi dos meses de inestabilidad política, el primer ministro de Letonia, Ivars Godmanis, presentó su renuncia. Este es el segundo gobierno europeo que cae producto de la crisis económica internacional.
La economía letona sufrió de lleno el impacto de la crisis. El producto bruto se contrajo a una tasa anual del 10,5% el mes pasado y se espera que para fines de este año la contracción sea al menos de un 15%.
Como explica el diario Wall Street Journal, “Letonia es un eslabón particularmente débil en el sistema financiero de Europa del Este debido a la sobrevaluación de su moneda y a una gran deuda del sector privado denominada en euros”. (WSJ 21/2/09).
La devaluación del lat, la moneda letona, liquidaría su tasa de cambio fija con respecto al euro, lo que amenazaba con afectar no sólo a los países bálticos vecinos –Estonia y Lituania– sino también la posibilidad de repago a los bancos de los países escandinavos que les han otorgado créditos denominados en euros. Para evitar este escenario de default, el FMI, junto con varios países e instituciones financieras de la Unión Europea, le otorgaron a Letonia un crédito de 9.500 millones de dólares el pasado 23 de diciembre. A cambio, el gobierno letón puso en marcha un programa de ajuste fiscal, que incluía una rebaja salarial del 25% para los empleados públicos, el cierre de hospitales y escuelas y una reducción del presupuesto estatal de alrededor del 40%. Esto en el marco de una suba pronunciada del desempleo, que algunos analistas estiman que alcanzará al 12%, y de la caída de los salarios, con que las patronales respondieron a la caída en las exportaciones y la falta de crédito, factores que habían permitido el crecimiento de los últimos años.
Este conjunto de medidas antipopulares y antiobreras disparó una oleada de movilizaciones sin precedentes desde la caída del régimen stalinista en 1991, que comenzó a mediados de enero con una manifestación masiva convocada por un amplio arco antigubernamental, incluidos los partidos opositores, los sindicatos y sectores campesinos, duramente reprimida por la policía, y culminó con la caída del gobierno. Esta situación está encendiendo luces de alerta en los principales medios capitalistas, por ejemplo, el diario Financial Times alerta que en Europa del Este “el descontento social crece y a los políticos populistas les irá muy bien en las próximas elecciones” (FT 19/02/09).
Eslabones débiles
Luego de la caída de los regímenes comunistas y la restauración capitalista, los países de Europa del Este y Central abrieron sus economías a las inversiones extranjeras, sobre todo de las multinacionales de las potencias imperialistas de la UE, que aprovecharon las condiciones favorables para los negocios. Además privatizaron los bancos locales, que fueron comprados por bancos de Europa occidental, desregularon sus mercados financieros y contrajeron deudas descomunales para financiar su “crecimiento”.
Países como Polonia, Hungría y la República Checa eran presentados como “modelos” de desarrollo capitalista y durante años vivieron un boom basado en las exportaciones, que en algunos casos como Eslovaquia o Hungría llegaban a representar entre el 80 y el 90% del producto bruto.
Letonia, Estonia y Lituania, ingresaron a la Unión Europea en 2004, aunque sin adoptar aún el euro. Desde entonces han tenido altos índices de crecimiento por lo que se los comenzó a llamar los “tigres bálticos”. Pero la crisis económica y la recesión en los principales países de la UE, el principal destino para sus exportaciones, dejó expuesta la vulnerabilidad de estos países con un fuerte endeudamiento en moneda extranjera.
Según un artículo de New York Times, en los últimos meses “la moneda polaca se desplomó un 48% frente el euro; la de Hungría cayó un 30% y la de la República Checa un 21%”, esta dinámica de caída de las monedas locales hace temer que la crisis se exprese como “un efecto contagio entre las monedas de la región con reminiscencias de la crisis financiera asiática de fines de los ’90” (NYT 24/2/09).
El pasado 23 de febrero se reunieron los responsables de los bancos centrales de Polonia, Hungría, Rumania y la República Checa, los cuatro países ex soviéticos con monedas flotantes, para tratar de restaurar la calma y la confianza.
Sin embargo, ese mismo día, las acciones de los bancos escandinavos se hundieron por el temor extendido a que el debilitamiento de las monedas de estos países lleve a un default generalizado de sus deudas contraída con los bancos occidentales.
La otra economía en graves problemas es la de Ucrania. A la caída de la bolsa en octubre pasado le siguió el derrumbe del 20% del PBI entre enero de 2008 y de 2009, lo que ha contribuido el desplome en la demanda internacional de acero –que representa un 40% de las exportaciones ucranianas–. Según los últimos informes de agencias internacionales de crédito, es cada vez mayor la probabilidad de que su deuda externa, que se quintuplicó entre 2007 y 2008, caiga en default. La crisis económica y política de Ucrania, importante no sólo para Rusia, sino también para la UE, en particular para Alemania, no ha dejado de escalar, a pesar de haber recibido en octubre de 2008 un préstamo del FMI por 16.500 millones de dólares.
Hasta el momento, Hungría, Islandia, Ucrania y Letonia han pedido asistencia al FMI, pero según su presidente Strauss-Khan, el organismo “espera una segunda oleada de países” que soliciten préstamos. Rumania anunció que pronto se verá obligada a recurrir al Fondo. Las economías del centro y este de Europa no sólo están sufriendo los embates de la crisis sino que se han transformado en los eslabones débiles de la Unión Europea, amenazando arrastrar en su caída a economías de países capitalistas avanzados de la UE, cuyos bancos están expuestos a la crisis del este europeo. Este es el caso de Austria, cuyos bancos tienen activos en Europa del Este por un valor de 277.000 millones de dólares, lo que significa una exposición financiera que oscila entre el 70 y el 80% de su PBI, pero también de Italia, Suecia y Suiza, este último país vulnerable a un posible default de las deudas de Hungría, contraídas en su gran mayoría en francos suizos, ante la eventualidad de una devaluación fuerte del florín.
La crisis de Europa del Este es en verdad una crisis de la eurozona de conjunto. Esto lo expresó con claridad un funcionario del FMI que dijo que “Europa del Este se transformó en la versión europea del mercado subprime”.
Ante esta situación, la UE convocó a una minicumbre para el próximo 1 de marzo para discutir cómo hacer frente a la crisis de los estados recientemente incorporados a la Unión. Según el diario Financial Times, la UE debe “diseñar un plan para ayudar a los bancos de Europa del este en caso de que sus casas matrices no puedan mantenerlos a flote” y acelerar su adopción del euro. Además recomienda a los países más ricos de la UE “evitar la retórica proteccionista –por ejemplo sobre los trabajadores polacos en Gran Bretaña o la prioridad de las automotrices francesas sobre las de la República Checa– que socava la credibilidad en un mercado único” (FT, 19/02/09). Pero esta acción coordinada para el salvataje de los países del este parece una tarea muy difícil con las principales economías de la UE en recesión, lo que recrea permanentemente tendencias al proteccionismo y profundiza tensiones al interior del bloque europeo, como se expresó en la última reunión de la UE que buscaba llevar una posición común a la cumbre del G20, en la que por ejemplo, el primer ministro checo, a cargo de la presidencia rotativa de la UE se negó a saludar a Sarkozy por su política contra las automotrices de su país.
Crisis y resistencia
La revuelta popular en Letonia no es un hecho aislado sino que forma parte de las primeras manifestaciones de resistencia ante los intentos abiertos de descargar los costos de la crisis sobre los trabajadores y los sectores populares, mientras se rescata a banqueros y fondos de cobertura. A las movilizaciones en Grecia e Islandia se les sumaron en los últimos meses Ucrania, Bulgaria, Polonia, Rusia e Irlanda (donde los trabajadores han recurrido a la toma de fábrica, ver artículo). Aunque con desigualdades, esta resistencia también alcanzó a algunos países imperialistas centrales, en primer lugar Francia donde se viene desarrollando un proceso de movilización obrera, estudiantil y popular contra los planes de Sarkozy que coincide con una situación aguda, con huelga general y levantamientos en dos de sus colonias antillanas, Guadalupe y Martinica.
Con la exacerbación de la crisis económica, los gobiernos imperialistas, como por ejemplo el británico o el italiano, están recurriendo cada vez más a la demagogia proteccionista y antiinmigrante para desviar la bronca de los trabajadores y dividir las filas de la clase. Los trabajadores y los oprimidos de toda Europa tendrán que enfrentar estas falsas divisiones para poder derrotar los planes de los gobiernos imperialistas y hacer que la crisis la paguen los capitalistas.