Humala gana las elecciones presidenciales en Peru
La “gran transformación” y la continuidad del modelo económico
09/06/2011
El domingo 5/6, el ex militar nacionalista Ollanta Humala fue elegido presidente del Perú. Con el apoyo de sectores de la burguesía peruana encolumnados por ejemplo tras la agrupación política del ex-presidente Alejandro Toledo, Perú Posible, o intelectuales de derecha como Mario Vargas Llosa, como la dirección burocrática de la Confederación General de Trabajadores del Perú (CGTP) y la mayoría de las organizaciones de “izquierda”.
Este resultado ha expresado una profunda crisis de los partidos burgueses tradicionales, desacreditados pese a un decenio de excepcional crecimiento económico pero con altísimos niveles de explotación y empeoramiento de las condiciones de vida de sectores importantes del pueblo trabajador y campesino. Expresión de ello es el caso del APRA de Alan García, partido centenario que no pudo presentar candidatos propios para la primera vuelta, o el mismo Toledo, quien apenas superó el 15% de los votos. Kuczynski, candidato de la derecha liberal y gran apuesta política de la burguesía para la presidencia, terminó quedando en tercer lugar y fuera de la contienda.
Los perfiles de los candidatos que finalmente se disputaron la presidencia son más bien prontuarios, como hemos mostrado en nota del periódico anterior. Ambos personajes no eran vistos como las mejores opciones de estabilidad para la burguesía peruana.
La figura de Humala terminó canalizando el descontento de un sector de los trabajadores que aún tienen esperanzas en un cambio en su situación. A su vez, el apoyo de sectores de la clase media atraídos por su discurso moderado al máximo, y de sectores de la burguesía, terminaron inclinando la balanza hacia la variante más nacionalista. Keiko Fujimori, quien a pesar de haber tratado de despegarse de la figura de su padre expresaba un proyecto político más alineado con el gran capital financiero, fue quien recibió el apoyo de la burguesía más concentrada y de los grandes monopolios comunicacionales, y si bien su discurso populista de derecha logró atraer a sectores de la población pauperizada, no logró imponerse.
La fuerte polarización que generó la campaña electoral nos perfila un gobierno que va a tener que hacer mucho equilibrio entre las ilusiones de cambio que despertó en la población su discurso con promesas de redistribución sin expulsar a las trasnacionales y el disciplinamiento que querrá imponerle la burguesía más alineada con el imperialismo. Así lo expresó la caída de la Bolsa de Valores de Lima al día siguiente de las elecciones con la peor baja de su historia, 12,51%, provocada principalmente por las mineras que garantizan el 50% de las exportaciones del país y vienen permitiendo un crecimiento sostenido del 7% anual.
Con un discurso de promesas en clave progresista cada vez más lavadas que nada tiene que ver con cambios fundamentales a favor de los más pobres, Humala y su equipo aseguraron que promoverán la inversión privada, y darán continuidad al TLC con EE.UU., más allá de que pueda ser “revisado”, y resaltaron que Gana Perú nunca afirmó que se hará un cambio en la Constitución en el capítulo económico. Menos aún pondrán en tela de juicio a una constitución que favorece el saqueo y la mercantilización de la tierra peruana, atacando directamente a las comunidades y pueblos indígenas de la selva y la sierra.
Aunque los presidentes del bloque del ALBA como Chávez, Ortega y Evo salieron rápidamente a felicitarlo tratando de “sumarse el poroto” en el conteo de fuerzas regional, la realidad es que Humala ha abandonado hace años su acercamiento al chavismo, y ha buscado alinearse al bloque más moderadamente “progresista” liderado por Brasil, quien colaboró solapada pero activamente en su campaña electoral. En este sentido su triunfo implica también un reacomodamiento en la relación de fuerzas con respecto a EE.UU. y una redefinición de los equilibrios regionales, ya que el bloque más claramente norteamericano formado por gobiernos como el de Colombia, Chile o México y del cual Perú formaba parte, se debilita.
Humala habló de “concertación nacional, esperanza y cambio” lo que significa un llamado a acuerdos con la gran burguesía y a contener las tendencias a la acción directa de las masas que luchan por mejores condiciones de vida a través de concesiones mínimas que no afecten cualitativamente las excepcionales ganancias del empresariado nacional y extranjero; “esperanza” no tiene otro sentido que montarse sobre las enormes expectativas que tienen los trabajadores y el pueblo pobre en mejorar su situación ante que el alto crecimiento económico, que ha triplicado el tamaño de la economía del país en la última década. Los trabajadores necesitamos fortalecer la confianza en nuestras propias fuerzas y promover la organización y un proyecto independiente de la clase que nos explota. Es importante que las organizaciones de los trabajadores y de la izquierda trabajemos en esa perspectiva, alentando y apoyando las luchas obreras y campesinas, promoviendo su coordinación y planteando una estrategia política independiente de la burguesía, es decir, clasista.
9 de junio de 2011